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Respuestas a «Ahora bien…» ¿Es el marxismo una ciencia? (3)

Fuentes: Rebelión

1. Objeto físico o valor de uso. Los filósofos tienen la necesidad de catalogar de algún modo los objetos del mundo exterior. La mayoría de ellos creen que «objeto físico» es el nombre más adecuado, por ser la Física supuestamente la ciencia más certera y fiable. Yo, por el contrario, y apoyándome en Marx, creo […]

1. Objeto físico o valor de uso. Los filósofos tienen la necesidad de catalogar de algún modo los objetos del mundo exterior. La mayoría de ellos creen que «objeto físico» es el nombre más adecuado, por ser la Física supuestamente la ciencia más certera y fiable. Yo, por el contrario, y apoyándome en Marx, creo que la categoría de valor de uso es más adecuada que la de objeto físico. Puesto que al catalogar como objeto físico a los objetos del mundo exterior no incluyo al hombre en la definición, mientras que al catalogarlo como valor de uso sí lo incluyo. A este respecto Jordi Soler, en su trabajo «Ahora bien…», me formula la siguiente objeción: «…si, tal y como propone Umpiérrez, hemos de considerar todos los objetos del mundo exterior como valores de uso, nos podemos topar con algún que otro inconveniente. Por ejemplo: ¿en qué sentido un astrónomo estudiará una galaxia como valor de uso? ¿Serán, para un neurólogo, las células nerviosas, las sinapsis y los neurotransmisores valores de uso? Los procesos psíquicos ¿son valores de uso? La sociedad ¿es un valor de uso? Claro que, si sólo estudiamos mesas, sillas y bolígrafos, habremos de tener en cuenta forzosamente este aspecto suyo, pero el micro y macro cosmos son muy vastos y poblados por seres que escapan a esa adjetivación».

Ya que Jordi Soler es tan dado a las citas de El Capital, método que comparto con él, le transcribo una contenida en las primeras páginas de dicha obra: «Un objeto puede ser valor de uso sin ser valor. Este es el caso cuando su utilidad para el hombre no se obtiene mediante el trabajo. Así ocurre, por ejemplo, con el aire, el suelo virgen, las praderas naturales, la leña silvestre, etcétera». Por lo tanto, el Sol, que es objeto de estudio del astrónomo y no es producto del trabajo, es un valor de uso, sin el cual la vida del hombre sería imposible. El Sol es una cosa que por sus propiedades satisfacen unas determinadas necesidades humanas, que es una de las dos definiciones que da Marx del valor de uso. También las células nerviosas y los neurotransmisores, si son utilizados con algún fin médico, son valores de uso. De modo general, concebido en forma abstracta, podríamos afirmar que los proceso psíquicos no son valores de uso. Pero si observamos que es en el lenguaje donde se objetivan los procesos psíquicos superiores, debemos aceptar que los procesos psíquicos, en tanto lenguaje, son valores de uso. El lenguaje es una cosa que por sus propiedades satisface las necesidades de comunicación entre los hombres. Y cuando Jordi Soler pregunta si la sociedad es un valor de uso, el objeto de esa pregunta necesita ser despiezada para dar una respuesta afirmativa. Si hablamos de sociedad debemos incluir al hombre. Y si incluimos al hombre hemos de incluir la satisfacción de sus necesidades. Y si incluimos la satisfacción de las necesidades, debemos incluir la producción de los medios que satisfacen esas necesidades. Por lo tanto, la definición de sociedad debe incluir la producción y consumo de los valores de uso.

Por último, no es como dice Jordi Soler que sólo tenemos en cuenta el aspecto de valor de uso de los objetos del mundo exterior cuando estudiamos mesas, sillas y bolígrafos. También son valores de uso los alimentos, las máquinas, las carreteras, los edificios, las armas de guerra, los telescopios, todo lo que se contabiliza como producto interior bruto, y todas las fuerzas naturales que el hombre usa en su provecho. Y esto no es poca cosa. Y el hecho de que no podamos adjetivar como valores de uso las galaxias lejanas, no debemos preocuparnos, pues de ello no depende la liberación de los trabajadores ni la transformación del capitalismo en socialismo. Pero hay que pensar en una cosa: el hecho de que tengamos constancia de la existencia de esas galaxias tan lejanas se debe a los telescopios. Y los telescopios son valores de uso. De manera que si bien el objeto inmediato de estudio del astrónomo no es un valor de uso, sí lo es el medio que emplea para tener acceso a aquél.

