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Sam Harris cree en «dios»

Fuentes: Newsweek

Traducción de Anahí Seri

El neurocientífico y racionalista se ha hecho famoso atacando la fe religiosa. ¿Quién iba a decir que era tan espiritual?

Sam Harris, miembro de la tribu conocida como «nuevos ateos» hubiera preferido un titular distinto para este artículo. ¿Qué tal «Sam Harris cree en la espiritualidad»? sugiere durante la comida. ¿O bien «Sam Harris cree en ‘dios’, con dios entre comillas?»

En cualquier caso, Sam Harris, un héroe para el creciente número de estadounidenses que marcan la casilla de ateo en las encuestas de opinión, admite que cree en algo que cierta gente denominaría «dios». Saca a colación el tema de su próximo proyecto: una guía sobre espiritualidad cuyo título provisional es La ilusión del yo. Basada en el «viaje espiritual» del propio Harris, el libro «celebrará el aspecto espiritual de la existencia humana y explicar cómo podemos llevar una vida moral y espiritual sin la religión», afirma el editor, Free Press. Es sorprendente; uno no se hace a la idea de que Harris, una persona hiperracional que disfruta con la polémica, se deslice hacia la autoayuda espiritual.

Sin embargo, la espiritualidad no es un interés nuevo para Harris. El lector atento no habrá dejado de observar que, si bien a menudo se lo mete en el mismo saco que a provocadores como Daniel Dennett, Richard Dawkins y Cristopher Hitchens (todos ellos consejeros de su asociación sin ánimo de lucro Project Reason), y a pesar de que él sigue insistiendo en que la fe religiosa es posiblemente la fuerza más destructiva en el mundo, le desagrada la etiqueta de «ateo». Harris sitúa a la razón en la cumbre de las habilidades y los logros humanos, pero acepta que hay muchas cosas que los humanos tal vez nunca alcancen a conocer de forma empírica; como lo que ocurre tras la muerte. «El misterio», escribió en «El final de la fe», publicado en 2004, «no se puede erradicar de nuestras circunstancias, porque por más que sepamos, parece que siempre seguirá habiendo hechos brutos que no podemos explicar pero en los que nos tenemos que basar para explicar todo lo demás.» Su alabanza de la experiencia contemplativa en «El final de la fe» le ha granjeado a Harris críticas de algunos ateos.

Harris ha venido a promocionar The Moral Landscape («El paisaje moral»), su nuevo libro. Incluso aquí, explora brevemente las conexiones entre la experiencia espiritual (sobre todo la experiencia de ausencia del yo) y la felicidad humana. «No veo nada irracional en la búsqueda de estados de ánimo que están en el centro de muchas religiones. La compasión, el respeto, la devoción y los sentimientos de unidad están sin duda entre las experiencias más valiosas que puede tener una persona», escribe. Durante la comida, dice, sonriendo, que le hace mucha ilusión trabajar en el siguiente proyecto, que le permitirá volver la vista atrás, después de seis largos años, y centrarse en cosas que apoyan el que los humanos prosperen. «El éxtasis, el arrobamiento, la dicha, la concentración, un sentido de lo sagrado — me siento cómodo con todo ello», dice Harris después. «Creo que todo eso es indispensable y pienso que se echa francamente en falta en gran parte de la comunidad atea.»

La respuesta a la pregunta ¿Crees en Dios? desemboca en esto: depende lo que entiendas por «dios». El dios en el que Harris no cree es, tal como lo expresa él, un «poder sobrenatural» y «una deidad personal que escucha las oraciones y se interesa por el modo de vida que lleva la gente». Este dios y los que lo veneran le parecen poco razonables. Pero él comprende que muchas personas, especialmente en los sectores progresistas de la religión organizada y entre los «espirituales pero no religiosos» a menudo se refieren a otra cosa. Dios para ellos significa «amor» o «justicia» o «cantar en la iglesia» o «lo que siento cuando camino por el bosque» o incluso «los aspectos sobrecogedores de la existencia que jamás comprenderé».

De acuerdo con un estudio realizado en 2008 por el Pew Forum on Religion and Public Life», una cuarta parte de los americanos cree que dios es «una fuerza impersonal». Entre los católicos, los ortodoxos y los no adscritos a ninguna confesión concreta, la proporción llega a un tercio. Entre los judíos, son la mitad. En una encuesta Gallup del mes de mayo, 9 por cien de los que respondieron dijeron que creen en un dios que no responde a los rezos.

Cuando se hace una encuesta sobre dios, «la gente lo interpreta de acuerdo con sus propias ideas», dice John Green, consejero de investigación en Pew Forum. «La gente tiene una idea vaga, indefinida, de la trascendencia, y lo llaman dios. Cuando intentas dar una definición más específica, hay menos personas que respondan afirmativamente.» O bien, dicho de otro modo: «Si dejas que el concepto de dios sea más borroso, casi todo el mundo es teísta», afirma Stephen Prothero, autor de God is Not One («Dios no es uno»). Aquello en lo que cree Sam Harris – racionalidad, moralidad, trascendencia, humildad, sobrecogimiento, comunidad, amor – se corresponde con una idea bastante extendida de dios.

Harris dice que comenzó a interesarse por cuestiones espirituales y filosóficas siendo estudiante de posgrado en la Universidad de Stanford. A los 18 años experimentó con la droga éxtasis y le sobrecogió la posibilidad de que la mente humana, su propia mente, pudiera alcanzar un estado de desprendimiento y amor sin la ayuda de drogas. Dejó pues la universidad y viajó a la India y a Nepal, donde estudió con maestros hindús y budistas que pudieran ayudarle a alcanzar una especie de paz y estado de desprendimiento a través de la meditación. A lo largo de los siguientes diez años, leyó por su cuenta sobre religión y filosofía y pasó semanas y meses – un total de dos años – en retiro silencioso.

Finalmente regresó a Stanford para acabar su licenciatura en filosofía. Aunque prefiere a los místicos orientales, también ve sabiduría en la tradición mística occidental. «Si abro una página del Maestro Eckhart [místico cristiano del siglo XIII], suelo saber de qué está hablando.» Harris completó un doctorado en neurociencia porque confiaba en que la ciencia le proporcionaría las herramientas para explorar la experiencia humana de una forma racional

Así pues, la verdadera obsesión de Harris no es dios sino la consciencia, la idea de que a la mente humana se le puede enseñar, se la puede entrenar, racionalmente, para que sea más generosa, menos egocéntrica que en su estado natural. Y aunque sabe que puede sonar como si creyera en dios, él piensa que la palabra «dios» no es la palabra correcta para describir sus creencias. «Hay un auténtico problema con la palabra,» dice, «porque hace inmunes a la crítica a las doctrinas y los creyentes segregadores. Si el dios del 25% tiene un valor increíble, y lo tiene; y si merece la pena tomar nota de ello, que sí lo merece; si es algo de lo que podemos hablar racionalmente, y lo es; entonces, si lo llamas «dios» ya no puedes criticar todo el sinsentido segregador que trae consigo la religión.» Creer en la trascendencia no es lo mismo que creer en que tendrás vírgenes en el paraíso si te inmolas; y eso es algo que Sam Harris quiere dejar bien claro.