En este artículo el autor interviene en el debate sobre la naturaleza del fascismo defendiendo la tesis clásica, con la que los gobiernos de Trump, Bolsonaro, Orban o Milei no deberían ser definidos como fascistas.
Bertolt Brecht afirmó: “Aquellos que están contra el fascismo sin estar contra el capitalismo, que se lamentan de la barbarie que origina la barbarie, se parecen a los que quieren comer su tajada de ternera, pero no quieren que se mate la ternera”. De esta forma el escritor alemán dejó claro que la genuina lucha antifascista implicaba el derrocamiento del capitalismo que es la matriz del fascismo.
A 80 años de la derrota del fascismo y la victoria de la Unión Soviética, y como homenaje a los combatientes antifascistas, es necesario repensar y revaluar el concepto, pues muchos lo emplean erróneamente como medio para criticar o desacreditar políticas consideradas “reaccionarias”. Este uso olvida que, en la era del imperialismo o capitalismo parasitario, todo gobierno capitalista es esencialmente reaccionario al oponerse al cambio revolucionario de la sociedad.
Hay quienes desde hace décadas anunciaron el regreso del fascismo, lo cual es erróneo, banalizan el concepto de fascismo y proceden de forma irresponsable, contribuyen a la confusión política, y subestiman la barbarie que padecieron los pueblos de la Unión Soviética y Europa con esta forma de dominación de la burguesía. ¿Es correcto llamar fascistas a los gobiernos burgueses que no cumplen con la agenda de política “progresista”? ¿Son fascistas los gobiernos burgueses que no siguen una política de “humanización del capitalismo”?
Acusar de fascista a un gobierno o determinadas figuras políticas favorece al bloque de políticos burgueses que se presentan con las etiquetas de “progresismo” o “keynesianismo”, pero que igualmente representan los intereses de los monopolios. Este enfoque sugiere que, si bien el fascismo es inaceptable, un gobierno capitalista con tintes “progresistas” sería tolerable. Así, la citada reflexión de Brecht resulta nuevamente pertinente: ¿es posible combatir el fascismo promoviendo otra forma de gobierno capitalista, o el camino correcto es el derrocamiento del capitalismo en su totalidad?
En tiempos recientes, la palabra fascismo también se ha usado para describir acciones represivas de ciertos gobiernos, como si el Estado burgués no fuera por naturaleza un aparato de represión. Asimismo, se emplea para denominar políticas de expansión territorial y explotación de pueblos, acciones inherentes a la dinámica imperialista y no exclusivas del fascismo. Este término también se utiliza de manera laxa al asociarlo con políticas racistas, olvidando que el racismo fue una herramienta de expansión colonial de los países capitalistas desde el siglo XIX.
Las tergiversaciones del concepto del fascismo también se apoyan en la corriente ideológica, en la que participa Hannah Arendt, que ha promovido el concepto de “totalitarismo” para equiparar a los gobiernos fascistas con la democracia socialista de la URSS. Esta banalización, sustentada en campañas de propaganda antisoviética, ha sido aprovechada por la burguesía de países como Polonia, Ucrania, Lituania, Georgia, Letonia y Eslovaquia, para decretar la ilegalización de la labor de los comunistas. Cabe aclarar que esto no implica un ascenso del fascismo en dichos países, pues la política anticomunista es también inherente a los gobiernos burgueses.
Otra posición política afirma que la supresión del parlamento y la democracia (burguesa) son muestras del ascenso del fascismo. Esto también es falso, pues la dictadura burguesa sin ser fascista puede suprimir el funcionamiento de la democracia, digámoslo con claridad, “democracia burguesa”. Cabe recordar que para el marxismo ortodoxo la democracia no existe en abstracto, sino que siempre tiene un carácter de clase, burgués o proletario.
Entonces, ¿cuál es la esencia de fascismo? Es la expresión y forma política más apta para hacer frente a las fuerzas revolucionarias en ascenso, es decir, como medio para la represión del enemigo de clase interno. Al mismo tiempo, el fascismo fue utilizado por los países capitalistas para afrontar a otros estados capitalistas oponentes, acción para la cual requerían de la alineación masiva de las fuerzas populares con los intereses burgueses.
Hoy no estamos frente a un ascenso de las fuerzas revolucionarias que deseen derrocar los estados burgueses para construir el socialismo. Por tanto, la burguesía por ahora no tiene necesidad de utilizar el fascismo como forma de gobierno.
Otra cuestión que repensar sobre el fascismo es la forma en que se le debe enfrentar. La experiencia histórica del movimiento comunista internacional ha legado la fórmula de la aplicación de la táctica del frente popular como medio para combatir al fascismo, la cual consiste en la colaboración entre comunistas y fuerzas burguesas “progresistas”.
Pero el resultado de esta colaboración no acercó a los comunistas a instaurar gobiernos socialistas, por el contrario, esta táctica llevó a que las organizaciones comunistas diluyeran sus aspiraciones de transformación radical de la sociedad, y desplazaran el horizonte estratégico de la democracia socialista en favor de la conservación de la democracia burguesa como mal menor frente al fascismo.
Quienes desde hace décadas han anunciado erróneamente el ascenso del fascismo, sin atreverse a cuestionar lo acertado o equivocado de la táctica del frente popular antifascista, desean repetir la historia ahora como farsa y llaman a que las organizaciones revolucionarias que buscan el derrocamiento del capitalismo, colaboren con los sectores “menos reaccionarios de la burguesía” y, por tanto, a que la aspiración de una sociedad socialista se aplace para defender a la democracia burguesa. Y así las fuerzas anticapitalistas que son la verdadera izquierda, se entrampen sometiéndose a gobiernos capitalistas.
Hoy no hay un ascenso del movimiento comunista que la burguesía busque reprimir usando el fascismo. ¿Hay seriedad en llamar fascistas a los gobiernos de Trump, Bolsonaro, Milei u similares? Y más aún, ¿es correcto para quienes desean derrocar al capitalismo, apoyar a un gobierno burgués progresista frente a Bolsonaro, o ponerse de lado de Biden para hacer frente a Trump?
De acuerdo con Brecht, someter o aplazar el programa de transformación revolucionaria de la sociedad en pro del mantenimiento de un tipo de gobierno, y pensar en que los revolucionarios tienen por principales aliados de la lucha antifascista a las fuerzas burguesas, es un error y algo absurdo, pues es lo mismo que decir que se luche contra el fascismo sin luchar contra el capitalismo.
Ángel Chávez Mancilla es historiador de la ENAH.
Fuente: https://www.jornada.com.mx/noticia/2025/05/23/opinion/repensar-el-fascismo