2. La relación económica entre capitalista y trabajador. El problema que nos traemos entre manos Jordi Soler y yo es el siguiente. Soler plantea que el intercambio de dinero y fuerza de trabajo es un intercambio de equivalentes, hecho que yo no niego. Pero yo defiendo que los trabajadores deben reclamar su derecho de propiedad sobre el plusvalor, hecho que Soler no acepta. Para defender su postura Soler hace uso de una cita de Marx cuyo contenido final es el siguiente: «El proceso de trabajo es un proceso entre cosas que el capitalista ha comprado, entre cosas que le pertenecen. Por eso el producto de ese proceso le pertenece exactamente igual que el producto del proceso de fermentación que discurre en su bodega». Y sobre la base del contenido de esa cita Soler afirma que están claras las siguientes dos cuestiones: una, el intercambio de dinero por fuerza de trabajo es un intercambio de equivalentes, y dos, durante el proceso de trabajo tanto la fuerza de trabajo como todo lo que ésta produce son propiedad del capitalista.

Aquí va mi respuesta: si bajo el punto de vista del proceso de trabajo es cierto que el producto pertenece al capitalista, bajo el punto de vista del proceso de valorización el producto contiene una parte del valor que no pertenece al capitalista. Pero entremos en detalle para aclarar esta cuestión. El capitalista invierte una suma de dinero en comprar medios de producción y fuerza de trabajo, con ellos produce una mercancía, y con su venta obtiene más dinero del que invirtió. Al inicio del proceso tenía un millón de euros y al final tiene un millón doscientos mil euros. La pregunta que debemos hacernos ahora es la siguiente: ¿de dónde surgieron los doscientos mil euros? La economía vulgar responde que proviene del mercado y que es fruto de las habilidades del capitalista, que sabe comprar barato y vender caro. Marx, por el contrario, mantiene que el plusvalor de doscientos mil euros no proviene del mercado, pues tanto en la compra de los factores de producción como en la venta de la mercancía producida se produce un intercambio de valores iguales. A su juicio el cambio de valor que experimenta el capital proviene de la producción, pero no del capital constante, capital invertido en medios de producción, sino del capital variable, capital invertido en fuerza de trabajo. ¿Pero cómo es posible que el capital invertido en salarios varíe su valor? Porque el capitalista hace trabajar al obrero más allá del tiempo de trabajo necesario, esto es, más allá del tiempo de trabajo necesario para producir en mercancías el equivalente del salario que percibe.

Marx distingue entre creación de valor y valorización. Si el tiempo de trabajo sólo dura hasta producir el equivalente del salario, hablaremos de creación de valor; pero si dura más allá del tiempo de trabajo necesario, hablaremos de valorización. Es cierto que el valor de uso de la fuerza de trabajo pertenece al capitalista y todo lo que produzca con ella le pertenece igualmente. Pero la fuerza de trabajo se vende por un tiempo determinado y debe ser devuelta al termino de dicha duración temporal a su propietario: el trabajador. El origen del plusvalor está en que el capitalista hace trabajar al obrero más allá del tiempo de trabajo necesario. Y si el plusvalor es plustrabajo, entonces el plusvalor pertenece al obrero aunque se lo apropie el capitalista. Por lo tanto, bajo el punto de vista del proceso de trabajo el producto pertenece al capitalista, pero bajo el punto de vista de la valorización hay una parte del producto que crea el trabajador y se la apropia el capitalista. Por lo tanto, el trabajador tiene todo el derecho a reclamar su propiedad sobre el plusvalor.

