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Entrevista al argentino Néstor Kohan

Recuperar y reactualizar el proyecto político del Che Guevara

Fuentes: Rebelión

Néstor Kohan, uno de los integrantes del Colectivo Amauta e impulsor de la Cátedra Che Guevara de Buenos Aires, Argentina (amauta.lahaine.org), estuvo de visita en Chile la segunda semana de octubre. Fue invitado por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) a una serie de actividades en poblaciones y en universidades. Entre estas últimas, en la […]

Néstor Kohan, uno de los integrantes del Colectivo Amauta e impulsor de la Cátedra Che Guevara de Buenos Aires, Argentina (amauta.lahaine.org), estuvo de visita en Chile la segunda semana de octubre. Fue invitado por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) a una serie de actividades en poblaciones y en universidades. Entre estas últimas, en la Universidad ARCIS de Santiago se desarrolló la «Cátedra Internacional Ernesto che Guevara», donde además del FPMR también coorganizaron la actividad el Movimiento por la Asamblea del Pueblo (MAP) y el Movimiento Convergencia Revolucionaria (MCR).

Inspirado en el marxismo latinoamericano de José Carlos Mariátegui y Ernesto Guevara, entre otros revolucionarios, Néstor trató temas amplios, necesarios y urgentes para los actuales procesos de reconstrucción de los proyectos populares del continente.

En uno de tus textos últimos, muy difundidos, afirmas que las «clases dominantes no se suicidan…»

«Esa expresión yo la escuché en una película sobre Salvador Allende, donde los realizadores entrevistan al embajador norteamericano de esa época en Chile -uno de los jefes de la contrarrevolución y hombre de la CIA-. Me sorprendió su testimonio. Me pareció muy lúcido cuando dice en un momento, con un cinismo brutal y desenmascarado, que «ninguna clase social se suicida…, ¡esto ya lo descubrió Lenin!, ¿Qué querían inventar?«. Entonces me pareció muy clara esa confesión doble de parte de este asesino de la CIA. Primero, la reivindicación de Lenin, y segundo, el planteamiento de que el viejo sistema capitalista no va a permitir pacíficamente que los trabajadores, el pueblo, la juventud, busquen cambiar la sociedad de raíz. Porque cuando las clases dominantes se sientan amenazadas, no van a dudar un segundo en desarrollar una guerra civil y ejercer toda su fuerza represiva. A mi modo de ver, el campo popular no puede eludir este hecho, no puede decir que ‘el poder no existe‘ o que ‘el poder es difuso y está en todos lados‘, que ‘el poder circula‘ y, por tanto, supuestamente, de manera dispersa, espontánea, vamos a transformar la sociedad, sin hacernos cargo de que -si bien es cierto que el poder no sólo se encuentra en el Estado- el Estado existe, el ejército existe, las cárceles existen, la policía existe, los servicios de inteligencia existen…»

DE LA RESISTENCIA CULTURAL AL PROYECTO POLÍTICO

¿Por qué propones que hay que retomar el legado del Che desde otra óptica en la actualidad?

«No estuvo mal reivindicar en los años 80 y 90 al Che como figura ética, cultural, moral, como alternativa frente al mercado neoliberal, y al avance del postmodernismo. Nosotros mismos formamos parte de esos movimientos que rescataron al Che en esos ámbitos. Lo que quiero señalar es que hoy, en el siglo XXI, esa lectura del Che ya no alcanza. Actualmente, no nos podemos detener en esa imagen del Che, congelándolo y cristalizándolo, porque las nuevas maneras de dominar que tiene el capitalismo no responden a esas presentaciones clásicas del neoliberalismo del estilo de Menem, Fujimori, Collor de Melo, que eran capitalistas salvajes, con programas de choque. Tal como Margaret Thatcher tenía su frase «no hay alternativa», Menem cuando castigaba al movimiento sindical, por ejemplo ante la lucha de los ferroviarios, decía «ramal ferroviario que para y hace huelga, ramal ferroviario que cierra.»

