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La clase dominante frente a las luchas sociales en Chile

Revolución pasiva a la chilensis

Fuentes: Rebelión

El presente texto surge de reflexiones surgidas y acumuladas a partir del año 2011, en mi función de dirigente estudiantil de la FEUV y vocero CONFECH. Estos pensamientos logran encauzarse gracias a un foro donde me toco presentar y exponer junto al compañero Nestor Kohan, oportunidad en la que se refirió al caso Argentino y […]

El presente texto surge de reflexiones surgidas y acumuladas a partir del año 2011, en mi función de dirigente estudiantil de la FEUV y vocero CONFECH. Estos pensamientos logran encauzarse gracias a un foro donde me toco presentar y exponer junto al compañero Nestor Kohan, oportunidad en la que se refirió al caso Argentino y las luchas del 2001.

 

La principal pregunta que rondaba mi cabeza durante el movimiento estudiantil del 2011 era ¿Cuál sería la reacción de la clase dominante ante un movimiento que comenzaba a cuestionar las bases de su modelo? Este texto pretende responder, al menos en una de sus formas, a la pregunta.

La hipótesis general es que el movimiento social chileno ha generado que diversos sectores de la clase dominante perciban el peligro de la crisis de hegemonía que se gesta en el país. Ante esto un sector más audaz y lucido de los que dominan han planteado la urgencia de generar un «nuevo pacto social», lo que se traduce en generar cambios político-institucionales que generen nuevos consensos menores, pero que no rompan el acuerdo principal que todos comparten: mantener y profundizar la lógica de acumulación capitalista en Chile. Esto es lo que haciendo una «traducción» gramsciana hemos denominado «revolución pasiva a la chilensis». Dentro de esto están los pactos, movimientos políticos y el aumento de la represión que hemos visto en Chile. La iniciativa busca cerrar un ciclo de luchas abierto en el país.

El fenómeno que aparece así descrito, no es literal o mejor dicho no está exento de contradicciones y fricciones. El intento de relegitimación parte del análisis de que Chile atraviesa una crisis de más larga data, o que podemos denominar «orgánica». Eso es lo que sectores como la DC, RN o la Concertación comparten y que sectores como la UDI consideran exageraciones, lo que resulta en fricciones internas en el bloque dominante.

La diferencia es que la crisis de larga data no es planteada por la elite cuestionando las bases estructurales del modelo, sino que se centran en cambios «superestructurales» de carácter institucionales o político-legales. Partimos analizando como el movimiento social corresponde a un fenómeno de larga data. Entendemos que el descontento encuentra sus bases en la estructura capitalista del país, a la vez que se combina con un descontento hacia la estructura institucional y política. O sea es un fenómeno articulado y de larga data lo que da su radicalidad.

Los últimos meses han mostrado que se ha abierto un nuevo ciclo de luchas en nuestro país. Meses de grandes movilizaciones sociales, protestas callejeras, masivas tomas de edificios, ocupación de calles, barricadas y resurgir de nuevas esperanzas. No solo ha sido la lucha estudiantil, sino que hemos tenido distintas expresiones de descontento que se han encarnado en diversos conflictos: desde Hidroaysen a pueblos mapuches, desde paro de portuarios a barricadas espontaneas de vecinos por problemas de seguridad o malos olores, a la lucha de Magallanes y Aysén. La gente se ha apropiado de nuevas formas de visibilizar el descontento y que se han transformado en expresiones legítimas a ojos de los chilenos. El consenso de la transición se ha quebrado.

 

Crónica de una muerte anunciada

Hace unos años hablar de «cambio social» o de «revolución» parecían discursos ajenos, lejanos a nuestra realidad. Aquel que intentaba levantarse contra el discurso único parecía un caso raro o una particularidad de lo que quedo de las luchas de los años pasados y que no volverían. La transición pactada había logrado generar las condiciones para crear un clima de estabilidad social, para continuar y profundizar los triunfos que el empresariado nacional y los capitales extranjeros habían logrado con las reformas estructurales de la dictadura militar. Y, más aun, había logrado generar aquello que permitía solidificar la dominación de un régimen injusto, colocar el cemento que diera cohesión y fortaleza a toda la estructura levantada: se habían ganado «la mente y corazones» de los chilenos. Hegemonía o la capacidad de dar coherencia en el imaginario a determinada idea fuerza a instalar y que la población la haga suya e interiorice. La «solida democracia chilena», «los jaguares de Latinoamérica», la «fuerte tradición democrática», donde «las instituciones funcionan», etc. todos slogans que transmitían en lo cotidiano la imagen que se buscaba proyectar y que la población parecía compartir. Lo que ha constituido un fuerte consenso, un pacto social en las bases del modelo capitalista neoliberal, ha exteriorizado su seguridad y legitimidad a partir de este imaginario.

El empresariado a través de sus brazos políticos (Concertación-Alianza) había logrado mantener el consenso y lo había reforzado durante todos estos años, sin embargo, el monstruo que habían levantado, tenía los pies de barro.

