Estimado Marcelo: No hay que discutir con enojo… [1] a menos que detrás haya otras cosas; por ejemplo, compartir la aristocrática mirada de Berra y Vazquez Franco y sentir (tras un discurso»izquierdista») un profundo menosprecio a lo popular. Realmente es subestimar a nuestro pueblo creer que su devoción por Artigas es debida a una manipulación […]
Estimado Marcelo:
No hay que discutir con enojo… [1] a menos que detrás haya otras cosas; por ejemplo, compartir la aristocrática mirada de Berra y Vazquez Franco y sentir (tras un discurso»izquierdista») un profundo menosprecio a lo popular.
Realmente es subestimar a nuestro pueblo creer que su devoción por Artigas es debida a una manipulación del Estado oriental, ¿acaso no intentaron endiosar a Rivera y fracasaron? O bien, para hablar de un hombre que estuvo a años luz por encima de Rivera ¿cuántas canciones populares conoces en homenaje a José Batlle y Ordóñez? ¿El Estado no trató de endiosarlo?
Tu afirmas, como Sarmiento, que los gauchos sólo peleaban por «conveniencia, diversión o leva forzosa». Creo que estás cayendo en un estereotipo propio de la Federación Rural. La poesía gauchesca, su música, sus valores propios del «colectivismo difuso» de una sociedad fraterna y libertaria, son tan importantes como su capacidad creativa en relación a un modo de producción originalísimo en tierras de la vaquería, una creatividad asombrosa que es síntesis de sus múltiples raíces culturales. Caer en el esterotipo «unitario» de que eran bestias manejables es, por oposición, entender que sólo el eurocentrismo es admisible como óptica válida. Los hacendados cimarrones, los que vivían en el campo, compartían mucho con los «hombres y mujeres sueltos» y aún con los afros prófugos, mucho más que con el Gremio de Hacendados latifundistas al que efectivamente perteneció la familia de Artigas.
Artigas rompió con su hogar a los catorce años. Por una razón de clase, ninguno de su hijos lo acompañó al Paraguay. Sus cartas a la familia expresan ese dolor apenas reprimido de un distanciamiento que no es sólo geográfico. Las «instrucciones del año trece» no sólo hablan del derecho de los ciudadanos sino también «de los pueblos», y demuestran para el siglo XXI que democracia popular no es pluripartidismo sino pueblo en armas y delegación mandatada y controlada por los electores.
Ahhh…. Tú evocas sus años como militar de vocación tardía o de encallecido delincuente que pasa a ser asesor de los represores (¿así lo ves?).
Quizás conozcas a la gente de la campaña. Yo la quiero mucho y aprendo siempre de ella. Sé que la gente de campo puede respetar a un adversario pero que desprecia profundamente al traidor. Si tuviera razón Berra y entonces Artigas fue represor de indios, y no un formidable conspirador anticolonialista, ¿por qué raro masoquismo después lo siguieron con devoción, aún en las derrotas nada divertidas, y las familias salían de los ranchos a pedirle la bendición?
Claro: en la campaña había salteadores y violadores, y entre ellos gente de sangre india y afro, porque ningún ADN vacuna contra la perversión. Y hubo que reprimir. Pero las comunidades siempre fueron protegidas por el capitán José Artigas ; claro que nunca lo confesó pero lo prueba incuestionablemente la actitud de los pueblos hacia él. Y en cuanto a la estancia que reclama para sí en Arerunguá… Bueno, ya hasta la historiografía burguesa reconoce que fue para que nadie molestara a la nación charrúa, pues él nunca pobló con ganado aquella zona donde (oh casualidad) levantó la bandera federal por vez primera y afirmó: «aqtuí estoy en el centro de mis recursos» ¿Crees que se trataba de recursos financieros?
Bueno, pero esto puede ser el inicio de un lindo diálogo. Espero que reflexiones.
Te saluda Gonzalo Abella.
Notas:
[1] http://rebelion.org/noticia.php?id=163587
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