Nos parece que hoy, el capitalismo se ha ido reciclando y, a la vez, manteniendo las formas de dominación clásicas, pero modernizándolas. Los grandes empresarios y sus estrategas -‘tanques pensantes’, ‘intelectuales orgánicos’ del gran capital y el imperialismo- se dieron cuenta que como el neoliberalismo a cara descubierta generó tanta rebelión en Argentina, en Bolivia y en muchos países de América Latina, había que actualizar el discurso, y para mantener la dominación de las viejas clases dominantes era preciso establecer un lenguaje más flexible para dominar de una forma más elástica, incluso apelando a ciertos rituales ‘progresistas’ con el fin de frenar los conflictos sociales e institucionalizar la protesta, mientras se mantenía el modelo neoliberal en sus aspectos centrales. Me refiero al pago de la deuda externa, un modelo de explotación de los recursos naturales; donde se reemplazan las antiguas agriculturas por la soja transgénica, por ejemplo.

Entonces, se fueron perfeccionando las maneras de hacer política para garantizar el orden. Se modificaron símbolos y discursos, dejando intactas las formas de dominar. Por eso, desde la izquierda que busca el socialismo, la izquierda guevarista, tenemos que dar cuenta de esos cambios. No podemos seguir exactamente igual que hace 15 años. Creo que hoy tenemos que dar un pasito más, sin renegar de lo que hicimos (estamos orgullosos de haber resistido en aquellos años el huracán neoliberal y la moda postmoderna que lo acompañó), pero ahora el guevarismo tiene que asumirse como un proyecto fundamentalmente político y no solamente de resistencia cultural. Ya no podemos continuar a la defensiva, en el puro plano de la resistencia. Debemos acusar recibo de los cambios habidos en la política latinoamericana, con gobiernos pseudos progresistas, desde el justicialista Néstor Kirchner y su esposa Cristina al (reciclado) Frente Amplio uruguayo de Tabaré Vázquez, y del ex militante clasista Lula hasta el gobierno chileno de Bachelet (que nada tiene que ver con el socialismo de Allende, dicho sea de paso).»

Tú señalas la inexistencia de burguesías nacionales antiimperialistas…

«Nosotros planteamos que es inviable cualquier propuesta de ‘capitalismo nacional’ en América Latina. Porque la gran figura retórica a la que apelan los gobiernos que mencioné antes, de diversas maneras, es al ‘capitalismo a la uruguaya’, al ‘capitalismo nacional’ de Kichner y hasta donde su opositora Lilita Carrió habla de ‘capitalismo ético’. Estas definiciones siempre se asientan sobre ciertas clases sociales y el problema es que para que exista un proyecto realista de ‘capitalismo nacional’ tiene que haber una burguesía nacional que lo encabece, antiimperialista, que privilegie el mercado interno por sobre las exportaciones, que postule la intervención estatal por sobre el mercado. Y nosotros estimamos que no existe ese sujeto social en América Latina. Las burguesías continentales, las de verdad, no las de las propagandas, no tienen un proyecto de país independiente. Han nacido asociadas históricamente a las viejas oligarquías. Son, en realidad, oligarquías aburguesadas y burguesías oligárquicas. Y ya algún autor las ha definido como ‘lumpen burguesías latinoamericanas’, mucho antes que se pusiera de moda el narcotráfico. Sí, son lumpenes. Son burguesías con proyectos de ganancias extraordinarias a corto plazo y nunca consideran un horizonte a largo plazo, ni siquiera para independizar a sus paises por la vía capitalista. Y si existen, están completamente subordinadas al gran capital, porque históricamente así nacieron. Con la globalización esta situación se ha profundizado. Sobre todo después de las dictaduras militares de los 60 y 70.»

¿En qué fuentes te basas?

«Nosotros, en el pensamiento latinoamericano, apelamos a Mariátegui y al Che, porque ellos fueron quienes de manera más clara han cuestionado (junto con la teoría marxista de la dependencia -a través, por ejemplo, del autor brasileño que actuó en Chile, Ruy Mauro Marini, y diversos pensadores y dirigentes latinoamericanos) la existencia de una burguesía nacional antimperialista y progresista. Las burguesías nacionales existen, pero están completamenete subordinadas: son raquíticas, impotentes, domesticadas, carecen de un proyecto propio a largo plazo.»

