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Reflexiones sobre la democracia limitada y el oficio de mentir

Fuentes: Cádiz Rebelde

El referéndum revocatorio, convertido por el pueblo en rotundamente confirmatorio, que tuvo lugar en Venezuela el día 15 de agosto puso de manifiesto varias cosas muy importantes también en el exterior del país. En primer lugar cuáles son las reglas básicas -la Ley de Hierro- que definen y rigen los procesos democráticos del modelo occidental. […]

El referéndum revocatorio, convertido por el pueblo en rotundamente confirmatorio, que tuvo lugar en Venezuela el día 15 de agosto puso de manifiesto varias cosas muy importantes también en el exterior del país.

En primer lugar cuáles son las reglas básicas -la Ley de Hierro- que definen y rigen los procesos democráticos del modelo occidental.

En segundo lugar cuál es el valor que tienen realmente las decisiones populares para la oligarquía mundial, y cuál es el papel de los medios de comunicación en todo este negocio de la voluntad popular.

El presidente Chávez por el mero hecho de decir lo que piensa y hacer lo que dice, y el pueblo venezolano por el hecho de saber lo que vota y estar dispuesto a defenderlo con uñas y dientes, están desquiciando el proceso político establecido.

Venezuela es una anomalía peligrosa, un ejemplo inaceptable.

Votar, sí, pero con cuidado

La primera regla básica es que los pobres, los humildes, los trabajadores, no tienen derecho al voto.

Lo ejercen de prestado y para que puedan realizar una función de aclamación. La democracia representativa del capitalismo liberal necesita cierto número de votos -cada vez menos- para legitimarse.

Los pobres, los parados, subempleados y marginados de todo tipo, están obligados a votar a los líderes de la burguesía. Siempre tendrán al menos dos entre quienes elegir: ese número de candidatos -políticamente casi gemelos, por otra parte- expresa bien el contenido exacto, la medida precisa, de esa frase que repiten los medios al finalizar los procesos electorales: la «grandeza de la democracia».

Los pobres están ahí -en su laburo, cuando lo tienen, y en su inseguridad y congoja permanente- para mantenerse al margen de toda pasión política. También están para actuar -da lo mismo una cosa que la otra- con la lógica inmediata del desdén por su papel de comparsas políticos -absteniéndose-, o dejándose llevar por la pulsión que genera una propaganda intensiva que una vez limitadas drásticamente las opciones políticas exige machaconamente que se ejerza el «derecho ciudadano al voto».

Cuando las grandes mayorías insisten en no votar a esos candidatos de la burguesía, sus decisiones son cuestionadas una y otra vez y de todas las maneras posibles como estamos viendo en la Venezuela bolivariana. Desde el golpe militar hasta el sabotaje petrolero, sin olvidar toda clase de presiones, chantajes y amenazas. La democracia queda en suspenso porque, si bien el poder se ha ganado con las urnas los doctores de la Ley determinan que se «ejerce con las botas». Entonces las votaciones no valen aunque se confirme por octava vez la opción de la mayoría, como ocurrió el día 15 de agosto en Venezuela. Chávez ha ganado con un contundente 60% de los votos… pero Chávez -no la pobreza sin remedio combinada con la opulencia cargada de desprecio- divide al país. En uno de los países con más desigualdades sociales, la lucha de clases en una creación presidencial.

Volver al voto limitado

Todavía los textos legales no han regresado abiertamente al sufragio censitario -se vota a partir de cierto nivel de renta, o no votan determinados grupos sociales: mujeres, analfabetos, negros- que generalizó la burguesía liberal durante el siglo XIX y prolongó durante buena parte del siglo XX para poner freno a los impulsos de los descamisados de las primeras revoluciones. El sufragio limitado es ahora una consecuencia de hecho de los sistemas políticos cerrados. Sin embargo los sistemas electorales van adaptándose, poco a poco, a una permanente intención limitadora. Los sistemas legales garantizarán muy pronto las democracias «representativas» y limitadas. Las que garantizan el consenso con diferencias económicas brutales. Tal es al menos el futuro previsible.

En los Estados Unidos, democracia-patrón del mundo civilizado, el sufragio pasivo -es decir, la posibilidad de presentarse como candidato- es cosa reservada para multimillonarios de verdad, y el sufragio activo -el derecho y la disponibilidad para votar- enflaquece y se concentra cada vez más en ciudadanos de piel blanquita que no han tenido ningún problema con las autoridades judiciales, ni han pasado por ese hábitat temporal de los marginados que es el sistema carcelario. Millones de «sin papeles» y de residentes no nacionalizados no tienen derecho al voto. Por otra parte, las medidas antiterroristas están abriendo el camino para la creación de nuevos contingentes de ciudadanos aterrorizados a los que se les negarán los derechos electorales. Si los ciudadanos son negros podrán siempre ser disuadidos o bloqueados como ocurrió hace cuatro años en Florida.

