En los años 30 (siglo XX), la figura del aviador se asociaba en el imaginario colectivo al héroe, a la épica del aventurero, que empeñaba su vida por salvar -en el caso español- a la II República. Durante la guerra de 1936, la España republicana convocó por primera vez las plazas de acceso libre a […]
En los años 30 (siglo XX), la figura del aviador se asociaba en el imaginario colectivo al héroe, a la épica del aventurero, que empeñaba su vida por salvar -en el caso español- a la II República. Durante la guerra de 1936, la España republicana convocó por primera vez las plazas de acceso libre a la aviación, por la urgente necesidad de formar a pilotos que combatieran al fascismo. Se democratizó el rol (no la profesión) de pilotar un caza. El documental «Sobre el cielo de Azerbaiyán», dirigido por Sagrario Perpiñán, mantiene a los mismos protagonistas (los aviadores españoles), pero desplaza el escenario a la República de Azerbaiyán, integrada en la URSS entre 1920 y 1991. Allí se creó la Escuela Militar de Vuelo número 20, en el municipio de Ganja, donde se formaron en torno a 500 pilotos por un acuerdo entre el gobierno de la II República y Stalin.
El primer contingente de aviadores que se desplazó a Ganja lo hizo de manera secreta, casi clandestina, tal como relata el audiovisual de 56 minutos producido por Pablo Gil y Kamil Memmedov, con música de Folk Jazz-Árabe. El objetivo era formarse (entre cuatro y siete meses) para volver a España e incorporarse a la aviación del Frente Popular. Así ocurrió entre 1936 y 1939. «Cuando llegamos aquello no parecía un aeródromo, realmente lo hicimos nosotros limpiando la graba y los escombros», explica uno de los excombatientes en el documental. De la primera promoción salieron 193 pilotos, a quienes instruyeron los aviadores soviéticos. Se licenciaron en la escuela-campamento -hoy un instituto de bachillerato- hasta cinco promociones (cuatro pudieron combatir en España, pero la última no llegó a tiempo pues la guerra había terminado).
El tiempo escaseaba. La guerra apremiaba. Por eso la carrera de piloto, de cuatro años, se tenía que impartir en menos de uno. El entrenamiento era, por tanto, muy intenso, duraba casi todo el día. Incluía conocimientos teóricos (física, aerodinámica…) e instrucción de vuelo (desde los rudimentos hasta las maniobras de combate). Se valoraba la capacidad del piloto para abstraerse, centrarse en un objetivo, el don de la oportunidad y la audacia. Los aprendices de aviador estaban en Ganja casi de incógnito: no salían de la escuela militar, ni conocían el pueblo. Los antiguos alumnos del aeródromo recuerdan el economato, el gimnasio y la tarea de los traductores, quienes a duras penas hacían de «puente» entre maestros y aprendices.
El documental de Sagrario Perpiñán explica el caso de los aviadores españoles exiliados, formados en Azerbaiyán, que terminada la guerra civil española habían escapado de los campos de concentración franceses, y llegado a la URSS. En principio no fueron aceptados en el ejército «rojo». Por esta razón se enrolaron en la guerrilla, con el fin de sabotear las líneas del invasor (el ejército nazi) y «volar» trenes. «Muchos españoles combatieron y murieron en estas guerrillas, en territorio soviético», apunta el documental. Superadas las «pruebas de valor» (más o menos así se consideraban), ya pudieron ingresar en la fuerza aérea soviética. Estuvieron por ejemplo en Leningrado y en la defensa de Moscú.
Recorrieron otro camino los 180 aviadores españoles del último turno de formación (1939) en la Escuela de Ganja. Dado que no pudieron volver a España, optaron por apoyar a la aviación soviética contra Hitler. El audiovisual se centra en los pilotos republicanos dedicados a proteger los pozos petrolíferos de Bakú (capital de Azerbaiyán). El objetivo era de enorme calado, pues estos pozos representaban el 80% del abastecimiento soviético. En tiempos de la segunda guerra mundial, Azerbaiyán alcanzó «picos» en la extracción de crudo de 23,5 millones de toneladas. «Seguro que el petróleo de Bakú fue uno de los principales factores de la victoria sobre el fascismo; cuatro de cada cinco aviones, tanques y vehículos funcionaban con crudo bakuense», recordaba el gobierno azerí en mayo de 2015, en el 70 aniversario de la derrota del nazismo en la segunda guerra mundial.
