«La serpiente ha salido de su cascarón y la noche pudiera ser larga» Arturo Balderas La cuestión de las razas, los racismos y las racializaciones ha sido y es en la actualidad -y por lo que viene- una problemática política y socio-cultural de central importancia para la coexistencia y convivencia inter-humana y para la […]
«La serpiente ha salido de su cascarón y la noche pudiera ser larga»
Arturo Balderas
La cuestión de las razas, los racismos y las racializaciones ha sido y es en la actualidad -y por lo que viene- una problemática política y socio-cultural de central importancia para la coexistencia y convivencia inter-humana y para la unidad humana presente y futura; el siglo XX fue particularmente violento en manifestaciones racistas y racialistas, éstas estuvieron presentes en las dos guerras mundiales con engendros tales como las dictaduras, los Auschwitz, los exterminios y las mortandades de millones de personas. La aparición de la energía atómica materializada en las horrendos bombardeos de Hiroshima y Nagasaki y luego la carrera armamentista nuclear y los terribles accidentes de la plantas de Harrisburg y Chernobil (entre otras) pusieron la máxima alerta de las potencias capitalistas destructoras manejadas y desatadas por gobiernos, consorcios y funcionarios dementes movidos por ambiciones desmedidas, delirios de grandeza y participando a nombre de la raza, el dios, la nación, el pueblo elegido o el destino manifiesto en las encarnizadas competencias inter-imperialistas.
El siglo XXI hereda esos errores y horrores pero no se detienen: se aceleran con la continuación de las guerras de baja y alta intensidad, el desquiciamiento climático, Fukushima, las tecnologías biológicas y cibernéticas y los arsenales armamentistas en manos de los representantes más poderosos del sistema y sus imperialismos; especialmente el norteamericano que junto con las crisis y la decadencia del capitalismo, ha visto mermada su hegemonía ideológica, cultural, política y económica y ahora se aferra con el trumpismo a querer recuperarla echando mano de su máximo y espeluznante punch de guerrerista con armas re-modernizadas y cada vez más letales para el planeta, las especies y la humanidad.
Racismo y racismos1.
El sustrato de todo racismo es una falta de reconocimiento pleno a la humanidad del otro, de los otros; o sea, es un problema de inhumanidad o si se quiere de inhumanización, pues lo propio o el nosotros no acepta que el otro es plenamente humano y tiene necesidades y capacidades humanas iguales -aunque diferenciadas- a nosotros. En segundo lugar, tampoco el nosotros reconoce las diferencias, variaciones, diversidades que conforman al ser humano al no reconocerlas como parte del ser genérico y que lo enriquecen como parte de ese ser de la humanidad.
Aparentemente es un asunto de espejos, de miradas y aceptaciones, de simpatías y antipatías (e incluso de tolerancias2 y como contraparte de pertenencias y de adscripciones); pero en realidad es un asunto humano más profundo, en efecto, es un asunto de interiorización y reconocimiento profundo del ser del otro y por ende del mí mismo y del nosotros. Es decir, es un asunto de incompletitud y de necesidad radical pero fallida de completitud y, por tanto, de necesidad radical de lo otro (naturaleza) y del otro (otros seres y comunidades humanas) en tanto yo mismo y nosotros: de necesidad y, más aún, de capacidad de ser naturaleza humana, de ser naturaleza y de ser humanidad incluyentes como especie, como género, como Gaia y como universalidad humana.
En los racismos se presenta una actitud de extrañamiento fundamental del otro, por ende de miedo al otro, y entonces se reacciona negativamente hacia la alteridad de varias maneras y hacia adentro y hacia afuera. Hacia adentro, enconchándose, cerrándose, creando chovinismos, ensimismamientos y exclusivismos; hacia afuera, excluyendo, separando, creando fobias y tirrias. Se crea lo que Sternberg y Sternberg (2010) describen como «los otros son malvados»:
No se percibe como malvadas a las personas cercanas a uno mismo, sino a los de afuera. Aquellos que son diferentes de algún modo, extraños o distintos, pueden ser percibidos como malvados, con independencia de si son de otra religión, otra nacionalidad, tienen otro color de piel o pertenecen a otro partido político (p.49).
