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Rafael Morales, secuencias de una larga trayectoria política

Fuentes: Rebelión

El pasado mes de junio, un sábado por la mañana, Rafael Morales, eterno viajero periodístico, hizo su último viaje cuando tenía 62 años. Nos toca, tras la despedida, contar algunas cosas sobre él, por lo menos aquellas que puedan interesar de alguna manera a los que hoy se empeñan en cambiar de base el mundo. […]

El pasado mes de junio, un sábado por la mañana, Rafael Morales, eterno viajero periodístico, hizo su último viaje cuando tenía 62 años. Nos toca, tras la despedida, contar algunas cosas sobre él, por lo menos aquellas que puedan interesar de alguna manera a los que hoy se empeñan en cambiar de base el mundo.

Dicen que hay un tiempo para sembrar y otro para cosechar. Rafael sembró, en la Venezuela de los años setenta, ideas y pensamientos que hoy son una cosecha importante del movimiento social venezolano. Ideas como el control obrero, que en aquellos años aparecían como quijotadas, no se han quedado en un pasado muerto. Treinta años más tarde una nueva generación las ha rescatado para avanzar y profundizar el proceso de transformación social en Venezuela.

Rafael tuvo varios tiempos. El de estudiante, que en los años sesenta sufrió persecución y cárcel en la España franquista; el del exilio en Italia, donde gracias a la solidaridad con los refugiados antifranquistas pudo mantenerse; el de periodista por América Latina como enviado especial de la revista «Summa», para la que realizó reportajes que reflejaban la importancia política de aquellos momentos claves en la historia americana; y el de militante revolucionario, consciente de la necesidad de construir un instrumento que interviniera en la lucha de clase para contribuir en la constitución de una dirección revolucionaria.

Junto con el merideño Alfonso Ramírez y Daniel Camejo, organizó el grupo trotskista venezolano en 19711. Su órgano de difusión, Voz Marxista, publicó textos básicos de Trotsky y las posiciones de la IV Internacional2, convirtiéndose en el germen del que surgió el Partido Socialista de los Trabajadores (PST)3 en 1973. De tal modo, Voz Marxista se convirtió más tarde en Voz Socialista. El primer número, publicado en noviembre de 1973, concretó uno de sus principales cometidos: «El objetivo de construir un Partido Obrero Revolucionario es también nuestro objetivo». («Voz Socialista», Nº 1, 06/11/1973).

Con el seudónimo Alejandro Tarquín, Rafael escribió y polemizó de forma contundente con dirigentes de la izquierda. La independencia de los trabajadores venezolanos atravesaba todos los debates. Fue crítico con la posición ambigua que Pompeyo Márquez y Teodoro Petkoff impusieron en el Directorio Nacional del Movimiento al Socialismo (MAS) con motivo de la huelga de los trabajadores del hierro en 1975. En aquella ocasión Rafael señaló: «¿Cómo se traduce el ‘ni hacer oposición a ultranza, ni acercamiento al gobierno’ en el problema de las prestaciones sociales en donde el gobierno tiene una posición y los trabajadores otra? ¿De qué lado se van a poner los compañeros del MAS? ¿Y qué hace el MAS en torno a los problemas concretos, por ejemplo la cuestión de la huelga de los compañeros del hierro? El primer día dan un ‘apoyo’ tan clandestino que casi nadie se enteró, y luego se ponen en contra de la huelga» («Voz Socialista», Nº 23, 06/01/1975).

