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Roberto Garretón: «Marcar AC en el voto»

Fuentes: Punto Final

Es necesaria una confrontación política y el pueblo debe manifestarse frente a una derecha que no va a cambiar un sistema constitucional que le conviene… «No nos engañemos más», afirma Roberto Garretón Merino (71), abogado de dilatada trayectoria en la defensa de los derechos humanos, relator de la ONU en esa materia y miembro del […]

Es necesaria una confrontación política y el pueblo debe manifestarse frente a una derecha que no va a cambiar un sistema constitucional que le conviene… «No nos engañemos más», afirma Roberto Garretón Merino (71), abogado de dilatada trayectoria en la defensa de los derechos humanos, relator de la ONU en esa materia y miembro del Consejo Nacional de Derechos Humanos. Subraya que el 80 por ciento de los chilenos está por una nueva Constitución. Y Garretón es parte del movimiento Marca tu Voto, cuyo objetivo es cambiar la Constitución por la vía de una Asamblea Constituyente (AC), tal como lo están manifestando numerosas organizaciones políticas y sociales.

Ex jefe jurídico de la Vicaría de la Solidaridad, Garretón recuerda que en 2001 escribió un artículo donde propone aplicar el sistema que usaron los colombianos en 1990. Explica que en Colombia había seis elecciones ese año: «Para senadores, diputados, gobernadores, alcaldes y dos cosas más, pero no de presidente de la República. El sistema político colombiano estaba en crisis y la Constitución permitía un bicameralismo sólo para liberales y conservadores. Cuando la guerrilla del M-19 depone las armas y se integra al sistema político, no había espacio para ellos. Por eso se gestó un movimiento que comenzó en la Universidad de los Andes, de Bogotá. Los jóvenes hicieron una campaña parecida a Marca tu Voto, y como por cada elección se depositaba una papeleta, llamaron a meter una ‘séptima papeleta’ y escribir AC.

La gente -continúa su relato Garretón- pidió Asamblea Constituyente, no una nueva Constitución. Lo fantástico fue que esas papeletas extras no se contaron, pero todo el mundo las vio. Eran más de dos millones de votos que pedían AC. Eso forzó a que la clase política llegara a un acuerdo entre liberales y conservadores, pero en conversaciones con la Unión Patriótica, que era básicamente el Partido Comunista. El pacto implicó que en mayo del 90 se reglamentara por decreto supremo una consulta que decía: ‘¿Está usted de acuerdo que se llame a una AC el día que se haga la elección presidencial?’. El resultado fue que el 96 por ciento dijo que sí: 5 millones 200 mil votos».

 

VOTO MARCADO ES VALIDO

¿Qué ocurre con la ley chilena?

«La ley nos da una ventaja que no se daba en Colombia, porque establece que son nulas las cédulas que tengan más de una preferencia y luego expresa, con claridad, que aquellas cédulas que teniendo una sola preferencia y contengan además rayas, dibujos, etc., son válidas y se atribuyen al candidato señalado por el elector, dejándose constancia en el acta del ‘accidente que constituye la marca’. O sea, si en mi voto marco mi preferencia y coloco AC o cualquier cosa, se tendrá que dejar constancia de que apareció un voto que dice AC, uno por uno. Las palabras no son mías, son de la ley: la misma ley votada favorablemente por analfabetos en política y en lectura como el actual ministro Chadwick y Andrés Allamand. Ellos ahora expresan que si salen esos votos marcados AC será una fábrica de votos nulos. Ellos no se dieron cuenta de lo que hicieron y ahora dicen que el voto sería nulo. No obstante, el voto es válido, siempre que tenga una preferencia y una marca. Da rabia la frivolidad de estos señores. En un comienzo también el señor Cheyre, expresidente del Consejo Electoral, debutó diciendo la estupidez de que los votos son nulos. Al menos se retractó el mismo día y dijo, ¡perdón me equivoqué, los votos son válidos!… Y el Servicio Electoral dice hoy que los votos que tienen una preferencia y una marca, como AC, son válidos».

¿Por qué se propone una Asamblea Constituyente y no un plebiscito o una comisión bicameral?

