El capitalismo, ese enorme sistema basada en la explotación del individuo, no solo tiene al Estado como herramienta de control, basado mayoritariamente en la manipulación y la represión. Todo sistema autoritario tiene la necesidad de legitimar sus ataques a la sociedad. Cuanto más sutil es la forma, mayor aceptación tiene. Es así como el sistema […]
El capitalismo, ese enorme sistema basada en la explotación del individuo, no solo tiene al Estado como herramienta de control, basado mayoritariamente en la manipulación y la represión. Todo sistema autoritario tiene la necesidad de legitimar sus ataques a la sociedad. Cuanto más sutil es la forma, mayor aceptación tiene. Es así como el sistema nos inculca desde todas nuestras perspectivas de la vida sus valores egoístas, autoritarios, ya sea por lo que vemos en la prensa, en el colegio y demás instituciones. Al margen del mensaje que se dé, adquirimos por imitación inconsciente las formas de plantear los problemas y resolverlos. Un ejemplo de esto son las vergonzosas proclamas que existen en algunas manifestaciones de decir «Botín a prisión» por parte de pseudo-anarquistas.
Entrando un poco más en materia. Otro espacio de nuestra vida donde el sistema ha logrado hacer gran hincapié es en las relaciones sociales. Hoy en día todo el mundo dispone de un móvil, ordenador o cualquier aparato con lo que ponerse en contacto con otra persona a distancia. El proceso de telecomunicación, aunque ha sido un proceso largo, se ve acelerado en estos últimos años por la fácil disposición de medios de telecomunicación en la sociedad. Las antiguas tecnologías, no a disposición de las clases más bajas, creaba la tendencia entre los jóvenes de divertirse en las calles, y es aquí en el trato humano del cara a cara donde se puede identificar casi a la perfección el estado anímico de las personas y entender el mensaje con la suficiente agilidad como para resolver malentendidos. Hoy en día esto ha sido sustituido, entre todo, por espacios de ocio virtual con improductivas, y a veces contraproducentes, conversaciones por redes sociales.
Esto no es casualidad. Nos han vendido el eslogan de «prisa y eficacia», conceptos basados en el producto a comerciar, sobrepasando a la búsqueda de relaciones profundas basadas en la convivencia real innata en el ser humano. Es curioso este tema tan poco explotado. Cuando hablamos de empatía, entendemos que es la capacidad de familiarizarse con los sentimientos de otras personas (al margen de estar o no de acuerdo con lo que dice). Mediante esta premisa, la de lo rápido y sencillo por encima de lo humano, se elimina la empatía, obteniendo unas relaciones superfluas[i]. Es normal entonces que las relaciones sociales se vean afectadas perjudicialmente por estos fenómenos. Se malinterpretan expresiones y un emoticono no nos va a salvar de ello.
Como ya hemos dicho, de forma inconsciente, adquirimos y repetimos valores del sistema: demagogia, infantilismo, chantaje emocional, autoritarismos, sensacionalismo… Esto una vez más repercute en nuestras relaciones sociales, pues a veces por egolatría no aceptamos nuestros errores y la forma que tenemos de resolverlos es la evasión, la manipulación y demás herramientas más propias de la socialdemocracia que de los anarquistas. Este punto llega a ser hasta tal punto enfermizo, que lejos de haber un trato de tú a tú, se lanzan «pullitas» por redes sociales, típicas frases que de manera indirecta inciden en una desconocida persona. La reacción ante este problema es clara. La gente pregunta y se responde. Esta forma unilateral y virtual de afrontar los problemas es un grave problema en los anarquistas. Nuestros valores por los que abogamos, la acción directa y el asamblearismo, se ven enormemente afectados, haciéndonos más incoherentes y por tanto haciendo de la anarquía algo más pésimo que papel mojado.
Es curioso que en los círculos libertarios no se trabaje como se debiese en la forma de resolución de conflictos y por ello nuestras formas se parecen más a un juicio del Estado, del que se intenta educar mediante el castigo, el cumplimiento de una norma incuestionable y de forma unilateral; o por otro lado pasa a ser el típico gallinero de un programa de salsa rosa, donde no se intenta buscar el problema y las formas para que no vuelvan a pedir, sino a través de la demagogia busca el posicionamiento de un público, agente extraño ante el conflicto de las partes, para que este publico ejerza una presión social sobre un sujeto que actuara en base al miedo ejercido en él, y no unos argumentos.
Estos tristes escenarios los encontramos en nuestros círculos. Debatimos mucho sobre lo malo que es el Estado y no buscamos nuestras propias herramientas para resolver los problemas del día a día. Es vital empezar a crear dinámicas en nuestros colectivos (grupos de tu barrio, no grupos de Facebook) donde ante la aparición de problemas, los cuales siempre aparecen, se lleve a cabo una praxis libertaria para resolverlos.
A modo de esbozo podemos dar unas pinceladas:
· Notificación del problema hacia el individuo o colectivo causante por parte de la persona o el colectivo afectado. Hay problemas que el propio causante es el afectado (una drogodependencia, por ejemplo), en el cual las partes más cercanas a ese individuo deben explicar y argumentar el porqué del problema. Debemos cuidar de todas y todos.
· Debate sobre el problema. Por si hubieran malinterpretaciones, por si el error fue intencionado o accidental. Incluso por si no existiese el problema.
· Muestra real de disculpa por parte de la parte causante y búsqueda consensuada para evitar su repetición en un futuro. Es aquí lo que nos diferencia realmente de los Estados.
Evitemos en la medida de lo posible las relaciones sociales a través de redes.
Por nuestra felicidad. Por la anarquía.
¡Viva la empatía!
«Somos anarquistas por un sentimiento que es la fuerza motriz de todos los verdaderos reformadores sociales y sin el cual nuestro anarquismo seria una mentira o un sin sentido. Este sentimiento es el amor por los hombres, es el hecho de sufrir por los sufrimientos ajenos.«
Errico Malatesta
Nota:
[i] Por un experimento del psicólogo Albert Mehrabian, determina en tal experimento que solo el 7% del mensaje se transmite por las palabras. El resto del mensaje lo determina la voz y el lenguaje corporal, 38% y 55% respectivamente. Este experimento solo se aplica a la hora de expresar emociones. No es equiparable en un debate sobre un tema en concreto. http://www.kaaj.com/psych/smorder.html
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