LA TÁCTICA DEL ‘PACTO SOCIAL’

Aquí en Chile, la Concertación procura su reordenamiento a través de lo que denomina `pacto social’…

«La propaganda de Cristina Kirchner, la futura presidenta argentina, también usa la frase del «pacto social». Pero, nos parece que sólo es una fórmula para ganar votos, una triquiñuela de marketing electoral, porque en realidad no hay un «pacto social». Lo que hay es una imposición de los empresarios y cualquier movilización de los trabajadores es reprimida duramente. Los trabajadores que ellos no pueden cooptar, son reprimidos, ilegalizados, les abren causas judiciales. Ni siquiera a centrales sindicales con hegemonía reformista, como la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), les dan la personalidad jurídica. No es el «pacto social» clásico del reformismo populista. Simplemente es una apelación discursiva para pilotear la situación coyuntural y garantizar la gobernabilidad, pero no hay una real propuesta de una burguesía independiente.»

EL PODER

¿Cuál es el eje de la política guevarista?

«El Che siempre decía, a través de sus escritos e intervenciones, que el ABC de la revolución era el problema del poder, y que cuando la izquierda no asume esa dimensión central como el gran problema a resolver, evidentemente se desbarranca por distintas vías.

Plantearse el problema del poder no significa lanzarse a la toma de un cuartel pasado mañana. No hay que ridiculizar el proyecto político del guevarismo. Pero hay que ubicar al poder en el núcleo de la estrategia y el proyecto político. Aquellas organizaciones populares que no tienen una estrategia de poder explícita, en el fondo, sí tienen una estrategia de poder… la estrategia del poder (y del estado) burgués. O sea, son organizaciones que aceptan como algo inmodificable el Estado capitalista. Por lo tanto, eluden ese problema porque no lo pueden enfrentar. Mirar para el costado, meter la cabeza debajo de la tierra o hacerse el distraído no rsuelve el problema. No tiene sentido una propaganda «super radicalizada»a largo plazo si no se asume una estrategia para derrocar el poder burgués.»

Tú estableces relaciones relevantes entre el Che y el italiano Antonio Gramsci…

«Gramsci ha sido leído en América Latina de diversas maneras. Las formas institucionales, académicas, sobre todo desde los años 80 en adelante, estuvieron muy teñidas por becas socialdemócratas -en especial de Alemania-, que desde publicaciones como la surgida en Venezuela, llamada «Nueva Sociedad«, cooptó a diversos intelectuales que intentaron vender una imagen de Gramsci ‘dulce’, ‘suave’, ‘light’, ‘edulcorada’, que no tiene nada que ver con el Gramsci real.