Así, se crean actitudes racistas hacia adentro y hacia afuera: estrategias y tácticas, mentalidades y prácticas; justificaciones y legitimaciones, discursos y sentimientos racistas
«Racismo» proviene del concepto cientificista de raza, éste postulado como categoría y principio biológico y biologizado basado en los caracteres somáticos, físicos y genético-corporales; a partir de ello cientificistamente se procede a la descripción, a la clasificación y a la jerarquización de razas como grupos humanos connotados por dichos caracteres físicos distintivos: colores de la piel, pelo u ojos tamaños, formas, genes, magnitudes, etc. explicados e interpretados por disciplinas especializadas en vinculación determinante con climas, suelos, latitudes, regiones, ecologías. Y/o, además con caracteres psicomentales diferenciales: inteligencias, temperamentos, habilidades, aptitudes, logros. Todos los cuales se extienden como «racialización»: hábitos, costumbres, tradiciones, idiomas, instituciones; esto es, poblaciones culturales o culturas «culturizadas» desde lo racial.
Así, nos recuerda Annamaría Rivera (2009): […] cualquier grupo humano puede ser racializado, independientemente de la visibilidad fenotípica, e incluso por las peculiaridades culturales y sociales».3
De esta forma el racismo desprendido de su base originalmente (bio-psico) racial y manifestado-usado como categorización se aplica a manera de estigma social, político, ideológico, simbólico y/o moral, a ciertas categorías de personas y/o agrupaciones (estigmatizadas) con fines de exclusión, victimización, rechazo, expulsión, castigo, sometimiento, marginación, opresión, explotación, esclavización, etcétera. En ese proceso racista de racialización (valga la reiteración) se destilan etnocentrismos, jerarquizaciones, animadversiones, discriminaciones, odios, desprecios, aberraciones, guerras, y/o violencias inhumanas de todo tipo4. Bajo esas lógicas de comportamientos, actitudes, pensamientos y prácticas; cualquier acto y/o discurso es susceptible de justificación, legitimación y/o legalización por parte de instituciones, organismos, agencias, grupos o individuos racistas
Se crean condiciones, ambientes o circunstancias donde llegan a imperar odios a varios niveles entre agrupaciones y/o personas, trátese de etnias, sectas, iglesias, castas, fracciones, clases, naciones, Estados, bloques de países, etcétera. Y por consiguiente se sintomatiza de manera compleja el miedo/odio a «los otros» bajo la supuesta defensa de valores, honores, lealtades, intereses, propiedades, exclusividades, etc., particulares de «nosotros».
Quizás, existan «raíces» arcaicas del racismo en las sociedades primigenias e indivisas, al momento en que ellas interaccionan y se confrontan en sus identidades, exclusividades y especificidades. Sin embargo, la génesis del racismo es moderna y capitalista, nace junto con el colonialidad, la acumulación originaria, el saqueo de recursos a nativos americanos, la expropiación y expulsión de los campesinos europeos, la esclavitud de africanos, el control de los cuerpos, la expoliación de asalariados, mujeres y niños, etc. Desde el siglo XVI hasta el siglo XXI se despliegan sus formas históricas a partir de sus características estructurales, desde el colonialismo hasta el trumpismo, pasando por el darwinismo social, los nazifascismos, el sionismo y el apartheid. También sus formas concretas, desde las reservaciones, las castas, y las regiones de refugio hasta los guettos, pasando por los hospitales psiquiátricos y los campos de concentración.
En dicha situación moderna y contemporánea, por ejemplo, imperan como cosmovisiones, mitologías, etnocentrismos y prejuicios prácticos: la superioridad de los propios frente a la inferioridad de los otros; el nosotros los blancos frente a los otros de color; nosotros los occidentales frente a los otros orientales; nosotros los civilizados frente a los atrasados; nosotros los elegidos frente a los otros los condenados; nosotros los desarrollados y tecnologizados frente a los subdesarrollados y analfabetos; nosotros los dueños frente a los otros desposeídos, nosotros la gran nación frente a los otros de las pequeñas naciones, etcétera.