«Sobre el cielo de Azerbaiyán» percute en la misma idea. Caracteriza los hidrocarburos de Bakú como «la base petrolífera de la URSS». Llegó el momento en que las tropas germanas, para avanzar, necesitaban combustible. Fue entonces cuando los citados pozos se convirtieron en objetivo estratégico de primer orden. Entre otras razones, por su bajo contenido en azufre, lo que favorecía el vuelo eficiente de los aviones. Otro prueba del carácter medular de la zona fueron las batallas decisivas que se libraron en el Cáucaso norte. Pero el audiovisual de Sagrario Perpiñán va un punto más allá: Francia e Inglaterra diseñaron (no la ocupación como Hitler) pero sí la acción de bombardear Bakú, con el fin de debilitar a la URSS. En 1942 Hitler planeó los ataques en dos direcciones: Stalingrado y el Cáucaso (lo que amenazaba directamente los pozos).
Tampoco es una casualidad que en esta zona bañada por el «oro negro» se organizaran trincheras de hasta 500 metros de longitud, se apostaran ametralladoras en lo alto de los edificios, se levantaran grandes fortalezas y 96 puestos de seguridad para frenar la invasión nazi. Con el mismo objetivo, voluntarios franceses, españoles y los llamados «normandos» se enrolaron en las divisiones militares soviéticas. El documental, que incluye testimonios de historiadores, aviadores republicanos y veteranos soviéticos de la segunda guerra mundial, resalta la participación de los pilotos españoles en la protección de los hidrocarburos.
Hay en la película, sencilla, directa y hecha en un tono que se deja ver, un trazado lineal, que comienza describiendo el apoyo de la URSS a la II República (militares, logística, propaganda o maquinaria de guerra), el terror británico a la rebelión popular en Barcelona o los problemas de abastecimiento en la España republicana; y termina en los conflictos estratégicos por el crudo. La importancia creciente de la aviación resulta innegable. Demuestra su punto de madurez histórica (y su capacidad para matar) en la guerra civil española, cuando ya se entablan combates aéreos con un potencial enorme, a 8.000 metros de altura.
Pero cuando la aviación adquirió su plena fuerza destructiva fue durante la segunda guerra mundial. El documental deja clara la función de «laboratorio» de la España de 1936. Para los aviones «stuka» alemanes y sus bombardeos «en picado», que años después se repetirían en Rusia; pero también para la aviación italiana, que probó efectivamente su material bélico. «Sin la Legión Cóndor y todo el apoyo recibido, asegura uno de los testimonios del audiovisual, Franco no habría ganado la guerra». En el bando del Frente Popular, de la URSS llegaron a España 772 pilotos (un centenar perdió la vida en la guerra). En noviembre de 1936 arribaron los primeros aviones rusos, de un contingente total de 648. El documental entra en el detalle de los cazas ligeros, rápidos, con cuatro ametralladoras y velocidades muy notables (más de 400 kilómetros por hora), para una época en que dominar el aire ya suponía ganar la guerra.
En el comienzo de la guerra civil, los pilotos de la II República tuvieron que redoblar los esfuerzos y afrontar muchas horas de vuelo. La situación empieza a equilibrarse con la llegada de los primeros aviadores soviéticos. Es entonces cuando la República se preocupa, también, por la formación acelerada de nuevos pilotos. Algunos se formarán en Azerbaiyán, una república -entonces dentro de la URSS- que entre 1941 y 1945 movilizó a 700.000 personas en el frente. En un corto plazo de tiempo se formaron en Azerbaiyán 87 batallones antiaéreos y 1.124 grupos de autodefensa. En los años de la segunda conflagración mundial, los petroleros de Azerbaiyán dieron a la URSS más de 75 millones de toneladas de crudo.