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Sacristán filósofo

Fuentes: Rebelión [Imagen: Cartel de las jornadas]

En esta nueva entrega del Centenario Manuel Sacristán reproducimos el texto de una conferencia pronunciada por Salvador López Arnal en el Centre Cívic Fort Pienc de Barcelona el 17 de mayo de 20025 en el marco de unas jornadas organizadas por el PSUC-viu bajo el título «Manuel Sacristán, militant comunista»


1. Es un honor para mí estar aquí, en este acto organizado por el PSUC-viu, el partido de López Raimundo, de Albert Escofet y de tantos otros amigos, compañeros y camaradas. Gracias por la invitación.

Es todo un reto sustituir a José Sarrión, un sacristaniano de alma y cuerpo, una de las personas (joven además) que más y mejor conoce la obra de Sacristán, y que más se identifica poliéticamente con el ser y estar en el mundo del autor de Panfletos y materiales. Le deseo pronta mejoría.

Muchas de las cosas que voy a decirles las he aprendido del maestro Francisco Fernández Buey. A él le está dedicada mi intervención, con un recuerdo para Carmen Martín Gaite, Ángel González y Ana María Matute, de quienes también celebramos el primer centenario de su nacimiento.

Permítanme una nota inicial sobre la filosofía y edición de las obras de Sacristán. Mucho tuvieron que insistir sus discípulos y amigos para conseguir que accediera a la publicación de una buena parte de sus escritos en una editorial, Icaria, dirigida en aquel entonces por su amiga María Rodríguez. El título general, Panfletos y materiales, fue elegido por él mismo, así como el contenido de sus cuatro primeros volúmenes: Sobre Marx y marxismo, Papeles de filosofía, Intervenciones políticas y Lecturas. Juan-Ramón Capella, así se hace constar, jugó un papel importante en la edición, y más aún en la confección y publicación del libro póstumo de 1987: Pacifismo, ecologismo y política alternativa.

De este modo, el lector/a que se inicie en la obra del traductor de Platón y Marx puede pensar que los textos propiamente filosóficos del autor están en el segundo volumen de PyM, que por eso se llama Papeles de filosofía. Sería un error. Hay mucha y excelente filosofía en el resto de los volúmenes. No hay ninguna duda de que, por ejemplo, «La tarea de Engels en el Anti-Dühring» (Sobre Marx y marxismo), «Studium generale para todos los días de la semana» (Intervenciones políticas), «La veracidad de Goethe» (Lecturas) o la presentación del undécimo cuaderno de la cárcel de Antonio Gramsci (Pacifismo, ecologismo y política alternativa) son escritos llenos de buen filosofar. Lo mismo puede afirmarse en el caso de muchos otros textos.

Con otras palabras: casi toda la obra de Sacristán (también la publicada posteriormente) es filosófica en el sentido no convencional en el que él mismo usó los conceptos de filosofía y filosofar.

2. El novelista, historiador y director de cine barcelonés Xavier Juncosa, el director de los ocho documentales que forman «Integral Sacristán», acuñó hace años la expresión «Poliedro Sacristán». Acertó. Sacristán lo fue, fue un sólido y denso poliedro con muchas caras interesantes. Me centro en una de ellas, en su ser filosófico.

Una reflexión suya de 1968, en un texto, «Corrientes principales del pensamiento filosófico», que escribió para la Enciclopedia Labor, resume algunas de las cosas que les voy a contar: «Por muy dentro que que se encuentre de una tradición, el filósofo digno de ese nombre escribe precisamente para alterarla en mayor o menor medida, para añadir temática, o para rectificar puntos del método de ella, o para someter a examen crítico su modo de validez, su capacidad de evolucionar,etc.»

«Para alterarla en mayor o menor medida»: eso hizo él en puntos esenciales de la tradición emancipatoria marxista; «para añadir temática»: toda la que pudo y desde siempre, desde el inicio de su militancia comunista democrática en 1956; «para rectificar puntos del método de ella»: el caso de la dialéctica, por ejemplo, uno de sus grandes temas; «para someter a examen crítico su modo de validez»: desconsiderando, ya desde sus primeros artículos, la lectura acrítica, bíblica, talmúdica, los (pseudo)argumentos a golpe de citas de autoridad.