¿Qué pensaba Gramsci de las ocupaciones de fábricas? Él consideraba que ocupar las fábricas -que ya es una medida muy radicalizada- no alcanzaba si no contemplaba una guardia militar. ¿Cómo gana Gramsci la dirección del Partido Comunista italiano? De manera muy dura. El Gramsci que existió realmente no tiene ninguna relación con la visión que de él construyeron las academias. Ese Gramsci real está mucho más cerca del Che Guevara, de Lenin, incluso te diría, de Giap. Gramsci también plantea como problema central el poder. Así establece distintos niveles de las relaciones de fuerzas. Jamás se propone el asalto al poder sin una acumulación previa. Pero para alcanzar a lo que llegó España, por ejemplo, en la década del 30; El Salvador en los 80; y hoy Colombia, un estadio de guerra civil abierta, donde el pueblo se divide en dos partes y la confrontación es político militar, existe toda una acumulación previa que tiene que ver con la lucha de masas, con la lucha sindical, la campesina, la estudiantil. El Che señala en su trabajo Guerra de guerrillas: un método, que la confrontación político militar es una lucha de masas. Guevara tenía una gran admiración por el pueblo vietnamita y por su guerra de liberación contra Estados Unidos, y por el General Giap, a quien el Che prologa y presenta en castellano al público latinoamericano; prólogo donde también insiste en que las guerras de liberación deben ser de todo un pueblo. En este tema, el poder no es como nos lo quisieron vender las fundaciones socialdemócratas y las tantas Ong’s. No es una obsesión de cuatro locos aislados del pueblo; «foquistas», «militaristas», que desprecian la lucha sindical, estudiantil, campesina, sino que es algo completamente distinto. La lucha por el poder es el eje de una estrategia que abarca diversas formas de lucha, donde la confrontación político militar es el punto de llegada y nunca el punto de partida de una lucha popular de masas. Fidel Castro antes de lanzarse al asalto del Cuartel Moncada experimentó diversos tránsitos políticos. Que no se conozcan hoy no quiere decir que no hayan existido. Si se reduce al Che a un loco suelto que se va a la selva, que está aislado de los campesinos, de los mineros en Bolivia o que anda generando revoluciones en paracaídas en cualquier lugar del mundo…, esa es una imagen caricaturesca de las biografías mercantiles o de las películas de Hollywood. Entonces, desde ese ángulo al Che se le puede rendir culto, homenaje, pero no es útil para la lucha actual. Ahora, si concebimos el pensamiento del Che centrado en la estrategia para la toma del poder, que abarca todas las formas de lucha y que es complementario con esta lectura de Gramsci sobre el análisis de situación y las relaciones de fuerza, me parece que sí el Che es muy actual para los movimientos sociales contemporáneos, a nivel mundial pero sobre todo para América Latina.»

LA VALORACIÓN DE SANTUCHO

En Chile se vincula mucho la vida política del argentino Santucho, uno de los fundadores del Partido Revolucionario de los Trabajadores, con Miguel Enríquez, Secretario General del Movimiento de Izquierda Revolucionaria. ¿Qué significa para ti Santucho?

«Mario Roberto Santucho fue para mi generación, un nombre prohibido, alguien innombrable. No estaba en las remeras, como el Che Guevara, ni en los afiches. Era el sinónimo de un ‘demonio’ (así lo denominaba la derecha). Y lamentablemente, un sector del movimiento popular compró esa leyenda mal intencionada. Pero de a poco, y no es casual, a medida que crece la fuerza del campo popular, renace el interés por el pensamiento de Santucho. Así se comienza a desmontar esa teoría de los dos ‘demonios’ (el terrorismo de estado y el «terrorismo de izquierda» donde, supuestamente, estarían Santucho y el Che Guevara). A contramano de esa triste teoría de los dos demonios, comenzó a nacer un nuevo interés entre los jóvenes por saber quién era Santucho, quiénes eran los compañeros de Santucho, porqué peleaban y combatían… cuales eran sus sueños e ideales… Empezaron a editarse películas, libros. En las movilizaciones populares argentinas hay un montón de organizaciones piqueteras, de grupos estudiantiles y culturales que empiezan a utilizar la bandera del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), que es la bandera del Ejército de Los Andes de San Martín, celeste y blanca, con una estrella roja de cinco puntas en el medio. No es accidental que nuestro Colectivo Amauta, Cátedra Che Guevara, tenga dos banderas. Una de ellas es la que describí recién. Ese creciente interés no es casual, no es accidental.»

La posición política de Mario Roberto Santucho no es producto de una situación local…

«Santucho no es un individuo aislado, al igual que el Che. Es parte de una constelación mayor que tiene que ver con el marxismo latinoamericano. Santucho constituye uno de los continuadores del pensamiento político del Che; yo creo que es un hijo político del Che Guevara. Y tiene que ver con toda esa generación, donde se incluye el chileno Miguel Enríquez, el salvadoreño Roque Dalton, el nicaragüense Carlos Fonseca, el uruguayo Raúl Sendic, el boliviano Inti Peredo, el brasileño Carlos Mariguella Toda una liga de revolucionarios que intentaron llevar a la práctica y continuar el legado del Che.

