En este artículo el autor reflexiona sobre la religión y sus propósitos con la intención de ofrecer a los militantes del campo popular argumentos que nos ayuden en la disputa ideológica al lado de las masas bajo influencia de la extrema derecha capitaneada por las iglesias neopentecostales.
Lamentablemente, a pesar de que nos estamos adentrando en el segundo cuarto del siglo XXI, en la sociedad brasileña y en casi todas las demás sociedades del mundo, los conflictos religiosos siguen estando muy presentes.
La experiencia que he adquirido a lo largo de la vida me ha llevado a concluir que el factor religioso todavía se hace sentir, no obstante los avances tecnológicos que la humanidad ha acumulado. Sin embargo, aunque hace tiempo que me desvinculé de las creencias espirituales, no soy de los que consideran que la religiosidad, en sí misma, conlleva un significado intrínsecamente negativo. Como ocurre con casi todos los demás sentimientos humanos, los beneficios o inconvenientes de la práctica religiosa también dependen de varios otros factores y sus respectivos contextos.
Por cierto, conocemos innumerables casos en los que la fe religiosa ha motivado e impulsado a muchas personas a afrontar enormes dificultades para salvar las vidas o aliviar el sufrimiento de quienes se veían amenazados. Por otro lado, sabemos que algunas de las atrocidades más terribles han sido cometidas por personas igualmente imbuidas de inspiración religiosa. En otras palabras, si bien existen varios ejemplos en los que la religión induce a acciones altruistas, hay otros en los que sirve para incitar a los crímenes más abominables.
Lógicamente, desde una perspectiva humanista o humanitaria, todo lo que nos conduce al bien debe considerarse favorable, deseable e incluso loable, ya sea en función de motivación religiosa o de cualquier otra índole. Por otro lado, absolutamente nada que promueva o fomente el mal debe ser aceptado ni tolerado por ninguna persona de buen carácter, aun que para tal se empleen argumentos religiosos.
Es sabido que, estimulados por la fe, los seres humanos se mueven con mucha mayor tenacidad y determinación que en circunstancias normales. Entonces, son capaces de superar barreras que antes les parecían insuperables. Pero, esto también vale para el lado malo. Ciertas monstruosidades que suelen horrorizarnos y causarnos enorme repugnancia pueden cometerse sin vacilación cuando uno cree que actúa según los designios de seres superiores. Así, en resumen, el sentimiento religioso puede estar al servicio del bien, pero también puede promover la práctica del mal.
Si decidimos convenir que todo lo concerniente al bien se relaciona con la figura de Dios, y que todo lo que atañe al mal se vincula con el diablo, concluiremos que las proposiciones religiosas pueden referirse tanto a uno como al otro. En mi opinión, para saber a quién favorecemos en esta disyuntiva, es crucial que meditemos sobre los fundamentos de lo que nos proponemos defender o promover.
Pero ¿con cuáles herramientas contamos para hacer tal evaluación? Algunos podrían mencionar los preceptos estipulados en textos considerados sagrados como, por ejemplo, la Biblia y los Evangelios, de los cristianos, la Torá, de los judíos, el Corán, de los musulmanes, el Canon Pali, de los budistas, etc. Con todo, aunque todos ellos contienen muchas enseñanzas valiosas, siempre existe la posibilidad de interpretaciones que nos empujen tanto en una dirección como en la contraria. Por lo tanto, la herramienta más efectiva, la que está presente en todos los seres humanos, es la CAPACIDAD DE RAZONAR. En otras palabras, la mejor manera de determinar si caminamos por la ruta que conduce al bien, o si seguimos rumbo al mal, es mediante el ejercicio de la razón.
Al decir que es a través del uso de la razón que podemos determinar qué nos beneficia o no, no pretendemos ignorar los sentimientos de los religiosos. Todo lo contrario. Quienes asumen que todos los seres vivos son criaturas de Dios deben también estar de acuerdo en que Dios ha creado a los seres humanos con la capacidad exclusiva de razonar, o sea en condiciones de distinguir entre el bien y el mal. Entonces, ¿por qué disgustaríamos a Dios al recurrir al instrumento principal con el que nos ha dotado para definir tales temas? No tiene sentido creer que, en los momentos más cruciales, Dios nos prohibiría usar una capacidad con la que nos ha moldeado. Según ya hemos acordado, Dios siempre representa la búsqueda del bien. Por consiguiente, en todas las situaciones, es esencial que apelemos a la razón para dirimir las dudas que enfrentamos.
Con esto en mente, nunca deberíamos aceptar nada que, tras un análisis cuidadoso, se nos muestre malo, injusto o perverso. Podemos ilustrar esto con el caso clásico de quienes citan textos bíblicos para justificar las acciones del sionista Estado de Israel en la expulsión y exterminio del pueblo palestino. Para quienes defienden esta interpretación, los sionistas tienen derecho a actuar de esta manera con los palestinos, ya que los judíos son el pueblo elegido de Dios, y aquellas tierras les fueron concedidas por él. ¿Cuál debería ser nuestra postura al respecto?
