La sobreexplotación laboral tiene diversas expresiones y se agudiza en este período como mecanismo que emplea la burguesía para poner el peso de la crisis en los obreros de las clases trabajadoras (ver: Isch L., «La sobreexplotación laboral crece en el mundo», julio 2023). Ello es una expresión de la que el multimillonario Warren Buffett calificaría de “guerra de clases”, dejando claro que es su clase la que la va ganando. Temporalmente, claro, pues sabe que su poder es solo temporal, tal como lo es el capitalismo. Aunque comparado con la vida de una persona individual dure demasiado.
La lucha de clases en el campo económico es el que se refleja de manera más inmediata que en los campos ideológicos y políticos, aunque van inevitablemente atados. Y un punto clave es cómo se distribuye la riqueza generada por los trabajadores, que cada día ratifica más la contradicción entre un trabajo ya socializado y una apropiación de la riqueza que se mantiene privatizada.
Cuando Marx descubrió y describió las formas en las cuales el trabajador es explotado dentro de las fábricas y empresas propias del capitalismo, rompió el mito que decía que con el salario se recompensaba el trabajo, demostrando que este solo pretendía cubrir las necesidades mínimas para que pueda retornar a la fábrica sin faltar y tener hijos para garantizar y ampliar el número de trabajadores. De esta manera, una porción mayor de ganancia fruto del trabajo, es apropiada a modo de plusvalía por la clase dominante propia del sistema.
Para la burguesía el interés fundamental es incrementar su riqueza y esto lo logra aumentando la plusvalía, esto es, aún en contra de los intereses del conjunto de la sociedad, es decir la parte del trabajo que se apropia, en detrimento de la parte del trabajo que recibe el obrero, por tanto, siempre inferior a su trabajo y producción real. Tendrá básicamente dos opciones para ello: incrementar la plusvalía relativa logrando que con nueva tecnología el obrero produzca más en menos tiempo, lo que hace que en proporción reciba menos por su trabajo; o, reducir los costos de la fuerza de trabajo de manera directa con menores salarios (por ejemplo usando el desempleo para que la demanda de puestos de trabajo conduzca a la reducción de los precios de los salarios) o de manera indirecta quitándole acceso a los servicios sociales básicos.
Para reducir los salarios el capital también puede moverse a países dónde los salarios sean menores o, sencillamente, crear condiciones de trabajo regresivas en derechos.
Cómo está hoy la relación ganancia y trabajo
Los hechos demuestran que esta es una lucha frontal. El billonario australiano Tim Gurner hace muy poco en la “Property Summit” (Cumbre de la Propiedad) organizada por la Australian Financial Review, tendrá una expresión dirigida a los suyos que resume un interés actual de la burguesía a escala mundial: “Necesitamos ver un incremento del desempleo. El desempleo tiene que subir entre un 40% y un 50%. Tenemos que ver dolor en la economía. Necesitamos recordarle a la que gente que trabajan para el empleador, no al revés”. “Dolor en la economía” que significa sufrimiento únicamente para los trabajadores y sus familias. Su solución, solo en su país, implicaría 200.000 personas que perderían el empleo.
Las declaraciones las realiza en momentos en los que, ha pesar de la tendencia descendente de la tasa de ganancia que se expresa constantemente en el capitalismo, la distribución de la riqueza es la más injusta en la historia reciente. De acuerdo con el Informe de la Riqueza del Credit Suisse y UBS de 2023, la proporción de riqueza del 1% más rico del mundo es del 44,5% del total global. OXFAM precisa que el 1% más rico de la población posee más del doble de riqueza que 6.900 millones de personas; casi la mitad de la humanidad (3.400 millones de personas) vive con menos de 5,50 dólares al día, cada año 100 millones de personas en todo el mundo se sumen en la pobreza debido a que se ven obligadas a pagar por la sanidad de su bolsillo.
La pobreza de la mayoría se profundiza en medida que la riqueza de pocos crece. Esto es, sencillamente, el sistema capitalista en los hechos. La inflación tendrá también importancia porque esta significa una reducción de salarios reales, dañando la calidad de vida de los empleados y subempleados.
Según el informe mundial de salarios de la OIT, en el contexto de inflación generalizada, “los salarios mensuales a nivel mundial disminuyeron en términos reales un -0,9 por ciento en el primer semestre de 2022, lo que supone el primer descenso de este tipo desde la primera edición del Informe Mundial sobre Salarios en 2008. Si se excluye de los cálculos a China, donde el crecimiento salarial es mayor que en la mayoría de los países, la caída estimada de los salarios reales durante el mismo periodo es de un -1,4 por ciento”.