Ya desde hace muchos años y aun en un clima desfavorable muchos habían reflexionado acerca del modelo y las onerosas condiciones en las que tenia a la mayoría de la población. Exclusión, súper explotación, miseria, todos conceptos característicos del capitalismo, pero que en Chile se ven multiplicados a grados importantes. Lógico era pensar que un panorama como el mencionado generara explosiones de descontento. Sin embargo esto no se mostraba, el cemento era muy reciente, el consenso recién instalado, sumado al desarme de la clase trabajadora configuraba un panorama desolador.

Pese a esto y por debajo de la mesa, el viejo topo hacia su trabajo infatigable. Rápidamente los niveles de legitimidad parecían descender. Es cosa de ver el termómetro que se ha hecho común en Chile: las encuestas. En estas se mantuvieron constante, desde los 90 hasta hoy, diversas inquietudes, que refieren a necesidades básicas: Seguridad, Empleo, Salud, Pobreza, Educación y Sueldosi. No solo eso sino que de manera constante y creciente se ha dejado sentir un desencanto a toda expresión política de la clase dominante, tanto la Alianza como la Concertaciónii. Todo esto se ha radicalizado en la juventud. Si observamos el año 1994 ya se veía que quienes daban «nada de confianza» a este segmento eran: Partidos políticos 69,1% y Senadores y Diputados 58,2%. Si corremos nuestra mirada hasta el 2006 observamos que quienes tienen un «bajo grado de confianza» son es su totalidad las expresiones del estado burgués: Gobierno 17,7%; Tribunales 16,8%; Municipalidad 16%; Poder Judicial 14,2%; Congreso 9,6iii. En la encuesta Latinobarometro se habla directamente del desplome de Chile, a la vez que asegura que «Entre 2010 y 2011: cae 26 puntos la imagen de progreso, 24 puntos la Satisfacción con la

democracia, la confianza en la Iglesia y la confianza en el gobierno. Caen también las

expectativas futuras en 18 puntos»iv. En una de las encuesta ADIMARK del año 2011 se decía que «las evaluaciones de las coaliciones políticas y de las instituciones del estado siguen rompiendo records, desgraciadamente en términos de rechazo». En la misma encuesta se muestra como el rechazo a las dos coaliciones administradoras del modelo supera en ambos casos el 60%. No solo eso, el rechazo a las instituciones del estado se expresa en que ambas cámaras del congreso superan también el 60% de rechazo. Según la misma encuesta «los datos vienen a confirmar la tesis de una crisis de representatividad por la que atraviesa el país»v. Pese a esto las encuestas mas allá de una percepción de momento no necesariamente influyen en política y no dicen mucho si eso no se expresa en fuerza material.

El descontento se comenzó a abrir paso, a pesar del débil estado de la organización de la clase trabajadora. Lenta y trabajosamente las luchas se levantaron. El pueblo mapuche, los primeros estallidos de secundarios, las grandes luchas universitarias, las históricas luchas de trabajadores subcontratistas del cobre, etc. A partir del 2000 en adelante, sostenidamente fue aumentando la lucha social en el país. Un estallido allá y otro acá.

El año 2011 vino a ser síntesis de diversos procesos. Primero es un paso importante dentro del proceso de rearticulación del movimiento popular y segundo es la expresión de descontento más importante de los últimos años.

Aquellos que habían mencionado en los años más oscuros las debilidades del monstruo con pies de barro, habían apuntado certeramente.

 

Sobre la «crisis de hegemonía»

Pese a que las luchas de los recientes meses han significado un salto adelante, en ningún caso significan, ni significaran por el momento, un cambio en las condiciones del juego, una «vuelta de tortilla». Las grandes revoluciones se plantean cuando existen situaciones revolucionarias que pueden ser conducidas hacia transformaciones radicales de fondo y reales. No toda situación revolucionaria conduce per se a una revolución. Hoy en Chile si colocamos al campo popular y a la clase dominante frente a frente, la situación es desigual. Los que dominan tienen para sí grandes partidos que les dan coherencia y organización (Desde el PPD hasta la UDI, pasando por RN, DC y otros), poderosos medios de comunicación que buscan dar legitimidad constante a su sistema, una legislación hecha su medida, y en último caso tiene unas Fuerzas Armadas disciplinadas y ordenadas para defender su dominación de ser necesario. Al frente el campo popular recién acelera con este 2011 los ritmos de su rearme, tanto en el tejido con sus organizaciones sociales, con sus primeras herramientas políticas y sus primeras experiencias de medios contra hegemónicos.

En estas condiciones una resolución positiva a favor del campo popular es dificultosa. El 2011ha sido un paso decisivo en acelerar los pasos que se venían dando a favor de la acumulación de fuerzas y a la vez ha sido una muestra de fuerza del descontento que se venía acumulando desde hace muchos años.

Esta muestra de descontento, aun con sus debilidades, ha servido para mostrar la fuerza de la gente cuando está dispuesta a rebelarse. Aunque no lo creamos los que dominan han tomado nota de lo que sucedió y se han puesto rápidamente a operar políticamente para oxigenar al modelo enfermo.