Racismo étnico-nacionalitario contemporáneo
Bajo el marbete «racismo étnico-nacionalitario» se incluyen la estigmatización, la xenofobia, el chovinismo, la discriminación racial, sexo-genérica, religiosa y étnica, el segregacionismo, el patrioterismo, el ultranacionalismo, y también el suprematismo, el integrismo, el sionismo, el nazifascismo, el antisemitismo, la criminalización, el terrorismo, etc.., que dan pie y alimentan las violencias y rencores de todo tipo tales como los apartheid, los conflictos interétnicos, la limpiezas étnicas, los purismos raciales, los etnocidios, los politicidios, los genocidios, las guerras religiosas y civiles y las guerras internacionales e interimperiales. Con sus terribles secuelas de heridos, secuestrados, esclavizados, desaparecidos, migrantes forzados, expulsados, deportados, refugiados y muertos.
Ejemplos contemporáneos: Los politicidios, genocidios, etnocidios, guerras y hostigamientos mediante bombardeos del Estado israelí sobre la población árabe-palestina, intermitentes desde la post-segunda guerra mundial y particularmente durante lo que va del siglo XXI, acoso violento y guettos masivos en los territorios de Cisjordania y Gaza. Conjuntamente están los casi permanentes enfrentamientos militares y civiles étnico-religiosos en próximo y medio oriente y los disturbios «raciales» y políticos resultantes desde la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad. Los politicidios y genocidios de 1975-79 en Camboya y de 1978 a 1989 en Guatemala, las limpiezas étnicas, etnocidios y genocidios en Yugoeslavia en los 90, y en Ruanda en la segunda mitad de la misma década. El crecimiento desde hace más de 30 años de fundamentalismos étnico-religiosos y de las identidades culturales en Asia y parte de África que suprimen derechos humanos y civiles. Las actitudes y ataques xenófobos, antisemitas y antiislamistas en Europa, junto con el cierre de las fronteras ante la supuesta «inundación» de inmigrantes económicos, y refugiados de guerras y de conflictos políticos agudizados en los últimos 15 años. El control de la frontera sur en México que expulsa migrantes provenientes de Centroamérica, del Caribe y de África y que deja en manos del crimen organizado a los que logran atravesar su territorio para dirigirse al «sueño americano», resultando en miles de secuestrados, semiesclavizados, explotados sexualmente, desaparecidos y muertos. El racismo y la discriminación racial de las minorías (nativos, latinos, hispanos, árabes e históricamente negros, principalmente) en Estados Unidos que ha llevado a su gobierno imperialista y racista a la guerra contra el «terrorismo», a la construcción de muros y a la deportación de millones de migrantes «ilegales» (en los últimos 8 años de Obama han sido más de 3 millones).
Racismo/Racialismo y «efecto tercer mundo» en el capitalismo estadunidense en crisis
La historia de los EUA está cuajada de racismo y racialismo como parte de un nacionalismo religioso o una teología nacionalista. Resulta muy peculiar que estos fenómenos históricos en este Estado-nación se alimenten dentro del país capitalista más boyante del orbe y el que mayor cantidad de comunidades étnico-nacionalitarias acumuló por inmigración mundial de «dreamers» en pos de la american way of life y de los american dreams durante todo el siglo XX.
A partir de la crisis económico-financiera de 2008 se incrementó con fuerza el desencantamiento y la decepción hacia gobierno y la clase política norteamericana (bushismo, clintonismo, obamismo, Wall Street, establishment, etc.) a raíz de la «desindustrialización» y la «globalización neoliberal» que se tradujo en pérdida de empleos (principalmente para los trabajadores adultos mayores blancos, hispanos y latinos), del retroceso de salarios, la precarización y la competencia de puestos entre la clase trabajadora norteamericana urbana y rural. Los causantes de ello no fueron los Tratados comerciales internacionales por sí mismos sino la crisis y la disputa inter-imperialista por los mercados, los recursos y las ganancias. Está situación afectó igualmente de manera sentida a la llamada clase media estadunidense en sus niveles de consumismo y en sus aspiraciones clasistas.
Se incubaron, entonces, frustraciones y resentimientos entre las clases medias y bajas que se canalizaron vía étnico-racial y sociocultural principalmente contra los extranjeros, migrantes (y más siendo ilegales) y las minorías a las que abierta o veladamente responsabilizaron del estancamiento o baja de su bienestar (clases medias); o culparon de la pérdida de empleos, de la precarización y la pobreza (clases bajas).
