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La ajusticiadora justicia jujeña

Sacco, Vanzetti y Milagro Sala

Fuentes: Rebelión

Hace muchos años alguien expresó: «los dolores que nos quedan, son las libertades que nos faltan». El olvidado Deodoro Roca, fue el autor de la frase, el que años después en un memorable discurso condenaba el infame asesinato de los pobres Nicolás Sacco y Bartolomeo Vanzetti, por parte de una justicia de clase, animosa y […]

Hace muchos años alguien expresó: «los dolores que nos quedan, son las libertades que nos faltan».

El olvidado Deodoro Roca, fue el autor de la frase, el que años después en un memorable discurso condenaba el infame asesinato de los pobres Nicolás Sacco y Bartolomeo Vanzetti, por parte de una justicia de clase, animosa y opresora, que configuró una de las páginas más oprobiosa del Poder Judicial en el mundo.

En aquel lejano proceso, como hoy en las causas contra Milagro Sala, poco importa la búsqueda de la verdad, menos hacer justicia, sólo se busca condenar en forma ejemplificadora, para amedrentar y escarmentar a todos los que osen cuestionar a los poderes dominantes.

A esta altura de los hechos, si Milagro es o no responsable de todas las acusaciones en su contra, es secundario, ya la han subido a la picota, producto de la prepotencia de los señores feudales jujeños y el acompañamiento cómplice de los grandes medios de comunicación nacionales.

El mensaje que se desprende de este proceso, es a su vez una advertencia a toda la ciudadanía, sobre lo que algunos sectores son capaces de hacer para conservar sus privilegios.

Como diría Deodoro Roca, los verdugos hipócritas ajusticiarán y su fallo será un atropello legal, «con su teatralidad inútil, con su crueldad estúpida, con su frialdad nauseabunda.» «La máquina que ajusticia -y nunca palabra más exacta que esta: «Ajusticia», que quiere decir «no justicia», cosa fuera de la justicia- segura y precisa, funcionará admirablemente.»

Para ello «Los jueces de Boston, como los jueces de Jerusalén y los jueces de todos los tiempos y de todas las partes han pronunciado el veredicto infamante y para convencer al mundo de que su Justicia es infalible, han matado a dos inocentes, haciendo de su inflexibilidad la garantía suprema de su infalibilidad. Sólo así podía el mundo adquirir un elevado concepto de su rectitud. Y han desafiado al universo con las pruebas más falaces de su infalibilidad. Anatole France, en un libro admirable, reveló la técnica de los testimonios que en estos casos suele recoger la justicia de todos los países para llegar a la verdad:

«-Duval, ¿ha visto usted al acusado a las seis de la tarde?

«-Es decir, señor Juez, mi mujer estaba en la ventana, y me dijo: «Por ahí pasa Socquardot».

«-La presencia de Socquardot en tal sitio debió extrañarla, pues se la hacía notar. ¿Le pareció sospechosa la actitud del acusado?

«-Le diré, señor Juez, mi mujer me dijo: : «Por ahí pasa Socquardot». Entonces miré yo también y dije: «Efectivamente, pasa por ahí Socquardot».

«-¡Muy bien, escribano, anote! ´A las seis de la tarde los esposos Duval vieron al acusado dar vueltas en torno a su casa y en actitud sospechosa´.»

Señores: con esa técnica la justicia de los plutócratas americanos ha desafiado al mundo.» La de Jujuy también.

Ref: el entrecomillado» «, pertenece al libro «Prohibido Prohibir»(1972.)

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Ricardo Luis Mascheroni es docente

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.