3. Valor y forma del valor. Para responder a esta cuestión tengo que reproducir casi por entero el argumento de Soler. «Las mercancías se relacionan unas con otras a través de su valor, que es una propiedad social suya. La prueba de que se trata de una propiedad social es que, para que exista valor, hace falta más de una persona. Robinsón Crussoe no podía producir valor, no podía intercambiar cosas consigo mismo. Hasta tal punto el valor se ha independizado de su objeto portador que lo podemos «transportar» en tarjetas de crédito. Cuando compramos, en realidad, estamos intercambiando mercancías; estamos equiparando las mercancías que actúa como equivalente general (dinero) con otras mercancías. De todo eso ni somos conscientes ni generalmente tenemos noticia: no lo sabemos, pero lo hacemos, comportándonos como si lo supiéramos, de otro modo el dinero no tendría «ningún valor». El funcionamiento de este sistema exige no sólo una estructura subjetiva dada de antemano (o a priori) sino que también requiere un marco intersubjetivo, idiosincrásico y consuetudinario, que es, básicamente, la ideología (base de la economía)».

Aquí va mi respuesta: cuando Marx se pregunta de dónde proviene el carácter místico de la mercancía, responde que no proviene del contenido de las determinaciones del valor sino de la forma del valor. Debemos distinguir, por lo tanto, dos cosas: el contenido de las determinaciones del valor y la forma del valor. Las determinaciones del valor son dos: una, aunque los trabajos útiles sean muy diferentes entre sí, es una verdad fisiológica que son funciones del organismo humano y que cada una de esas funciones es esencialmente gasto de cerebro, músculos, nervios, etcétera. Y dos: es una evidencia total que la cantidad de trabajo es distinta de su calidad, y que en todas las situaciones tuvo que interesarles a los hombres el tiempo de trabajo que les cuesta producir los medios de subsistencia. Por lo tanto, bajo el punto de vista del contenido de las determinaciones del valor, Robinsón Crussoe producía valor: por un lado, porque los distintos trabajo que hacía eran gasto de nervios, músculos y cerebro, y por otro lado, porque cada uno de los trabajos que realizaba tenía una duración determinada. En lo que se refiere al hecho de que para que el sistema mercantil funcione es necesario una estructura subjetiva dada de antemano y un marco intersubjetivo que es la ideología, respondo de la siguiente forma. ¿De donde proviene el carácter místico de la mercancía? De la forma de valor. ¿Y en qué consiste esa forma? Una, la igualdad de los trabajos humanos recibe la forma de la igualdad de las mercancías en cuanto valores, dos, la medida del gasto de fuerza de trabajo recibe la forma de magnitud de valor de los productos del trabajo, y tres, la relación social de los productores recibe la forma de relación social de los productos del trabajo. A este respecto añade, Marx, lo siguiente: «No es que los hombres sepan que sus productos son envolturas de trabajo idéntico y que por esa razón los relacionan entre sí como valores. Al contrario, al equiparar los productos del trabajo entre sí como valores, equiparan sus trabajos. No lo saben, pero lo hacen». Por lo tanto, si lo hacen pero no lo saben, no debemos suponer que para que el intercambio de mercancías y la circulación de las mismas por medio del dinero se den, sea necesario la existencia de un a priori subjetivo ni de la ideología como condición intersubjetiva. El dinero como el lenguaje es un producto social, pero su existencia así como su uso no supone que sus creadores y usuarios conozcan su esencia. De hecho, el secreto de las mercancías, cuya existencia y uso se remonta a más de dos mil años atrás, fue descubierto por Marx en el siglo XIX.

4. Aunque en el ámbito de los propios marxistas estos debates, sobre todo en esta tercera parte, parecen muy abstractos y carecer de utilidad en la lucha contra el capitalismo; si se enmarcara en el ámbito de la economía convencional, se vería su utilidad. La principal crítica que los economistas convencionales dirigen a Marx es que el valor es un ente metafísico, imperceptible, no observable. Pero esto no es cierto, puesto que el gasto de fuerza de trabajo y la duración del trabajo son dos determinaciones del valor que son totalmente observables. Lo que resulta muy complicado de estudiar y de entender es la forma del valor. Pero decir que es complicado de estudiar y difícil de entender la forma del valor, no implica que el valor sea un ente metafísico.

En Las Palmas de Gran Canaria. 18 de agosto de 2004.