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Resistir nuestra seguridad: los ojos de vidrio

Fuentes: revista-amauta.org

Si quieres hacerte una idea de cómo será el futuro, figúrate una bota aplastando un rostro humano… incesantemente» George Orwell 1984 ¿Cómo se ve el futuro de Estados Unidos y el imperio después de esta crisis económica? Recientemente en un artículo comente que el imperio se derrumbaba por dentro. Y en cierta forma, tenía razon. […]

Si quieres hacerte una idea de cómo será el futuro, figúrate una bota aplastando un rostro humano… incesantemente»
George Orwell
1984

¿Cómo se ve el futuro de Estados Unidos y el imperio después de esta crisis económica? Recientemente en un artículo comente que el imperio se derrumbaba por dentro. Y en cierta forma, tenía razon. La infraestructura de hegemonía que se mantenía esta entrando en duda, y se esta combatiendo con muchas otras alternativas. Hay muchos casos de resistencia en el Medio Oriente y América Latina, como ejemplos claros, pero también en los lugares menos esperados como lo es en el país de procedencia de nuestros problemas actuales, los Estados Unidos. Sin embargo, también estaba parcialmente equivocado, porque mientras se están abriendo las oportunidades de la posibilidad de un sistema más humano y verdaderamente democático (en el sentido de permitir una participación activa del pueblo donde no haya opresión por jerarquías burocráticas que no nos dejan tener control verdadero de nuestras propias vidas), en estos momentos se están implementando estrategias de represión mucho más sofisticadas en todas nuestras comunidades alrededor de todo el mundo para mantener este dominio mundial y sus ideologías capitalistas. Están respondiendo con fuerza, pero aún con nuestro permiso, buscando formas de hacernos creer que ocupamos meter más dinero y expandir nuestros programas militares y de espionaje, herramientas para mantener la ilusión de nuestra seguridad. Pero lo irónico es que en realidad están ahí no para protegernos a nosotros de una amenaza que ha sido manufacturada a la exageración, sino para proteger al sistema de la verdadera amenaza: su pueblo y el cambio que éste puede desatar.

Como comenta David Graeber en un artículo publicado en Amauta, si el pueblo se da cuenta de que hay otras alternativas además del capitalismo, comienza a amenazar el mecanismo burocrático que ha sido construido para eliminar de la imaginación las probabilidades de alcanzar un futuro diferente al consumo desencadenado y por lo tanto, pone en duda la necesidad del sistema en que vivimos. ¿Cuántas veces no nos han dicho (o nos hemos dicho)  que el tipo de vida actual en el que vivimos es una porquería, pero que más da, que otras opciones realistas hay? Pero, como lo menciona Graeber, la falta de posibilidades es pura indoctrinación que se refuerza a través de la opresión:

«La desesperanza no es natural. Tiene que ser producida. Si de verdad queremos entender esta situación, tenemos que comenzar por entender que los últimos treinta años han visto la construcción de un gran aparato burocrático para la creación y mantenimiento de la desesperanza, un tipo de máquina gigante diseñada, principalmente, para destruir cualquier sentido de futuro alternativo posible. A raíz hay una obsesión veritable de parte de los gobernantes del mundo con asegurarse que los movimientos sociales no parezcan que estén creciendo, floreciendo, proponiendo alternativas; que aquellos que desafien los arreglos de poder existentes nunca, bajo ninguna circumstancia, sean vistos como si estuvieran ganando. Para lograrlo requiere crear un gran sistema de ejércitos, prisiones, policías, varias formas de empresas de seguridad privada y de policías y de sistemas de inteligencia militar, motores de propaganda de toda variedad concebible, las cuales en su mayoría no atacan las alternativas directamente sino más bien crean un clima pervasivo de miedo, conformidad fanática, y simple deseperación que vuelven cualquier pensamiento de cambiar al mundo verse como una fantasía frívola.»