Más aún, el informe de la OIT (la Organización Mundial del Trabajo de la ONU) hace ver que los trabajadores y trabajadoras hoy producen más, pero ganan menos que antes. “De hecho, en 2022 la diferencia entre el crecimiento de la productividad y el de los salarios alcanzó su punto más alto desde el comienzo del siglo XXI, con un crecimiento de la productividad un 12,6% superior al de los salarios”. Los beneficios de la mayor productividad solo llegan a los empresarios.
En el conjunto de la región de América Latina y el Caribe, retomando el informe de la OIT, los salarios reales decrecieron en el -1,4 por ciento en 2021 y en el -1,7 por ciento en el primer semestre de 2022.
Pero la inflación y las ganancias empresariales también están íntimamente ligadas y hoy hasta el FMI lo reconoce. Según los cálculos de Hansen, Toscani y Zho, economistas del Fondo Monetario Internacional (FMI), los beneficios corporativos son responsables del 45% de la subida de precios desde principios de 2022. Esto destruye el argumento de que el aumento salarial es culpable de la inflación. En realidad, esta es el resultado de las mayores ganancias en pocas, poquísimas manos. Por otra parte, según el mismo estudio, los impuestos tuvieron un ligero impacto para reducir la inflación, destruyendo otro argumento de la burguesía para evitar los impuestos a la riqueza extrema.
El Banco Central Europeo, en marzo de este año, afirmó que el impacto de los beneficios empresariales en la inflación ha sido “excepcional desde una perspectiva histórica” y que el incremento de las ganancias supera al de los sueldos. Esto porque las compañías intentan recuperar las pérdidas sufridas durante la pandemia aprovechando la elevada inflación. De esta manera, cualquier aumento salarial que registran las estadísticas, es dinero que regresa a las empresas al vender sus productos más caros a esos mismos trabajadores y el resto de la población.
En Estados Unidos, el Departamento de Comercio demuestra que las empresas en general, han podido trasladar a los consumidores el aumento de los costos de los materiales y de la mano de obra. El resultado es que las empresas tienen las ganancias más altas desde 1950, mientras el salario mínimo real es el menor en 85 años (Bloomberglinea.com).
Ya en América latina, hay referencia a México, donde “el 68% de la inflación se explica porque las empresas se aferran a mantener altas ganancias. No porque los salarios o la carga fiscal hayan cambiado” (El País, 13 de mayo 2023).
Algo que no entra en estas mediciones es como las familias en pobreza deben distribuir su pequeño ingreso. Mientras los estados reducen el financiamiento de los derechos y servicios sociales, estos deben ser cubiertos por las familias. Un solo ejemplo: “En los países de ingreso mediano-bajo solo el 38,6 por ciento de las personas de edad avanzada perciben una pensión de vejez, frente a la cifra del 23,2 por ciento en los países de ingreso bajo.
Nótese que las fuentes empleadas no pueden ser acusadas de izquierdistas o menos de comunistas. Son datos oficiales desde organismos del poder global de la burguesía, pero les es difícil tapar la realidad.
El despertar de la clase obrera
La conclusión sigue siendo la misma: en la lucha por la distribución de la riqueza y la renta hay una balanza en la que ganan los burgueses o ganan los trabajadores. Para que lo segundo suceda, todo depende de la correlación de fuerza, de la capacidad de organización y lucha de la clase obrera y las demás capas trabajadoras de la sociedad. La lucha no solo corresponde a mejores salarios reales y condiciones laborales, sino también a reducir el desempleo que la burguesía usa para bajar los salarios, igual que lo hace con la explotación a los migrantes “ilegales”.
De hecho, la lucha obrera crece en todo el mundo y de manera importante en los países altamente desarrollados. Al momento, la mejor evidencia es la creciente huelga de los trabajadores de las grandes compañías automotrices de Estados Unidos: Ford, General Motors y Stellantis, que a su vez forma parte de las 247 huelgas en lo que va del año, que involucran a 341.000 trabajadores. Las condiciones de explotación convocan a los trabajadores a organizarse fortaleciendo los sindicatos, luchar por sus condiciones de vida y otras expresiones de la crisis general del sistema y, también, a buscar su independencia política.
La lucha de clases es una realidad en todo el mundo y todo campo. Habrá que estar atentos a su evolución y, cuanto mejor, involucrase para lograr la mejora sustantiva con la transformación de la sociedad.
*Académico y ex ministro de Medioambiente de Ecuador. Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
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