¿Dónde estaría el eje de Santucho? Él tomó un tema olvidado por la mayor parte de la izquierda argentina; el problema del poder. Santucho con Miguel Enríquez y otros compañeros, escriben la primera editorial de la revista «Che Guevara«, que era el órgano de la Junta de Coordinación Revolucionaria (JCR), que agrupaba al Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros de Uruguay, al Ejército de Liberación Nacional de Bolivia, al Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo de Argentina, y al MIR chileno. Allí plantean -sin ningún sectarismo- que la izquierda tradicional fue muy abnegada, muy valiente, que ha sufrido la represión y la clandestinidad, pero que, lamentablemente tenía una línea política y lectura de Latinoamérica equivocada. En el sentido de que la izquierda tradicional evaluaba que América Latina había sido feudal; que el desarrollo capitalista tiene etapas fijas y predeterminadas y que, por tanto, la revolución pendiente en el continente no debe ser socialista, sino democrático burguesa. De ahí derivaban a una línea errada: el reformismo; es decir, tratar de cambiar la sociedad sin tomar el poder, sin chocar con las instituciones centrales de las viejas clases dominantes, y mediante el tránsito pacífico al socialismo. De este modo, Santucho y los demás, planteaban una crítica muy lúcida. De manera respetuosa, apelaban a la unidad con la izquierda tradicional bajo la condición de superar el reformismo. Así, a pesar de tanta abnegación y tanta militancia sacrificada, ella había abandonado el tema del poder. A principios de la década del 20, el anarquismo argentino -que no tiene nada que ver con el anarquismo antimarxista, puramente literario y becado de las academias-, sino que era un anarquismo combativo y de trabajadores, fue salvajemente reprimido por el ejército y regó la Patagonia argentina de cadáveres. En esa rebelión hubo muchos hermanos chilenos que participaron de la rebelión… dicho sea de paso. Entonces Santucho indica que, después de esas experiencias libertarias de lucha por el poder y después del clasismo consecuente de los comunistas de la década del 20 y 30, la izquierda argentina abandonó el tema del poder. Y eso generó que los sectores mayoritarios de la clase obrera quedaran subordinados al populismo peronista. Santucho cuestionaba tanto al viejo reformismo del PC, como al populismo del peronismo de izquierda, el peronismo armado de Montoneros. El pensamiento de Santucho encara esa doble batalla. A ambos grupos (comunistas y montoneros) llama a la unidad, al mismo tiempo, criticándoles el reformismo y el populismo. No es casual, entonces que hoy, a 41 años del asesinato de Santucho, el problema del poder y la tradición política de Guevara y Santucho vuelvan a la agenda política de una nueva generación de movimientos sociales.»

LA PUEBLADA ARGENTINA DE 2001

A inicios del actual milenio, el pueblo argentino nos dio a todos una tremenda sorpresa…

«La rebelión popular argentina de diciembre de 2001 fue importantísima. Y no cayó como un rayo inesperado en el mediodía de un día de sol. Fue el punto de llegada de una acumulación previa que no fue visible, pero que fue producto de todo un movimiento de bases, en los barrios, en las poblaciones, en los sectores juveniles. No fue completamente organizada, pero tampoco fue tan «espontánea» como cierta literatura académica (de algunos «piquetorólogos») intentó describirla a posteriori. Porque sucedió la rebelión y luego vinieron los académicos, intentando meterla en los moldes preestablecidos -de signo postmoderno-,para que entrara en los relatos de moda, del espontaneísmo absoluto, de que era algo completamente nuevo sin vinculo alguno con la militancia histórica anterior. La rebelión vino de grandes manifestaciones de la década de los 90, encabezadas por dirigentes sindicales que se habían quedado sin trabajo; viejos militantes de los 60 y 70… Los movimientos piqueteros, a diferencia de lo que decían los «piqueterólogos», no eran tan nuevos como se aseguraba. Mejor dicho, eran formas nuevas pero que mantenían vasos comunicantes con experiencias anteriores que las posibilitaron. Era una nueva forma de lucha, pero donde había una presencia de militancia de izquierda. Si uno rastrea quiénes son los principales referentes de los piqueteros se da cuenta de que muchos vienen de militancia anterior en los partidos de izquierda. Entonces, la rebelión de 2001 fue producto de la aparición de nuevos sujetos sociales y una nueva generación de luchadores y luchadoras , complementada por una dirigencia sindical clasista que se había formado y había hecho su primera experiencia militante en la izquierda marxista.»