Por eso mismo, cuando el sistema capitalista se comienza a debilitar por su propio peso, busca ahogar estas otras alternativas sea como sea, y al mismo tiempo, nos intenta de distraer de sus fracasos (eliminar la pobreza y el hambre) y su destrucción (del planeta y del espíritu humano) metiendonos pánico de los peligros que hay fuera y dentro de nuestras fronteras. Los «terroristas» que intentan de asesinar el tipo de vida en que vivimos, los inmigrantes ilegales que intentan de robarnos nuestros trabajos, los comunistas que nos quieren quitar nuestra «libertad». Nuestros vecinos que nos sienten envidia por el carro o por el césped de nuestro hogar. Todos detrás de conspiraciones para quitarnos lo que supuestamente nos pertenece porque están dizque resentidos o se quieren adueñar del mundo. Mientras que el tipo de vida del cual se sienten amenazados estos terroristas y comunistas (en la mente capitalista, son lo mismo), nos roba trabajos para darnos otros trabajos donde ganemos menos y así mantenernos en la servitud, nos quita la libertad sino se conforma a la libertad del mercado, y el tipo de vida del cual se refieren solo lo tienen los que nos explotan y los que no tienen sensibilidad para imaginarse a quienes han dejado en la miseria para poder estar ellos con más de lo que ocupan para sobrevivir.

Recién han habido reportes advirtiendo de un incremento de extremismo y violencia (en Estados Unidos y Europa), más que todo derechista. Y aunque no cabe duda de que dentro de estos datos si se encuentran peligros reales, también, como se nota en un comentario en The Guardian, se puede ver que el gobierno no nota diferencia entre alguien que tiene puntos de vista no convencionales, alguien que actua radical pero no violentamente, y alguien que si llega a causar daño a gente inofensiva, como lo fue el caso del asesinato anti-aborcionista en Kansas y el asesinato de un guarda de seguridad en el Museo del Holocausto por un racista antisemita (que por cierto, ya tenía antecedentes de violencia). Claro, en mi caso yo no defiendo los puntos de vista de este tipo de ideología, pero sin embargo, si no defendemos la idea general de disidencia, venga de quien sea, no tardarán en estar vigilandonos a todos los que no compartamos la agenda gubernamental. Porque como lo menciona el reporte oficial del gobierno estadounidense, se están fichando grupos de odio y grupos «antigubernamentales que rechazan la autoridad federal en favor de la autoridad estatal o local». O sea, los que no estan siguiendo las ordenes del gobierno son el mismo problema que los grupos violentos (o hasta más porque el sistema es más importante que la vida humana).

Ya se ha escuchado mucho de la Ley Patriota del gobierno norteamericano: del espionaje del gobierno sobre sus propios ciudadanos para encontrar cualquier conexión que los pudiera ligar a terroristas, de las prisiones secretas y los abusos que ocurrieron para defender al país, de la detención indefinida sin demostrar culpabilidad y sin dejar ver la evidencia porque son documentos «clasificados». ¿Y qué pasa cuando la definición de «terrorista», «radical» o «amenaza» se la dejamos a un par de personas dentro de un grupo con una visión que se limita a ver el mundo en blanco y negro, un mundo de «o con nosotros o con ellos»?

Se puede deducir, y es una generalización que no se puede aplicar a todo el mundo, que dentro de las organizaciones que manejan la seguridad de un país (policías, militares, espías, etc) se lleva un profundo orgullo de su nación y es por eso que voluntariamente se reclutaron para intentar defenderla a vida o muerte, pase lo que pase, con todo lo que se ocupe por hacerlo. Las amenazas se ven por todas partes, dentro y fuera, y puede que en ciertas instancias para ciertas de estas personas, el único requisito para que uno se convierta en un «peligro» es la de criticar a este país al que tienen tanto aprecio. En Maryland hace siete meses se descubrió que el departamento de policía mantuvo en su lista de terroristas nombres de activistas no violentos opuestos a la guerra contra Irak, la pena de muerte y otras causas. En sus razones dijeron que estaban intentando de parar grupos que podrían convertirse violentos como lo son estas «personas marginales». Para ellos el crimen que cometieron estos grupos era el de protesta contra el gobierno, y esto les dio motivo de espiar dentro de sus actividades, metiéndose a sus correos electrónicos, escuchando sus conversaciones y atentiendo sus reuniones en secreto. Este tipo de control estatal también se encontró en Iowa donde un agente del FBI se infiltró en un colectivo anarquista en contra la guerra, y clasificaba a cada uno de sus miembros en colores dependiendo del peligro que presentaban. Las consecuencias llevaron a un pánico sicológico dentro del grupo, un ambiente de desconfianza y demoralizante. El miedo oprime silenciosamente y no deja trazos físicos. Y cuando se habla de los extranjeros es claro que es más fácil reprimirlos: sólo se le prohíbe la entrada al país.

