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Un artículo de 1984 publicado en la revista mientras tanto

¿Realmente fueron tan malos los telegramas de CCOO?

Fuentes: Rebelión

Nota edición (Salvador López Arnal): Es un texto de Manuel Sacristán (1925-1985) de 1984 que se publicó en la revista mientras tanto. Enseña sobre el papel de los medios de formación de opinión e intervención política, de las probables estrategias políticas planificadas para descabalgar núcleos de resistencia anticapitalistas y del enorme ojo político-analítico del que […]

Nota edición (Salvador López Arnal):

Es un texto de Manuel Sacristán (1925-1985) de 1984 que se publicó en la revista mientras tanto. Enseña sobre el papel de los medios de formación de opinión e intervención política, de las probables estrategias políticas planificadas para descabalgar núcleos de resistencia anticapitalistas y del enorme ojo político-analítico del que fuera dirigente del PSUC-PCE durante varias décadas. Lo narrado da cuenta, según creo, de cómo ya entonces se las gastaba, y con qué cartas jugaba, el falsariamente denominado «Diario independiente de las mañanas». En la siguiente presentación, me veo obligado a hacer algo de historia. El lector, sin ánimo o tiempo para seguirla, haría bien yendo directamente al texto de Sacristán.

Fue, como apunté, en 1984. El país y El País eran otros, aunque este último ya hacía de las suyas. El movimiento obrero estaba en una situación muy distinta y las Comisiones Obreras era entonces una organización mucho más combativa, con un aparato menos centrado en la defensa -nada obrera- de sus intereses corporativos. Nada que ver con lo sucedido años después con María Jesús Paredes, la acumuladora de inmuebles, o José María Fidalgo, el ex dirigente sindical que ha coqueteado y no sé si sigue coqueteando con esa formación españolista de derecha extrema llamada UPyD. Algunos hechos y protagonistas -no me refiero en este caso a los sindicatos obreros- parecen repetirse aunque sea en forma de tragedia o tragicomedia y no estará de más, en mi opinion, volver a leer esta mirada ácida y crítica, pero esperanzada, de Sacristán pocos días antes del 29-S, huelga que, permitáseme decir lo innecesario, el redactor de las líneas programáticas de la Federación de enseñanza de CC.OO. hubiese apoyado con todas sus fuerzas, con toda su alma rebelde y con toda su enorme inteligencia.

El diario EL PAIS, entonces «Diario independiente de la mañana», de 18 de octubre de 1984, publicaba en primera página -del diario, no de la sección de «Economía, trabajo y sociedad»- una información con el siguiente título: «La actitud del sindicato ante el pacto social provoca un fuerte debate ideológico. Sectores de Comisiones Obreras plantean el relevo de [Marcelino] Camacho». El corresponsal de El País, Rodolfo Serrano, durante tiempo dedicado a dar cuenta con sesgada y poco afable mirada de la política de Izquierda Unida y de CC.OO, contaba la siguiente historia: «El Acuerdo Económico y Social (AES), y sobre todo las posibles alternativas a esta política de pactos, ha provocado un fuerte debate interno en Comisiones Obreras (CCOO). Por primera vez, sectores con gran responsablidad -cualitativa y cuantitativamente significativos- dentro del aparato de la central sindical se platean la necesidad de que Marcelino Camacho, actual secretario general, pase a ocupar áreas no ejecutivas dentro de la organización, en línea con los deseos que él mismo ha expresado en distintas ocasiones. Las fuentes consultadas han exigido el anonimato para evitar las tensiones personales con el propio Camacho».

