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¿Revolución de color en Estados Unidos?

Fuentes: Rebelión

La primera revolución de color para derrocar un gobierno que no convenía a los anglosionistas tuvo lugar en Berlín en octubre-noviembre de 1917.

Rusia se había rendido a Alemania con el tratado de Brest-Litovsk. Las tropas alemanas ocupaban posiciones profundas en territorio francés y Ucrania, el granero e Europa, estaba en manos alemanas. En ese momento crucial en que después de millones de soldados muertos en la guerra más cruenta de la historia Alemania parecía emerger victoriosa de aquella montaña de cadáveres. Es en aquel momento,  2 de noviembre 1917, cuando ocurrió la  Declaración de  Balfour.

Lord Arthur Balfour era entonces Ministro de Relaciones Exteriores de Inglaterra.  La llamada Declaración era una carta dirigida a  Lord Lionel Walter Rothschild, presidente de la Federación Sionista del Reino Unido. Dicha carta era   una manifestación formal pública del Gobierno británico durante la Primera Guerra Mundial para anunciar su apoyo al establecimiento de un «hogar nacional» para el pueblo judío en la región de Palestina, que en ese entonces formaba parte del Imperio otomano.  La jugada de Balfour buscaba convertir a los sionistas alemanes en agentes  británicos de hecho. La Declaración de Balfour era un documento público y es probable que Hitler lo conociera y de allí su desconfianza hacia los  residentes alemanes de religión judía.

Varios meses después de la Declaración de Balfour, en Alemania comenzaron los disturbios   que a un año preciso de la entrega de la Declaración provocaron la fuga  de Berlín del Kaiser Guillermo II y luego ocurrió el caos en el frente interno alemán y las tropas alemanas que ocupaban el norte de Francia quedaron a la deriva.  Fue así como Alemania perdió la  Primera Guerra Mundial cuando la victoria estaba as su alcance.

La situación interna actual de Estados Unidos evoca el clima de las tantas revoluciones de colores  promovidas y provocadas por los anglosionistas, tantas que se han convertido en una especialidad de ese bando.  Los recientes disturbios que estallaron en algunas partes de EE. UU. y en Los Ángeles en particular, que hace pocos días fue escenario de importantes enfrentamientos, entre tropas y residentes locales que se manifestaban.

Según informes, el presidente estadounidense Donald Trump exigió el arresto de todos los alborotadores. Esto es muy peligroso en un país como Estados Unidos donde todo el mundo tiene derecho a tener un arsenal en su casa.

Estas escenas son preocupantes, ofrecen un momento de reflexión aleccionador, en particular para quienes recordamos  que los sucesos de Hong Kong en 2019 fueron calificados d «bello espectáculo» por Nancy Pelosi la presidenta del Congreso norteamericano de  entonces. En aquel tiempo los disturbios generalizados vieron a grupos de individuos enmascarados rodeando y atacando edificios gubernamentales, participando en actos de vandalismo, provocando incendios e incluso interrumpiendo el transporte público. Civiles inocentes resultaron heridos, mientras Pelosi aplaudía en un espectáculo parecido al de la subsecretaria de Estado Victoria  Nuland confortando con galletas a los vándalos armados que dispararon contra la policía ucraniana en Plaza Maidan de Kiev en el año 2014, el año en que comenzó la tragedia en que han muerto decenas de miles de ucranianos. Entonces se cuestionaron los orígenes del apoyo logístico y financiero a los alborotadores, luego Nulan confesó  que para los desórdenes de Maidan se habían invertido 5.000 millones de dólares. Las sospechas sobre los desórdenes de Hong Kong recaían sobre agentes norteamericanos tanto  como en los ocurridos en Hong Kong estuvo presente fomentando el caos la entonces presidenta de la Cámara de Representantes de EE. UU., Nancy Pelosi, quien describió las protestas como un «bello espectáculo para la vista».