En la actualidad lo que está en cuestión es la institucionalidad del sistema político chileno. Lo que algunos analistas han llamado como «crisis de representatividad» no es sino la expresión de la crisis de hegemonía de la clase dominante. Los antiguos valores que habían dado unidad y dirección ideológica para un grupo social, parecen desmoronarse. Los consensos se cuestionan y amplios sectores pasan a la vida política. En Chile las instituciones, la democracia, los partidos políticos, el orden, el crecimiento económico hoy, aparecen como conceptos en cuestión. Justamente estos conceptos han sido claves para dar la «estabilidad» que ha caracterizado al Chile de la transición.

El luchador italiano Antonio Gramsci nos dice sobre esto que:

«La crisis de hegemonía de la clase dirigente, que se produce o bien porque dicha clase fracaso en alguna gran empresa política para lo cual requirió o impuso por la fuerza el consenso de las grandes masas (la guerra, por ejemplo), o bien porque vastas masas pasaron de golpe de la pasividad a una cierta actividad y plantearon reivindicaciones que en su caótico conjunto constituyen una revolución. Se habla de «crisis de autoridad» y esto es justamente la crisis de hegemonía, o crisis del estado en su conjunto»vi

El problema para la elite no se representa en la medida en que estemos simplemente a una coyuntura, sino que se presenta en la medida en que estemos ante un fenómeno orgánico o histórico. Como el mismo Gramsci nos señala:

«En el estudio de una estructura es necesario distinguir los movimientos orgánicos (relativamente permanentes) de los movimientos que se pueden llamar «de coyuntura» (y se presentan como ocasionales, inmediatos, casi accidentales)».vii

Ver lo que hemos mencionado antes es darse cuenta de que estamos ante un fenómeno de larga data, que se venía tejiendo tras bambalinas y lentamente. El peligro para los que dominan es que un fenómeno orgánico puede dar lugar al surgimiento de un proyecto histórico alternativo, donde lo que esté en cuestión ya no sea solamente una crisis particular de los que dominan, sino la imposición de un nuevo «bloque histórico» un proyecto «nacional-popular» nuevo. Siguiendo la línea de Gramsci: «Los fenómenos orgánicos dan lugar a la critica histórica-social, más allá de las personas inmediatamente responsables y del personal dirigente». viii

El peligro es justamente que la crisis de legitimidad, de representatividad o de hegemonía da lugar al surgimiento de nuevos proyectos políticos y al surgimiento de nuevas alternativas, que obviamente vulneren el status quo.

Unos años antes Lenin ya había mencionado, haciendo alusión a las condiciones de una situación revolucionaria, como uno de los factores importantes, la crisis de hegemonía que menciona Gramsci:

«La imposibilidad para las clases dominantes de mantener inmutable su dominación; tal o cual crisis de las «alturas», una crisis en la política de la clase dominante que abre una grieta por la que irrumpe el descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que estalle la revolución no suele bastar que «los de abajo no quieran», sino que hace falta, además, que «los de arriba no puedan» seguir viviendo como hasta entonces.»ix

 

Los ricos aprehendiendo el escenario de lucha social

Lo que hemos sostenido con anterioridad es que en Chile se ha venido fraguando una crisis de hegemonía, que es un cuestionamiento general a las condiciones del juego impuestas en Chile en el periodo post-dictadura. Sus primeras expresiones se dan a través de malestares imperceptibles (encuestas, luchas parceladas) hasta tomar forma en lo que significo el 2011 que no puede ser retratado solo como una lucha estudiantil, sino como una expresión de malestar social más general.

Aun si pusiéramos en duda esta visión de los hechos, es claro que la clase dominante no lo ha hecho. Para ellos lo que ha sucedido estos últimos meses no es un fenómeno particular. Se ha expresado en una preocupación latente, que se transformo en una urgencia y que hoy significan hechos políticos concretos. Abordaremos ahora lo primero.

Sobre la preocupación latente, esta ya se había expresado en muchas ocasiones con anterioridad al 2011. Sin embargo es interesante seguir el debate abierto a partir del 2011 y la urgencia que se coloca en la agenda publica para promover las operaciones políticas en relación a este tema. En los primeros meses no se había identificado con tanta claridad el problema al que estaban enfrentados, ni con Hidroaysen, ni con las huelgas de hambre, ni con los primeros meses de lucha estudiantil. Es sobre todo a partir de Agosto donde se hace de la Agenda Publica el tema de la crisis de representatividad. Agosto es un mes importante, pues se produce la gran movilización del 4 de ese mes con su cacerolazo masivo por todo Chile, mas desacato legitimo a las autoridades y se anuncia la movilización conjunta de trabajadores y estudiantes en una jornada de dos días.

Dentro de lo que se ha denominado «clase política» claramente las posiciones no fueron, ni son homogéneas. Los sectores mas lucidos rápidamente comenzaron a presionar por generar una agenda de transformaciones cosméticas que permitieran devolver algo de oxigeno al sistema. Dentro de este grupo ubicamos tanto a RN como a la DC, como paladines de avanzada y a figuras públicas como Ricardo Lagos y varios analistas políticos. Por otro lado existen grupos que se niegan a asumir tal crisis y presionan para no transitar por un camino que dé lugar a generar cambios políticos. Dentro de esto encontramos a la UDI y medios de comunicación influyentes a nivel social.