En información detallada, Serrano comentaba cosas del siguiente tenor: López Bulla, secretario general de la CONC había anunciado a Camacho su intención de renunciar a todos los cargos federales en protesta por la forma en la que el sindicato había abordado la política de pactos sociales. Añadía Serrano que, sin embargo, «López Bulla -que reiteró su postura absolutamente contraria al AES- desmintió rotundamente que hubiera existido intento alguno de dimisión del secretariado confederal, del que él es vocal». Según fuentes, que el corresponsal no citaba, la actitud de López Bulla respondía a un clima de «malestar existente en la central por la actitud seguida por CC.OO. a la hora de llevar a la práctica su llamada Política de solidaridad contra el paro y la crisis«. Los sectores críticos denunciaban la marginación del sindicato durante las negociaciones del AES, las valoraciones negativas del acuerdo sin ofrecer alternativa alguna, y el incumplimiento de algunas de las resoluciones del congreso confederal de CC.OO. del mes de junio del mismo año 1984.

La información seguía en la página 37 del diario con el mismo encabezamiento. Serrano indicaba aquí que el debate se planteaba en torno a si CC.OO. debía defender una política de resistencia frente a la política agresiva del Gobierno -primer gobierno con mayoría parlamentaria absoluta PSOE-, o, superando demagogias obreristas, debía construir una política de alternativas realistas a la crisis y al paro. Se trataba, según el sector crítico -entiéndase: el sector más pactista, nada que ver con el futuro sector crítico del sindicato-, citado por el corresponsal de EL PAIS, de aportar una ideología al sindicato de la que «hasta ahora ha carecido al estar excesivamente dependiente de la figura carismática de Marcelino Camacho».

La información seguía dando cuenta de las diferencias entre la línea de López Bulla y la CONC, y el entonces sector mayoriario del sindicato. Señalaba algunas de las divergencias del hipotético «sector crítico» respecto a algunas posiciones de Camacho y finalizaba con la siguiente reflexión: «El sector que encabeza este movimiento no oculta, sin embargo, las dificultades de ofercer una alternativa a Marcelino Camacho. Y alguno confiesa que «el que aparezca como cabeza del movimiento, o gana la batalla, o se va de Comisiones Obreras». Pero si reconocen que el sistema para conseguir que Camacho quede relegado a otras tareas -«él mismo ha asegurado en diversas ocasiones que debe retirarse de la dirección y dejar en otras manos esta responabilidad» argumentan- sólo podía llevarse a cabo mediante la negociación directa o, en último extremo, con la celebración de un Congreso extraordinario, del que CCOO podría salir fortalecida o partida en dos».

Al día siguiente, 19 de octubre, EL PAIS, dedicaba toda la página 43, toda ella, a la temática. Reproducía enteramente una resolución del órgano de dirección permanente de CC OO, publicaba una carta abierta de José Luis López Bulla dirigida a Camacho, y Rodolfo Serrano volvía a la carga, con toda su artillería ligera y pesada, con una información que titulaba, en letra pequeña, «El sindicato califica de ataque personal la información sobre el posible relevo del secretario general», y con tipos mucho más destacados daba cuenta del siguiente hecho, de -admitámoslo- indudable trascendencia socio-política para la marcha general del país: «El responsable del gabinete jurídico de Comisiones Obreras ingresa en UGT». La marcha de Miguel González Zamora tenía como causa la actitud del sindicato durante las negociaciones del AES. Como el mismo Serrano reconocía, haciendo tal vez patente una cierta inconsistencia en el tratamiento de la noticia, CC.OO., al igual que UGT, restaron importancia a la marcha del ex-asesor jurídico del sindicato.

El corresponsal del Diario independiente daba cuenta a continuación de las reacciones registradas tras la información que él mismo había dado el día anterior en el diario. Según su opinión, las reacciones tenían «como principal componente» negar la veracidad de la noticia y «vestir el hecho» como ataque personal a Camacho. En la resolución de la dirección de CC.OO, se señalaba lo siguiente: «2. […] Por todo ello era previsible que, iniciada esta campaña por el propio presidente de gobierno -Felipe González, por aquel entonces- de descrédito de CC OO, centrada además en el ataque personal a Marcelino Camacho, continuase precisamente en la medida en que el AES concita las críticas incluso de sectores del área de influencia del Gobierno del PSOE. 3. Es de todo punto deplorable que medios como EL PAIS se presten a servir de altavoz de intoxicaciones más propias del amarillismo periodístico. Es de esperar que la objetividad informativa tan necesaria en una sociedad libre, y a la que siempre ha contribuido Comisiones Obreras, se imponga por encima de especulaciones y falsedades como la que rechazamos en esta ocasión. 4. Dentro de la pluralidad en la que por principio se desarrollan las Comisiones Obreras es perfectamente natural la discrepancia, incluso el alejamiento de algún afiliado. Precisamente desde esta pluralidad, la cohesión de CC OO en la defensa de su programa y alternativas, su unidad en la acción sindical y ante la negociación se constata como el fortalecimiento creciente de CC OO…»

