Jorge Abelardo Ramos, cuyo fallecimiento se produjo el 2 de octubre de 1994, fue uno de los políticos e historiadores más polémicos del Siglo XX. Su antiimperialismo lo enfrentó siempre a Londres o Washington. Calificaba a la socialdemocracia europea y sus partidos «socialistas» (tampoco exceptuaba a los socialcristianos del viejo continente) de cómplices y encubridores […]
Jorge Abelardo Ramos, cuyo fallecimiento se produjo el 2 de octubre de 1994, fue uno de los políticos e historiadores más polémicos del Siglo XX. Su antiimperialismo lo enfrentó siempre a Londres o Washington. Calificaba a la socialdemocracia europea y sus partidos «socialistas» (tampoco exceptuaba a los socialcristianos del viejo continente) de cómplices y encubridores del saqueo a los pueblos tercermundistas. Denunciaba que los stalinistas nativos se sometieran a los intereses de Moscú, al tener que apoyar los pactos de Stalin con Hitler, primero, o de Stalín con EEUU, Inglaterra y Francia, después, a fin de detener el avance de los nazis. Así se perdió la oportunidad de impulsar procesos revolucionarios propios, aprovechando los enfrentamientos bélicos entre las grandes potencias, como postulaba Trotsky, a quien JAR alabó por su apoyo a la nacionalización del petróleo en México, ordenada por el General Lázaro Cárdenas, y por demandar la construcción de los Estados Unidos Socialistas de América Latina.
La originalidad de su pensamiento y su valentía para nadar contra la corriente lo condujo a apoyar críticamente a Perón desde posiciones marxistas, en momentos en que Moscú y Washington se unían para derrocarlo. Las metrópolis fracasaron en la Argentina, pero tuvieron éxito en Bolivia, donde, mediante sus agentes internos, colgaron al Presidente Villarroel de un farol de la Plaza Murillo de La Paz. JAR recogió el aporte de Lenin, quien enseñó que por encima de las contradicciones entre democracia y dictadura o entre civiles y militares, estaba la contradicción fundamental entre países opresores y naciones oprimidas. Sobre esa base apoyó la Guerra de las Malvinas.
JAR valoró la importancia de la Revolución cubana, pero rechazó la teoría del foquismo guerrillero, que provocó la muerte prematura de miles de jóvenes idealistas, pero equivocados. Duele recordar que a nombre del foquismo simplificador, se coadyuvó al imperialismo norteamericano en el derrocamiento de Ovando, que había tenido el coraje de recuperar el petróleo y expulsar a la Gulf. La caída de Ovando facilitó la recomposición del imperialismo en el Cono Sur, ya que debilitó a los procesos de liberación nacional del general Velasco Alvarado en el Perú, de Salvador Allende en Chile, y de Héctor Cámpora en la Argentina. En esos momentos, sólo el Grupo Revolucionario «Octubre» (GRO), que compartía las posiciones de Ramos, respaldó al ovandismo. Treinta años después, millones de latinoamericanos repiten los argumentos de Ramos, en relación a las contradicciones internas en las FFAA del subcontinente, para justificar el apoyo al Comandante Hugo Chávez, Presidente de la República Bolivariana de Venezuela
A JAR no le gustaba que lo etiquetaran de «izquierdista». Prefería autodenominarse como patriota latinoamericano o socialista criollo (en la Argentina la palabra criollo no tiene la carga antiindígena que posee en Bolivia). A pesar de lo anterior, Ramos ha quedado identificado con la formación de la Izquierda Nacional Latinoamericana. Según Ramos, los procesos nacionalistas están destinados a la claudicación y la derrota sino culminan en el socialismo. A su vez, los socialistas estarán condenados al aislamiento y la impotencia sino arrancan su lucha de consignas nacionalistas, como la defensa de la soberanía y dignidad nacionales y de los recursos humanos y naturales, a través de la estructuración de movimientos patrióticos que aglutinen al conjunto de la nación oprimida.
JAR articuló el ideal de la Patria Grande con el materialismo histórico. Rescató de los clásicos del marxismo y de sus cultores latinoamericanos, como los peruanos José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre, lo que servía a las luchas de liberación nacional. Pero, al mismo tiempo, valoró, en toda su dimensión, los aportes de los nacionalistas bolivianos como Carlos Montenegro y Augusto Céspedes, o de su compatriota Arturo Jauretche. La cruzada socialista bolivariana de Manuel Ugarte también marcó su pensamiento. La vida de Ramos tuvo un lamentable final, ya que, al apoyar a Carlos Menem, de quien fue su embajador en México y en el MERCOSUR, con sede en Montevideo, negó, en los hechos, sus aportes al socialismo latinoamericano. A diez años de su muerte es posible, sin embargo, deducir que en el balance de su obra pesa mucho más su contribución al pensamiento revolucionario que su claudicación en el ocaso de su existencia.