Entre Julio y Agosto la directiva de RN comenzó a hacer pública la necesidad de generar reformas urgentes dentro del aparato institucional. Para esto lanzaron un documento que se denomina «Agenda ciudadana y Política». Plantea reformas políticas, «defensa al consumidor», generar cambios al sistema binominal, permitir que aquellos partidos con 5% de votación tengan al menos un diputado (guiño al PC) , etc.

Para el 1 de Agosto ya se destacaba por Guillermo Larraín en una columna titulada «Malestar Social» en La Segunda que: «El riesgo político esta lentamente subiendo en Chile. Se necesitara mucha destreza para sacar adelante una ambiciosa agenda de reformas políticas que permitan contenerlo…»x

Sin duda el escenario de movilización se radicalizo el día 4 de Agosto con lo que la percepción sobre el problema se definió aun más. Los más conservadores seguían insistiendo en frenar la movilización. En esta línea estaba la editorial de La Tercera del mismo día 4 de Agosto : «El gobierno hace bien en enfrentar la intransigencia estudiantil llamando al fin de las movilizaciones y prohibiendo las marchas de hoy en la Alameda»xi. La misma línea seguía el día 5 de Agosto la editorial de La Segunda que resaltaba la necesidad de «Dar una fuerte señal de autoridad cuando los desbordes y los desafíos a la legalidad llegan a niveles preocupantes»xii.

Sin embargo gran parte de los analistas políticos de la elite alertaban sobre diversos peligros que ya se dejaban sentir. Sergio Melnick destacaba el día 5 de Agosto que «Tenemos un serio problema de representatividad, que anuncia tempestades»xiii. Por su parte Max Colodro mencionaba que «El país se encuentra sumido en una espiral de desafección y deterioro político que empieza a adquirir rasgos peligrosos» haciendo una crítica tanto a «Un gobierno y una oposición que no logran dar con las claves políticas para poder encauzar el torbellino y darle una conducción institucional» para al final señalar que «Esto ya dejo de ser un problema de unos o de otros y se ha vuelto un desafío para el conjunto del sistema político»xiv. Otro de los analistas de los de arriba, Gonzalo Muller, mencionaba que «La situación solo puede ser superada por el gobierno si logra comenzar la otra reconstrucción, la que lo lleve a recuperar la confianza y credibilidad de los chilenos, proceso que de por si será lento y requerirá de sacrificio, pero que es indispensable.»xv

Sin embargo no solo los analistas comprendían el fenómeno al que nos enfrentamos, como decíamos antes, una parte del bloque dominante ya había tomado nota de lo que sucedía y el mismo 5 de Agosto uno de ellos llamo a una reunión de urgencia a todos los líderes de la Concertación. Ricardo Lagos cito a todos a la Fundación Democracia y Desarrollo. Fuentes mencionaron que se discutió sobre el «temor de un desfonde de la política» y concluía que «situación del país es responsabilidad colectiva».xvi

Para el 9 de Agosto y ante el fuerte movimiento social que se daba en Chile, la DC tomaba las banderas y generaba una reunión directa con el Gobierno donde se abrieron a «debatir cambios al binominal para buscar pacto amplio»xvii. El mismo día y en reacción a los movimientos que se venían dando por generar reformas políticas que dieran mayor legitimidad, La Tercera titulaba su editorial sugestivamente «Malestar Social: un diagnostico apresurado»xviii. En él se ponía en cuestión el hecho de que se estuviera produciendo un clima de conflictividad que amenazaba la legitimidad del modelo. La misma idea se repitió el día 10 de Agosto en la editorial titulada «Plebiscitos, una herramienta impropia para gobernar». Allí se destacaba que «La realidad del país está lejos de atravesar por una crisis que requiera una refundación institucional, como algunos sugieren».xix

Pese a esto y el día 12 de Agosto diversos políticos destacaban la urgencia que generaba el clima de conflicto social. Alberto Cardemil mencionaba que «La revolución no va solo contra el gobierno, o la alianza, o aun la clase política, sino contra todo el sistema»xx. Desde otra vereda y siendo muy explicito y claro Patricio Walker decía que «En el fondo, enfrentamos una crisis de representatividad de nuestra institucionalidad democrática». Advertía en el mismo texto que «La mejor manera de hacernos cargo de la crisis política y social que enfrentamos, evitando de paso el surgimiento de una democracia populista o delegativa al estilo Chavez, es fortaleciendo la democracia representativa.» Concluía su análisis siendo directo al mencionar que «Debemos estar dispuestos a construir un nuevo pacto social y político».xxi

El día 14 de Agosto el analista Jorge Navarrete señalaba en La Tercera que por esto » es que resulta tan importante avanzar en las reformas políticas que contribuyan a superar la crisis de legitimidad y representación en la cual estamos insertos. ¡Ahora! Y antes de irnos a la …»xxii

Quizás el veredicto definitivo se dio el día 26 de Agosto cuando Andrés Concha, presidente de la SOFOFA (asociación gremial del empresariado nacional) señalara, en relación a la coyuntura política, que «Vemos necesario tomar el riesgo y llegar a un acuerdo para romper este dilema».xxiii

Habíamos dicho anteriormente que el mes de Agosto había sido importante pues había mostrado alternativas frente a la conflictividad social. Por una parte estaban las posiciones conservadoras más nítidas que insistían que en Chile no existía tal clima de conflicto y que por lo tanto no eran necesarias, ni reformas políticas, ni económicas (cambio binominal, reforma tributaria, etc). En este sentido iban las declaraciones de la UDI el año pasado donde se decía que en vez de cambiar la agenda política del gobierno, lo importante era fortalecer la «agenda social» del gobierno. O sea, no preocuparse de reformas o cambios, sino ver como se «ayudaba a familias más vulnerables y clase media». Por otra parte estaban un amplio grupo de sectores del bloque dominante que en mayor o menor medida habían captado que lo que sucedía no era un fenómeno particular, sino que era algo que se venía arrastrando y que requería algún grado de cambios para enfrentarlo.