«Todas las asambleas constituyentes que la Humanidad ha conocido, que son miles, fueron todas inconstitucionales, porque las constituciones establecen cómo hacerles modificaciones pero no prevén su derogación. Por tanto, una AC le da legitimidad a una nueva Constitución. Respecto de un plebiscito: hay interpretaciones que dicen que se puede, pero lo más probable es que el Tribunal Constitucional declare que un llamado a consulta es inconstitucional. El destacado jurista Fernando Atria dice que se puede hacer. ¡Si es así, me sumo! Pero temo que fracase. Ahora, una comisión bicameral podrá aprobar la mejor de todas las Constituciones, pero no va a ocurrir porque estamos sometidos a los dos tercios de la Cámara, dos tercios del Senado y dos tercios del Congreso Pleno. Tratar de modificar la Constitución que Jaime Guzmán describió como imposible de cambiar, es muy difícil. Se han hecho cincuenta o cien modificaciones y ninguna toca el núcleo duro de la Constitución».

Se habla que no están las condiciones políticas para cambiar la Constitución, ¿cuál es su opinión?

«Lo he escuchado eso, pero de los fascistas, no de otros sectores políticos. Hay sectores que no quieren cambiar la Constitución, entonces alegan que no estamos maduros para eso. Sin embargo, el pueblo más maduro de América Latina, desde 1833, es el chileno. En Chile antes de Pinochet no hubo dictadura, fuera de la de Ibáñez, que duró sólo cuatro años».

La Nueva Mayoría plantea un cambio de la Constitución dentro de la institucionalidad…

«¿Qué es dentro de la institucionalidad? Podría darse si los pinochetistas votaran por el cambio. Pero, ¿la derecha va a cambiar un sistema que le conviene? No quieren cambiarlo… ¡No nos engañemos más! Llevamos 22 años engañándonos, y me incluyo… Como pueblo nos hemos engañado».

 

TRABAS LEGALES

¿Por qué no se ha cambiado la Constitución de la dictadura, cuáles han sido las trabas?

«No se ha podido porque los sectores democráticos, en el sentido amplio, no tenemos dos tercios en el Congreso, es imposible obtenerlos con el sistema binominal. En el gobierno del presidente Aylwin se hablaba de Asamblea Constituyente. Ese discurso estaba en la voluntad, pensábamos que íbamos a cambiar la Constitución. He votado por la Concertación y por el PC, porque hay que votar y no estoy en huelga electoral. Mi derecho a voto lo voy a ejercer siempre. Soy demócrata y no voy a desperdiciar la oportunidad de manifestar mi voluntad mediante el voto».

¿Cuál ha sido la responsabilidad de la Concertación en el mantenimiento de las leyes de amarre heredadas de la dictadura?

«Queremos explicaciones como ciudadanos de por qué ha pasado eso… Efectivamente, necesitamos dos tercios en la Cámara, en el Senado y en el Congreso Pleno. A raíz de esto, se produce una cosa perversa: si no se puede hacer algo que estimo que es bueno, me convenzo que no hacerlo también es bueno, o sea, explico mi incapacidad en mi propia incapacidad. Eso es perverso. No es verdad que toda la Concertación no quiera cambiar, pero hay grupos que sí quieren mantenerlo todo. Creo que en mi ex partido, la DC, la mayoría, el 80 por ciento, quiere el cambio constitucional, cambios serios en el sistema electoral y en el sistema económico. Pero hay un grupo que no quiere cambios».

La derecha señala que ha habido muy pocas Asambleas Constituyentes en la historia…

«Los pinochetistas insisten en afirmar que en la Humanidad ha habido sólo tres AC: la de Chávez en Venezuela, otra de Evo Morales, en Bolivia, y otra de Correa, en Ecuador. Y que nunca hubo otras. La señora Matthei, a la que vendría bien un curso de lectura, ha dicho que en la historia humana el primer dictador que ha entregado ‘decentemente’ el poder se llama Augusto Pinochet. Pero si revisamos un poco, en los últimos años tenemos al general Morales Bermúdez, en Perú, dictador que honestamente antes de entregar el poder dijo ‘señores ciudadanos, yo no voy a quedarme con las leyes que hicimos los militares mientras fuimos dictadura, llamo al pueblo a una AC y una vez que aprobemos una Constitución, ahí tienen el poder’… ¡Esa es decencia! En El Salvador, en 1986, termina el último gobierno militar, se hacen elecciones presidenciales, se llama a una AC y sale una Constitución, bastante derechista, pero hecha por ellos. En Guatemala, en 1985, luego de una AC aprueban una nueva Constitución. En Paraguay en 1991. En Brasil, los militares entregan civilizadamente el poder -no como lo hizo Pinochet- y le sugieren a los ciudadanos que hagan una nueva Constitución. Luego hay las AC en Colombia, Venezuela, Ecuador y Bolivia, con presidentes que ganaron en elecciones libres y en cuyos casos no fue necesario llamar a marcar el voto, porque dijeron en sus campañas electorales que lo primero que harían sería convocar a una AC».

