Refutar a Lenin ha sido siempre el sueño de todo teórico aburguesado. En el discurso oportunista se ha utilizado las más diversas opiniones sobre sus tácticas y estrategias; aunque éstas resultan de tal modo claras, que las refutaciones tarde o temprano caen por sí solas ante la realidad que las rodea. Realidad que demuestra que […]
Refutar a Lenin ha sido siempre el sueño de todo teórico aburguesado. En el discurso oportunista se ha utilizado las más diversas opiniones sobre sus tácticas y estrategias; aunque éstas resultan de tal modo claras, que las refutaciones tarde o temprano caen por sí solas ante la realidad que las rodea. Realidad que demuestra que Lenin, actuó inequívocamente, de acuerdo con el dictamen histórico de la etapa que le tocó vivir, la del imperialismo, que aún hoy subsiste con los mismos rasgos distintivos que él supo antes que nadie y como ningún otro destacar.
Por esta razón, las impugnaciones se dirigieron por otros derroteros. Había que socavar la personalidad hasta entonces indiscutida de Lenin en el movimiento obrero y comunista internacional y ¿»qué mejor que su punto más débil»? ¡La filosofía!
En el prólogo a la edición española de «Materialismo y Empiriocriticismo» de la editorial Grijalbo, el profesor de filosofía, Sacristán, arremete contra él porque advirtió que su filosofar, le delataba como un ignorante en la materia. Ya hubo muchos y los hay todavía, que quizás no se atrevieron a tanto, pero, pretendieron, a través del pensamiento de Lenin establecer profundas diferencias entre él y Marx-Engels. El caso es neutralizar las influencias de las obras de Lenin en el presente «interregno» ideológico, no en balde el periodo de reflujo del movimiento obrero es el preferido para los apologistas del «enriquecimiento», como mas propicio para pasar de matute sus reformas, antes de que los marxistas-leninistas puedan siquiera respirar. La lucha ideológica no admite tregua.
¿Fue Lenin un mal filósofo? ¿Se aprecia contradicción entre la obra de Marx-Engels y Lenin? Tal vez Sacristán tuviera un poco de razón, la manera de expresarse no es muy ortodoxa que digamos. Se ve a leguas que no gusta tanto de los rodeos como de la acción directa. A Lenin le falta el barroquismo de los filósofos. Por otro lado, nunca pretendió sentar cátedra en filosofía. Dijo lo preciso, poco, pero sustancioso. Hasta la presente nadie ha sido capaz de revocar su definición de la materia, demostrando que la materialidad del mundo objetivo que él describe viene a confirmar de modo científico la tesis de Marx y Engels sobre la eternidad de la materia en constante devenir. Entrando en el terreno de las abstracciones es posible que otros eruditos marxistas, de habérselo propuesto habrían conceptuado la materia mucho más filosóficamente. Pero no lo hicieron, ni mejor ni peor, sencillamente, no lo hicieron. Aún en nuestros días, cuando las ciencias se han desarrollado de forma i nconmensurablemente superior y a gran distancia con respecto de la época de Lenin, no encontramos ninguna otra formulación más certera capaz de negar la teoría del reflejo del líder soviético.
Pero, si la materia es la realidad objetiva que existe independiente de nuestra conciencia, quiere decir -según algunos filósofos de la escuela «occidental»- que Lenin rompe con la dialéctica. Korsch afirmaría que en este caso destruyó toda la relación dialéctica entre la conciencia y el ser. En efecto la idea leninista del conocimiento no es otra cosa que el reflejo del mundo exterior en el sujeto, de esta forma, objeto y sujeto aparecen independientes, pero se interrelacionan.
Las lecturas inquisidoras apresuran sus conjeturas y sentencian que mientras Engels objetiviza la dialéctica en la Naturaleza, Lenin en cambio, la subjetiviza en el ser humano, en un proceso que le lleva a transitar desde la ignorancia al conocimiento y del conocimiento inexacto al exacto. ¿Qué hay de cierto en ello?
Si separamos la dialéctica de la Naturaleza del materialismo histórico, si cortamos toda ligazón entre el pretendido subjetivismo dialéctico de Lenin con la dialéctica de la naturaleza de Engels, es fácil deducir que Lenin cae en el mismo error de los empiriocriticistas a los que él revocó con tanto ahínco. Porque al separar el proceso interactivo y concatenado de la naturaleza lo que se refleja en el sujeto leninista es una realidad subjetiva distorsionada, pura fantasía, es decir, «idealismo» que discurriendo hasta el extremo se consideraría también «solipsista» como se ha llegado a decir.