Al día siguiente, 20 de octubre, EL PAIS dedicaba parte de su primera página -¡primera página!- a informar sobre el tema. Titulaba en letra pequeña:»El líder sindical se cree víctima de una «pérfida maniobra»» y con letras de mayor tamaño: «Movilización del aparato de Comisiones Obreras en defensa de Camacho». La foto de un Camacho desencajado, acompañaba a la siguiente nota: «Marcelino Camacho acusó ayer al presidente de Gobierno, Felipe González, de ser el instigador de una «pérfida maniobra» dirigida contra su persona, y cuyo instrumento, según el secretario general de CC.OO., habría sido este periódico. Paralelamente, el aparato del sindicato, que valora la información de las tensiones existentes en el seno del mismo como un ataque personal a su lider histórico, ha iniciado una campaña de cartas, telegramas y manifestaciones en apoyo de Camacho». Visto lo visto posteriormente no parece que la acusación de Marcelino Camacho fue un desprósito: poco tiempo después vendría el referéndum pro-otánico, el terrorismo de Estado (GAL) y la neoliberal sentencia de que lo importante era cazar ratones fuera cual fuera el procedimiento usado. De ahí a la asesoría de Carlos Slim hay un camino transitable.

La sección «Cartas al Director» de eso mismo día -páginas 11 y 12- se dedicó también, sustancialmente, al sindicato. Tan sólo tres cartas no tuvieron que ver con la cuestión. EL PAIS reprodujo con el titular «Telegramas de apoyo a Camacho» setenta y un -¡71!- telegramas enviados por diversas organizaciones de CC OO. Nunca el diario tuvo interés por los comunicados obreros. Los textos eran del siguiente tenor: «El sindicato del Textil-Piel de la región de Cantabria de CC.OO. repudia vuestra manipulación informativa y apoya la decisión mayoritaria del Consejo Confederal en contra de la firma del AES. Toorelavega»; «EL PAIS persigue crear confusión y desacreditar a CC.OO.»; «Comité trabajadores Cespa, Alcalá, muestra firme repulsa noticia dada por diario EL PAIS referente falsa dimisión de nuestro secretario general, Marcelino Camacho. Exigimos aclaración apoyando política sindical. Confederación CC OO rechaza AES. Alcalá de Henares»

En bastantes casos, el contenido de los telegramas era idéntico o, cuanto menos, muy similar. No acabó la cosa en este punto. La dirección del «Diario independiente» tuvo en consideración dedicar el principal editorial del día al sindicato. Para comprender mejor el comentario posterior de Sacristán, no está de más reproducir algunos pasos. Desconozco el autor del editorial del diario pero déjenme que, en un acto de especulación irresponsable, conjetura un nombre, Javier Pradera, esperando equivocarme: «… Comisiones Obreras contempla en su seno problemas de identidad que se han agravado desde el triunfo electoral del partido socialista. El debate ideológico, herencia en gran medida de la crisis sufrida por el partido comunista, se centra en cómo hacer comprender a sus afiliados y al conjunto de los trabajadores la necesidad de una táctica de contestación contra un Gobierno de izquierdas y, paralelamente, justificar la adopción de un nuevo modelo sindical. La polémica sobre qué hacer -tradicional y consustancial a la historia del movimiento obrero- se planteó en el III Congreso Confederal de CC OO, celebrado el pasado mes de junio. Si bien las tesis triunfantes -con el apoyo decisivo de Camacho- fueron claramente favorables a la política de acuerdos sociales, el comportamiento posterior ha demostrado la dificultad de llevar a cabo esas decisiones contra la opinión contraria de quienes perdieron el congreso, entre ellos muchos de los dirigentes históricos (…)».