Nos están intentando de asustar con palabras como «terroristas» y «extremistas» y «radicales» o «ilegales». La imagen entra a nuestras cabezas de alguien opuesto a mí que me quiere matar porque soy su enemigo, alguien totalmente diferente con ideas fuera de lo normal que esta loco y por eso ocupa «ayuda». En otras palabras, ocupa que lo detengamos indefinidamente o los bombardeemos o los indoctrinemos para que puedan pensar de la manera «adecuada»: como yo, como nuestros gobernantes, como nuestros policías y militares que se sacrifican todos los días intentando de defender nuestra «sagrada» nación.
Lo interesante, sin embargo, es que nosotros le damos más poder y armas a los verdaderos extremistas, o mejor dicho, a los que se oponen a cualquier otro tipo de vida que no sea la de ellos hasta el punto de llegar a utilizar cualquier medida para silenciar y eliminar este tipo de punto de vista y en ciertos casos, este tipo de gente. Estos extremistas que sí pueden ser un peligro a gente inocente realmente son una extensión de una ideología nacionalista donde intentan de convertirse en los protectores del tipo de vida capitalista, sin darse cuenta que esta ideología fue la causa de sus problemas, y no una persona, grupo de personas, o forma de pensar específica. Y aunque hay casos de actos violentos por parte de grupos izquierdistas, los casos más chocantes vienen más que todo de grupos de la ultra-derecha, casi todos con antecedentes militares: Timothy McVeigh y la bomba en Oklahoma, el francotirador en Maryland que asesinó a trece personas, y no hay ni que mencionar las atrocidades que se han cometido en la guerra contra Irak y Afganistán por parte del ejército y los mercenarios. Todos entrenados por el gobierno a asesinar, y luego vienen a usar estas habilidades en sus hogares para protegernos de nosotros mismos, ya que se les ha dado la autoridad para combatir toda ilegalidad que ellos perciban.
Pero nosotros como no conocemos como hacernos frente estos peligros que nos ahogan del miedo, que nos persiguen en nuestras pesadillas por la repetición de imagenes de torres cayéndose y de criminales con metralladoras traficando drogas y muerte, preferimos intercambiar nuestra libertad por nuestra seguridad. Y en el proceso nosotros le damos más poder a estos ángeles guardianes del imperio capitalista, y así más oportunidades de desarrollar mejores capacidades de dominio de los espacios mentales y físicos de nuestras vidas. Nosotros les estamos dando permiso de eliminar cualquier amenaza, por más mínima, en cambio de una vida bajo una sombra de vigilancia y control. Así el Homeland Security y el Pentágono están a cargo y nosotros dormimos en paz. ¿Pero ellos de qué nos cuidan y cómo lo hacen?

Ya hemos escuchado la historia de que la guerra trae prosperidad económica. Claro, para los que lanzan estas guerras, porque para los ciudadanos donde ocurren estos conflictos son una pesadilla. Obviamente que la guerra contra Irak era una guerra para garantizar el dominio de los recursos del país para el beneficio de la fuerza ocupante. Estados Unidos esta viendo su control del petróleo desvanecerse, mientras naciones ideológicamente opuestas (o por lo menos, opuestas porque no se dejan utilizar por el gobierno estadounidense) como lo son Venezuela, Rusia e Irán mantienen autonomía cuando se habla de una fuente de poder como lo es el oro negro. Igualmente, la industria militar y todas sus extensiones aseguran comercio fijo por todo el dinero que reparte el ministerio de guerra del Pentágono que se le sacrifica a otros programas, como lo son la salud, la educación y la garantía de trabajo. Ya que la guerra crea una demanda para armamentos, tecnologías y otras herramientas que van a existir para el beneficio de aquellas corporaciones que están hechas para ofrecer equipos e infraestructura que logren expandir el poder militar y el complejo de seguridad. Para las empresas que sí tienen contratos con el Pentágono, la guerra es un negocio lucrativo que da trabajo a los «afortunados» que estan conectados a estas industrias.
Sin embargo, la guerra es un momento de experimentación y de creación. Suena raro que la guerra sea creadora de algo, pero es una máquina de invención. Los grandes inventores y científicos de nuestros tiempos estan limitados a desarrollar sus capacidades dentro de un marco que haga dinero, y los únicos dispuestos a pagar por los diseños de su creatividad son los arquitectos de guerra, todo mientras hagan lo que se les pida. De esta manera, dependiendo del interés de los que manejan la seguridad del gobierno, se guian estos fondos para el desarrollo de nueva tecnología.

