Revisado para Rebelión por Ferran Muiños Ballester
Me acuesto y la acción comienza. Tomo mi ametralladora Colt, arma que conocí cuando era cadete del Liceo Militar, y comienzo a disparar. Sin embargo no disparo contra personas, nunca lo haría. Disparo contra la injusticia, la impunidad, la humillación que debemos sufrir todos los días en este sistema inhumano, en cuyo orden quien tiene plata puede decidir sobre mi vida o mi muerte, sobre si merezco que mi dignidad sea respetada o no; es a quien tengo que pedir permiso todos los días para vivir. La legitimación ética de tal poder no existe, es fuerza bruta (directa o conseguida a través de leyes, de cipayos o funcionarios venales). Es claro que puedo individualizar a mis verdugos pero no disparo sobre ellos, ni siquiera los veo. Así me duermo, sólo ligeramente aliviado.
A mi edad recién veo clara la realidad del mundo. No creía en los demonios hasta que me tocó traducir un informe de la Cruz Roja Internacional confirmando la presencia de niños de 12 años en jaulas: claro, en Guantánamo. Los demonios existen, son esos seres que se atreven a tamaña perversidad. Es claro que hay demonios con distinto grado de maldad. Los nombrados son casos extremos. Hay otros que se contentan con hacer sufrir a los demás pequeñas maldades, humillaciones, sintiendo una neta satisfacción.
Por otro lado hay seres angelicales. Seres que arrancan una sonrisa y un suspiro de alivio. Esos son los ángeles que nos rodean. En su vida en la tierra aún no son puros o al menos no tan puros como me gustaría: aparecen rasgos de mal carácter, agresividad, pero muy atenuados.
Lamentablemente hay muchos seres confundidos, la propaganda rinde. Son consumistas, egoístas, individualistas, insolidarios, buscadores del éxito material, del poder, cómplices, a veces inconscientes, del demente sistema dominante. Son quizás la mayoría. Su ignorancia es demasiado clara, se aferran a estupideces que en un soplido desaparecen, incluso no son concientes de que su vida es muy vulnerable y obviamente finita y eso lo olvidan – o aplacan – con fantasías de inmortalidad.
Dejando de lado los casos extremos de EE UU, Israel y sus aliados, que ya son patologías extremas para las que no hay ni medicina ni argumento que pueda cambiarlos, el resto tiene solución.
Carlos Marx se quedó muy corto en su Manifiesto escrito con Engels en 1848. Si hoy el capitalismo salvaje es insufrible, a principios del siglo XIX no cabe duda de que sería peor. Si hoy el Manifiesto me parece chirle, en aquella época sonaría como una reconversión fraterna de la burguesía explotadora.
Hoy mismo yo propondría algo mucho más fuerte. Acusaría de desalmados psicópatas a los burgueses e intercalaría en mi alegato parte de la Marsellesa: «Aux armes citoyens, formez des bataillons, marchons, marchons,…» (A las armas ciudadanos, formen los batallones, marchemos, marchemos…).
Es claro que las armas no son para matar a los burgueses, es sólo para amedrentarlos. No hay que matarlos (quién sabe si al hacerlo entran en el túnel y se funden con la luz). Hay que esclavizarlos. Hacerles lo que a nosotros nos hicieron. Mostrarlos en el zoológico como una raza en extinción, pues para ellos esas cosas duelen, esas cosas marcan. Algunos de ellos irán un tiempo al neurosiquiátrico para un intento de reeducación. Los recalcitrantes que no alberguen esperanzas pasarán directamente al campo de los esclavos.
Haremos como en la Grecia Clásica, los ciudadanos normales nos dedicaremos al ocio contemplativo, tan ponderado por Platón y Aristóteles y los burgueses incurables entre los que incluyo a los políticos corruptos que tienen como capital el poder, identificables como no recuperables, serán nuestros esclavos. Trabajarán la tierra y en la industria, con supervisores rotativos que serán ciudadanos (en el sentido Griego).
Después de estas breves líneas me siento mucho mejor y pienso que esta noche no deberé usar la ametralladora.
Guillermo F. Parodi es escritor, profesor universitario, miembro del Observatorio Internacional de la Deuda y de los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala (www.tlaxcala.es), la red de traductores por la diversidad lingüística. Este trabajo es copyleft y se puede reproducir libremente, a condición de mencionar al autor y la fuente.
Ferran Muiños Ballester es miembro de Cubadebate y Rebelión.