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¿Unión de Uniones?

Reino Unido, Naciones Unidas, Estados Unidos

Fuentes: Rebelión

Al principio estaba La Palabra… Abrimos un tomo con forros de piel negra. The New Encyclopaedia Britannica. Se trata del Volume 29. Macropaedia de la 15th. Edition de 1993. Un curso completo de nivel doctoral podría impartirse sobre la ideología política subyacente tras la secuencia alfabética de las tres primeras referencias que se presentan: United […]

Al principio estaba La Palabra…

Abrimos un tomo con forros de piel negra. The New Encyclopaedia Britannica. Se trata del Volume 29. Macropaedia de la 15th. Edition de 1993. Un curso completo de nivel doctoral podría impartirse sobre la ideología política subyacente tras la secuencia alfabética de las tres primeras referencias que se presentan: United Kingdom, United Nations y United States.

La trinidad de las uniones: Reino Unido, Naciones Unidas, Estados Unidos. La unión de Uniones: se trata de una imagen lineal de la civilización occidental, el continuum de los tres tiempos en la vida del hombre. Un pasado monárquico que llegó a su cenit en el siglo XIX con el Imperio Británico. Un presente transitorio de Sociedades de Naciones la primera mitad del siglo XX y de Organizaciones de Naciones en la segunda mitad. Un futuro de Estados Unidos en el alba del siglo XXI.

Pero decir que todos tienen igual importancia sería una mentira. La historia que ha pasado y el futuro que está por llegar son ambos importantes. Por coyuntural y fugaz, el presente es el delgado tronco de un árbol que se empeña en separar el origen y el destino, las raíces de los frutos, y que sin embargo, a cada momento es sublimado como historia. La historia que relata The New Encyclopaedia Britannica concede su justa dimensión a cada espacio en este tiempo de 457 páginas: El Reino Unido merece 139 (pp. 1-139), las Naciones Unidas 9, (pp. 140-148) y los Estados Unidos 309 (pp. 149-457). Monárquico –Britannico– el padre retiene un reino de 30.41% y cede al hijo pródigo Estatal -el menor según la Biblia- riqueza al 67.61% sin consideración por el tercer miembro de la familia -el tercer miembro de la unión de Uniones- a quien se abandona con el 1.96%, las Naciones Unidas.

…Y después estaba Lucas

Cualquier funcionario de la organización internacional podría sentir una injusticia.

«Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y a mí nunca me has dado un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos, pero llega ese hijo tuyo, después de haber gastado tu dinero con prostitutas, y para él haces matar el ternero gordo.» (Lc. 15:29-30)

Podría tener algo de razón. Después de todo, excluyendo al hijo pródigo, en las Naciones Unidas están representados 190 Estados, 5 lenguas oficiales, cerca del 95% de la población mundial que ocupa casi el 93% de la tierra. ¿Merecen 9 páginas?. Por medio de sus voceros -los editores- el Padre podría tratar de compensar a los ofendidos:

«Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo» (Lc. 15:31)

Que en el mejor de los casos significaría un 32.37%, y como en el versículo siguiente (Lc. 15:32), los Reinos intentarán explicar a las Naciones la lógica de los Estados y el por qué de su apoyo a estos últimos. La Biblia no relata si el hermano del hijo pródigo entendió la explicación, y menos aún si la aceptó. ¿O será que la entendió demasiado bien? ¿El padre apoya al hijo menor, Washington pero no al mayor, Belfast?. Podría ser que en este caso el heredero legítimo de un reinado no sea el hijo mayor como dicta la costumbre sino el menor, porque es este último -Washington- quien continúa los ideales del padre desde una óptica totalitaria como es la de los imperios y no el mayor -Belfast- cuyo ideal de independencia se inspira más en el espíritu de la Carta de las Naciones Unidas de 1945 que a la sazón reza «Nosotros los pueblos [¿naciones?] del mundo…»

¿Pero de dónde viene este desequilibrio cuantitativo en la enciclopedia referida (ya no se diga la injusticia cualitativa en términos de contenido a la que conduce, ¡y las consecuencias educativas que provoca!)? Tal vez los editores de la famosa enciclopedia no son necesariamente los únicos responsables. Tal vez son víctimas de una autocensura inconsciente, sembrada en su cultura más de medio siglo antes. Lucas y la historia de pre-guerra y post-guerra dan la pauta.