En el escenario de conflicto de clases sociales en Chile, ¿Qué significado tienen estos últimos análisis y propuestas políticas y que buscan en el fondo?

 

Revolución pasiva o los ricos en busca de relegitimación

 

Los movimientos dados por la DC, Ricardo Lagos y Concertación, RN, más otras presiones, no se entienden fuera de un marco de lucha clases, de hegemonía y de dirección. Cuando se ponen en cuestión este tipo de cosas están dispuestos a moverse y unir fuerzas de ser necesario para sacar el barco adelante. Lo que han significado complicaciones para ellos, no son sino lo que nosotros hemos denominado «primavera de Chile» o sea el hecho de que la población comience a cuestionar, a poner en duda, a organizarse y levantarse. Sucede esto porque la lógica del capital provoca que existan intereses totalmente contrapuestos en la sociedad, contradicciones irremediables que llevan a constantes choques y promueven una resolución para uno u otro lado. En este caso es el gran empresariado y el capital internacional el que entra en cuestionamiento, con sus lógicas y reglas. Lo que ellos llaman «Agenda ciudadana y política», «reformas políticas», «nuevo pacto social», etc no son sino eufemismos que se traducen en buscar la fórmula que permita generar mejores condiciones para la acumulación de capital, en un clima de lo que ellos llaman «paz social».

Se ha mostrado en distintos momentos que los que detentan el poder están dispuestos a todo con tal de mantenerse en el. Renuncian a sus dioses, a sus formalismos, a sus burocracias, sus leyes, pero no pierden el poder. Están dispuestos a cambiar algo, para no cambiar nada.

Gramsci en relación a esto señala que «La clase dirigente tradicional, que tiene un numeroso personal adiestrado, cambia hombres y programas y reasume el control que se le estaba escapando con una celeridad mayor de cuanto ocurre en las clases subalternas; si es necesario hace sacrificios, se expone a un porvenir oscuro cargado de promesas demagógicas, pero se mantiene en el poder»xxiv

A esto se le ha denominado «revolución pasiva». En momentos de crisis de hegemonía, la clase dominante está dispuesta a renunciar a algunas cosas para mantener su poder. En las alturas, se busca dar una solución al conflicto buscando cambiar la correlación de fuerzas y tratar de superar el «impasse».

Según Nestor Kohan «mediante la revolución pasiva los segmentos políticamente más lucidos de la clase dominante y dirigente intentan meterse «en el bolsillo» a sus adversarios y opositores políticos incorporando parte de sus reclamos, pero despojados de toda radicalidad y todo peligro revolucionario. Las demandas populares se resignifican y terminan trituradas en la maquinaria de dominación.»xxv

Es interesante observar la actual realidad política chilena y observar cómo tras bambalinas se teje una restauración. Incluso si pusiéramos en duda el hecho de una crisis de dominación en el largo plazo, en los hechos la clase dirigente criolla parece haberlo asumido y sus sectores más claros plantean con audacia salidas para mantener lo que han obtenido. Por otra parte el campo popular, como ya lo señalamos, al no tener la madurez suficiente para enfrentar con todas las armas necesarias a los de arriba y dar curso a una salida a su favor al problema, corre el riesgo de un cierre de ciclo sin generar fisuras importantes en el modelo y esto más aun, si no fortalece sus propias formas de organización y acumulación.

Como se ha dicho anteriormente, no es casualidad que sectores de la Concertación asuman como propias demandas que surgen al calor de la lucha. La reforma tributaria parece ser el mejor ejemplo. La toman, la hacen suya, la trituran y a la basura. Ante esa amenaza están dispuestos a cambiar programas y prioridades, reacomodar el naipe y luego, seguir jugando.

 

Revolución pasiva a la chilensis

Mencionábamos los análisis y planteamientos que han salido desde la el bloque dominante buscando dar un cierre al ciclo político de agitación abierto el 2011, un ciclo que al no tener posibilidad de resolver por parte de los de abajo, será asumido por los de arriba. De esta manera se buscara dar curso a algunas reformas políticas que asuman parte de los reclamos, pero sin que ninguno llegue a tocar ninguno de los fundamentos del modelo de acumulación establecido en Chile.

En la política concreta esto ya ha asumido forma al menos de tres maneras, por lo que asumimos que intentos de generar una restauración de legitimidad ya están en curso y se articulan ante nuestros ojos. Esto claramente se da no sin contradicciones ni roces, todo intensificado en la medida que nuestro país tiene en el bloque dominante a un sector que no está dispuesto a ser flexible en las formas que asume su dominación y que se liga a sectores ultra conservadores. Esta es la UDI, quienes han actuado como paladines en la defensa del aparato político e institucional heredado desde la dictadura y estructurado por su mentor, Jaime Guzmán.