No era suficiente. El editorial proseguía dando lecciones a diestro y siniestro:

«En este contexto, CC.OO. necesita una redifinición de su política. Si se vio abocada a rechazar un acuerdo en el que no encontraba ninguna satisfacción a sus planteamientos, la táctica de la contestación permanente puede no resultar interesante en unas circunstancias en las que los pactos generan una gran espacio de gestión y consolidación para los propios sindicatos. Experimentos anteriores en los que Comisiones se quedó fuera de pactos similares han demostrado que este aislamiento, tras su fachada de radicalismo, escondía una actitud beneficiosa para los propósitos de UGT y perjudicial para la propia estabilidad del sindicato comunista. Durante la transición, éste ha visto desaparecer su liderazgo indiscutible en los últimos años del franquismo y muchos piensan que no es ajeno a ello su reiterada política de no estar en algunos acuerdos marcos sociales (…) La reacción del aparato de CC.OO. pretendiendo centrar la polémica en la publicación de la noticia de los deseos o intentos de relevar a Camacho antes que en el contenido del problema, habla por sí sola de la esclerosis que el propio aparato experimenta. Los telegramas que hoy publica EL PAIS, en su identidad prosódica, ortográfica y sintáctica, demuestran la capacidad de consigna y disciplina que ese aparato todavía mantiene. Pero dudamos de que eso estimule a afiliarse a CCOO. Porque sólo nos hablan de la vieja tentación de matar al mensajero, pero no de los problemas reales que Comisiones Obreras y, sus representados, tienen».

Ni a la más buena voluntad humana existente se le escapó una de las finalidades del diario matutino: ridiculizar a CC OO y su modo de funcionamiento, dar la impresión de que, en el seno de la organización sindical, se seguía obrando a toque de pito militar-leninista-estalinista. El diario, entonces dirigido por José Luis Cebrián, pareció conseguir su propósito. Muchas fueron las voces, algunas de ellas internas al propio sindicato, que señalaron la torpeza de los masivos e idénticos telegramas.

El texto de Manuel Sacristán, publicado en mientras tanto, núm. 21, diciembre 1984, páginas 16-19, reflexionaba sobre la situación y mostraba un punto de vista muy distinto, de mucho mayor calado. La nota lleva fecha de noviembre de 1984.

* * *

La retirada de CC.OO. de las negociaciones del Acuerdo Económico y Social (AES) -en el curso de las cuales el sindicato había sido tratado despectivamente, hasta el punto de no convocarlo a las reuniones decisivas- ofreció al gobierno [1] una oportunidad para organizar una campaña bastante amplia contra ese sindicato, dentro de una guerra que ya venía de antes. La lucha se enconó cuando entró en liza un periodista que informó de CC.OO. con bastante hostilidad. El diario El País anunció entonces en cuerpo grande y en primera página una importante pugna interna de CC.OO. en torno al posible apartamiento de Camacho de las funciones de dirección del sindicato [2]. Setenta y una organizaciones de CC.OO. replicaron con telegramas a El País el cual los publicó todos, por lo liberal que es y porque debió de parecerle que la repetición de la monótona cantinela setenta veces ridiculizaría y perjudicaría al sindicato.

¿De verdad es tan horrible que muchas organizaciones de CC.OO. enviaran un telegrama de protesta prácticamente idéntico? El País pensó que sí. «Los telegramas», decía un editorial del 20 de octubre, «en su identidad prosódica, ortográfica y sintáctica, demuestran la capacidad de consigna y disciplina que ese sindicato todavía mantiene». La elegancia del comentario era inteligente: enfrentado a la burda uniformidad de esos ignorantes burócratas obreros, el periódico no responde destempladamente, ni siquiera cuenta algún pertinente chiste de Guareschi [3]; sólo se refiere, con un guiño graciosamente académico a la «identidad prosódica, ortográfica y sintáctica»; la discreción potencia el desprecio hasta un sarcasmo que sólo el gran esfuerzo autodidacta de los más destacados líderes de CC.OO conseguirá barruntar.