¿Qué aprendizajes se sistematizan de la rebelión de 2001?

«Ella nos enseña que cada generación debe aprender de las anteriores. El postmodernismo nos trató de vender la ilusoria y fantasmagórica mentira de que «no hay nada que aprender de antes, empezamos de cero«. Rodolfo Walsh, dirigente revolucionario e intelectual desaparecido, dice que las clases dominantes siempre tratan de imponer la idea nefasta de que el campo popular no tiene referencias anteriores… ¡Así no se construye una identidad colectiva! La propia identidad construye su sentido bebiendo en la experiencia acumulada por generaciones anteriores. Nosotros jamás renegamos de la historia. ¿Por qué renegar de esa historia heroica? ¿Por qué no aprender de sus virtudes y defectos? ¿Para ganarnos una beca académica y que los poderosos nos sonrían y nos palmeen el hombro? ¿Por qué no tejer un vínculo con lo anterior? Esa es más bien la gran utopía reaccionaria de las dictaduras: cortar el vínculo entre las generaciones de los 60 y 70, con las actuales. Y el postmodernismo (nacido en las academias, no en los barrios populares… dicho sea de paso) vino a legitimar eso, diciendo que lo que ocurrió el 2001 era completamente nuevo, sin ningún vínculo con la experiencia militante previa. Pero, sin embargo, tampoco fue un hecho planificado, y de allí sus limitaciones. Hubo una explosión de ira popular donde la izquierda participó, pero no fue fruto de una estrategia. Y eso marcó un límite muy fuerte, porque los que después terminaron apropiándose del producto de esa rebelión fueron la burguesía y los partidos del sistema capitalista. Marx tiene unos escritos sobre la revolución española del siglo XIX. Allí se refiere a un caudillo, que si no recuerdo mal, se llamaba Espartero. Entonces Marx afirma que hay momentos en la historia en que el pueblo derriba toda la vieja sociedad, parece que va a inaugurar una nueva época, pero… se detiene. Entonces reaparece la vieja sociedad y se apropia de los dividendos de la rebelión popular. Esto tiene mucho que ver con lo que pasó en Argentina. Finalmente, los políticos del poder, que no participaron de la rebelión, la capitalizaron. Algo tuvieron que ver también, las divisiones de la izquierda argentina…, la tremenda fragmentación, el sectarismo.»

EL PROBLEMA DE LA DISPERSIÓN

Tú haces fuertes críticas a las teorías postmodernas…

«El postmodernismo no sólo nace de un debate académico de origen francés, y en particular, de la Universidad de La Sorbona. Ha tenido sus correas transmisoras al interior del movimiento popular y ha logrado instalar la peregrina y nefasta idea de que la fragmentación es buena. Que garantiza la diversidad. Y nosotros creemos que, en realidad, es una gran trampa. La fragmentación no garantiza la diversidad, de hecho, nos impide golpear juntos contra el poder. A más división, más uniformidad. La división popular sólo garantiza la permanencia del mercado y su discurso único. La gran consigna de la rebelión argentina fue «que se vayan todos», y no se fue nadie. Y la dispersión de la izquierda, de manera indirecta e inconciente, contribuyó a esta situación. A que el sistema pudiera reciclarse, apelando a la retórica del capitalismo nacional. Nosotros consideramos que es preciso contribuir a la unidad de la izquierda, sobre todo de la izquierda extra institucional, y que la figura del Che Guevara puede unirnos. Así como en Colombia dicen «en Bolívar nos encontramos todos», en Argentina todos los que estamos contra el poder podríamos empezar a plantear que «en el Che nos podemos encontrar».

CLAVES DEL NUEVO INSTRUMENTO REVOLUCIONARIO

¿Podrías aventurar algunos pilares sobre el carácter de las nuevas orgánicas revolucionarias que demanda el período?

