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La unidad de la izquierda radical según Umpiérrez

Reformismo y revolución

Fuentes: Rebelión

Leía la «unidad de la izquierda radical» de Francisco Umpiérrez (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=24289), y ya el primer entrecomillado me ha llamado la atención. Me ha recordado un método de argumentación erístico propio de los demagogos: para tener razón conviene citar a una gran autoridad. Y dijo tal… que a veces resulta más contundente cuando el «tal» en […]

Leía la «unidad de la izquierda radical» de Francisco Umpiérrez (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=24289), y ya el primer entrecomillado me ha llamado la atención. Me ha recordado un método de argumentación erístico propio de los demagogos: para tener razón conviene citar a una gran autoridad. Y dijo tal… que a veces resulta más contundente cuando el «tal» en cuestión se presupone: Dios, Marx o Lenin. Una cita no puede cumplir la función de desprestigio de un concepto, y menos aún del concepto de revolución, que incluso ha sido utilizado en contextos ajenos a la política, como el caso epistemológico de Khun y su teoría de las revoluciones científicas.

Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo si ciertos acontecimietnos son o no son revolucionarios, pero creo que no hay argumento posible que anule al concepto como si se tratase de un concepto perverso. A los conceptos hay que dotarlos de sentido.

Foucault dijo que para ser revolucionario hay que sufrir una conversión, similar, pero salvando ciertas distancias, a las conversiones religiosas. Él dejó de creer en la revolución y buscó por otros lugares. Cooper (antipsiquiatra) decía que para poder hacer una revolución es necesario estar preparado.

El pensamiento revolucionario no es necesariamente de izquierdas. Entonces ¿qué caracteriza a la izquierda? ¿Y por qué el adjetivo «radical»? Etimológicamente radical significa (más o menos) ir a la raíz. Pero ¿qué necesidad hay de utilizar esta metáfora arborescente? Pretender llegar a la raíz de las cosas oculta una pretensión de verdad, no sólo desde el punto de vista de que allí, en la raíz, se encuentra la verdad, sino de que hay una verdad esperándonos en algún lugar y que una vez alcanzada se habrán resuelto los problemas (que recuerda mucho al psiconálisis, ¿burgués, verdad?).

1ª verdad del Umpiérrez: la conciencia media es burguesa.

2ª verdad: hay que aceptar el socialismo reformista.

3ª verdad: hay que aceptar la actividad parlamentaria.

Que son axiomas.

1º teorema: Por la 1ª verdad, yo y nosotros, los sabios, la elite, guiaremos al mundo

2º teorema: Por la 2ª verdad, hay que esperar a que crezca el fruto del socialismo reformista.

3º teorema: Por la 3ª verdad, desde el parlamento se llegará a cambiar la 1ª verdad.

Comentario. Sólo puede haber reformismo desde el parlamento, por lo que si fuese cierto el 3º teorema lo sería por el 2º. Y si se produce el 3º teorema, el 1º dejaría de ser necesario, puesto que la 1ª verdad ya no sería tal.

Es la pescadilla que se muerde la cola, una especie de respuesta al fracaso de la parusía (fin del mundo en vida de los primeros cristianos) llevada al terreno del socialismo. Lógicamente insostenible, incluso con la dialéctica más optimista en la mano.

Si hurgásemos en las raicillas de nuestro actual Parlamento, ¿qué encontramos? Una herencia franquista muy bien orquestada: monarquía, iglesia católica,… Y una vez llegados a estas profundidades (que supongo que los trabajadores españoles desconocen debido a su conciencia burguesa), ¿qué hacemos? ¿Abstenernos ante una LOE ultraconservadora propuesta en el parlamento por socialistas reformistas?

Ponerse el adjetivo radical es como ponerle una pluma de pavo a la chistera, y haberse olvidado que los pescadores la usaban para meter sus peces. La izquierda es la chistera de verdad, con una boca angosta para que no escapen los peces, y no la del sombrero de copa de la elite encopetada.

A golpe de decreto siempre quedará la duda de qué piensan los ciudadanos sobre esta o aquella cuestión. ¿Se atreverá el parlamento a preguntarnos si queremos la pena de muerte? No, no sea que la mayoría esté a favor. La consecuencia del parlamentarismo es que al no confiar en el pueblo (sea lo que sea que signifique esto) nunca desarrollará programas de participación y protagonismo ciudadano. En fin, nunca se atreverá a organizar movimientos revolucionarios. Desde el capitalismo no se llega al socialismo, y si un parlamento lo logra es porque desde el primer momento se ha constituido como anticapitalista (esperemos que Venezuela nos enseñe algo al respecto). Desconfío de una izquierda que no pretenda ser revolucionaria, precisamente porque la revolución no se sueña, sino porque se hace. La cuestión es si debe hacerse a través de un partido político o de otra manera. Umpiérrez cree que sólo puede hacerse desde un partido político, y que lo demás son sueños. ¿Serán sueños los movimientos sociales antiglobalización (o altermundistas, como queramos llamarlos), por poner un ejemplo? Queda claro que IU no es precisamente una izquierda interesante, porque nació de los avatares del pacto de la Moncloa, pero es posible que a un nuevo partido de izquierdas que se desligue radicalmente de dichos pactos, no le pudiésemos acusar de complicidad. Pero si el partido que se nos propone habla tan a la ligera del pensamiento revolucionario, si ni tan siquiera menciona este distanciamiento mocloísta, volverá a encontrarse con el muro de hierro del PSOE, contra el que se ha estampado toda la izquierda desde el 75 (más o menos). Una izquierda debe ser revolucionaria, no radical, pero con un objetivo primordial: la participación y el protagonismo ciudadano, que a mi entender es la única forma de sustituir a la revolución armada. Como decía al principio, a los conceptos hay que dotarlos de sentido, no escaparse hacia el Wikipedia más academicista, sino precisamente escribir en el Wikipedia más libre, que la participación y el protagonismo es revolucionario.