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Ed. Akal publica Virtud y terror, una recopilación de textos y discursos de Robespierre con prólogo de Slavoj Zizek

Robespierre: democracia, república y violencia política en la Revolución Francesa

Fuentes: Rebelión

Integrante del grupo político de los Jacobinos, del Comité de Salvación Pública y presidente de la Convención Nacional -durante la Revolución Francesa-, el político y abogado Maximilien Robespierre (1758-1794) se destacó como gran líder en el periodo de El Terror (entre 1793 y 1794) y de los tribunales revolucionarios; se ha apuntado -como elemento de la época- la aplicación de la guillotina, en parte contra la Contrarrevolución.

Conocido como el incorruptible, la figura política de Robespierre se desplegó durante el mandato del Comité de Salvación Pública y los jacobinos (republicanos que abogaban por la soberanía popular y la justicia social); una parte importante del ideario jacobino quedó reflejado en la Constitución de 1793, que no entró en vigor.

“La defensa de la Revolución Francesa que llevó a cabo Robespierre sigue siendo una de las justificaciones más poderosas y desconcertantes de la violencia política jamás escrita”, señala la nota informativa de Ediciones Akal, que en 2025 ha publicado el libro Virtud y terror; se trata de una recopilación de textos de Maximilien Robespierre, a cargo de Jean Ducange, y con la introducción del filósofo Slavoj Zizek.

Virtud y terror incluye una cronología que comienza el 6 de mayo de 1758, con el nacimiento de Robespierre en la ciudad de Arras (norte de Francia); a los 30 años publicó su primer texto político, A la nation artésienne; en 1790 es elegido presidente mensual del Club de los Jacobinos; dos años después, tras la abolición de la monarquía (Luis XVI) y la constitución de la Comuna Insurreccional de París, el incorruptible pasó a ser diputado por París a la Convención.

Un hito de interés en la biografía de Robespierre sucedió el 27 de julio de 1793: ingresó en el Comité de Salvación Pública; en los dos meses siguientes, la Convención adoptó las primeras medidas de El Terror y se proclamó el Gobierno revolucionario hasta que llegue la paz.

En junio de 1794 fue promulgada la Ley de Pradial o del Gran Terror; el 27 de julio la Convención decretó la detención de Robespierre y del revolucionario Louis de Saint-Just, quien participó también en la política del terror y estuvo en el Comité de Salvación Pública; al día siguiente ambos serían ejecutados junto al también jacobino, Georges Couthon.

Precisamente Saint-Just es uno de los políticos relevantes que se mencionan en el texto; diputado electo a la Convención en septiembre de 1792, se sumó en la asamblea legislativa al grupo de la Montaña (pequeña burguesía radical y republicana); resaltó como orador, tanto en el proceso al monarca Luis XVI como en la redacción del texto constitucional.

En la primera parte del libro se explican términos importantes en la época, como el de Sans-Culottes; la palabra designaba, en principio, a los estratos más humildes de las clases bajas, pero su significado se amplió a la idea de pueblo, enfrentado a los sectores privilegiados; sin calzones hacía referencia a la omisión de esta prenda, que utilizaban los aristócratas.

“Para Robespierre, el terror revolucionario es lo más opuesto a la guerra: Robespierre era un pacifista, no por hipocresía ni por sensibilidad humanitaria, sino porque era muy consciente de que la guerra entre las naciones sirve por lo general como medio para ofuscar la lucha revolucionaria dentro de cada país”, explica Slavoj Zizek en la introducción.

El filósofo esloveno llama la atención, asimismo, sobre las palabras que el dirigente jacobino trasladó, el 5 de noviembre de 1792, a los girondinos -o moderados- en la Convención; ante la acusación de que pretendía implantar una dictadura, Robespierre preguntó -de manera retórica- si lo que realmente se pretendía era “una revolución sin revolución”.

Y continuaba preguntando al diputado girondino, Jean-Baptiste Louvet: “¿De dónde procede este espíritu de persecución que ha llevado a revisar, por decirlo así, lo que ha roto nuestras cadenas?”

Otro discurso de Robespierre subrayado por Zizek es el último, pronunciado el 26 de julio de 1794 en la tribuna de la Convención, contra las nuevas facciones y los diputados corruptos; el dirigente revolucionario apeló entonces a la idea de Virtud: una pasión natural, imperiosa e irresistible, que implica horrorizarse ante la tiranía y respaldar a los oprimidos.

Pero, añadía el orador radical, la Virtud no resulta fácilmente comprensible para quienes desvinculan el patriotismo de cualquier idea moral.

El título de la biografía Fatal Purity. Robespierre and the french revolution (2006), escrita por la historiadora británica Ruth Scurr, da pie a un comentario de Slavoj Zizek sobre las interpretaciones históricas en torno al político francés; así, en cuanto a la pureza fatal, “los actuales liberales antitotalitarios ya no necesitan presentarlo como un monstruo cruel con una malvada sonrisa despectiva, como hacían los reaccionarios del siglo XIX”.

Por el contrario, “ahora todos están dispuestos a reconocer su integridad moral y su devoción total a la causa revolucionaria, ya que el verdadero problema es su pureza, origen de todos sus excesos”.

El 25 de diciembre de 1793, tras la aprobación del Decreto de Billaud-Varenne (Gobierno revolucionario hasta que llegue la paz), Robespierre defendió el Terror en un Informe sobre los Principios del Gobierno Revolucionario, realizado en nombre del Comité de Salvación Pública; respondía así, entre otras críticas, a las vertidas por el abogado y periodista Camille Desmoulins en su periódico Le Vieux Cordelier.

“Si el gobierno revolucionario debe ser más activo en su marcha y más libre en sus movimientos que un gobierno ordinario, ¿es por eso menos justo o menos legítimo? No. Se apoya en la más sagrada de todas las leyes: la salvación del pueblo; sobre el más irrecusable de todos los títulos, la necesidad”, afirmaba el orador y jurista jacobino.

Y concluía: “El Gobierno revolucionario debe a los buenos ciudadanos toda la atención nacional; a los enemigos del pueblo no les debe sino la muerte”.

Sobre la esclavitud se pronunció Maximilien Robespierre el 13 de mayo de 1791; criticó la propuesta del diputado por la isla de la Martinica, Moreau de Saint Méry, favorable al esclavismo en los territorios de ultramar (la abolición se produciría finalmente en febrero de 1794).

“Desde el momento en que en uno de vuestros decretos pronunciéis la palabra esclavo, habréis pronunciado vuestro propio deshonor y el derrumbe de vuestra Constitución”, afirmó Robespierre. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.