«Ese es un debate abierto. Nosotros sólo tenemos algunas ideas. En primer lugar hay que enfrentar la combinación de dos elementos: la independencia política de clase (sobre todo ante un populismo muy fuerte, existente al menos en Argentina). Pero sólo con la independencia política no alcanza, porque nos quedaríamos aislados. Más de alguna vez, las experiencias políticas de nuestra historia nos señalan que cuando esa independencia se logra, no se alcanza a establecer alianzas más allá de la lucha obrera (pienso, por ejemplo,en la experiencia heroica de los sindicatos cordobeses del SITRAC-SITRAM). Entonces el segundo elemento a considerar, es tratar de construir la hegemonía sobre otros segmentos sociales. Coordinar todas las rebeldías, no quedarnos sólo en la rebeldía de la clase obrera. Porque la clase obrera, por más heroica que sea, si se queda sola, pierde la pelea. Es decir, combinar la independencia de clase con la hegemonía socialista. Sólo hegemonía, sin independencia política frente a la burguesía («democrática» o «nacional» según sea el caso), deriva en el frente popular clásico.

La coordinación tiene que ser plural, diversa, debe reconocer que hoy existen múltiples rebeldías contra el capitalismo. Sin embargo, dentro de los distintos sujetos convocados, algunos tienen la capacidad de organizar al conjunto de la rebeldía generalizada, y otros sectores no tienen la misma capacidad. Por ejemplo, la rebelión de los grupos ecologistas o la rebelión frente a los modos tradicionales de imponer un comportamiento sexual, creo que son totalmente justas y legítimas; la izquierda revolucionaria tiene que apoyarlas, tiene que hacerlas propias e impulsarlas como algo propio. Pero me da la impresión que no tienen los alcances para generar un proyecto para el conjunto del movimiento popular. Creo que la clase trabajadora -en un sentido amplio- sigue teniendo, al menos en términos potenciales, la capacidad de aglutinar y organizar el conjunto de las rebeldías contra el sistema. Y plantear ese eje articulador, no significa anular los otros territorios sociales ni aplastar a los movimientos sociales en sus demandas específicas. Se trata de construir hegemonía; es decir, la articulación de las rebeldías, donde hay algunas que tienen una posibilidad mayor de conjuntar a las demás, sin aplastarlas. Si lográramos articular todas las rebeliones en un proyecto común, el capitalismo estaría temblando.»

EL SOCIALISMO DE SIGLO XXI: UN DEBATE

En otra entrevista, Heinz Dieterich propone un proyecto pormenorizado de lo que se ha llamado Socialismo del Siglo XXI…

«Yo discrepo con el compañero Dieterich, y lo he planteado por escrito. Él es un crítico del Che Guevara, dice que construir al hombre nuevo es «una idea religiosa y peligrosa». Lo ha ha formulado en un libro que se llama «Bases para un nuevo socialismo». Por otra parte, Dieterich ha tratado de generalizar la experiencia de Venezuela, y yo, aunque defiendo el proceso bolivariano, no comparto esa generalización simplificada y apresurada, que poco favor le hace a Venezuela. No se puede extender apresurada y superficialmente lo que ocurre en Venezuela… No todas las fuerzas armadas son iguales a las de Chavez.

Ese método de pensamiento no es nuevo. Ya lo había utilizado en la década del 60 Régis Debray cuando intentó simplificar la experiencia cubana y construyó una receta válida para todos los países… De igual manera, John Holloway en los últimos años ha intentado generalizar la experiencia zapatista, planteándola como un modelo… Yo creo que los modelos extraídos de una situación particular y luego universalizados -en el estilo de Dieterich, Debray o Holloway- deberían repensarse con mayor precaución.

Los contenidos del socialismo del siglo XXI, entonces, los va a decidir el movimiento popular. No van a salir de ninguna galera ni de ningún modelo a priori. En mi opinión, el socialismo del siglo XXI tiene que ser una opción anticapitalista; no creo que pueda ser el capitalismo de Estado. Me parece, en todo caso, que de acuerdo a Mariátegui y el Che, el socialismo del siglo XXI debe ser antiimperialista y anticapitalista al mismo tiempo, tiene que tener un poder muy fuerte de la clase trabajadora, un poder muy fuerte de los trabajadores y el pueblo, y no puede ser sino un proyecto continental.»