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Quijotería moderna

Fuentes: Rebelión

Quijotería es un vicio Que causa risa y desprecio, Pues un Quijote necio Corre aventuras y juicio. – José Joaquín de Olmedo No estuvimos informados sobre las protestas que iban a azotar a Ecuador, se queja la ministra María Paula Romo, e insiste en que hubo infiltración de grupos internacionales ilegales para provocar la alteración […]

Quijotería es un vicio

Que causa risa y desprecio,

Pues un Quijote necio

Corre aventuras y juicio.

– José Joaquín de Olmedo

No estuvimos informados sobre las protestas que iban a azotar a Ecuador, se queja la ministra María Paula Romo, e insiste en que hubo infiltración de grupos internacionales ilegales para provocar la alteración de la democracia en el país; incluso, en las altas esferas del gobierno se llegó a decir: «Algo habíamos previsto pero no sabíamos realmente… lo que se estaba cocinando en Caracas, que era un plan verdaderamente completo de desestabilización del Estado». Sobre lo dicho vale la pena aclarar que la sinrazón de esta queja se encuentra en los propios actos de la administración actual. ¿Acaso no fue eso lo que buscaron? ¿Qué pretendían obtener cuando desmantelaron la seguridad del Estado? ¿ Tal vez, peras del olmo?

Entre las cosas buenas que quiso hacer el expresidente Correa fue el intento de centralizar la dispersa información de inteligencia y que la sociedad civil supervise las actividades de inteligencia de los órganos de seguridad del Estado. Para ello creó la Secretaría Nacional de Inteligencia, SENAIN, organismo que se encargaba de coordinar la seguridad nacional. Pero apenas hubo el cambio de gobierno, esta institución quedó desarticulada sin que pudiera informar adecuadamente a la dirigencia del país de la situación interna.

En reemplazo de la SENAIN fue creada la Servicio de Inteligencia Estratégica, SIES, cuyos funcionarios, en tan poco tiempo, no llegaron siquiera a codearse, peor todavía, a conocer lo que sucede en las entrañas de la patria, para que informaran a las autoridades correspondientes lo que podía pasar si se hacía caso al FMI y se elevaba indiscriminadamente el precio de los combustibles.

¿ Qué hacer? ¿ Qué va a pasar? ¿ A dónde marcha el país? Se pregunta todo el mundo y nadie conoce la respuesta. Sólo se sabe que si en las decisiones a tomar el gobierno no anda con píes de plomo, todo lo malo que pudiera pasar, pasará. Señores mandatarios, por el bien común dejen de acusar sin son ni ton al primero que se les ocurra. Ni Correa, ni Maduro, ni las FARC, ni los rusos son culpables de lo pasado, pues no tienen poder para ello, ni aunque quisieran.

Si lo que pretenden es encontrar las causas reales del levantamiento de octubre, no a los responsables, disfrácense, porque le podría ir mal de ser reconocidos, y suban a los altos páramos de la serranía de los Andes o adéntrense en los suburbios de las ciudades o en las aldeas del agro nacional, para que se enteren que Ecuador está dividido en dos sociedades nada equitativas, una donde se vive igual o mejor que en las zonas más ricas de los países desarrollados: buenas escuelas, colegios y universidades; medicina y salubridad de primera; no se diga vestimenta, alimentación y transporte. Pero, por otra parte, hay una colectividad que, como dijo don Juan Montalvo, no se describe por no hacer llorar al mundo. Este es el país que ustedes, señores mandatarios, no conocen. Lo que ha sucedido es muestra de la gran insatisfacción del pueblo por la política económica del gobierno, que no ha tocado los problemas sociales para paliarlos, y no se trata sólo de una reacción por el incremento a los precios de los combustibles.

Por eso están condenadas al fracaso las quijoterías de dar palazos de ciego con sus quejas ante la OEA, cuyos miembros del denominado Grupo de Lima pecan de los mismos males que ustedes, ser miopes que no ven más allá de sus chatas narices, aunque cuenten con el apoyo de personalidades como Luis Almagro, Secretario General de la OEA, que condenó la violencia y los saqueos en Ecuador en el marco de las protestas contra las medidas económicas del FMI, o del iracundo Mike Pompeo, que dijo: «Estamos conscientes y monitoreamos las afirmaciones de participación de actores externos en estas manifestaciones». Nada de eso les va a ayudar mientras las causas reales permanezcan intactas.

Como la OEA no atina en dar con los culpables de los actos vandálicos, ocurridos en Ecuador y en otros lugares del mundo, y como sería bueno que se analicen otras pistas, se proporciona algunos datos. Existe la teoría del no uso de la fuerza como arma política, sostiene: «En el momento en que uno opta por la lucha violenta, está decidiendo enfrentarse a un enemigo mejor armado, y hay que ser más inteligente que eso. La gente tiene que aprender cómo funciona esta lucha no violenta, de modo que pueda llevarla adelante por sí misma». Su autor, Gene Sharp, estadounidense, fundó la Albert Einstein Institution, que financia y aplica esa teoría en situaciones concretas.

Sharp unificó diferentes grupos tibetanos en torno al Dalai Lama; formó a disidentes palestinos en la OLP para que no lleven a cabo actos terroristas contra Israel; organizó a la oposición de Birmania para que su lucha contra la junta militar no fuera violenta y, mediante la «revolución azafrán», ayudó a subir al poder a la señora Suu Kyi; en China promovió los sucesos de Tiananmen; preparó a algunos políticos de Lituania para que organicen la resistencia contra la URSS, durante el proceso de independencia de este país báltico; apoyó la separación de la provincia de Kosovo de Serbia; ayudó al derrocar a Milosevic en Yugoslavia, por resistirse a la OTAN; aconsejó a la oposición en Georgia organizar la «revolución de las rosas», hasta obtener la renuncia de Shevarnadze; sufragó la «revolución naranja» en Ucrania; en abril del 2002, aconsejó a los dueños de empresas durante el golpe de Estado en Venezuela; sustentó las diversas «revoluciones de colores», que en los últimos años han tenido lugar en países d e la periferia de Rusia y China…

Según Sharp, «la acción no violenta es una técnica para conducir conflictos, tal como la guerra militar, el gobierno parlamentario y la guerra de guerrillas. En esta técnica combatimos con armas psicológicas, sociales, económicas y políticas. Ha sido empleada para una variedad de objetivos, ‘buenos’ y ‘malos’. Ha sido utilizada tanto para cambiar gobiernos como para sostenerlos contra ciertos ataques». Explica, estas armas se usan para derrocar gobiernos sin tener que recurrir a las convencionales, porque «ha cambiado la naturaleza de la guerra en el siglo XXI».

En la OEA dirán que se exagera, pues ellos son amigos de EEUU, que no permitiría nunca es t e tipo de revoluciones suaves en su contra. Se les recuerda que es t e país siempre ha sostenido que sólo tiene intereses, no amistades. La prueba la acaban de dar en el Medio Oriente, donde abandonaron a su suerte a los kurdos, que fueron sus más firmes aliados en la lucha contra los terroristas del Estado Islámico y a los que ofrecieron su apoyo para obtener la independencia de Siria. Por algo, los kurdos los acusan de que les dieron una puñalada por la espalda y les despiden lanzándoles piedras, patatas y frutas podridas al convoy de vehículos militares estadounidenses que abandona Siria. Se preguntarán en la OEA, ¿por qué nos van a hacer lo mismo? Sólo ellos lo saben o, tal vez, para desunir más a la América Latina o, simplemente, porque mal paga el diablo a sus servidores.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.