Recientemente, se ha lanzado una ofensiva contra los guerrilleros del ciberespacio. La nueva preocupación es proteger las redes de información que han estado vulnerables por los ataques de piratas informáticos internos al igual que los gobiernos de otras naciones. A finales del mes pasado se anunció la formación de un cibercomando militar para proteger estos sistemas y para estar preparados a lanzar sus propios ataques ya que se tiene «que operar en este espacio como en cualquier otro campo de batalla«. Estas redes de información regulan diferentes armamentos o «ciberarmas» y el cibercomando estaría bajo el mando militar o el del espionaje, que al final funcionan en conjunto y bajo el mismo propósito. Estas «ciberarmas» son herramientas que se utilizarían para atacar a la computadora del «enemigo». Por lo tanto, lo que se quiere crear es un sistema de ataque virtual que pueda asemejarse a lo que ya han construido en el mundo físico: la capacidad de defender de ataques que intentan de debilitar las redes, pero igualmente la posibilidad de invadir a aquellos que se presentan como amenazas.
Esto ha llamado la atención de los contratistas militares como Lockheed Martin, Northrop Grumman y Raytheon que están buscando comprar los servicios de expertos en la piratería informática y convertirlos en soldados informáticos para poder tomar la oportunidad de saborear parte del botín que el gobierno esta repartiendo. Y estos nuevos soldados, por su parte, tendrían que protejer no solo los sistemas del gobierno pero también los de las empresas financieras (los que tienen dinero van a querer garantías de que su mercancía no la pueda tocar nadie y viven en una relación colaborativa con la industria militar). Porque con el dinero se puede comprar lo mejor de lo mejor: ingenieros aeronaúticos, de sistemas y otros que antes hubieran estado trabajando en Google, Microsoft o Apple, pero que ahora tienen un nuevo patrón que los chinea más. Y que mejor lugar que bajo el inagotable cheque militar que les da todas las capacidades para crear tecnología extraordinaria, experimentar con técnicas que antes no hubieran podido contemplar, y jugar con proyectos que hubieran sido muy peligrosos para otros sitios de trabajo y siempre con garantías de inmunidad e impunidad. Luego estos expertos pueden desarollar armas cibernéticas que puedan ser utilizadas por cualquier soldado sin la necesidad de tener capacidad técnica en el asunto, y todos estamos observados por la vista «bondadosa» de nuestro gobierno y a salvos una vez más porque ¿cómo se puede desconfiar de las buenísimas intenciones de aquellos que juraron protegernos?

Frida Berrigan lo explica de forma concisa en su artículo Cyberscares About Cyberwars Equal Cybermoney (Cómo los Cibermiedos a Ciberguerras se traducen en Ciberdinero). Primero, para convencerlo a uno de meter gran cantidad de dinero en este programa y no hacerse preguntas sobre su propósito (ya que si se hacen preguntas sobre cualquier programa de seguridad, uno es antipatriótico y no se esta preocupado por el bien de sus conciudadanos y más importante, su país), le meten miedo a uno para poder envisionar lo apremiante que es tal circumstancia y la necesidad de no tomar mucho tiempo pensando sobre el asunto y actuar inmediatamente porque «el internet es una herramienta muy poderosa en manos de criminales y terroristas». Ningún político quiere verse atrapado en la «debilidad» de medir la situación con la mayor cantidad de hechos e información que se pueda conseguir. No, ¡hay que actuar ya antes de que nos ataquen ellos primero! El mismo razonamiento nos llevo a la guerra contra Irak (y se podría decir que casi toda guerra ha sido por impulso ciego o por cálculo político) y es lo que Naomi Klein llama la doctrina del shock: se crea un ambiente de miedo con augurios de un desastre inevitable y luego se distrae con un desastre real hecho por uno mismo y mientras intentan de darse cuenta que paso, se explotan los recursos del país al que se invadió o se explotan los recursos del propio pueblo para usarlos para la expansión del poder militar.
Entonces siguiendo esa tradición de la doctrina del shock, Berrigan nos explica que aunque puede que hayan ciertas verdades en esta propagación de pánico, lo que el Pentágono realmente desea no es la seguridad de sus ciudadanos sino «dominio unilateral» de este nuevo campo de guerra para así seguir manteniendo su poder actual mientras que los contratistas quieren una nueva mina de oro a la cual puedan explotar mientras nos distraen con cuentos de un pirata informático que nos quiere robar los diez dolares que tenemos en el banco. Y hablando de bancos, las empresas financieras tienen sus intereses tan interconectados con los de la industria militar (por el simple hecho de que la guerra es el mercado que mayor ganancias trae) que el Director de Inteligencia Nacional advirtió que un ataque cibernético a un banco estadounidense serían peor que los ataques del 11 de setiembre y que un ataque al suministro de dinero nacional era comparable a un arma nuclear.