EL País, no se limitaba a ese pianissimo. De entrada había soplado fuerte en las trompetas: la reacción de CC.OO, dice el editorial, «sería cómica si no fuera también triste, parece el fruto de viejos reflejos históricos que confunden lo personal con lo político y se traduce en un cierre de filas que niega la reflexión crítica para doblegarse ante el poder». Pero si la crítica del esquematismo disciplinario de los telegramas está justificada en su literalidad (por lo que sería una perversión política discrepar de lo que dice), la enérgica obertura es mucho menos convincente. No hay duda de que el movimiento obrero español y el de otros países ha confundido muchas veces lo personal con lo político y ha cerrado filas rehuyendo la reflexión crítica. Esto vale tanto para los partidos políticos cuanto para las organizaciones sindicales. Mas lo de doblegarse ante las exigencias del poder se aplica menos a CC.OO y al PCE, que a UGT y al PSOE, por ejemplo. El poder (o lo que parece serlo, pero, si no lo es, es encubridor del otro) cambia redondamente su programa económico, su política interior y su política internacional [4], y su partido ni rechista casi. «El AES» ha dicho con razón Camacho, «Ha sido el certificado de defunción del programa socialista». Y ni en UGT ni en el PSOE ha pasado nada digno de mención [5]; se ha doblegado ante el poder prácticamente todo el mundo. En cambio, cuando todavía eran un partido, los comunistas, tan pobres en pluralismo prosódico, tenían a veces la vergüenza de escindirse en circunstancias parecidas, en vez de doblegarse ante el poder.

El incidente tiene otra cara. La crítica más importante que el editorial de El País del 20 de octubre hacía a Comisiones Obreras es la inconsistencia. «Como en un mal viaje» escribía el editorialista, «los vencedores del congreso (de CC.OO) han resultado derrotados a la hora de poner en práctica la politica aprobada». Marcelino Camacho tiene razón al advertir al presidente del gobierno que una política de concesiones a los patronos contra la clase obrera (incluida una represión a veces sangrienta de los movimientos de ésta) puede abrirle camino al fascismo. Pero a la dirección de CC.OO se le podría recordar, casi en el mismo tono, algo que, aunque menos grave, se parece un poco a eso: una política de pactismo politicista fundada en que «había que posponer la solución de las tensiones sociales a la construcción de la democracia», política que se sirvió con mentiras o ingenuidades tan grandes como la de decir a los trabajadores que una patronal que se negaba a pagarles un salario decente (que es lo menos) iba a permitirles intervenir en la política empresarial (que es lo más) – y ese cuento se contó a los obreros para justificar los pactos de la Moncloa [6]- difícilmente puede conseguir que se tome en serio el reciente intento de Camacho de recuperar la vieja originalidad de CC.OO., cuando dice «Estamos creando un tipo de sindicalismo nuevo, que entronca con el carácter sociopolítico del sindicato». Comisiones Obreras fue un movimiento sociopolítico; todavía hoy es una fuerza anticapitalista considerable, quizá la principal que queda en España; pero arrastra ya el lastre de dos pactos sociales desorientadores de los trabajadores y el estigma de ser un sindicato subvencionado oficialmente [7]. La entusiasta inserción de CC.OO en la «transición», prefiguraba ya un conformismo que, al chocar con la tradición del sindicato, tenía que dar lugar a incoherencies [8].

