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Rafael Correa y su década ganada

Fuentes: CELAG

El Presidente ecuatoriano Rafael Correa conmemoró nueve años de Revolución Ciudadana con un discurso que bien podría resumirse en dos palabras: promesas cumplidas. Luego de la larga y triste noche neoliberal, tras un breve paso por el Ministerio de Finanzas durante el gobierno de transición comandado por Alfredo Palacio, Rafael Correa comenzó a impulsar una […]

El Presidente ecuatoriano Rafael Correa conmemoró nueve años de Revolución Ciudadana con un discurso que bien podría resumirse en dos palabras: promesas cumplidas. Luego de la larga y triste noche neoliberal, tras un breve paso por el Ministerio de Finanzas durante el gobierno de transición comandado por Alfredo Palacio, Rafael Correa comenzó a impulsar una coalición ciudadana que pudo aglutinar a las organizaciones de la izquierda ecuatoriana representando una amplia mayoría popular. En febrero de 2006, se lanzó Alianza PAIS (AP) como una plataforma electoral ciudadana con el objetivo de iniciar -por la vía de una asamblea constituyente- una nueva época política y económica a favor del pueblo ecuatoriano. Correa ganó las elecciones en noviembre de 2006, rompiendo con la vieja partidocracia ecuatoriana.

Desde ese momento, han pasado nueve años de logros políticos, sociales y económicos. Casi una década ganada para el pueblo ecuatoriano en base a una nueva Constitución que logró constitucionalizar la salida del neoliberalismo. Desde la llegada a Alianza País, se inició un ciclo histórico de transformaciones profundas, a partir de la consolidación de un proyecto político basado en la recuperación de la soberanía y en la refundación del Estado. Se logró en este tiempo desendeudar socialmente al pueblo ecuatoriano en el menor tiempo posible. Se redujo la pobreza y la desigualdad. Se mejoró en todos los indicadores sociales: en educación básica, sanidad, vivienda, servicios básicos, inversiones en infraestructuras. El nivel de empleo también mejoró significativamente, tanto en cantidad como en calidad. No hay que olvidar tampoco la democratización en curso de la educación superior. Se avanzó además notablemente en materia de soberanía tributaria, recaudando en base a principios de justicia social para sostener las nuevas políticas públicas que garantizan los derechos sociales. En materia económica, también hay que destacar que la deuda pública se ha reducido drásticamente.

En esta década ganada tiene un apartado especial la dimensión exterior. Ecuador ha pasado a formar parte de un nuevo Sur latinoamericano, participando activamente en la construcción de una nueva arquitectura regional (ALBA, UNASUR -cuya sede permanente funciona en Quito-, CELAC), con una nueva institucionalidad soberana e independiente, sin necesidad de tener que pedir permiso al Norte.

En este periodo, el «correísmo» ha conseguido reinventar el lenguaje político y articular un proyecto de país que se consolida en la construcción de una nueva hegemonía cultural y simbólica. El discurso de la Revolución Ciudadana está en gran sintonía con el país real. No hay ninguna duda: en Ecuador ha surgido una nueva identidad política que modifica el campo de la praxis política, y marca un antes y un después. El correísmo, además, ha logrado resignificar desde lo público el objetivo de la eficiencia, disputando el sentido monopólico procedente de la economía privada; la gestión eficiente es concebida como un nuevo tiempo de la política. No hay revolución para el Buen Vivir si no se hacen bien las cosas desde la gestión pública. Este es un rasgo que sirve como ejemplo para los procesos de cambio en la región.

Todo ello no significa que no haya habido dificultades, errores y seguramente contradicciones propias de un proceso de cambio a tanta velocidad. Aún resta mucho por avanzar en el cambio de la matriz productiva para terminar de romper la dependencia del rentismo importador. Las políticas públicas orientadas a la nueva economía del conocimiento resultan de importancia estratégica para alcanzar este objetivo. Sin embargo, es largo aún el camino que falta recorrer en este asunto, porque la transformación productiva exige también democratización en relación a los nuevos actores que participen en esta tarea.

Por otro lado, al igual que todo el resto de la región, Ecuador sufre actualmente los efectos de un frente externo cada vez más adverso. La caída de los precios del petróleo, la apreciación del dólar, la contracción del comercio mundial y las dificultades del sistema financiero internacional presentan un escenario geoeconómico muy hostil para este momento histórico, en el que el pueblo ecuatoriano demanda más y más luego de estos años de mejora social. En efecto, el gran desafío en este momento es sortear esta restricción externa sin que se produzca una restricción interna para la ciudadanía.

Este año está caracterizado por la disputa electoral de cara a las próxima cita en Febrero del 2017. Rafael Correa ya dijo que no se presentará, y esto es un hándicap a considerar a pesar de que la Revolución Ciudadana ha dado sobradas muestras de ser un proyecto político consolidado. La elección del sustituto no es un tema resuelto todavía para ciertos procesos de cambio (véase sino el caso argentino). La tensión política se va a intensificar aún más respecto al año pasado y se prevé una confrontación mayor entre los modelos de país en pugna. Pero la ventaja que tiene Correa frente al resto de proyectos alternativos de restauración conservadora es que en esta década ganada las promesas -en su mayoría- fueron cumplidas.

http://www.celag.org/rafael-correa-y-su-decada-ganada-por-alfredo-serrano-mancilla/