3. Sacristán fue, sin atisbo para duda alguna, un filósofo sólido, un amante del saber y la justicia (ciencia y ética, con prioridad de la segunda), un filósofo de la cabeza a los pies, sin olvidar manos y alma. Pero: ¿qué tipo de filósofo fue el Sacristán filósofo?

Fue un filósofo sabio, un filósofo muy polímata: sabía de muchas cosas y las conocía en profundidad: arte, música, teatro, literatura, cómics, historia, idiomas, lógica, ciencias empíricas,…También mucha filosofía por supuesto, de la clásica (Heráclito, atomistas, Platón, Aristóteles) y también de la contemporánea (Husserl, Heidegger, Sartre, Carnap, Russell, Wittgenstein, Labriola, Gramsci, Lukács,…)

Fue un filósofo que agitó –¡y cómo!– las estancadas aguas de la filosofía española en los años sesenta con «Sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores» (escrito en el verano de 1967, se publicó, primeramente en catalán, en febrero de 1968). Casi 60 años después, se siguen discutiendo sus argumentos y sugerencias, su defensa de un filosofar vivo y crítico.

Ha sido, así lo creo, uno de los grandes filósofos españoles del siglo XX, a la altura de Ortega, Zubiri, Gustavo Bueno, María Zambrano o Ferrater Mora, por ejemplo, un filósofo con grandes conocimientos de epistemológica y de lógica formal que fue esencial en la consolidación de esta segunda disciplina en nuestro país.

4. Fue también un singular filósofo marxista que estuvo y está en la cima del marxismo europeo e hispanoamericano. Como Althusser o Balibar en Francia; como Geymonat, Timpanaro, Gerratana o el Colletti marxista en Italia; como Mariátegui en Perú. Sobre esta arista lean si tienen ocasión un magnífico ensayo de dos marxistas argentinos, Juan Dal Maso y Ariel Petrucelli: Althhuser y Sacristán. Itinerario de dos comunistas críticos.

Fue, además, un filósofo marxista muy singular: militante durante 23 años del PSUC-PCE, quince años dirigente. Después activista pacifista-antimilitarista, antiotánico, antinuclear (miembro del CANC), ecologista, apoyando al feminismo. (No hay que olvidar aquí el nombre de Giulia Adinolfi, hispanista italiana que fue su primera esposa-compañera).

Fue un filósofo que, junto a otros, recreó la tradición marxista en España desde que inició su militancia en el Partido en 1956, una tradición entonces trasterrada, aniquilada, asesinada en la guerra civil y en la larga postguerra.

Fue un filósofo que apoyó con su praxis, y con los riesgos anexos: detenciones, vigilancia, multas, tiempos de cárcel y miembros de la BPS en clase, las luchas antifranquistas: mineros asturianos, Grimau, SDEUB, enciertto en Montserrat, lucha de los PNN, tomando posición favorable sobre uno de los grandes intentos de reforma democrática comunista: la Primavera de Praga, y denunciando claramente la invasión de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia:

Xavier: Tengo que bajar a Barcelona el jueves día 29. Pasaré por tu casa antes de que esté cerrado el portal.

Tal vez porque yo, a diferencia de lo que dices de ti, no esperaba los acontecimientos, la palabra «indignación» me dice poco. El asunto me parece lo más grave ocurrido en muchos años, tanto por su significación hacia el futuro cuanto por la que tiene respecto de cosas pasadas. Por lo que hace al futuro, me parece síntoma de incapacidad de aprender. Por lo que hace al pasado, me parece confirmación de las peores hipótesis acerca de esa gentuza, confirmación de las hipótesis que siempre me resistí a considerar. La cosa, en suma, me parece final de acto, si no ya final de tragedia. Hasta el jueves. Manolo.

