Un libro que aúna el propósito reflexivo con la pasión militante, avanza en el sendero de la revolución rusa y los primeros años del poder soviético, como parte de lo que promete ser un recorrido integral por la historia de la Unión Soviética.
Aldo Casas.
El país de los Soviets. La revolución y sus contra-tiempos (1917-1924).
Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Herramienta, 2022.
272 páginas.
Este es el segundo volumen de la serie del autor en torno a Actualidad de la revolución y socialismo. En una primera entrega titulada Rusia 1917: Vertientes y afluentes, Casas indagó en los antecedentes revolucionarios y en el “asalto al cielo” de la revolución de octubre. Ahora dirige la atención a lo que ocurrió en los primeros años de gobierno soviético, en un período que se cierra con la muerte de Vladimir Ilich Lenin.
Los dos tomos son parte de un vasto proyecto que se plantea el análisis de toda la historia soviética, hasta la disolución de la URSS.
Al igual que en el anterior, destaca en este libro el tratamiento abierto y heterodoxo del proceso revolucionario ruso. Y se percibe con claridad que el propósito de la obra no es sólo historiográfico, sino de examen de las lecciones que ese transcurso puede dar aún hoy a quienes pretendan avanzar en un proceso revolucionario. Como indica el nombre de la serie se trata de indagar en la «Actualidad de la revolución y el socialismo» y no tanto de hacer una historia de la revolución.
De revolución soviética a revolución bolchevique.
Es particularmente ilustrativo el espacio que Aldo dedica a la progresiva anulación de la democracia sovietista en la naciente U.R.S.S. Sigue las distintas incidencias que van en ese sentido desde el primer día de la revolución triunfante y que, como se muestra en el libro, ya estaban muy avanzadas cuando Lenin sale del escenario..
Mantiene la mirada de admiración y respeto sobre Lenin y León Trotsky, pero señala sus responsabilidades en la «expropiación» política de los órganos asamblearios, progresivamente reemplazados por el partido. El mismo que marcha con rapidez a convertirse en partido único y de allí a la neutralización del debate interno, con la prohibición de las fracciones y su conversión en un organismo de jerarquías estrechas y cerradas.
El autor presta atención tanto a la marcha cotidiana y poco perceptible de ciertos acontecimientos como a los hechos plagados de dramatismo, como la represión de Kronstadt, a la que Casas condena sin tapujos.
Uno de los núcleos de toda la obra es la postergación de los campesinos, en un país en que conformaban el 80% de la población, y a los que se priva de su propia expresión política, el partido socialrevolucionario de izquierda. Y con ella al olvido de las posibilidades transformadoras de la comunidad rural, ya señaladas en la producción tardía del propio Marx.
El poder soviético se perfiló como una dictadura del proletariado sobre los campesinos, en una dirección en que la burocracia partidaria se erigió a su vez en una dictadura «sobre el proletariado». Y la revolución soviética se convirtió en «revolución bolchevique», en exclusividad. Y de un bolchevismo en el que sólo una estrecha franja partidaria iba a tener capacidad decisoria”.
Ocupa también un lugar en la obra la cuestión de las nacionalidades, en la que rápidamente despierta el «chauvinismo gran ruso» que, por ejemplo, no trepida en «conquistar» a Georgia por la fuerza de las armas. El texto que Casas dedica a la revolución en Ucrania aporta variados elementos sobre esa cuestión.
El “asalto al cielo” y una deriva que no estuvo predeterminada.
A lo largo de la narración y el análisis se presta mucha atención a la formación y los cambios de las opiniones de Lenin y Trotsky a lo largo del proceso, desechando una mirada teleológica en la que el destino de la revolución estaría marcado desde el primer día.
Y se desarrollan y evalúan las espantosas condiciones en las que se desenvolvió la revolución, en medio primero de la guerra mundial y después de la civil, el hambre, la disgregación de la clase obrera, los desequilibrios económicos y sociales de todo tipo.
También aquí se asigna su lugar a las responsabilidades de la dirigencia revolucionaria, que implanta primero un «comunismo de guerra» que deteriora las neurálgicas relaciones entre la ciudad y el campo. Y luego cometen yerros en otro sentido al implantar la «Nueva Política Económica», un retroceso.
Seguramente los expertos en la historia de la revolución (quien escribe estas líneas está muy lejos de serlo) tendrán mucho para debatir con el autor. Una discusión abierta y rigurosa requerirá, nos parece, aceptar que el devenir ruso y soviético no constituye un «modelo» de revolución, susceptible de ser reproducido en sus rasgos fundamentales en todo tiempo y lugar. Y que su burocratización no nace con el poder indisputado de Stalin y el estamento dirigente a él sometido, sino que arranca mucho antes. Y podría haberse contrarrestado a tiempo.
Debe apreciarse sobre todo la disposición de Aldo Casas a estudiar la revolución con una mirada innovadora, no adscripta a ninguna interpretación preconstituida y cerrada. La que no excluye un propósito pedagógico, que abarca la transcripción de largos pasajes de otros autores, que invitan a la reflexión sobre las miradas de «clásicos» y «modernos» acerca del octubre ruso y sus consecuencias.
En esas referencias Casas le asigna un lugar importante a los estudiosos de la revolución desde perspectivas anticomunistas y conservadoras (Orlando Figes, entre los que más frecuenta), sin cerrase sobre los enfoques más o menos afines. La “corriente principal” de la historiografía requiere ser analizada e incluso apreciada en sus aportes, más allá de las raigales diferencias que se mantengan con ella.
Resulta asimismo plausible la inclusión de trabajos breves de otrxs autorxs, como la introducción de Jean Batou, un análisis de Antonio Loucá que vincula la revolución rusa con el movimiento revolucionario alemán, y el de María Orlanda Pinassi a propósito de la emancipación femenina en el contexto revolucionario.
La de este libro es una lectura necesaria, que proporciona interrogantes abiertos y no formula respuestas inamovibles. Y exhibe una amplia disposición a seguir hurgando, a propósito de la revolución rusa, en las condiciones de derrocamiento del capitalismo . para la construcción democrática y socialista que pueda reemplazarlo sin derivar al «capitalismo de Estado».
Cabe esperar los sucesivos tomos de este singular estudio, que vayan acercando al presente esta apasionante secuencia histórica, que Aldo Casas vuelca sobre el porvenir, orientándola a la reflexión actual en torno al sentido y vigencia de la mayor revolución del siglo XX.. Y de la idea de revolución en sí misma.
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