Tras la caída de la Bolsa y la crisis de 1929, «Cuando lo gastó todo, sobrevino en esa región una escasez grande y comenzó a pasar necesidad» (Lc. 15:14), El hijo pródigo pensó en lo que tenía y podía seguir teniendo ahí en el hogar paterno (Lc. 15:17), y entonces giró los ojos hacia la Guerra del Pacífico. ¿Pensaba regresar para ser tratado, de verdad, como un siervo (Lc. 15:19)? En absoluto. Una lectura cuidadosa nos muestra que aún antes de trazar su plan -y de idear los argumentos que habría de esgrimir como falsa contrición (Lc. 15:19 y 21)- el hijo pródigo ya había revelado los motivos de su regreso. Lucas desnuda la hipocresía del arrepentimiento:

«Fue entonces cuando entró en sí: <<¿Cuántos trabajadores de mi padre tienen pan de sobra, y yo aquí me muero de hambre?>>» (Lc. 15:17)

Y se trazaron planes y justificaciones (¿Por qué no me levanto? Volveré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra Dios y contra ti; Lc. 15:18). El mundo conoció entonces la Carta del Atlántico firmada por Roosevelt y Churchill el 14 de Agosto de 1941, en donde, además del mea culpa implícito de rigor, ya hablaban de «la destrucción total de la tiranía nazi» -punto no. 6- de acuerdo con el Preámbulo del documento como un principio común a la política nacional en Gran Bretaña y Estados Unidos. ¿Estados Unidos?. ¿Qué no los Estados Unidos entraron a la Segunda Guerra Mundial después del ataque contra Pearl Harbor el 8 de Diciembre del mismo año? Evidentemente, Washington, como el hijo pródigo, tenía ya un plan elaborado antes de que ocurrieran los hechos, y ciertamente, por motivos muy diferentes a los que dieron a conocer como justificación de sus actos. En secreto, la corona británica, como el padre en la Biblia, los conocía.

El hijo pródigo emprendía el regreso. En el trayecto se movilizaron tropas, se provocó a los japoneses, se calentaron los motores de la maquinaria de guerra hasta que llegó el «Día de la Infamia». Comenzó la tragedia. La fábrica del horror nació, creció, se desarrollo, se reprodujo y murió dejando tras de sí sus muertos, heridos, torturados y desaparecidos. Hubo silencio. El hijo pródigo había llegado y fue bien recibido.

«Partió, pues, de vuelta donde su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión, corrió a echarse a su cuello y lo abrazó». (Lucas 15:20)

Las palabras estaban de sobra. El hijo pródigo no había dicho una palabra, no había hecho un gesto, y el antiguo señor de los mares aceptaba ya las consecuencias del regreso de aquél que se independizó en 1783, pactadas implícitamente antes de Pearl Harbor, antes de que el padre escuchara lo que ya desde el versículo 18 el hijo pensaba decir pero que no había expresado todavía. En realidad ambos sabían el significado completo del retorno. Sabían por ejemplo que las justificaciones bosquejadas por el hijo para defender su regreso eran propaganda para consumo externo. Ambos sabían que la pena del padre, más que por haber perdido un hijo, era por haber perdido un heredero. Ambos sabían que ese heredero había rechazado el reino del padre por la codicia de tener el suyo propio. Tal vez no un reino como tal, pero sí su poder, tal vez con otra forma, tal vez como un Estado. Ambos sabían que todo había comenzado como la búsqueda de una tierra prometida propia («Esta tierra se la daré a tu descendencia» Gen. 12:7) y sabían que el regreso respondía a la necesidad de expandir esa tierra prometida. Había llegado su momento. El heredero había encontrado ya lo que buscaba y ahora regresaba por más. Washington se sabía también el más querido de los hijos. Imagen y semejanza -práctica e ideológica- de su padre . Ambos sabían que el hijo pródigo regresaba para salvar al padre y su doctrina. De aquí que la compasión del padre al ver al hijo no era compasión por su vástago, sino por sí mismo.

¿Unión de uniones?

La cercanía política internacional de Londres y Washington bajo esta óptica se muestra ahora más natural. Da la impresión también que este es un buen punto para comenzar a desenmarañar la madeja del por qué del desequilibrio integral (cuantitativo-cualitativo) que acusa The Encyclopaedia Britannica respecto al conjunto, a la «unión de Uniones» con la que comienza las primeras 457 páginas del Volumen 29 de su 15ª Edición. Los antecedentes teológicos, históricos, ideológicos y políticos dan más sentido a lo que en primera instancia parecía mera proximidad alfabética. De todo esto, el hijo mayor, la ONU, saca la peor parte.



Fernando Montiel T.. Mediador. Analista y consultor en relaciones internacionales y resolución de conflicto. Director de Transcend Mexico. E-mail: [email protected]