1.- Pactos y propuestas.

Aquellos grupos del bloque dominante que se han dado cuenta de la magnitud del problema ante el que se encuentran y que han tomado con urgencia la necesidad de levantar un «nuevo pacto social» rápidamente han pasado a la acción política. Nos referiremos a dos propuestas especificas que explicitan lo que hemos señalado con anterioridad y demuestran que la elite rápidamente está actuando y operando políticamente.

La primera de las propuestas se refiere a la de Ricardo Lagos. Hace un tiempo el ex presidente viene moviendo sus influencias buscando mostrar su postura sobre lo que está sucediendo en Chile y las responsabilidades políticas que deben asumir los que mandan. Para esto lanzo un documento titulado «Avanzar hacia la primavera chilena». Con ella en mano ha tenido reuniones a través de su fundación «Democracia y desarrollo» para influir en la agenda política chilena. El documento mencionado se estructura en base a la siguiente hipótesis: «El andamiaje político que emerge a principios de los 90 está obsoleto, desgastado, y ahora tenemos la obligación de ponernos de acuerdo en un nuevo sistema institucional, que responda a las exigencias de nuestros tiempos». Para ser más claro en el documento luego explicita que «es necesario avanzar hacia una mayor legitimidad de nuestro sistema democrático. Las movilizaciones ciudadanas nos abren un espacio para mejorar la política y recuperar su prestigio.» Más claro imposible. La lógica de corregir aspectos del andamiaje político institucional con el objetivo de cambiar algunas cosas para dar mayor legitimidad al sistema. Para esto Ricardo Lagos plantea una serie de reformas que ayudarían avanzar en este sentido. Reemplazo del sistema binominal por uno proporcional corregido, establecer primarias vinculantes e inscripción automática y Tribunal electoral, reforma tributaria reemplazando la lógica de focalizar gasto fiscal y un acuerdo energético. El documento finaliza señalando que: «Si se logran estos acuerdos fundamentales para el país, se habrá dado el primer paso para recuperar la legitimidad de la ciudadanía y los valores éticos que están detrás de estos consensos». xxvi

«Avanzar hacia la primavera chilena» plantea una serie de reformas políticas, pero que no tocan en ningún momento las bases del consenso principal: mantener y profundizar el modelo capitalista de producción en nuestro país. El objetivo es explicito.

La segunda de las propuestas quizá es la que se ha hecho más visible, por sus alcances y por el movimiento particular dado entre partidos de coaliciones «opositoras», si se puede llamar así. Es el Pacto DC-RNxxvii. A través del documento «Un nuevo régimen político para Chile» se han planteado las directrices y alcances del acuerdo. Este parte con la siguiente observación: «existe una desafección y critica ciudadana con el sistema, que puede continuar creciendo con una baja de la participación ciudadana y una conflictividad social que puede transformarse en crónica», posteriormente señala que en base a esto «se necesita un cambio de régimen político». Si se observa con atención es la misma preocupación y el mismo planteamiento planteado por Ricardo Lagos. Los problemas políticos que identifica son: Excesivo presidencialismo, «Congreso carece de rol», señala aumento de fragmentación social (tribus, redes, modas), régimen político muy cerrado, problemas con el sistema electoral. Ante estos problemas el documento señala que «los demócratas deben asumir su responsabilidad». Para esto plantea una serie de cambios que se deben abordar con urgencia y que son: Régimen político semipresidencial, potenciar gobiernos regionales y municipales, avanzar a un sistema electoral proporcional corregido y finalmente plantea generar transparencia y nuevo rol de los partidos. Finaliza señalando:

«El país requiere de estos cambios, el Presidente de la Republica, el Parlamento y los partidos políticos deben asumir su responsabilidad. Ahora es el momento adecuado para ello, pues la demora solo acentuara el diagnostico y sus peligros.»xxviii

Si se observa con atención, son similares los objetivos y las soluciones entre los dos documentos que hemos señalado. Sin embargo es importante señalar que a la preocupación que comparten, ninguno de los documentos identifica el problema en el modelo económico chileno y en la explotación, la exclusión social y las profundas desigualdades que se generan por el régimen del capital en Chile. Por lo mismo y en la medida que los problemas se plantean en el área político institucional, las soluciones son de bajo alcance real, en lo que son las condiciones de fondo del «malestar social» que se genera en Chile. Esto, sin embargo, no nos debe extrañar, ya que los que dominan nunca van a legislar contra sí mismos. Lo que se busca es generar cambios cosméticos, arriesgar algunas fichas y mantener a final del día la dominación. O sea «revolución pasiva».

2.- Desorden en las alturas. A la constitución de nuevos bloques.