Como ellos mismos tienen miedo que sus propias vulnerabilidades vengan a acabar con su sistema predilecto, que su propio pueblo se de cuenta de la gran farsa en la que estan y han vivido todas sus vidas donde la única verdad que existe es que el capitalismo nos da infinitas oportunidades de riqueza que si no se aprovechan es porque uno es culpable de no trabajar lo suficiente para lograrlo, entonces quieren prevenir la hora de la verdad reforzando su «dominio unilateral» y asegurando lo que Ignacio Ramonet describe como el «control social total«. Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, escribe que este control no es como «precedentes ‘sociedades disciplinarias’ que confinaban a los rebeldes o descarriados en lugares cerrados (cárcel, reformatorio, manicomio)-, la sociedad de control encierra a los sospechosos (o sea, a casi todos los ciudadanos) al aire libre y los mantiene bajo acecho constante.»
Lo hacen mediante la misma tecnología de la cual cada día dependemos más: donde las tarjetas de crédito llevan rastros de nuestros hábitos de consumo, donde los aparatos electrónicos como nuestros teléfonos celulares y nuestros Ipods llevan chips de localización satelital GPS, donde cada esquina (en las tiendas, bancos, fuera de las casas en barrios privados) esta siendo monitoreada por cámaras de video, y donde el internet es la oportunidad de un vistazo a nuestro mundo interior, nuestros pensamientos, nuestras ideas y nuestra vida. Cada vez que nosotros tengamos la posibilidad de meternos a algún sitio Web y navegamos alrededor del mapa cibernético, les damos pistas de dónde nos dirigimos como potencial enemigo del estado. Si nosotros dejamos tirados ‘cookies’ por todas partes al punto de que empresas que tienen tratos con diferentes sitios de internet como Google o Youtube pueden personalizar los anuncios dependiendo de lo que ellos consideran nuestros gustos (por el diferente contenido que hemos buscado en sus páginas, por ejemplo), con esta nueva tecnología y soldados ex-piratas para su «ciberguerra», al gobierno no le va a costar mucho saber quienes somos y si somos un peligro para ellos en este momento.

Además de mantenerte vigilado, te pueden hacer la vida imposible sin saber quiénes son. Si usas GoDaddy para registrar tu dominio (como lo hemos hecho nosotros en Amauta), puedes encontrarte en algún momento con problemas de cierres sin aviso previo por tu ideología. Nosotros no hemos tenido ese problema aún (habría que ver que pasa después de publicar este artículo), pero han habido casos donde el dueño de este empesa, Bob Parsons, un ex miembro del Cuerpo de Marina de la Fuerza Naval norteamericana y veterano de la guerra de Vietnam, censura a sus clientes por medio del control que mantiene sobre las páginas clientes de su empresa.