Se aceleró un cuadro sintomático que busca preservar, recuperar o engrandecer la «esencia nacional»5, síndrome que ya se ha visto en otros países del mundo, principalmente europeos del llamado «primer mundo» y que Tzvetan Todorov llama el «efecto del tercer mundo a domicilio», éste se perfila en un contexto propicio para el conflicto, la intolerancia y la exclusión. El «chivo expiatorio» es el otro proletario inmigrante, que procede de otros países con otras costumbres, que no come, habla, proyecta y sueña como nosotros, y que llega a desplazarnos y quedarse con nuestros trabajos y oportunidades (y con «nuestros sueños»). Así pues, a nombre de nuestro derecho a mantener nuestra identidad de «primer mundo», nuestra «grandeza», nuestra cultura «blanca», etc., se niega la alteridad inmigrante y se está de acuerdo en que se le deporte, expulse, guettifique, amuralle, etcétera.
Fracturas y elecciones 2015-2016
Desde la época de George W. Bush ya se manifestaban con recrudecimiento las fracturas económicas, civiles y políticas en los EUA, pero con B. Obama y su gobierno de decepción y a pesar de haber triunfado con un programa de promesas para mejorar las condiciones de las masas trabajadoras y minorías étnico-nacionales y populares, la situación empeoró; así, por ejemplo, las desigualdades socioeconómicas, las confrontaciones «raciales», generalización de la pobreza y las multitudinarias expulsiones de migrantes (más de 3 millones) hicieron evidentes ambientes de división sociocultural y moral, de confrontación inter e intra-clasista con importantes efectos inter e intra-étnicos.
La llegada de las elecciones en 2015 y 2016 para el relevo presidencial y del Congreso enfrentó dos proyectos de derecha, uno del partido demócrata con Hillary Clinton como candidata y el otro del partido republicano con el advenedizo magnate Donald Trump como el candidato. Aparentemente los votantes se escindieron en «Hilaristas» (intervencionistas, imperialistas, antirusos, mutirraciales, etc.) versus «Trumpistas» (supremacistas, racistas, emblanquecidos, kukuxklanistas, ultranacionalistas, etc); pero una buena parte de todos ellos creyentes en el «destino manifiesto» norteamericano. Dicha fragmentación electoralista funcionó adecuadamente como una coartada desviacionista del verdadero enemigo interno que no sólo era el establishment y la clase política norteamericana, sino el sistema capitalista como tal, siendo su versión nacional la más monstruosa.
El resultado de la votaciones de la «contienda más asquerosa en la historia moderna de los Estados Unidos» (citado por David Brooks, 2016:31) con un porcentaje de abstención de más de 50% del electorado (lo que es muy significativo) demostró (aparte de la División política geográfica) una división porcentual (48.0% de Hilary frente a 46.1% de Trump en porcentaje de voto popular y 46.1 frente a 56.1 de porcentaje de voto electoral respectivamente).
El perfil del votante trumpista es varón (53%), de piel blanca (58%), mayor de 45 años (53%), sin grado universitario (67%), residente en una ciudad rural (62%), conservador (81%), protestante o cristiano (58%), casado (53%), con servicio militar (61%). En política los temas que más le interesan son la inmigración (64%) y el terrorismo (57%), considera que tiene una peor economía (78%), piensa que los extranjeros le roban el trabajo (65%), quiere que deporten a los inmigrantes (84%), desaprueba a Obama (90%), está enojado con su gobierno (77%), cree que debe construirse el muro con México (86%), cree que Trump dará un gran cambio (83%), que tiene temperamento para gobernar a Estados Unidos (94%), y había decidido su voto desde tres meses antes (70%). Cabe resaltar que a pesar de ser un misógino, las mujeres que votaron por Trump fueron el 47% del total de votantes, igualmente aún por ser reconocido por su racismo racialista hacia los mexicanos y latinoamericanos recibió un 30% de votos de latinos (López y Rivas, 2016a: 18).