Es claro que la movilización social en el país ha dado lugar a movimientos que no se habían observado con anterioridad. Quizás la primera expresión de estos movimientos y realineamientos que expresaban un problema, se dio con la irrupción del fenómeno MEO, en la elección presidencial pasada. Pero el fenómeno no se detuvo aquí, si no que ha seguido dando muestras interesantes y que apuntan a un reacomodo de las fuerzas políticas de los que dominan. En el gobierno hemos visto constantes roces propiciados y aumentados desde las movilizaciones, entre la UDI y RN. Eso claramente no se ha quedado ahí, sino que se ha hecho público en roces entre fundaciones como «Libertad y Desarrollo» y el gobierno, por ejemplo. En la Concertación también se han generado distanciamientos claros, sobre todo entre la DC y los demás partidos, hecho que quedo en evidencia en las reuniones entre gobierno y DC, o en el mismo pacto DC-RN. Más hacia la izquierda de la Concertación se han buscado generar nuevos acoplamientos, intentando sumar a su barco a fuerzas que no son propias de la coalición, pero que pueden servir para controlar al menos a parte del movimiento social chileno: El PC.

El desorden en las alturas traerá consigo, nuevos agrupamientos de fuerzas y la creación de nuevos referentes que cambiaran la imagen de quienes han estado en el poder. En ese sentido han salido propuestas como la de Ricardo Lagos o Carolina Toha, de generar un nuevo partido en Chile, que agrupe a todas las fuerzas «progresistas», lo mismo viene a reflejar la intención de levantar una nueva Concertación, con nuevo rostro y nuevos actores, propiciando el acercamiento con sus históricas fuerzas auxiliares como el PC, ahora el MAIZ, etc.

Claramente esto propicia grietas, fisuras por las que puede darse el espacio para levantar una alternativa de izquierda, que se presente como alternativa coherente al bloque dominante.

Todas posibilidades que, en la medida que no se presente una alternativa histórica a los que dominan, se volverán a enfriar generando un nuevo acomodo de las fuerzas, integrando a algunos, uniendo a otros, mostrando nuevos referentes con programas similares, para en definitiva mantener el status quo.

3.- Aplastar a los que luchan.

Maquiavelo había señalado que la dominación del príncipe no solo se mantiene con el consenso o la hegemonía, sino que es vital usar también la coacción. La clase dominante de nuestro país, no solo usara la formula de generar cambios cosméticos y buscar un nuevo pacto social, sino que ocupara la violencia para perseguir, aislar y aplastar a los que luchan. Los movimientos políticos en este sentido ya están en marcha y han asumido forma humana en la figura de Rodrigo Hinzpeter. Pese a reclamos aislados por los excesos en el bloque dominante, nadie de ellos pone en duda la necesidad de la coacción. Tres elementos como prueba de la ofensiva que vendrá desde los ricos para aplastar al movimiento social.

3.1- Aysen. La lucha histórica que ha dado el pueblo de Aysen contra las políticas centralistas, el alto costo de vida, la marginación, etc. trajo no solo consecuencias políticas y una demostración de fuerza de nuestro pueblo, sino que ha dejado en evidencia las nuevas formas que asumirá la violencia, en este caso policial, contra quien se atreva a salir a las calles luego del 2011. Lo que algunos llaman violencia ilegitima, o uso de fuerza excesiva, no será sino la lógica cotidiana a la que nos tendremos que acostumbrar. Aysen presencio no solo la violencia inusitada con disparos al cuerpo, ataques a niños y mujeres, violencia contra las viviendas de los aiseninos, etc., sino que también vimos como se busco perseguir a los dirigentes más combativos y como se busco aislarlos del movimiento. En adelante debemos estar preparados para este tipo de accionar de parte de la clase dominante, su gobierno y sus policías.

3.2- Remozando el aparato judicial.

La «Ley Hinzpeter», «Ley Mordaza»xxix y otro tipo de proyectos, no vienen sino a ser una respuesta a nivel jurídico de amenaza y persecución contra las luchas sociales. No se entienden fuera del marco de la lucha de clases en nuestro país. El ejemplo decidor es el de la «Ley Hinzpeter» que sin problemas a planteado penas de cárcel que incluso llegan a los 3 años, a diversas acciones que han caracterizado a la lucha social chilena estos últimos meses. Aquellos que ocupen calles, puentes, que paralicen sus actividades en servicios públicos, que tomen o «invadan» espacios tanto privados como fiscales, serán penados con esta ley. La urgencia es tan grande que ante la demora de esta ley han ingresado proyectos específicos por separados, para que se aprueben. Recientemente se ingreso un proyecto fuera de la Ley Hinzpeter que sanciona a quienes interrumpan el transito.

La urgencia de la elite por actualizar su aparato jurídico para reprimir las luchas del pueblo es obvia.

3.3- El rol del imperialismo.

Es significativo reconocer que nuestra clase dominante, no está ligada a un proyecto «nacional» o a un camino propio para insertarse en el mercado mundial. Históricamente la elite de nuestro país ha estado ligada al desarrollo del capitalismo a nivel mundial y ha actuado ligada estrechamente acorde al desarrollo de los diversos imperialismos en la historia del capitalismo. En su momento el imperialismo ingles, hoy el imperialismo norteamericano. En relación a este último son obvios los fuertes intereses económicos y geopolíticos que tiene nuestro país al interior de Latinoamérica. Por este motivo no es un hecho casual la preocupación que ha causado para el imperialismo, el clima de conflictividad social en el país, donde incluso se han levantado demandas como la renacionalización del cobre, motivo de alta alerta para ellos, como lo ha demostrado nuestra historia. El establecimiento de una base de entrenamiento militar de EEUU en Con Con en la V región, se entiende claramente como una preocupación política planteada por el imperialismo y como una asistencia para la clase dominante chilena. Él porque nadie ha dicho nada, es porque existe una comunión, en último caso en los temas fundamentales. Los entrenamientos que se han visto y que han generado en esta base para los carabineros chilenos, se enfocan claramente en la represión militar contra el pueblo.

