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Reconstrucción de las Torres Gemelas

Fuentes: Rebelión

Crónica escrita en 2073 por el filósofo y periodista danés 2096 sobre la reconstrucción de las Torres Gemelas en Arabia Saudita. En mayo de 2038, el multimillonario saudita Omar Al Jaber ordenó la construcción en Riad, capital de Arabia Saudita, de una réplica exacta de las Torres Gemelas. Habían pasado ya casi 40 años desde […]

Crónica escrita en 2073 por el filósofo y periodista danés 2096 sobre la reconstrucción de las Torres Gemelas en Arabia Saudita.

En mayo de 2038, el multimillonario saudita Omar Al Jaber ordenó la construcción en Riad, capital de Arabia Saudita, de una réplica exacta de las Torres Gemelas.

Habían pasado ya casi 40 años desde los atentados del 11-S, así que la reconstrucción de los dos edificios no produjo la controversia que hubiese provocado 20 ó 30 años atrás. Tan sólo se escucharon reproches por parte de familiares de fallecidos en los derrumbes, y también por parte de algunos intelectuales que tachaban la edificación de frívola e innecesaria.

Sin embargo, pocos conocían el verdadero propósito de Omar Al Jaber.

Para la reconstrucción de las Torres Gemelas, los arquitectos contratados por el multimillonario se sirvieron de los antiguos planos de las torres genuinas. Los materiales empleados en la edificación debían ser los mismos que los empleados en los antiguos rascacielos. Incluso el terreno debía ser exactamente igual que el terreno de Manhattan en el que habían reposado los cimientos de las dos moles. El potentado se había propuesto recrear hasta el más mínimo detalle.

Mientras los obreros levantaban la estructura de los edificios, otro equipo de profesionales indagaba en Nueva York lo que cada planta de las torres podía haber contenido. Cualquier fotografía tomada en el interior de las torres era valiosa. Cualquier vídeo grabado dentro de las torres serviría para amueblar de idéntica manera cada oficina, cada pasillo, cada mínimo recoveco.

El mundo vio terminadas las nuevas Torres Gemelas en febrero de 2041. Eran idénticas a las originales, como dos hermanas gemelas de las destruidas. Durante la inauguración, Omar Al Jaber paseó orgulloso junto a una de las torres, acariciando la superficie acristalada de la pared y dirigiendo hacia arriba su mirada.

Omar Al Jaber tenía once años cuando se produjeron los atentados del 11-S. Desde entonces, el magnate había vivido obsesionado con el siguiente enigma: ¿cómo era posible que después de la explosión del avión que había impactado contra la Torre Norte, después del derrumbe del edificio, después de que todo se hubiese hecho añicos, cómo era posible que hubiese aparecido intacto el pasaporte de Mohamed Atta -uno de los presuntos secuestradores de los aviones- sobre los escombros del edificio?

Cuando Omar Al Jaber encargó adquirir y reparar dos viejos aviones Boeing-767, en teoría el mismo modelo que se incrustó en los rascacielos del World Trade Center, nadie parecía darse cuenta de lo que estaba a punto de ocurrir. Luego ordenó que se llenasen sus depósitos con el mismo carburante que llevaban los aviones siniestrados en 2001 y pidió que se repartiesen por los asientos de pasajeros cientos de copias del pasaporte de Mohamed Atta.

Los servicios secretos de inteligencia estadounidenses, que habían observado con preocupación la construcción de las torres, no comprendían qué se proponía el magnate con la adquisición de las dos aeronaves.

En el mes de septiembre de 2041, el impacto de un Boeing-767 contra la Torre Norte del nuevo World Trade Center sobresaltó a los habitantes de Riad. Quince minutos después, y contra todo pronóstico, un segundo avión se estrellaba contra la Torre Sur causando un ensordecedor estruendo. El lugar de las torres contra el que habían impactado los aviones era exactamente el mismo contra el que habían impactado los aviones del 11-S. Lo propio podía decirse de la trayectoria de los impactos. La imitación no pudo ser más perfecta.

Seis horas después de las explosiones, los edificios seguían en pie ante el estupor de Omar Al Jaber, que esperaba un idéntico desplome al ocurrido durante el 11-S para poder buscar algún pasaporte de Mohamed Atta entre los escombros. Afortunadamente no hubo que lamentar víctimas, ya que los edificios habían permanecido durante todo el día cerrados al público y los aviones -sin tripulantes ni pasajeros- habían sido pilotados por control remoto.

Como al cabo de dos días las torres seguían ardiendo sin mostrar signo de debilidad, Omar Al Jaber ordenó la compra de dos nuevos Boeing-767, los cargó de combustible y la noche del 14 de septiembre los arrojó contra las torres.

Una semana después los rascacielos seguían ardiendo, aunque su estructura se mantenía erguida e incólume. Acaso entonces el magnate recordó las palabras de Minoru Yamasaki, el arquitecto de los edificios, que había asegurado que las torres fueron diseñadas para resistir el choque de un Boeing-707.

Sólo un tercer impacto de avión consiguió que una de las torres se doblegase, cayendo parte de su estructura hacia un lado, como hace el árbol talado, aunque su otra mitad permaneció en pie. La otra torre, pese al tercer golpe, se sostenía sin dejar de arder.

Al cabo de dos meses, los edificios tuvieron que demolerse con explosivos para poder retirar del lugar la estructura de acero inservible. La demolición controlada guardó un asombroso parecido con el derrumbe de las torres del 11-S.

Pocos fueron los que se preguntaron por qué ante idénticas condiciones los edificios de Riad habían reaccionado de manera tan diferente a los de Manhattan. Algunos lo achacaron al peso de la gente. Otros encontraron en aquel suceso el pretexto para reavivar los argumentos que acusaban de conspiración al gobierno estadounidense. Hubo incluso quien llegó a decir que las torres del 11-S se hubiesen podido derribar de igual manera con dos avionetas monoplaza o con dos alas delta que al impactar contra los edificios hubiesen provocado una vibración anómala inesperada.

La respuesta de Estados Unidos fue que lo sucedido en Riad no demostraba absolutamente nada, y los medios de comunicación se adscribieron a tal juicio.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.