¿Se lo tiene, entonces, merecido todo la direccion de CC.OO? Mucho sí tiene merecido, pero quizás no todo. No, en particular, el desenfado insultante del ministro de Trabajo que se permite llamar «desequilibrado» a Camacho. El comentario del ministro Almunia [9] a la declaración del presidente de la patronal tras la firma del AES es una regodeo en la sorna y la arrogancia. Cuenta la prensa del 3 de noviembre «El titular de Trabajo, hablando de unas declaraciones de José María Cuevas, presidente de la patronal CEOE, en las que afirmaba que él no había asumido ningún compromiso sobre inversión y empleo, comentó que «el señor Cuevas no tiene una empresa propia, y sería absurdo hacerle responsable de las actuaciones de todos los empresarios». Es tan evidente que lo que Cuevas negaba es que la patronal se haya comprometido a invertir y a crear empleo, que el comentario de Almunia sólo se puede entender como un sarcasmo para burlarse de los trabajadores. A continuación, Almunia dedicaba a los entendidos unas palabras que corroboraban lo dicho por Cuevas en nombre de la patronal «Pero lo cierto es que las condiciones han mejorado tras la firma del AES y es de esperar (cursiva mía) que la inversión privada sea mayor».

Si la cultura política que hay del otro lado es la síntesis de falsedad y prepotencia que constituye la agudeza del ministro, habrá que pensar que la rígida pobreza de los telegramas de CC.OO. no ha sido lo más feo de este asunto» [10].

Notas edición

[1] Era un gobierno PSOE, con mayoría parlamentaria, dirigido por Felipe González, que contaba con don Miguel Boyer en el Ministerio de Economía y Hacienda.

[2] Marcelino Camacho fue secretario general y presidente del sindicato Si no ando errado, no ocupó ningún cargo en la dirección de la organización después del siguiente congreso confederal de CC.OO.

[3] Giovanni Guareschi (1908-1968), escritor y periodista italiano, fue redactor del Corriere emiliano y de los seminarios Bertoldo y Candido. Alcanzó su mayor popularidad con Don Camilo, 1950, de la que se hicieron versiones cinematográficas. Siguió una «serie»: Don Camilo y su parroquia, El camarada don Camilo, etc.

[4] Fue la legislatura en la que se habló de la creación de 800.000 puestos de trabajo y del referéndum sobre la permanencia en la OTAN que buena parte del electorado entendió como «De entrada, no y de salida, sí». Posteriormente, los acontecimientos tomaron otro camino: reconversiones industrials sin temblor en las manos, una corrupción inimaginable por muchos electores del PSOE (y por electores no socialistas), los GAL y el referéndum sobre la permanencia en la Alianza (OTANOTAN) en el que el PSOE y el gobierno tomaron una posición favorable a la permanencia de España en la alianza atlántica. Del cumplimiento de la voluntad popular, del cumplimiento de las condiciones de entrada en la OTAN aprobadas en el referéndum, nuestra posterior incorporación a la estructura miltar de la alianza militar habla por sí sola.

[5*] Las relaciones entre UGT y PSOE eran, por aquel entonces, muy distintas a las que fueron posteriormente. De mucha mayor tensión, desde luego.

[6] No se trata de agitar de nuevo la casa de la izquierda pero hubo dirigentes del PCE de aquellos años que llegaron a afirmar que los pactos de la Moncloa era un paso adelante en el camino de la construcción del… ¡socialismo! Así, con todas las letras.

[7] Sacristán se manifiestó siempre en contra de esta dependencia económica de los sindicatos de clase.

[8] La valoración de Sacristán de lo que se suele llamar «transición política española» puede ilustrarse con dos breves textos extraídos de dos notas de 1981, «En muchas partes cuecen descencantos», mientras tanto, núm. 7 e «Intoxicación de masas, masas intoxicadas», mientras tanto, núm. 9 (ambos ahora en Pacifismo, ecologismo y política alternativa, Barcelona, Icaria, 1987, págs. 67-70 y 76-80, respectivamente):

«Aunque expresada de forma que se aplica directamente a la izquierda en la oposición -que es el caso español-, la hipótesis vale también para la socialdemocracia alemana, por ejemplo: también ella tiene que elegir entre cambiar profundamente la concepción de la práctica política o llegar a su autodisolución por el procedimiento de seguir haciendo lo que haría la derecha: reducir costes salariales, nuclearizar la sociedad y el estado, conquistar una colocación óptimamente explotadora en el mercado mundial, aunque sea con tanques; en suma: seguir sacrificando al Moloch del crecimiento económico indefinido» (p. 70).