En el debate sobre la nacionalización del hierro, Rafael insistía en la independencia política de los trabajadores de la industria siderúrgica. El control obrero, se convirtió en el caballo de batalla. En un debate con diversos representantes políticos realizado en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, Rafael intervino apuntando lo siguiente: «Los trabajadores del hierro, en primer lugar, apoyaron la nacionalización, y en segundo lugar, lucharon y luchan por sus intereses de clase, exigiendo el pago de las prestaciones sociales que les adeuda el Estado. Se tuvieron que oponer no sólo al gobierno sino también a los dirigentes de los seis sindicatos que los traicionaron. Dieron la pelea, volviéndoles la espalda a estos burócratas (…) En vez de apoyar esta lucha, muchos compañeros de izquierda o se opusieron o se lavaron las manos». («Voz Socialista», Nº 22, 17/02/75)

A partir de la nacionalización de la industria del hierro y el petróleo, el PST desarrolló una amplia campaña propagandística para explicar el sentido de la propuesta sobre el control obrero. En el Nº 11 de «Voz Socialista», se apuntó lo siguiente: «El control obrero es la única consigna que hoy expresa una política clasista frente al gobierno de CAP en la cuestión petrolera. Significa que los trabajadores se planteen que solamente cuando ellos controlen la industria petrolera, decidiendo qué se hará con los ingresos, esos ingresos irán en beneficio del pueblo, a resolver sus necesidades. Además, y aquí está la cuestión de fondo, la lucha por el control obrero plantea de una vez quien decide los destinos del país, quién es el patrón de Venezuela, quién debe disponer de los medios de producción, si CAP, Mendoza y demás capitalistas o los trabajadores y el pueblo». («Voz Socialista», Nº 11, 29/05/1974).

Rafael tenía clara la función de la propaganda en el paciente trabajo de la revolución. Combinaba las consignas inmediatas con las aspiraciones máximas. Haciendo referencia a esa etapa de su vida en Venezuela, escribió lo siguiente: «Hicimos propaganda sobre el control obrero de las industrias nacionalizadas. Sabíamos que era pura propaganda, con pocas posibilidades de que alguien la escuchara o nos tomara en serio. Pero había que hacerla porque indicaba el próximo terreno de choque con la burguesía, justo el de hoy mismo, y defender, al mismo tiempo, los derechos de los trabajadores de aquellos dos sectores que Carlos Andrés Pérez quería reventar con el cuento de que cambiaba los dueños de las empresas y que, por lo tanto, debían renegociarse las conquistas sociales acumuladas» (‘Ideas sobre la unidad socialista de América Latina’ 2009, texto inédito).

En la IV Internacional participó activamente. Asistió a reuniones internacionales junto con dirigentes de la organización como Joseph Hansen, Ernest Mandel, Hugo Blanco, Peter Camejo, George Novak, Nahuel Moreno.

Como periodista, en calidad de enviado especial para la revista venezolana «Summa», viajó por América Latina y Estados Unidos. En 1973, presenció las movilizaciones de los trabajadores chilenos agrupados en los Cordones Industriales, especialmente el Cordón Vicuña Mackenna, que se convirtieron en gérmenes de poder popular. Tras Santiago, Buenos Aires; allí se encontró con consignas como «Cámpora al gobierno, Perón al poder». En alguna ocasión comentó que con Perón y Evita no se sabía donde acababa el aspecto mítico ni dónde comenzaba el místico.

De aquellos viajes salieron reportajes y entrevistas. Una de éstas fue al legendario líder campesino peruano Hugo Blanco4, que había sido expulsado de Lima por el ejército de su país y se encontraba en Santiago de Chile. De este encuentro, Rafael escribió: «Hablamos con él durante varias horas, en su casa y paseando por las calles de esta capital. Casi un mito para los campesinos de su tierra natal, Cuzco. Hugo Blanco no nos recuerda en nada a los dirigentes políticos a que nos tiene acostumbrados Venezuela. Ni pedante ni prepotente. Tranquilo y firme como un cholo de su patria. En el comedor de la UNCTAD se nos acercaban algunas personas. Querían conversar con Hugo, conocer su experiencia, quizás entender las razones por las cuales el gobierno de Velasco Alvarado no le permite residir en Lima». (Revista «Summa», marzo de 1973).

También fueron años de idas y vueltas a España a donde retornaría a finales de los setenta. En España entró en la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) y formó parte del Comité de Redacción de su periódico Combate, donde continuó firmando sus artículos como A. Tarquín.