Donald Trump como «fenómeno» sociopolítico, y económico-cultural fue el carril y la identificación de casi la mitad de los votantes para manifestar mediante los votos efectivos su protesta, hartazgo, ira y temor por sus condiciones inmediatas de vida Ramonet, 2016). Empero lo mismo podríamos decir del abstencionismo y de los votos para Hillary Clinton que fueron casi 3 millones de diferencia; sin embargo, el fenómeno Trump triunfa legalmente según las antidemocráticas y obsoletas reglas electorales y así se consolida de manera oficial el:
Trumpismo ultra
Como tal, éste es principalmente a nivel regional una estrategia divisoria y obnubiladora de la conciencia y de la práctica de cohesión de los proletarios tanto nacionales como también internacionales, de la cual saca su tajada la ultraderecha elitista norteamericana a la que él pertenece plenamente. Es una política ultraclasista que se alía y combina como «neorracialismo» con los odios, miedos, y miserias aguijoneadas por la crisis neoliberal de la globalización capitalista-imperialista; manifestándose política e ideológicamente (y electoramente) en el último año en Estados Unidos con los efectos de racismo, suprematismo, populismo, chovinismo, xenófobo y homófobo; tendencialmente WASPPM (blanco, anglosajón, protestante, machista, adulto). Es una manifestación patriotera cínica, reseteada y extrema de «blanqueamiento» y discriminación racial contra las mencionadas «minorías» vulnerables; ahora encarnados por y en un personaje que niega ser racista y aliado del racismo, y que niega ser acosador, misógino y demás. Un multibillonario salido de los talking shows televisivos que expresa tendencias neoautoritarias fascistoides y con un posicionamiento aparentemente a favor de un neoproteccionismo nacional que defiende puestos de trabajo para los obreros blancos, que busca proteger la seguridad interna y fronteriza de los americanos «no migrantes», y que intenta impulsar la economía nacional y la reindustrialización (infraestructura y quema de combustibles fósiles -incluido carbón y esquisto- sin medida) a toda fuerza y contra la deslocalización global industrial, para regresar su poderío a esa nación: ¡America primero!, y lograr un nuevo dominio del entorno global que le es hostil a dicho país y sus ciudadanos.
Por ejemplo el azuzamiento de la tirria a los migrantes usados como «chivos expiatorios», especialmente los indocumentados tachados de corruptos, delincuentes, violadores, narcotraficantes o drogadictos por el mismísimo Donald Trump durante su campaña a la presidencia de los EUA. Así lo demuestran también sus principales seis promesas de campaña para «hacer a América otra vez grande»: 1. Expulsar y deportar más de 11 millones de migrantes mexicanos, centroamericanos y latinoamericanos. 2. Construir el muro fronterizo de 3 mil 145 kilómetros financiado por el gobierno mexicano. 3. Anular el TLC por ser, según él, desventajoso a los trabajadores (blancos) de USA. 4. Prohibir la entrada de inmigrantes musulmanes por sospechosos de terrorismo. 5. Conculcar las remesas de los trabajadores mexicanos y latinoamericanos o imponerles gravámenes a las mismas. 6. Imponer aranceles (hasta un 35%) a las mercancías importadas, o sea «extranjeras», especialmente las manufacturas automotrices hechas en México (de empresas estadunidenses).
Aunque ha ido matizando dichas promesas étnico sociales desde el anuncio de su triunfo electoral; su programa social y laboral es xenófobo, de limpieza étnica y alimentador de las discriminaciones y hostigamientos internos para las minorías (incluidos los sectores LGBTTTI); igualmente es abono para las bandas criminales que quiere evitar trasladándolas a sus patios traseros. Con las repatriaciones masivas (2 o 3 millones de «criminales», como los ha llamado) los verdaderos delincuentes y narcomafiosos (no sólo de México sino de Centroamérica y Sudamérica) se nutrirán de esos repatriados, expoliándolos y asesinándolos.
Para moderar o neutralizar el «fenómeno Trump», no basta, por supuesto, con querer «educarlo» o «ablandar» su duro corazón, como claman las «buenas conciencias» en EUA y los «piadosos» en México. Pues se trata de la personificación de una tendencia capitalista mundial reactualizada y vigente con sus propias características estadunidenses populistas/ultraderechistas/parafascistas o neoautoritarias.
