La catástrofe ocurrida este 31 de enero en La Gasca y La Comuna, en Quito, se suma a otros desastres provocados en el país; uno de los más recientes, la erosión regresiva del río Coca y las constantes roturas de oleoductos que han provocado derrames petroleros con impactos de magnitud en el propio río y en muchas comunidades afectadas por la contaminación.
En el caso de La Gasca y La Comuna, cientos de toneladas de lodo y piedras se precipitaron desde el Pichincha, como ya ocurrió en 1975. Entonces y ahora, queda claro que hechos como éstos tienen que ver con las alteraciones, bloqueos y taponamientos a los drenajes naturales de la montaña, que en condiciones de un pico alto de lluvias, terminan desfogando en algún momento.
La respuesta más fácil es echarle la culpa a la naturaleza pero, como en los casos de otras catástrofes, el aluvión de La Gasca es la crónica de un desastre[i] anunciado.
En las laderas del Pichincha, el bosque nativo fue destruido y reemplazado por monocultivos de eucalipto y pino. Sobre todo los eucaliptos, han actuado como especies invasoras que desplazaron a casi toda la vegetación nativa, restándole porosidad a la tierra y erosionando las laderas. Sin embargo, a estos monocultivos se les considera erróneamente, un “bosque protector” al que no se le da un manejo, no se realizan raleos, ni se construyen barreras anti fuegos, o canales para ayudar a la escorrentía. Además, se ha permitido la tala antitécnica de estos árboles con lo que se ha afectado más la poca contención de sus raíces.
Hay un acumulado histórico de negligencias por parte de las autoridades de control en los niveles más altos y la desordenada administración municipal[ii] que dan lugar a la entrega de autorizaciones para la construcción de centros comerciales, urbanizaciones, o infraestructura (vial, turística -como El Teleférico-, o de otro tipo, como el cenizario), sin considerar las condiciones de riesgo que supone la topografía de la ciudad con sus colinas, taludes y pendientes.
Las quebradas, además, son lugares patrimoniales donde se ha conservado la rica biodiversidad de Quito o se encuentran restos arqueológicos que dan cuenta de la temprana llegada de habitantes a esta zona.
Sin embargo, lo que ocurre en el Pichincha no es la única amenaza a las quebradas de la ciudad. Ocurre en Caupicho, El Tejar, Carretas, en las laderas del Ilaló, o con el proyecto Botaniqo en Cumbayá.
Las quebradas se han convertido en cloacas, botaderos de basura o sitios donde depositar los escombros de megaconstrucciones como el Metro de Quito. Y el agua que baja por ellas es apresada en tuberías y recolectores.
Es hora de que el Municipio declare en emergencia a las quebradas de la ciudad, proteja su patrimonio natural y cultural, y realice obras de prevención para evitar otras catástrofes.
Se debe establecer una política consistente para el manejo de las plantaciones de especies exóticas que rodean a Quito, para evitar aluviones en invierno e incendios en verano; y sobre todo la sustitución planificada de las mismas para dar paso a una restauración integral del bosque nativo en Quito.
La ciudad se encuentra, además, frente al gran reto de los efectos del cambio climático, que aumentarán las situaciones de riesgo.
El Quito profundo es solidario y luchador, como se ha visto en la minga por La Comuna y La Gasca. Una vez más, el trabajo comunitario ha puesto en claro que la opción de defender la vida prevalece frente a los escenarios de destrucción.
Notas:
[i] Acción Ecológica opina. Serie Desastres. https://www.accionecologica.org/category/aeopina/serie-desastres/Diciembre de 2021.
[ii] Acción Ecológica opina. “Retos para el nuevo alcalde de Quito”. https://www.accionecologica.org/retos-para-el-nuevo-alcalde-de-quito/ 27 de julio de 2021.
Foto de portada: Aluvión en Quito, sector La Gasca, La Comuna, 31 de enero de 2022. AP