Ahora imaginemonos este poder incrementado exponencialmente. En 2002 (un poquito después de los ataques del 11 de setiembre), un proyecto comenzó para construir un sistema centralizado de información, como un archivo gigante, en donde se pueden encontrar fuentes de datos para todas las diferentes agencias de inteligencia y al cual se le hizo llamar «Bodega de Investigación de Datos». El Electronic Frontier Foundation lo describió como un Google para los agentes de inteligencia estadounidenses y el cual contenía programas como el link analysis (análisis de vínculos) donde se vinculan gente sospechosa con otra gente conocida del sospechoso (por más pequeña la conexión) como potenciales amenazas a las cuales se les tiene que mantener vigiladas, y pattern analysis (analisis de patrones) donde un sistema intenta de establecer pautas en el comportamiento diario de las personas para poder así luego predecir su comportamiento futuro y el potencial de un crimen. Este sistema acumula la información, la analiza, la interpreta y luego, de ahí se sacan las conclusiones necesarias de estos peligros potenciales, con los cuales se puede actuar de manera preventiva y atacar antes de que nos lleguen a atacar a nosotros (su filosofía es la de ‘mejor evitar que arrepentirse, y si se comete un error, en verdad no hay forma de averiguarlo, porque desviamos una tragedia’). Este sistema también saca y analiza noticias de todo el internet (y contiene un programa que traduce las extranjeras al inglés), tiene un traqueador de inmigrantes (Immigrant Status Indicator Technology Program) que archiva a todos los extranjeros que llegan y salen del país, clasifica e identifica las llamadas telefónicas por si se encuentra una conversación de interés, y rastrea el uso de dinero por si se financia a algun grupo o gobierno enemigo. Lastimosamente para el programa, el congreso norteamericano intento regularlo con evaluaciones de impacto a la privacidad (el cual no siguieron), y finalmente, un reporte del consejo de investigacion nacional concluyó que no era una herramienta efectiva, que iba a dar nombres en falso inevitablemente, y que iba a interferir con la privacidad de los ciudadanos.

Sin embargo, ésto solamente hizo que siguiera pero de forma más secreta, y ahora ha llegado el momento de su resurgimiento legal con un nombre irónico ‘Going Dark‘ (Oscureciéndose), pero además de eso, sin ningún cambio aparente y unos $233.9 millones de por medio para estos fondos de la Advanced Electronic Surveillance (Vigilancia Electrónica Avanzada) con los cuales habrán nuevas herramientas y nuevo entrenamiento.

Cryptohippie, Inc., una empresa que suministra tecnología para proteger la privacidad en el internet, recientemente sacó un reporte «Electronic Police State» (Estado Policía Electrónico) clasificando a 52 países según el «uso de tecnología electrónica» para encontrar y archivar información «en contra de sus ciudadanos»:

«En un Estado Policía Electrónico, cada grabación de las cámaras de vigilancia, cada correo electrónico, cada sitio de internet que navegas, cada entrada que metes en tu blog, cada cheque que escribes, cada uso de la tarjeta de crédito, cada llamada por teléfono… todas sirven como evidencia criminal, y se guardan en base de datos por un mucho, mucho tiempo. Quién sea que apropie esta evidencia te puede hacer ver muy, muy mal cuando ellos le den ganas de hacerlo. Te pueden enjuiciar cuando ellos quieran- la evidencia ya esta ahí en su base de datos.»

No es de sorprendernos que los Estados Unidos esta de sexto lugar en esta clasificación (primero están China, Corea del Norte, Bielorrusia, Rusia, el Reino Unido). Entre los países latinoamericanos, se encuentran Argentina(46), Brasil(50) y México(51). Francia también tiene una posición alta (9), y hace poco demostró su inclinación a controlar las redes de comunicación con su ley anti-P2P, con la cual Sarkozy intenta de frenar que se compartan archivos de música y películas gratuitamente, pero igualmente llegaría a imponer límites en el intercambio que se podrían tener las organizaciones, los medios de comunicación y los individuos en el caso de compartir información de cualquier clase sea cual sea el objetivo. Entonces, lo que se estaría logrando no es solamente la prohibición anti-comercial, sino una censura progresiva que tiene la posibilidad de llegar a criminalizar interacciones casuales en el internet (Costa Rica, por cierto, acaba de pasar una ley que aparenta inofensiva, pero que «amplia el listado de delitos» con los cuales las autoridades puedan legalmente intervenir en las comunicaciones de gente perteneciendo a bandas organizadas que comenten actos graves. O sea, hay que echarle ojo a ver qué es grave para quién).

