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Intervención en el acto público "Resistencia e imperialismo en América Latina". Madrid 29 de junio

Rompiendo algo

Fuentes: Rebelión

Voy a contarles una pequeña historia. La historia de un joven escritor madrileño que escribe ensayos sobre marxismo y otras cuestiones. El padre del escritor es ingeniero, durante muchos años ha trabajado para la NASA en proyectos de exploración espacial. Ahora está jubilado. El escritor tuvo un hermano que murió a los veintisiete años por […]

Voy a contarles una pequeña historia. La historia de un joven escritor madrileño que escribe ensayos sobre marxismo y otras cuestiones. El padre del escritor es ingeniero, durante muchos años ha trabajado para la NASA en proyectos de exploración espacial. Ahora está jubilado. El escritor tuvo un hermano que murió a los veintisiete años por causa de una minusvalía psíquica fruto de la avaricia de la medicina privada española. La madre del escritor cuidó al hijo enfermo hasta su muerte y luchó cuanto pudo por conseguir un mejor trato delas instituciones para los minusválidos psíquicos. Cuando el hijo murió la madre, en colaboración con Amnistía Internacional, desempeñó un papel clave en las acusaciones formuladas por la justicia española a la justicia argentina por causa de las personas allí desaparecidas.

Mientras el joven escritor escribe sobre marxismo los padres no se inquietan demasiado. Pese a haber trabajado para los Estados Unidos el padre no es un defensor a ultranza de la política de ese país y admite que la desigualdad existente en el mundo es radicalmente injusta. La madre mantiene su actitud reivindicativa y comparte algunas de las ideas de los libros del hijo. Además, se dicen los dos, el tiempo del franquismo ha terminado y los libros del hijo, aun siendo de izquierdas, no están mal vistos por el entorno.

Un buen día, sin embargo, el hijo empieza a escribir sobre Cuba. Ya se sabe, es mucho más inofensivo decir cómo no deben ser las cosas que decir como sí pueden ser. Por eso el eslogan «otro mundo mejor es posible» no suscita polémica y en cambio «Cuba va» sí lo hace. Los padres del joven escritor observan con preocupación que su hijo recibe ahora ciertos ataques, y también que estrecha sus lazos con Cuba y con su revolución. Un día invitan al hijo a un Encuentro Internacional en Cuba contra el Terrorismo, por la Verdad y la Justicia. El hijo acude a ese encuentro.

Casi por azar, los padres logran ver el Encuentro en la televisión por cable. La madre reconoce a personalidades relevantes de toda Latinoamérica, muchas de ellas han estado a su lado en la denuncia de los desaparecidos españoles. El padre ve que en ese Encuentro se habla de que los Estados Unidos están protegiendo al hombre que contribuyó a hacer estallar en el aire un avión civil cubano causando setenta y seis muertos. Escucha en directo a las personas que proporcionan pruebas de que ese hombre ha sido acogido en los Estados Unidos y de que la CIA apoyó aquel atentado como tantos otros. Al padre y a la madre del joven escritor el encuentro les interesa. Ven la intervención de su hijo como una más, les parece bien lo que su hijo hace: ir allí donde se intenta que las muertes de inocentes a manos de los poderosos sean cada vez menos.

Cada día, mientras el congreso tiene lugar, los padres del joven escritor buscan en los periódicos que habitualmente leen, en las emisoras de radio que habitualmente escuchan, en las cadenas españolas de televisión, alguna referencia a ese Encuentro al que han acudido más de seiscientas personalidades de todo el mundo entre las cuales su hijo carece de relevancia. Y los padres no ven nada. Es un Encuentro contra el Terrorismo. Es un Encuentro que trata de que se hagan cosas concretas a fin de evitar lo que esos mismos medios de comunicación dicen condenar a menudo: el asesinato de inocentes. Pero ningún medio menciona el Encuentro.

Algún tiempo después los padres preguntan al hijo por qué los grandes medios no hablaron del Encuentro. El hijo reconoce en la pregunta un acto de generosidad. Los medios que han callado son los medios en los que sus padres confían. Por más que su padre no defienda la política de los Estados Unidos, y por más que su madre haya colaborado con Amnistía Internacional, ambas posturas no dejan de ser socialdemócratas, posturas de personas críticas pero de algún modo adaptadas al actual estado de cosas. Cuando el hijo contesta: «De ese Encuentro no han hablado porque se hizo en Cuba y en Cuba se vive en revolución» sabe que está rompiendo algo. Algo que no podrá pegarse otra vez. Y querría ser cuidadoso y obrar con dulzura pero hay en el acto de romper una dureza seca, inevitable, necesaria.

El hijo guarda silencio un momento mientras piensa que si hubiera nacido unos años antes en Chile, Argentina, Guatemala, Nicaragua, El Salvador, o en otros tantos países que estuvieron representados en el Encuentro, pero también si viviera hoy en cualquiera de los lugares que se enfrentan al imperialismo y siguen padeciendo su violencia, entonces lo que sus padres podrían haber visto no habría sido el silencio mediático sino el terror. Le habrían visto desaparecer, morir torturado o simplemente víctima del gatillo fácil y habrían entendido. Ahora han visto sólo el silencio mediático y, por fortuna, con mucho menos dolor también han entendido.

Sus padres tal vez no quieran la revolución. Tal vez le tengan miedo, como muchos, ni siquiera el miedo egoísta a perder privilegios sino el miedo a que una vez hecha la revolución tantas cosas fueran más difíciles. Pero, piensa el hijo, quizá no es imprescindible querer la revolución. Si sólo quisieran la democracia, no el juego de alternancia actual entre los grandes grupos económicos sino el poder del pueblo que los medios de comunicación fingen defender, si en verdad eso existiera la revolución sería su consecuencia lógica.

El hijo mira el desconcierto de sus padres ante un mundo que se les desmorona. Recuerda a un profesor de filosofía quien decía que el esfuerzo que debe hacer un cerebro para admitir una idea nueva es enorme y es la clase de esfuerzo que menos personas están dispuestas a hacer. Recuerda también la frase que dicen que dijo el Che sobre la necesidad de endurecerse sin perder la ternura. Endurecido y con profunda ternura el hijo mira a sus padres y se dice que el capital, los medios de comunicación del capital hoy han perdido a dos de los suyos.

Por lo demás, es posible que uno de los personajes de esta historia no sea un hijo sino una hija, es posible que no escriba libros de marxismo sino novelas una de las cuales habla de Cuba, y es posible que esté aquí ahora hablándoles a ustedes aunque, para contar aquello de lo que trata esta historia, quién pueda ser el hijo es lo menos importante. Muchas gracias.