Trumpismo y la guerra global interimperialista
Los próximos años serán se zozobra y de ahondamiento de la crisis global del capitalismo y de sus hegemonías, sin dejar de crecer las amenazas de la tercera guerra mundial global interimperialista. El trumpismo que hoy se apodera del gobierno más poderoso del mundo, en efecto, se presenta como peligrosísimo hacia adentro y hacia afuera, no sólo para México y Latinoamérica sino para el mundo, no sólo por promover el enfrentamiento entre trabajadores, ser populista, racista y negacionista del desorden climático, sino, además, por las siguientes razones:
1. Su descarado «giro» pro-establishment formando un gabinete de militares, multimillonarios y ultraderechistas, todos ellos viejos lobos en el negocio del gran dinero, de la gran ambición y del gran poder para aplastar «a los otros».
2. La demagogia trumpista está hecha para confundir, aparentar y ocultar sus alcances devastadores en su brega por reposicionar al capitalismo-imperialismo de EU y sus socios/aliados. No será el fin del neoliberalismo globalizador y traslocal a favor sólo de un proteccionismo nacionalista de mercado interno con el fin de recuperar empleos perdidos para obreros estadunidenses, sino, más allá de esto (por lo cual presionará Trump a compañías para ganar simpatías internas). Se trata verdaderamente de un reimpulso de ese mercado global tratando de imponer intereses industriales-financieros de composición pro-nacional estadunidense, o sea de amalgama con los socios-aliados trasnacionales que acepten participación (y no desplazamiento) de capitalistas norteamericanos, priorizando la producción localizada. Eso es lo que defenderá como bestia herida Donald Trump y sus halcones (gabinetazo a la cabeza de esta cruzada).
3. Donald Trump quien durante su campaña aseguró que usaría la tortura, que amenazó con matar a los familiares de los terroristas, bombardear a sus enemigos hasta reducirlos a polvo y que mostró no tener respeto por los acuerdos internacionales; hereda del premio nobel de la paz Barack Obama un sistema secreto de eliminación de «enemigos» de los Estados Unidos mediante ejecuciones extrajudiciales por fuerzas especiales y mediante drones especializados. Seguramente Trump perfeccionará y extenderá dicho sistema de asesinatos a discreción y conveniencia de Estado (Yeyya, 25-12-2016: 12).
4. D. Trump será no sólo el mejor aliado del sionismo del Estado israelí sino que alentará y alimentará con apoyo logístico, político y diplomático la agresividad de dicho Estado contra todos los demás países y pueblos árabes e islámicos de la región (particularmente Palestina), combustibilizando con ello el polvorín permanente de violencia, militarismo y guerra en dicha zona geoestratégica6.
5. Al impulsar la reindustrialización sin respetar acuerdos climáticos internacionales, el gobierno de Trump apoyará a las fracciones industriales interesadas en seguir usando los fósiles convencionales y el fracking, aumentando con ello los gases de efecto invernadero (bióxido de carbono, metano, etc.), con ello contribuirá grandemente a acelerar el calentamiento global y por ende el apocalipsis climático; como a sentenciado Ángel Guerra, acelerará el paso hacia el equivalente a una «guerra nuclear en cámara lenta».
6. Pero también existe la posibilidad real de una auténtica «guerra nuclear en cámara rápida» que acabaría con el planeta y sus moradores en media hora (Nadal, 28-12-2016). En efecto, el gobierno de Donald Trump se alista para acelerar la carrera armamentista nuclear, superando y perdurando en cada etapa sobre sus competidores atómicos (fundamentalmente Rusia7), busca no sólo «actualizar» su enorme arsenal atómico estratégico (que ya inició Obama con su vasto Programa de modernización) sino expandirlo. Pues «Estados Unidos debe, en gran medida, fortalecer y ampliar su capacidad nuclear hasta tal tiempo que el mundo recupere su sentido y entre en razón en torno al armamento atómico» (tuit de Trump del 23 de diciembre de 2016). Como han señalado varios analistas, el inestable, irresponsable y belicoso D. Trump tendrá en sus manos las claves y botones nucleares, que en menos de cinco minutos pueden ser activados después de recibir una orden presidencial. Los estallidos desatarían inmediatamente el «intercambio nuclear» (eufemismo para decir la guerra apocalíptica nuclear).