Pero esa es la intención, extender el alcance dentro de nuestras vidas. Las oportunidades que tenemos de diseminar y encontrar información en otros mundos que antes hubieran sido imposibles, de tener contacto directo una al otro, de brincarnos los obstáculos burocráticos o las autoridades gubernamentales o comerciales, de entendernos mejor y quizá crear una nueva alternativa, donde no tengamos que pasar por intermediarios innecesarios; ésto, darnos cuenta que no los ocupamos a ellos, a nuestros políticos, nuestros jefes, nuestros sargentos, que podemos organizarnos y formar algo juntos y compartir lo que nos pertenece a nosotros y no a ellos; ésto les causa miedo, terror, pánico, y lo van a querer interrumpir como sea. Y lo van a hacer de la misma forma que nosotros estamos creando estos nuevos contactos, se van a presentar, se van a meter en los mismos lugares que nosotros nos estamos metiendo. En Facebook, por ejemplo, nosotros cada vez ponemos más mensajes, fotos, todos nuestros datos personales, que las agencias de inteligencia no ocupan toda esa tecnología para decifrar patrones de conducta ni conexiones con posibles criminales, porque nosotros ya les estamos dando toda nuestra vida. Eso es lo ingenioso de esta tecnología, ellos no tienen que buscar nada, nosotros se las estamos regalando sin que trabajen por ella, y además de eso, todo esta localizado en un lugar central, pareciéndose un poco a la Bodega de Investigación de Datos que había mencionado anteriormente. Y esto ni se tiene que exagerar, porque como lo comenta Tom Hodgkinson en the Guardian uno de los propulsores de Facebook, Peter Thiel (que también creó PayPal), es de la filosofía libertaria y neoconservadora en la que explota algo que ya tienen sus usuarios como lo son sus amistades, se las paquetean y se las vende al mayor apostor, una empresa que quiere llenarnos de publicidad sobre sus productos, o quizá a una agencia de inteligencia como lo es la CIA, porque paga bien y les financia a través de su rama de inversión capitalista (In-Q-Tel), convirtiédolos en socios de negocio con esta empresa de tecnología con potencial para la vigilancia electrónica y con otras más que esten desarrollando lo último y moderno en la era cibernética.
Lo que hay que entender es que estas herramientas que nos sirven a nosotros para resistir y crear, para colaborar y compartir, las estamos usando sin darnos cuenta con quién estamos compartiendo y colaborando (Facebook declara en su sitio que no se tiene mucha privacidad del exterior). Ellos coleccionan la mayor cantidad de información posible y luego la usan en contra de nosotros, para reprimirnos y aislarnos, y después enfrentarnos con nuestra lealtad a este gobierno o este país o a esta ideología.

Por todas estas herramientas tecnológicas, las máquinas de guerra y espionaje (de seguridad) estan intentando de adaptarse a esta nueva mentalidad de colaboración informática a traves de la Guerra Centrada en Redes, donde ellos puedan compartir estos datos a traves de una red centralizada. Quieren saber lo más posible para poder actuar de la manera adecuada. Quieren todas las conexiones, los datos, las variables, las posibilidades y predicciones, para poder hacer las cosas bien. Suena lógico y hasta noble. Pero cuando uno se da cuenta que cuando nos hablan de hacer las cosas bien hablan de usar el conocimiento para poder controlar la situación dependiendo de sus interese estratégicos, o sea, dependiendo de lo que consideran amenazas a su ideología y al sistema que lo mantiene, hacer las cosas bien para ellos simplemente quiere decir mantenernos bajo control, vigilados y oprimidos para que no presentemos ningun acto de desafio o resistencia, que no nos estemos comunicando sobre cosas que no sean triviales o que sea un intercambio comercial, porque para eso servimos las personas, para comprar y ser vendidos y explotados por otros. Si compartimos nuestras frustraciones y colaboramos nuevas ideas para combatir este mundo en que vivimos, de fijo ya nos tienen bajo la mira de sus ojos electrónicos. Pero los avances tecnológicos ofrecen muchos posibles mecanismos de control y opresión además de las redes cibernéticas, y en esta nueva guerra no convencional, hay muchas otras tácticas para someter a los ciudadanos a que obedezcamos una vez más.

Tomado de http://revista-amauta.org/archives/1969