Durante su estancia en Madrid, trabajó en la sección internacional de Diario 16 y empezó a publicar una columna de opinión sobre política internacional. A partir de 1986 se trasladó a Canarias, donde trabajó en diversos medios de prensa, como La Provincia, Canarias 7. Participó también en programas de radio y televisión, cuyos contenidos versaban sobre temas internacionales, especialmente sobre América Latina.

Su carisma como periodista le granjeó innumerables lectores. A través de su columna Rielando diseccionó la realidad internacional buscando las claves que permitieran al lector avezado entender lo que ocurría.

El proceso bolivariano iniciado en el siglo XXI, aceleró el proyecto que tenía de escribir sobre la patria de Bolívar. El libro Venezuela, la ilusión de Chávez5, se hizo realidad en 2001. Inicia su análisis explicando la crisis del sistema político tradicional de Venezuela a partir de la revuelta popular del Caracazo. A partir de ahí, enmarcó el proceso bolivariano en el contexto histórico que desde la década de los cincuenta hasta el siglo XXI se ha dado en América Latina. En el capítulo tercero enlaza este proceso con la acción de Bolívar, que en el siglo XIX transformó la guerra social contra los criollos en una guerra de independencia contra los españoles. Reflexiona sobre la economía y la estructura económica de Venezuela, poniendo énfasis en las gracias y desgracias del oro negro. En el capítulo quinto hace un recorrido histórico a partir de Gómez, y termina con algunas conclusiones sobre el proceso bolivariano, señalando el peligro de golpe de Estado que se cernía sobre el país, como en efecto ocurrió en abril de 2002.

Rafael fue un hombre de pensamiento y acción. La vieja máquina de escribir y el ordenador más tarde, fueron los vehículos a través de los cuales expresaba sus ideas, convirtiéndose en un referente para muchos que lo conocieron y que lo descubrieron.

Hace pocas semanas un antiguo compañero del PST me envió una misiva de condolencia en la que decía: «Fui militante del PST durante toda la década de los 70 y del 80. Te escribo porque leí tu ‘In memorian’ para Alejandro Tarquín (Rafael Morales)6. Quiero unirme a la cantidad de militantes revolucionarios y revolucionarias que tuvieron con Tarquín una escuela de formación revolucionaria. Soy uno de esos y quiero expresarte a ti y a su hijo mis recuerdos y condolencias. ‘Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos’, como dijo Alí Primera. De veras me llena de tristeza, pero a la vez, me recuerda la mejor escuela de mi vida: el trotskismo. Saludos solidarios»

Para terminar, dejemos que el propio Rafael lo haga, quien mejor que él para expresar lo que a lo largo de su vida consciente defendió y por lo que luchó.

«La historia no es alguien con atribuciones divinas para dar o quitar la razón. Sólo ofrece lecciones a quienes están dispuestos a escuchar con mucho tiento al tiempo pasado que, con igual cuidado, casi clandestinamente, esconde sin querer y obligado por los poderosos de hoy, los avances acumulados, a veces reversibles, que debemos tener en cuenta. Para armarnos de razones y otros artilugios de cara al futuro, naturalmente. Jamás se parte de cero porque en el pasado yace el bosquejo del cuadro presente. Toca esta vez echar una ojeada a cómo van las cosas por América Latina (….)

Millones de personas no se resignan a su condición de esclavos posmodernos del siglo XXI. Lo expresan de manera diversa y desigual, pero también se combinan en una dirección común. ¿Por qué iban a inclinarse ante la desventura anunciada de sus vidas si la producción y la tecnología actuales están en condiciones de resolver sus problemas más sencillos de sobrevivencia? ¿Sólo porque la propiedad privada de esas enormes posibilidades las usan unos cuantos en su propio beneficio?» (‘Ideas sobre la unidad socialista de América Latina’, 2009, texto inédito).

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