7. En suma, con la presidencia de Donald Trump se avizora un «fascismo a la norteamericana» (Almeyra, dixit), o como ha dicho Luis Arizmendi (5 de diciembre de 2016) un neoautoritarismo que sintetiza una tendencia del capitalismo mundial en crisis epocal. Dicha tendencia puede llevar (bajo otra forma y vía de la proyectada por Hillary de choque con Rusia) a la tercera guerra mundial interimperialista (aunque las corporaciones más importantes son de inversionistas multinacionales y transterritoriales, ellas tienen «origen nacional» y negocian directamente con sus Estados). Así ahora el peligro de esa conflagración mundial no sólo puede ser por la competencia nuclear con Rusia, sino por su confrontación con su gran rival global: La Gran China (superpotencia económica, geopolítica y militar imperialista).
Trump prometió multiplicar el gasto militar y el poderío bélico convencional y estratégico del imperialismo yanqui (ya de por sí muy superior al de todos los países y bloques imperialistas y capitalistas del orbe8), teniendo al Congreso y al Senado estadunidense totalmente a su favor por ser de mayoría republicana; ello indica que las disputas bélicas abiertas se intensificarán por recursos, territorios y reservas (teniendo en la mira principal las de hidrocarburos, gas, minerales y metales). Se abre pues un periodo de mayor oscurantismo y de rabiosas competencias interimperialistas mediante alianzas y traiciones, lo que indica conflagraciones macroregionales y el potencial desbocamiento del caos climático global; igualmente el desatamiento de la tercera guerra mundial como guerra global nuclear en fragmentos o total. La especie y el planeta en global peligro de desaparición: ¿un minuto antes del apocalipsis.
¡Resistencias y luchas unidas!
Hoy la resistencia y la lucha contra el racismo, contra el imperialismo y concretamente contra el trumpismo como encarnación reactualizada de la bestia capitalista-imperialista, es más que nunca inter-nacional y desde las organizaciones de trabajadores (formando redes, coaliciones, congresos, etc., internacionales de autodefensa, que retroalimenten la unidad del pueblo al interior de los países imperialistas, especialmente los EUA) pero tomando en consideración la lucha contra la «blanquitud» interiorizada en muchos trabajadores que ven a «los otros» como enemigos y competidores; esto es tomando en cuenta los aspectos multi-socio-etnoculturales, inter-socio-etnoculturales y trans-socio-etnoculturales que atraviesan y recorren a esa multitudinaria colectividad humana de millones de asalariados, semi-asalariados y parados de todo tipo. Como ha dicho K. Marx en el Manifiesto: «El proletariado de cada país debe naturalmente ante todo ajustar cuentas con su propia burguesía». De esta forma, nos dice Gilberto López y Rivas (2016b), el «territorio de las luchas por la emancipación social tiene raíces en lo nacional y una estrecha vinculación internacional, sobre todo en esta época, dadas las formas de explotación y dominación trasnacionalizadas de la actual mundialización capitalista» (p. 15).
En Estados Unidos, las organizaciones ya están cerrando filas entre mexicanos, latinoamericanos, musulmanes, asiáticos, polacos, judíos, etcétera, traspasando toda «blanquitud». Así pues, respecto a la cuestión interétnica trans-nacional para combatir los racismos y racionalismos: privilegiar los intercambios solidarios, los diálogos político-culturales que apunten hacia un «nosotros» integrador y abarcador del proletariado multicolor, pluricultural y diverso; basado en la re-auto-organización de las necesidades, capacidades y sentidos de identidad y pertenencia, de identificación clasista mediante la intercomunicación de nuestros códigos, formas y modos socioculturales de vida. Respecto a la cuestión política: las alianzas de dichas organizaciones de trabajadores con los movimientos sociales antisistémicos antagonistas y los organismos de las izquierdas: el trumpismo como monstruo capitalista-imperialista que es, se apersona ahora y más que nunca como uno de los enemigos más amenazantes a vencer. Como hemos dichos encarna las tendencias bestiales de la barbarie militar, nuclear, climática que se cierne no sólo sobre el proletariado sino sobre la especie, el planeta y la vida. A este re-emergente pro-apocalipsis hay que oponerle y construirle la re-organización proletaria planetaria: ¡¡proletarios de todos los países uníos!!
