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Salvador Allende: aristas de su pensamiento

Fuentes: Rebelión

Termina septiembre y con el, un mes de recordación y homenaje a Salvador Allende, a su significado histórico, a su gesta en La Moneda, pues además de librar un combate en defensa de la dignidad y el honor patrio, fue también una siembra de ideas y principios que renacen en América Latina, 34 años después. […]

Termina septiembre y con el, un mes de recordación y homenaje a Salvador Allende, a su significado histórico, a su gesta en La Moneda, pues además de librar un combate en defensa de la dignidad y el honor patrio, fue también una siembra de ideas y principios que renacen en América Latina, 34 años después.

Buscando la raíz del pensamiento político de Salvador Allende, encontré su propia definición y evaluación: «No soy un gran teórico marxista, pero creo en los fundamentos esenciales, en los pilares de esa doctrina, en el materialismo histórico, en la lucha de clases» «… pienso que el marxismo no es una receta para hacer revoluciones; el marxismo es un método para interpretar la historia. Creo que los marxistas tienen que aplicar sus conceptos a la interpretación de sus doctrinas, a la realidad y conforme a la realidad de su país».

Salvador Allende se proclama marxista desde 1939 que fue por esa época donde ocupara la cartera de ministro de Salubridad de un gobierno popular. Es decir, cuando en 1970 asume la presidencia de Chile, habían transcurrido algo más de 30 años de su declarada militancia, luego es lógico pensar que desde entonces fue radicalizando cada vez más su pensamiento político, permitiéndole concebir su proyecto de «vía al socialismo» desde una formación económica social burguesa. Un reto histórico que aun concita admiración y análisis.

Una de sus últimas intervenciones públicas fue en la Universidad de Guadalajara en México, el 2 de diciembre de 1972 y cuando nos detenemos a analizar aquella pieza de la oratoria, percibimos en ella una clase magistral de economía política, de sociología, de interpretación de la historia en acuerdo al marxismo y de ahí su declarado y comprensible sentimiento antimperialista. Se hace entonces necesario y justo citarlo textualmente: «¿Qué es el imperialismo compañeros jóvenes», preguntándole a la juventud universitaria congregada allí para recibirle y escucharle: «Es la concentración del capital en los países industrializados que alcanzando la fuerza del capital financiero, abandonan las inversiones en las metrópolis económicas, para hacerlo en nuestros países y , por lo tanto, este capital que en su propia metrópoli tiene utilidades muy bajas, adquiere grandes utilidades en nuestras tierras, porque además, muchas veces las negociaciones son entre las compañías que son dueñas de estas y que están más allá de nuestras fronteras…». «De esta manera se ha ido produciendo una realidad que es común en la inmensa mayoría de nuestros pueblos: somos países ricos potencialmente, y vivimos como pobres. Para poder seguir viviendo, pedimos prestado. Pero al mismo tiempo somos países exportadores de capital. Paradoja típica del régimen en el sistema capitalista»

Quedan entonces nítidas aquellas razones y fundamentos de un programa de gobierno de Unidad Popular de tan raigales y radicales medidas para recuperar, como nación independiente y legítimo reclamo de mayorías, las principales riquezas de Chile que entonces y en prolongación histórica, permanecen en manos de transnacionales o cuyas riquezas y utilidades quedan desigualmente distribuidas: Unos pocos con mucho; muchos con muy poco o nada.

En el centro de sus análisis está siempre la necesidad del bien social, de la necesaria justicia, de la equidad, del tratamiento humano, del ser social: «…en los cambios estructurales económicos, se requiere un profesional comprometido con el cambio social, se requiere un profesional que no se sienta un ser superior…se necesita un profesional con conciencia social que entienda que su lucha, si es arquitecto, es para que se construyan las casas necesarias que el pueblo necesita. Se necesita un profesional que si es médico, levante su voz para reclamar que la medicina llegue a las barriadas populares y, fundamentalmente a los sectores campesinos. Se necesitan profesionales que no busquen engordar en los puestos públicos, en las capitales de nuestras patrias. Profesionales que vayan a la provincia, que se hundan en ella.».