Lo planteado anteriormente es parte de los mecanismos que se seguirán activando y se profundizaran en la medida que nuestro pueblo siga expresando descontento. Más violencia, más represión y más leyes contra el pueblo serán la tónica común a la que nos veremos enfrentados.

 

Conclusión

El ciclo de luchas abierto en el país, no debe llevarnos a excesos de optimismo, ni tampoco dejarnos impávidos esperando que las condiciones para un cambio se den solas. No estamos ni ad portas de la toma del poder, ni estamos en una fase normal dentro del desarrollo de la lucha de clases. Quizá el mejor indicador es ver al otro lado lo que están reflexionando los que mandan. La curiosidad e interrogante que abre este ciclo es que podemos saber de qué manera actuara la elite, en busca de dar un cierre al ciclo de luchas y retomar las riendas del control. Eso es lo que tomando a Gramsci se denomina revolución pasiva y se expresa en lo ya planteado. Es claro que los que dominan no dudaran en actuar de la manera que estimen como necesaria para mantener la estabilidad, el consenso y la paz social que les conviene. La gran interrogante estará dada por el lado del campo popular. ¿Sera capaz de constituir una alternativa política a la Concertación y la Derecha?, ¿Lograra aprovechar las brechas de descontento y las fisuras que se generan para dar cauce a la conformación de un nuevo bloque histórico?

Estas interrogantes y muchas otras que pueden seguir surgiendo no son abordadas en el texto, las respuestas lógicamente tampoco, corresponde a las organizaciones populares tomar la palabra en este sentido.

 

 

 

 

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iNOTAS.

 

 

 Ver Encuesta CEP: http://www.cepchile.cl/graficos_EncCEP/graficos_PersTiempo.htm#.T4JPIdmoDJc

 

ii Ver Adimark: http://www.adimark.cl/es/estudios/archivo.asp

 

iii Ver http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-22362011000100005&script=sci_arttext

 

iv Ver http://www.latinobarometro.org/latino/latinobarometro.jsp

 

v Ver http://www.adimark.cl/es/estudios/index.asp?id=124

 

vi Ver Antonio Gramsci, Observaciones sobre algunos aspectos de la estructura de los partidos políticos en el periodo de crisis orgánica.

 

vii Ver Antonio Gramsci, Análisis de las situaciones. Relaciones de fuerzas.

 

viii Ver Antonio Gramsci. Análisis de las situaciones. Relaciones de fuerzas.

 

ix Ver V. I. Lenin, La bancarrota de la II Internacional.

 

x Guillermo Larrain, Malestar Social, La Segunda, 1 de Agosto 2011, pag 18.

 

xi Editorial, La Tercera, 4 de Agosto 2011, pag 33.

 

xii Editorial, La Segunda, 5 de Agosto 2011, pag 16.

 

xiii Sergio Melnick, Nuestro pequeño Delfos, La Segunda, 5 de Agosto 2011, pag 32

 

xiv Max Colodro, Epifanía del deterioro, La Segunda 5 de Agosto 2011, pag 32.

 

xv Gonzalo Muller, La otra reconstrucción, La Segunda 5 de Agosto 2011, pag 34.

 

xvi Ver La Segunda, 5 de Agosto 2011, pag 26.

 

xvii Ver La Tercera, 9 de Agosto 2011, pag 2-3

 

xviii Editorial La Tercera, 9 de Agosto 2011, pag 33.

 

xix Editorial La Tercera 10 de Agosto 2011, pag 39.

 

xx Alberto Cardemil, Jugando con los mismos fuegos, La Segunda 12 de Agosto 2011, pag 28.

 

xxi Patricio Walker, Un Nuevo Pacto, La Segunda, 12 de Agosto 2011, pag. 30.

 

xxii Jorge Navarrete, En buen chileno, La Tercera 14 de Agosto 2011, pag. 38.

 

xxiii La Segunda 26 de Agosto 2011, pag 37-38.

 

xxiv Ver Antonio Gramsci, Observaciones sobre algunos aspectos de la estructura de los partidos políticos en el periodo de crisis orgánica.

 

xxv Ver Nestor Kohan, Crisis orgánica y revolución pasiva: el enemigo toma la iniciativa.

 

xxvi Ver Ricardo Lagos, Avanzar hacia la primavera chilena.

 

xxvii Ver Ivan Vitta, Pacto DC-RN: Reconstruir la gobernabilidad del capitalismo neoliberal.

 

xxviii Ver pacto DC-RN, Un nuevo régimen político para Chile.

 

xxix Ley Hinzpeter se denomina al proyecto de ley de fortalecimiento del orden público.

 

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