5. Fue también un profesor de metodología de ciencias sociales que dio clases de alfabetización y formación socialista en la parroquia de Can Serra de L’Hospitalet de Llobregat, asunto nada marginal del que han hablado, con detalle y admiración, Jaume Botey y Francisco Fernández Buey, dos de las personas con las que compartió la experiencia.

Un filósofo que cultivo la crítica, incluso la hipercrítica, y la autocrítica en serio. Basta leer su última carta o sus aproximaciones al estalinismo: «el estalinismo ha sido unatiranía sobre la población soviética, una tiranía asesina sobre el proletariado soviético y conservar la nostalgia de todo aquello era estúpido y criminal». Un filósofo que amplió y revisó la tradición, acuñó nuevos conceptos: fuerzas productivo-destructivas, por ejemplo, y nos regaló grandes textos. «El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia» o «Karl Marx como sociólogo de la ciencia» son dos ejemplos.

6. Fue También un conferenciante sin igual, conferenciante para trabajadores, para ciudadanos y para universitarios. Fue un filósofo que, como decía, rectificó puntos esenciales de la tradición –la idea del comunismo de la abundancia, por ejemplo– y alimentó, a veces en minoría de muy pocos, un ecomunismo con textos imprescindibles que siguen tan vivos hoy como hace más de cuarenta años: «De la filosofía de la ciencia a la política de la ciencia», «Comunicación a las jornadas de ecología y política», «Carta de la reacción de mientras tanto», «Reflexión sobre una política socialista de la ciencia», «Entrevista con Naturaleza (también con Dialéctica)», «Algunos atisbos político-ecológicos de Marx».

Un ejemplo de estas «revisiones» ecologistas a las que aludo:

La principal conversión, escribía en 1979, que los acontecimientos ecológicos proponían al pensamiento revolucionario consistía en abandonar «la espera del juicio Final, el utopismo, la escatología, deshacerse de milenarismo». Milenarismo era creer que la Revolución Social era la plenitud de los tiempos, un evento a partir del cual quedarían resueltas todas las tensiones entre las personas y entre éstas y la naturaleza, «porque podrán obrar entonces sin obstáculo las leyes objetivas del Ser, buenas en sí mismas, pero hasta ahora deformadas por la pecaminosidad de la sociedad injusta». La actitud escatológica se encontraba en todas las corrientes de la izquierda revolucionaria. Sin embargo, como laa reflexión era inevitablemente autocrítica («si no personalmente, sí en lo colectivo»), convenía que cada cual se refiriera a su propia tradición «e intente continuarla y mejorarla con sus propios instrumentos».

En el marxismo, proseguía, la utopía escatológica se basaba «en la comprensión de la dialéctica real como proceso en el que se terminan todas las tensiones o contradicciones». Lo que habíamos aprendido sobre el planeta Tierra confirmaba la necesidad (que siempre existió, añadía) de evitar «esa visión quiliástica de un futuro paraíso armonioso. Habrá siempre contradicciones entre las potencialidades de la especie humana y su condicionamiento natural». La dialéctica era abierta. En el cultivo de los clásicos del marxismo, así lo hizo él en aquellos años, convenía «atender a los lugares en que ellos mismos ven la dialéctica como proceso no consumable.»

7. El filósofo norteamericano Matthew Stewart señaló en El hereje y el cortesano (Montesinos-Buridán, 2006; Spinoza es el hereje y Leibniz el cortesano): «Algunos filósofos simplemente exponen sus filosofías. Cuando acaba sus disquisiciones, cuelgan sus herramientas de trabajo, vuelven a casa y se permiten los bien merecidos placeres de la vida privada. Otros filósofos viven sus filosofías. Tienen por inútil toda filosofía que no determine la manera como emplean sus días, y consideran absurda cualquier parte de la vida que no incluya a la filosofía. Estos filósofos nunca vuelven a casa».