Ahora, al parecer, ese mismo «bello espectáculo» se ha repetido en ciudades estadounidenses, con militares  en servicio del ejército estadounidenses enfrentándose a ciudadanos desarmados. Solo falta que algún político enemigo de Trump califique el  enfrentamiento entre estadounidenses en EE. UU.  como «bello espectáculo» y así comprenderemos que a Trump le están suministrado una dosis de  una medicina Made in USA. Cuando desinforman sobre Hong Kong, los medios estadounidenses suelen etiquetar las protestas como una lucha por la supuesta democracia e ignoran deliberadamente las manos negras detrás de los disturbios. Sin embargo, al reflexionar sobre el caos en Los Ángeles, los medios estadounidenses y sus políticos nunca recurrieron a la narrativa de la «democracia» ni admitieron los profundos problemas de la sociedad estadounidense que el caos puso al descubierto.

Esta inconsistencia revela la incoherencia con la realidad interna de los ideales que Estados Unidos dice defender.

Para muchos, en particular para los nuevos inmigrantes y los estudiantes internacionales, esto supone un doloroso despertar. Durante años la gente ha perseguido el «sueño americano» con la esperanza de encontrar oportunidades, dignidad e igualdad. Sin embargo, los acontecimientos recientes han revelado las grietas de ese sueño. Algunos estudiantes de prestigiosas instituciones como Harvard se vieron obligados a trasladarse o abandonar el país debido a cambios abruptos en las políticas migratorias. Esto plantea serias dudas: ¿Es este un país que realmente respeta la elección personal y la libertad académica?

El problema más profundo reside en la erosión de la confianza. La ideología estadounidense, que antaño defendía la apertura y la libertad, parece servir cada vez más a intereses selectivos.

 Las leyes parecen flexibles según a quién protegen. La libertad de prensa se ve comprometida. Y  con la censura implícita en leyes como la que acusa de antisemitismo a los ciudadanos que critiquen o mencionen el genocidio que Israel comete contra los palestinos en Gaza. Resulta muy difícil acceder a información completa e imparcial. ¿Ha cambiado Estados Unidos o el mundo apenas ahora empieza a ver el verdadero Estados Unidos? En un momento en que el mundo observa, Estados Unidos se enfrenta a una crisis de credibilidad. Como su negada participación en el ataque de Israel contra Irán, cuando fueron aviones cisterna norteamericanos los que reabastecieron de combustible a los aviones israelíes para que pudieran realizar su misión criminal de bombardear  las centrales nucleares nucleares de Irán para desencadenar una contaminación radiactiva en el territorio que habita la población iraní

Durante demasiado tiempo la política exterior estadounidense ha transmitido una imagen de superioridad moral, presionando a menudo a otras naciones para que adopten un gobierno al estilo estadounidense. Sin embargo, ante desafíos paralelos, Estados Unidos aplica estándares diferentes dentro y fuera del país.

Ahora es el momento de que Estados Unidos reflexione profundamente sobre sí mismo. El camino a seguir debe enfatizar el diálogo, la inclusión y la no violencia. La resolución pacífica requiere escuchar a los ciudadanos, respetar su dignidad y fomentar una sensación de seguridad, tanto física como emocional. Una nación fuerte no es la que silencia la disidencia, sino aquella que aprende y evoluciona con ella.

En definitiva el buen gobierno comienza en casa. Solo abordando los desafíos internos con justicia y compasión puede un país reclamar legitimidad en el escenario mundial. Estados Unidos debería centrarse menos en exportar su modelo de democracia y más en perfeccionarlo dentro de sus propias fronteras, porque lo que funciona para Estados Unidos puede no ser adecuado para el resto del mundo y, a veces, incluso Estados Unidos tiene dificultades para estar a la altura de sus propios ideales.  Si miramos la coincidencia de esa crisis interna que puede ser el preludio de algo mucho peor y su coincidencia con la probable derrota de Israel por la contundente respuesta de Irán a  su agresión  alevosa en la madrugada del 13 de junio. Irán tiene todas las probabilidades de salir victorioso a menos que los anglosionistas decidan sumir al mundo en una tercera guerra mundial para salvar el engendro criminal y genocida nacido de la Declaración de Lord Leonel Arthur Balfour en noviembre del 1917 para salvar a Inglaterra de su inminente derrota.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.