La Ley Kissinger

El problema de la democracia mercantil del consenso de Washington es que de vez en cuando esos ciudadanos que no deben serlo se empeñan en alterar la buena práctica del sistema. Entonces suenan las advertencias desde los Estados Unidos, el país gobernado por un tipo con las credenciales fascistas tan sólidas como las que ha recogido Bush en sólo cuatro años.

La solución a este problema fue proclamada por Kissinger hace cuatro décadas como una «salvedad democrática». Las gentes pueden votar cuando son capaces de elegir adecuadamente, cuando no, el voto puede ser despreciado y el pueblo que lo ha emitido debe ser castigado. Pinochet, Videla y otros tipos criminales que ejercitaron masivamente ese oficio aprendido en la Escuela de las Américas, fueron la respuesta de los Estados Unidos a la democracia desmandada en el Cono Sur latinoamericano.

Las limitaciones al único derecho -eso sí, manipulado- que le queda a los ciudadanos han aparecido de manera muy clara con ocasión del referéndum revocatorio -que resultó en una confirmación clamorosa a Chávez- en Venezuela.

La extraña locura de la oposición venezolana

La «oposición» venezolana -la misma que activó el golpe de estado en abril de 2002- se ha negado a aceptar el resultado del referéndum pese a que fue realizado con todas las garantías, a que ningún observador internacional puso en duda el resultado, y a que éste fue tan aplastante -en las urnas, en la movilización social y en el ambiente- que las dudas eran poco menos que imposibles.

La autodenominada «Coordinadora Democrática» -reconocida con ese calificativo por políticos y medios de comunicación occidentales- llegaba desde atrás con las alforjas llenas con un historial antidemocrático casi insuperable, empezando con un golpe de estado de características claramente fascistas y con sucesivos intentos de fraude de descomunal tamaño: «firmazos», «reafirmazos» y «planillas planas»

Lo que parece histeria y conducta irracional es en realidad la perseverancia en una estrategia fascista y, sobre todo, la confianza absoluta en la permanencia de sus apoyos internacionales. No en vano los países «democráticos» no han hecho ascos ni siquiera a la asunción del poder supremo por Carmona y a la liquidación de todos los poderes constitucionales del estado.

Para verificar la indestructible relación entre la oposición fascista venezolana y los gobiernos occidentales presididos por el de Estados Unidos, podríamos hacer una lectura de las declaraciones de los políticos -que toman distancias, establecen reservas o señalan condiciones al triunfo de Chávez-, y observar la preparación de la opinión pública que ya ha iniciado Falsimedia.

Mentir es la habilidad de Falsimedia

Diez días de prórroga antes de insultar al pueblo

La lectura atenta del editorial de El País del día 26 de agosto, por ejemplo, proporciona elementos muy significativos para saber hasta donde han llegado ya las cosas en la definición y exigencia de una democracia oligárquica, y hasta dónde llegarán el un futuro próximo.

El periódico de los «progres» españoles se tomó únicamente diez días para liquidar las consecuencias lógicas inmediatas del gran triunfo de Chávez. Es como si el apoyo masivo al presidente y a la revolución bolivariana no fuesen hechos a tener en cuenta.

«El resultado del referéndum revocatorio del 15 de agosto indica que hay Chávez para rato; y, pese a que sería razonable que reinara una cierta reconciliación, al menos sobre las reglas del juego, entre Gobierno y oposición, lo previsible es que siga el conflicto. Si el presidente hubiera perdido, el enfrentamiento, de otro modo, también se hubiera prolongado.»

El desdén le sale por los poros. Ni una palabra sobre el significado del referéndum ni siquiera en relación con esas «reglas del juego». Lo despacha con un despectivo «hay Chávez para rato». El conflicto, que en estos momentos está centrado en la negativa de la coordinadora antidemocrática a aceptar los resultados, y en la llamada directa y continua a la violencia, no merece más reflexión que la de que el conflicto se hubiera producido también con resultados desfavorables a Chávez.

Ni una palabra tampoco sobre el hecho que se dirimía y que se resolvió el 15 de agosto «el aval del pueblo venezolano para que gobierne su presidente, Hugo Chávez». El País calla sobre la continua ruptura de las reglas de juego por parte de la oposición que ya dio un golpe de estado. Tampoco menciona la reiterada insistencia del gobierno bolivariano en que respetaría el resultado del referéndum, declaración de intenciones previa a la votación que jamás fue compartida por la oposición.

Encarar el futuro desde fuera

«Pero para encarar el futuro de Venezuela, desde dentro y desde fuera, hay que partir de la base de que Chávez sale reforzado de esta prueba en las urnas que él no buscó, como salió del frustrado golpe de Estado en abril de 2002.»

«Encarar el futuro de Venezuela, desde dentro y desde fuera» es una verdadera declaración de injerencia que repetirá con más claridad un poco más adelante. La legitimación de la «intervención exterior» es notoria en un medio que estuvo vinculado al golpe de abril y a todos los intentos de desestabilización en Venezuela.