Poniendo nuestra razón a trabajar, nos preguntaríamos: ¿Podría Dios ser tan discriminador, tan racista, tan injusto, hasta el punto de preferir a un pueblo en detrimento de todos los demás? Al reflexionar sobre esto, es lógico concluir que tal comportamiento no tiene nada que ver con Dios, puesto que el racismo, la discriminación y la injusticia son cualidades malignas, es decir, características del diablo.
A su vez, muchas iglesias, especialmente aquellas estrechamente vinculadas al nazibolsonarismo, difunden entre sus seguidores la idea de que el aborto es el peor delito imaginable y, en consecuencia, no debe tolerarse bajo ninguna circunstancia. ¿Qué podemos argumentar en cuanto a esto?
Por supuesto, a diferencia de la hipocresía que caracteriza a muchos de los líderes de esas iglesias, este problema nos aflige. Queremos reducirlo lo máximo posible, una vez que el aborto es siempre traumático para las mujeres. Empero, esto no se puede lograr mediante una prohibición cruel y sin sentido, que a menudo exacerba el drama y el sufrimiento de las mujeres pobres.
Las mujeres adineradas y las de clase media, incluidas las hijas y esposas de muchos pastores, por tener acceso a clínicas privadas de alta calidad, seguirán abortando regularmente, como siempre lo han hecho. Pero, las jóvenes pobres se ven obligadas a arriesgar sus vidas, y cada día, muchas mueren debido a la atención inadecuada en procedimientos abortivos precarios.
Si se quiere de verdad reducir drásticamente el número de abortos, habrá que dejar a un lado la hipocresía y reconocer que se trata de un problema de salud pública. El método más eficaz para lograrlo es mediante una educación sexual responsable, que oriente tanto a mujeres como a hombres sobre las causas y consecuencias del embarazo precoz o no deseado. Con todo, impedir que las mujeres ejerzan su derecho a la interrupción del embarazo en los casos ya previstos por la ley es inmensamente cruel, una perversidad que nada tiene que ver con la defensa de la vida, una monstruosa insensibilidad ante el sufrimiento ajeno. Es una vileza totalmente contraria a las enseñanzas de Jesús. En otras palabras, es obra del diablo.
En nuestro país, otro punto al que algunas iglesias se aferran es la defensa de la familia. Sin duda, es importante garantizar que las familias puedan vivir con justicia y dignidad. Sin embargo, ciertos jerarcas religiosos parecen creer que a Dios no le importan mucho los cientos de miles de niños sin hogar que vagan por las calles en el más absoluto desamparo, sufriendo hambre y otras privaciones. Para ellos, la furia del Señor proviene de su aversión a la eventualidad de que se formalicen los matrimonios homo-afectivos. Es como creer que la prioridad de Dios es impedir que una persona sienta amor por alguien de su mismo sexo, en lugar de poner fin a las grandes desgracias que azotan a tantos en el mundo.
Innegablemente, lo que de hecho permite a las familias vivir con dignidad son las condiciones básicas con que cuentan. Con los escasos recursos disponibles, es común que padres y madres sean forzados a pasar la mayor parte de su tiempo trabajando, lo que les impide dedicar la atención necesaria a sus hijos, asegurar su desarrollo como ciudadanos y educarlos para afrontar los desafíos de la vida. Por eso, es evidente que todos los que llevan a Dios en el corazón deben preocuparse seriamente con la situación de las familias. Así, tienen que estar en la primera línea en la lucha para eliminar las injusticias sociales que desestructuran a las familias. Un primer paso en esta dirección sería unirse activamente a la campaña para acortar la jornada laboral y ponerle fin al sistema 6 por 1. La adhesión a la lucha por la defensa de la familia también ayuda a unificar a todos, sean religiosos o no.
Como ya hemos mencionado, no hay impedimento para que personas religiosas y no religiosas caminen y luchen codo a codo por construir un mundo más justo y solidario. Es inconcebible pensar que Dios sea tan egoísta hasta el punto de solo aceptar lo que lleva su propia etiqueta.
Por lo tanto, un Dios digno de ser seguido y respetado jamás se opondría a nada que aspira a asegurarles una vida más digna a todos los seres humanos por el simple hecho de que quienes se dedican a esta tarea no lo hacen invocando su nombre. A su vez, les cabe a los no creyentes entender y admitir que ningún proceso de transformación social que beneficie al pueblo en su conjunto dejaría de ser válido y aceptable tan solo porque los que lo encabezan profesan una religión.
Independientemente de tener o no una fe religiosa, todos podemos unirnos y seguir el mismo camino, siempre y cuando nuestro objetivo común sea construir un mundo en donde la dignidad, la justicia y la solidaridad sean los valores más prominentes.
Traducido del portugués para Rebelión por el propio autor. fue publicado originalmente en los siguientes medios:
– https://desacato.info/reflexoes-sobre-a-religiao-e-seus-propositos-por-jair-de-souza/
– https://www.brasil247.com/blog/reflexoes-sobre-a-religiao-e-seus-propositos
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.