Pero Lenin llega a otra conclusión muy diferente, a la resolución engelsiana de los dos problemas cardinales de la filosofía, que como sabemos Engels resumió en dos: 1. La relación entre el espíritu y la materia (qué fue primero) y 2. Dilucidar si el hombre posee o no capacidad para conocer el mundo objetivo: «¿Es nuestro pensamiento capaz de conocer el mundo real, formarnos una imagen refleja exacta de la realidad?» -Engels -Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana-
Para Lenin al igual que Engels, la naturaleza existía antes que el hombre y quiso demostrar con los descubrimientos científicos contemporáneos a él, que existía en constante desarrollo dialéctico. Mundo objetivo que se refleja en la conciencia del hombre. ¿Qué tiene de contradicción con Marx y Engels? Sobre todo cuando Engels afirma: «Las impresiones que el mundo exterior produce sobre el hombre se expresan en su cabeza, se reflejan en ella bajo la forma de sentimientos, de pensamientos, de impulsos, de acto de voluntad; en una palabra de «corrientes ideales», convirtiéndose en «factores ideales» bajo esta forma».
Del párrafo anterior podemos extraer las siguientes conclusiones sobre las teorías de Engels
1. La realidad objetiva se refleja solo en el sujeto pensante, siendo el pensamiento una propiedad de la materia altamente organizada (el hombre) 2. Este reflejo no es todavía la percepción exacta de la realidad por parte del individuo (psicología) 3. La percepción (psicología) es un factor de la ideología.
En Lenin, por su parte, la relación entre psicología e ideología, se pone de manifiesto muy a menudo como una cuestión de espontaneidad y de conciencia. Y aunque no es la misma cosa, resulta evidente de que están ligadas estrechamente. La conciencia y la espontaneidad en el movimiento revolucionario también se influencian mutuamente, la conciencia nace de la espontaneidad y la supera. La conciencia política en las masas la introduce el partido que se guía por la ciencia del comunismo científico, mientras que el crecimiento de la indignación de las masas se realiza espontáneamente. Ambos factores ejercen una influencia recíproca sobre la lucha de clases del proletariado y sobre los destinos del movimiento revolucionario.
Esta doble atención hacia el trabajo del pensamiento y la psicología, hacia las ideas y estado de ánimo, caracteriza el multilateral enfoque leninista del problema de la conciencia social de las clases y de las masas.
Por espontaneidad considera aquellos rasgos de la psicología social que en mayor o en menor grado tienden a la inconsciencia, aunque no coinciden con ella. En la «espontaneidad» aparecen preponderantemente dos grupos de fenómenos: 1) la depresión de las personas, su sumisión a la miseria y a la ausencia de derechos, la costumbre del estado de opresión; 2) la protesta, la indignación, la revuelta, pero dirigidas solamente contra las causas inmediatas de los males, todo ello causa del reflejo en su mente del mundo objetivo que le rodea que se manifiesta a modo de sentimientos que impulsa su voluntad.
Como se puede observar Lenin enriquece y concreta con la práctica las observaciones de Engels, no existe en ningún instante la disociación pretendida. Pero ¿Qué se pretende encasillando el «subjetivismo» leninista en el «idealismo» y al negarle su carácter dialéctico? Sencillamente desnaturalizar el Partido de la clase obrera.
La concepción del Partido entraría de pleno en el terreno de lo ideal y subjetivo de Lenin y en tal caso solo válido solo para la Rusia prerrevolucionaria. Y todavía peor, el papel que atribuye Lenin al Partido como conciencia y vanguardia de la clase obrera queda arrinconado en el baúl de los recuerdos, pues es la clase obrera en su conjunto su propia conciencia. Habría que esperar que una circunstancia o proceso extraordinario y circunstancial obligue a la toma de conciencia de todos los trabajadores, aún así, ¿cómo se ponen de acuerdo? Estamos ante otra versión de a eterna espera religiosa de la asunción de la conciencia humana.
En Lenin, mundo objetivo, partido y clase es un todo inmerso en un proceso dialéctico, de tal forma que anulando uno de los tres, quedan negados los otros dos, la relación entre conciencia y ser no se rompe en ningún momento y mucho menos su interrelación.