Salvadas algunas exageraciones (por ejemplo:, considerar «absurda cualquier parte de la vida que no incluya a la filosofía»), Sacristán estaría entre los segundos, entre los filósofos que viven su filosofía. Efectivamente, el que fuera miembro del comié ejectuvio del PSUC vivió su filosofía (no solo habló o teorizó sobre ella), y tuvo vida de filósofo (como la de Platón, Spinoza, Marx o Russell, pongamos por caso, como aquellas vidas que leíamos en el libro de Diógenes Laercio sobre Vidas de filósofos).

Y además influyó, como profeta ejemplar, no como profeta guía (Weber, Domènech), en la vida de muchos ciudadanos, no solo en sus análisis y consideraciones políticas.

Así, en 1975, en la Facultad de Económicas, habló de «Amor, trabajo y lucha». Víctor Ríos, amigo y discípulo suyo, uno de los filósofos de la praxis que mejor ha comprendido su legado político, ha escrito sobre esta intervención: «Amor, Trabajo y Lucha. Amor a las personas, y también a la naturaleza y al conocimiento. Trabajo, tanto en su vertiente manual como intelectual. Lucha, es decir, compromiso en la acción contra las desigualdades las injusticias y las opresiones».

Las reflexiones de Sacristán marcaron la forma de vivir, de estar en el mundo de muchos ciudadanos, de muchos militantes. Su consideración del coche como el quinto jinete del Apocalipsis hizo que muchos de nosotros jamás hayamos sido entusiastas de los motores de explosión ni de la industria del automóvil, de la que nunca hemos olvidado sus muchas aristas oscuras.

Un ejemplo destacado de esta filosofía de la vida puede verse en «Tradición marxista y nuevos problemas», 1983. Tras repasar las relaciones (que no consideró pobres ni erradas) del marxismo con el ecologismo, el feminismo y el movimiento por la paz, añadía: «Al final de este repaso tengo interés en indicar un denominador común de una razonable y vital respuesta socialista a los problemas nuevos y que tal vez pueda parecerles un poco demasiado filosófica y poco científica, pero que, en cambio, me parece muy arraigada en la tradición marxista. Todos estos problemas tienen un denominador común que es la transformación de la vida cotidiana y de la consciencia de la vida cotidiana».

Un sujeto que no fuera ni opresor de la mujer, ni violento culturalmente, ni destructor de la naturaleza, «no nos engañemos, es un individuo que tiene que haber sufrido un cambio importante. Si les parece para llamarles la atención, aunque sea un poco provocador, tiene que ser un individuo que haya experimentado lo que en las tradiciones religiosas se llamaba una conversión

Era un terreno en el que no había más remedio que expresarse en términos que podían parecer utópicos, pero había que tomar la decisión de no ponerse colorado por ello: mientras la gente siguiera pensando que tener un automóvil era fundamental, «esa gente es incapaz de construir una sociedad comunista, una sociedad no opresora, una sociedad pacífica y una sociedad no destructora de la naturaleza. ¿Por qué? Porque se trata de bienes esencialmente no comunistas, como diría Harich».

Luego, concluía, «los cambios necesarios requieren, pues, una conversión, un cambio del individuo», un cambio de vida, un «ser humano nuevo», si no nos asusta usar antiguas expresiones.

8. Me ciño a los 20 minutos que me han concedido los organizadores. Déjenme finalizar recordando unas palabras de Víctor Méndez Baiges, de su imprescindible ensayo La tradición de la intradición, y con una sugerencia.

Las palabras: «A veces sucede lo imprevisible. Una planta crece casi sin agua y sin luz en la pura roca. Cuando todos están sentados, alguien está de pie, o lo contrario. Todos bailan una música y alguien no hace caso. A veces, eso sucede.» Sucedió en el caso Sacristán: alguien dio un NO rotundo al franquismo y al capitalismo, y a sistemas que actuaban de forma despótica invadiendo países que intentaban superar burocracias estalinistas.

La sugerencia: vean si tienen ocasión «Sacristán filósofo», uno de los ocho documentales que forman parte de la obra cinematográfica dirigida por Xavier Juncosa: Integral Sacristán.

Gracias por la invitación, un verdadero honor para mí, y ¡hasta la resistencia siempre!

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.