Es indudable que Allende cifró buena parte de sus sueños en la juventud. Es reiterado ese sentimiento, ese deseo en muchos de sus discursos públicos. La juventud como fuerza motriz, como fuerza transformadora: «Por eso, ser joven en esta época implica una gran responsabilidad, ser joven de México, de Chile, ser joven de América Latina, sobre todo en este continente, que como he dicho, está marcado por un promedio que señala que somos un continente joven». «Pero el que es estudiante tiene una obligación, porque tiene más posibilidades de comprender los fenómeno económicos y sociales y las realidades del mundo; tiene la obligación de ser un factor dinámico del proceso de cambio. La revolución no pasa por la universidad, y esto hay que entenderlo; la revolución pasa por las grandes masas; la revolución la hacen los pueblos, la revolución la hacen, esencialmente, los trabajadores».

Es este propio discurso en Guadalajara, Allende incursionó en un tema político de mucho interés para su época e incluso, me atrevo a decir que con total actualidad, asociado a su profunda convicción de llevar adelante su programa de lucha y transformaciones sociales mediante las urnas y no mediante una lucha armada: «Allá (en Chile) luchamos por cambios dentro de los marcos de la democracia burguesa, con dificultades mucho mayores, en un país donde los poderes del Estado son independientes, y es el caso nuestro, la Justicia, el Parlamento y el Ejecutivo. Los trabajadores que me eligieron están en el gobierno; nosotros controlamos una parte del Poder Ejecutivo, somos minoría en el Congreso. El Poder Judicial es autónomo y el Código Civil de mi patria tiene 100 años» «…indiscutiblemente, hay que pensar que estas leyes representan otra época y otra realidad, fueron leyes hechas por los sectores de la burguesía que tenían el Ejecutivo, el poder económico y que eran mayoría en el Congreso Nacional. Sin embargo, la realidad de Chile, su historia y su idiosincrasia, sus características, fortaleza de su institucionalidad, nos llevó a los dirigentes políticos a entender que en Chile no teníamos otro camino que el camino de la lucha electoral- y ganamos por ese camino- que muchos no compartían, fundamentalmente como consecuencia del pensamiento generado en este continente, después de la Revolución Cubana, y con la asimilación, un poco equivocada, de la divulgación de tácticas, en función de la interpretación que hacen los que escriben sobre ellas; nos hemos encontrado en muchas partes, y ahora se ha dejado un poco, la idea del foquismo, de la lucha guerrillera o del ejército popular. Soy amigo de Cuba, soy amigo, hace 10 años de Fidel Castro; fui amigo del comandante Ernesto Che Guevara. Me regaló el segundo ejemplar de su libro Guerra de guerrillas; el primero se lo dio a Fidel. Yo estaba en Cuba cuando salió, y en la dedicatoria que me puso dice lo siguiente: A Salvador Allende, que por otros medios trata de obtener lo mismo. Si el comandante Guevara firmaba una dedicatoria de esta manera, es porque era un hombre de espíritu amplio que comprendía que cada pueblo tiene su propia realidad, que no hay recetas para hacer revoluciones. Y por lo demás, los teóricos del marxismo- y yo declaro que soy aprendiz tan solo; pero no niego que soy marxista- también trazan con claridad los caminos que pueden recorrerse frente a lo que es cada sociedad, cada país»

Bien valdría la pena para jóvenes y adultos, trabajadores y estudiantes, leer ese discurso de Salvador Allende arriba referido. Enuncia y educa más que muchos textos académicos. Ilustra y esclarece más que otros testimonios recurrentes. Es una verdad textual e histórica.

Estos han sido solo apuntes, aristas del pensamiento y el accionar de un revolucionario latinoamericano que ha entrado para siempre en la historia de su patria, para orgullo de la nación chilena y premio de su historia.