Referencias citadas
Arizmendi, Luis (2016). «Trump, la tendencia neoautoritaria y la crisis de la época del capitalismo», en Rebelión, 5 de diciembre, 10 pp.
Brooks, David (2016). «American curios, SOS», en La Jornada, 14 de noviembre, p. 31.
Cooper, Adrian (2009). El racismo, Morata, Madrid, España.
Geulen Christian (2010). Breve historia del racismo, Alianza Editorial, Madrid, España.
Held, Jean-Francis (1972). «Conclusión», en Varios Autores Racismo y sociedad, Ediciones de La Flor, Buenos Aires, Argentina, pp. 429-447.
López y Rivas, Gilberto (2016a). «Trump, expresión del oscurantismo estadunidense», en La Jornada, 11 de diciembre, p. 18.
___________________ (2016b). «Patria: muerte y abandono», en La Jornada, 30 de diciembre, p. 16.
Nadal, Alejandro (2016). «La guerra nuclear en 140 caracteres», en La Jornada, 28 de diciembre, p. 19.
Ramonet, Ignacio (2016). «La siete propuestas de Trump que explican su victoria», en La Jornada, 10 de noviembre, http://www.jornada.unam.mx/2016/11/10/opinion/006a1pol
Rivera, Annamaria (2009). «Racismo», en Diccionario de derechos humanos, cultura de los derechos en la era de la globalización, Flacso, México, D.F., pp. 269-275.
Sternberg, Robert y Sternberg Karin (2010). La Naturaleza del odio, Paidós Contextos, Madrid y Barcelona, España.
Valdés, Maria (2007). «Racismo y neoracismo», en Ascensión Barañano, et. al. (Coords.) Diccionario de Relaciones interculturales, diversidad y globalización, UCM Editorial Complutense, Pp. 309-311.
Walzer, Michel (1998). Tratado sobre la tolerancia, Paidós, Barcelona, España.
Yehya, Naief (2016). «Obama, el primer presidente de la guerra permanente (II y última)», en Jornada Semanal, 25 de diciembre, p. 12.
Zanfrini Laura (2004). La convivencia interétnica, Alianza editorial, Madrid, España.
Notas:
1 Este apartado fue elaborado apoyándome en los siguientes textos y autores: Held, 1972; Geulen, 2010; Rivera, 2009; y Cooper, 2009.
2 Como cree Michael Walzer (1998).
3 Véase su artículo «Racismo», 2009, pp. 269-275.
4 » El racismo se puede definir como un sistema de ideas, discursos y actos que, atribuyendo a grupos humanos y a los individuos que forman parte de ellos diferencias esenciales, generalizadas y definitivas, justifica, legitima, favorece y reproduce prácticas de estigmatización, discriminación, interiorización, segregación, exclusión [y/] o exterminio». Idem.
5 Véase Zanfrini (2004), Valdés (2007).
6 El 27 de diciembre Donald Trump tuiteó «Sigue fuerte Israel, el 20 de enero está cerca!» Y el presidentistraelí Netanyahu respondió «…gracias por su cálida amistad y su claro apoyo a Israel».
7 Por su parte el presidente ruso Putin afirmó el 22 de diciembre: «Rusia debe fortalecer la potencia militar de sus fuerzas nucleares estratégicas, en especial con sistemas de proyectiles capaces de penetrar con éxito cualquier sistema de escudo antimisiles existente o proyectado». Su proyecto de reemplazar todo el arsenal nuclear obsoleto y vulnerable heredado de la guerra fría por componentes modernos y tecnológicamente renovados es a los largo de los próximos 10 años.
8 De todos los países que invierten en gastos de armamentos resulta que el gasto militar de Estados Unidos es mayor l acumulado de las siguientes 10 naciones en dicha escala. Aunque el PIB de EU es menor al de la Unión Europea, triplica el gasto militar de todo el resto de la OTAN. Para mantener su liderazgo militar EU tiene que gastar 4% de su PIB anual, mientras la media en gastos militares para la OTAN se encuentra en el 1.28%. EU es sin parangón la máxima potencia militar global. Invierte en su poder militar, aproximadamente, 1000% más que Rusia.
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