 

HACIA LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE

¿Si marcar el voto AC obtuviera respaldo significativo, qué debería suceder?

«Si Chile fuera un país con una conciencia democrática generalizada como lo fue hasta el 11 de septiembre de 1973, no cabe otra alternativa que convocar a una AC por decreto supremo, que sí es inconstitucional, como todas las AC, porque siempre surgen de una decisión popular, pero que es legítima. La única Constitución rara es la de Pinochet… El no tuvo escrúpulos, no consultó a nadie, nombró a trece tipos para su elaboración, casi todos fascistas, tres no lo eran pero se fueron, porque aquello era fascismo químicamente puro».

¿Cómo se va a cuantificar si un voto se marca AC. Habrá observadores, cómo se trabajará?

«La cuantificación la tienen que hacer las mesas, porque tienen que dejar constancia en el acta. Si quieren no los suman, es problema de ellos, pero en el acta va a salir si hubo determinada cantidad de votos AC. Estamos pidiendo observadores y hay algunos internacionales. A pesar de todo lo que ha pasado, yo tengo una distinción entre el pueblo concertacionista y la dirigencia de este conglomerado. Creo que ese pueblo quiere una AC, porque es demócrata y tiene frustraciones como las tengo yo. Espero que en la mesa, cuando llegue el observador de Marca tu Voto, con el apoderado del PS, PPD, DC, PRDS o PC, se pongan de acuerdo y nos ayuden a verificar el conteo de los votos».

En el plano práctico, ¿quién llama a una AC, quiénes participan?

«Eso lo tenemos que ver. Puede ser el presidente de la República, una mayoría parlamentaria, una marcha de trabajadores, porque no es una fórmula o un modelo. Cada país lo hará como lo considere mejor. Hay muchos pueblos que han tenido una AC y tienen una Constitución legítima. ¡Cómo no va a ser fantástico que países oprimidos durante tantos años, se pongan de acuerdo para tener nueva Constitución! Dejemos a la creatividad del pueblo chileno democrático que vea cómo funciona una AC. Francia ha tenido dos: en 1789 fue la primera; Estados Unidos tuvo una y todavía la Constitución no la pueden cambiar».

En el último tiempo ha habido movilizaciones sociales, protestas en regiones, marchas estudiantiles, pero todo se ha mantenido igual. ¿Qué hacer frente a esta situación?

«Estamos ofreciendo al pueblo que se dé un gran gusto: votar por una nueva Constitución democrática y marcar el voto para que así sea. Las Constituciones son producto de un pacto, pero no un pacto entre iguales, porque en Chile no somos iguales. Hay unos que valen dos tercios y otros un tercio y otros, cero. Debemos luchar porque tengamos un acto de iguales. Todos podemos marcar AC. Le aseguro que el 80 por ciento está por una nueva Constitución».

Desde su perspectiva, ¿cuál es el futuro político de Chile si no se cambia la Constitución?

«Si se mantiene la actual Constitución, será un fracaso total. Si logramos que el movimiento por marcar el voto saque una cantidad de votos importante, será un gran avance. Es una cuestión de buena fe, de constatar si el pueblo quiere o no. Mucha gente sigue con miedo de que le vayan a anular el voto, a pesar de que la ley es clara al respecto. Creo que hay que llegar a la confrontación política. Nadie está hablando ni siquiera de lanzar una piedra, sino llamar al pueblo para que se manifieste políticamente. Desde luego no hay, ni de lejos ni de cerca, la posibilidad de una revolución. Pero puede llegar un momento en que la presión social sea insostenible, que la rabia comienza a acumularse. ¿Hasta cuándo? No sé, pero entonces podemos llegar a la peor de las salidas. Nadie puede pretender que la Constitución sea la que uno quiere, pero sí hay ciertos mínimos, por ejemplo, que los votos de unos valgan lo mismo que el de otros; un estatuto de derechos humanos con los derechos económicos, sociales y culturales de los chilenos».

 

 

 

Publicado en «Punto Final», edición Nº 793, 8 de noviembre, 2013

 

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