«Sale reforzado de una prueba en las urnas que él no buscó» pero en la que se implicó a fondo. El País sugiere que fueron los errores de la oposición y no el pueblo de Venezuela los que han reforzado a Chávez. La exclusión del pueblo venezolano es escandalosa -no se hace ni una sola referencia a su intervención en el referéndum- y patológica dentro del marco simbólico de «medio democrático» en el que se desenvuelve este representante cualificado de Falsimedia.

Está claro que la oposición se equivocó al lanzarle un órdago sin tener ni la organización, ni el liderazgo, ni los medios necesarios para poder aspirar a ganarlo.

Curiosa afirmación la de que la oposición «no tenía los medios necesarios para aspirar a ganarlo» ¿A qué medios se refiere el País? ¿Medios de comunicación? ¿Dinero? ¿posibilidades de organizar un fraude?

La honrada oposición denuncia fraude

«Firmemente convencida de que hubo fraude, no tomó las suficientes precauciones previas, ni ha aportado pruebas fehacientes luego.»

Aquí llegamos al verdadero meollo del asunto. El País siembra dudas sobre el triunfo de Chávez. La frase: «Firmemente convencida de que hubo fraude» es una verdadera infamia con la que otorga credibilidad plena a una oposición manifiestamente tramposa, y legitima el pataleo desvergonzado y la llamada a la rebelión que ha hecho la autodenominada «Coordinadora Democrática» después del día 15. Con ello legitima también los hechos de violencia de cuyas consecuencias culpa sin dudar a Chávez.

«De hecho, ha sido un pulso desigual, pues desde meses antes el chavismo estuvo toreando a la oposición, asegurándose el control del Consejo Nacional Electoral e inyectando dinero del petróleo en asistencia social y movilización electoral.»

Otra vez la sombra del fraude: «asegurándose el control del Consejo Nacional Electoral», y la acusación de clientelismo en la enorme política social igualitaria y dignificación del pueblo que han desarrollado las Misiones del gobierno bolivariano: «inyectando dinero del petróleo en asistencia social y movilización electoral».

«Si quiere tener opciones, la oposición tendrá que organizarse mejor, y prepararse con la vista puesta en las presidenciales de 2006, para las que, hoy por hoy, Hugo Chávez es el favorito. La oposición necesita partidos, líderes y programas nuevos. Los viejos no sirven, hundidos en el fango de otra corrupción.»

El País -que le abre camino al candidato de Polanco y de su aliado Cisneros a la presidencia en Venezuela- no tiene ahora inconveniente en acusar a los partidos tradicionales de la «otra corrupción», es decir, siempre, en el espejo de Chávez.

El pueblo gana, retroceden las libertades

«Chávez se ha granjeado un mayor apoyo internacional cuando el resto del mundo no quiere más problemas que encarezcan aún más el precio del crudo y sabe que tendrá que contar con el presidente venezolano, que ha anunciado una imprecisa «nueva etapa» de su «revolución bolivariana». Los casos de violencia que se han vivido tras el referéndum no son un buen augurio. La comunidad internacional tiene que permanecer vigilante ante posibles retrocesos en las libertades tras el referéndum. El presidente venezolano debe ahora demostrar espíritu de conciliación. Hasta el momento no ha hecho sino hundir la economía, y no puede contar, para que se recupere, únicamente con los ingresos del petróleo.»

Más claro, agua. El mayor apoyo de Chávez no se deriva del enorme refrendo popular -faltaría más- sino de que «el mundo no quiere más problemas que encarezcan aún más el precio del crudo».

«Los casos de violencia que se han vivido tras el referéndum no son un buen augurio». La violencia, como en el caso de Puente Llaguno, o en el del sabotaje petrolero, es, para El País, siempre culpa de Chávez.

En lugar de reconocimiento democrático el presidente de Venezuela se ha ganado la sospecha de la comunidad internacional que debe vigilar sus posibles desafueros.

Además, Chávez «debe demostrar espíritu de conciliación» con los que desprecian la voluntad del pueblo y le niegan su calidad de presidente de Venezuela.

Volver al 11 de abril

«Libre de las hipotecas de su predecesor, el presidente español, Rodríguez Zapatero, puede tener un especial papel, desde España y con toda la UE, para ayudar a Venezuela a entrar en la senda de la sensatez, junto a la Administración estadounidense que salga de las urnas el próximo 2 de noviembre. Pasado el referéndum, el mundo no debería desentenderse de Venezuela, un país que tenía y tiene todas las bazas para ser más rico, más justo y más democrático.»

Después de hacer un juicio tan radical como falso sobre el «hundimiento de la economía», El País recomienda a Zapatero que asuma la posición de Aznar, una actitud política compatible con la misma estructura de poder -y la misma voluntad- que estuvo detrás del golpe del 11 de abril y de todos los posteriores intentos de «tumbar a Chávez»: los Estados Unidos, el gobierno español y la oligarquía venezolana.