El texto es de rabiosa actualidad. El segundo tampoco es inactual:

«[…] A estas alturas resulta ya aburrido y triste no poder comentar nada de la vida cotidiana sin aludir críticamente a los grandes partidos obreros. Pero es evidente que éstos no hacen prácticamente nada por contrarrestar la intoxicación moral de las masas que acompaña y facilita su otra intoxicación. Igual que al tratar la crisis económica, han aceptado la lógica del sistema y acusan exclusivamente al gobierno de los burgueses, el cual no es por sí mismo culpable más que de los particulares refinamientos que una mala administración añade a torturas fundadas en última instancia -última, pero nada lejana ni inescrutable- en el sistema económico-social, en el capitalismo de 1857 y en el de 1981. Para empezar a salir de este basurero letal hay que intentar subir por un camino distinto del círculo sin pendiente elegido por el PSOE y el PCE. Y hay que llamar a las cosas por su nombre-fuerzas productivas, relaciones de producción, clases sociales, explotación, capitalismo- y reírse de la risa de los están de vuelta sin haber ido más allá de la Carrera de San Jerónimo o del Parc de la Ciutadella» (p. 80)

[9] Don Joaquín Almunia fue posteriormente portavoz del grupo parlamentario socialista en la oposición. Después de su etapa en el Ministerio de Trabajo, pasó a dirigir el Ministerio de Administraciones Públicas y fue portavoz parlamentario del partido, cuando gobernaba el PSOE, en alianza con CiU. Actualmente es uno de los mandamases neoliberales de la Comisión europea, con carnet del PSOE en su cartera. Por supuesto.

[10] Sobre las relaciones de Sacristán con CC.OO., tiene interés recordar un escrito de Francisco Fernández Buey de octubre de 1985 («¿Qué fue Manuel Sacristán para Comisiones Obreras?»), donde se vierten las siguientes consideraciones:

1. A mediados de la década de los sesenta, Sacristán fue en Barcelona un nexo de unión entre los dos movimientos antifranquistas más imporantes de la época: el movimiento obrero, organizado en torno a CC.OO. fundamentalmente, y el movimiento estudiantil universitario que cristalizó posteriormente en el SDEUB (Sindicato Democrático de Estudiantes Universitarios de Barcelona). Su labor como divulgador de las luchas y reivindicaciones del movimiento sociopolítico naciente de las CC.OO. fue esencial.

2. De hecho, el movimiento universitario de la época incorporó entre sus exigencias, mucho mas allá de todo enfoque corporativo, el combate contra las barreras clasistas imperantes en aquella universidad donde la presencia de estudiantes de origen trabajador rozaba el cero absoluto (métrica Kelvin). Pueden verse huellas de todo ello en el Manifiesto por una universidad democrática, redactado por Sacristán (y recogido en el volumen III de sus Panfletos y Materiales, Intervenciones políticas, págs.50-61). Muchos estudiantes aprendieron entonces que la vindicación de la universidad democrática exigía la superación de la división clasista del trabajo y pensarse a ellos mismos como «agentes» del movimiento obrero anticapitalista en el medio burgués universitario.

3. Trato igualitario en sus relaciones con los trabajadores manuales. Sin complejos de superioridad, por sus conocimientos, ni de inferioridad, por consciencia desgraciada. Trataba a los otros, a los trabajadores organizados en el movimiento anticapitalista, sin falsas condescendencias, discutiendo de igual a igual sobre asuntos de estrategia política o de política sindical.

4. Mantuvo, cuando fue necesario, sus divergencias con la dirección del sindicato: en la fundación de la federación de enseñanza de las CC.OO., cuando la firma de los Pactos de la Moncloa, en la forma de hacer política-sindical a partir de los primeros años de la transición, en el financiamiento gubernamental de los sindicatos obreros, etc.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.