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Sarah, Alicia y la fiesta loca del Té de Nashville

Fuentes: Cubadebate

En uno de los más profundos capítulos del libro «Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas», de Lewis Carroll, que como todos los grandes libros infantiles está escrito en clave para los adultos, la protagonista es invitada a una «Fiesta Loca del Té», en la cual tiene que soportar las conversaciones absurdas […]

En uno de los más profundos capítulos del libro «Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas», de Lewis Carroll, que como todos los grandes libros infantiles está escrito en clave para los adultos, la protagonista es invitada a una «Fiesta Loca del Té», en la cual tiene que soportar las conversaciones absurdas de los participantes, especialmente del Sombrerero Loco. Cansada de chistes incomprensibles y palabras sin sentido, Alicia se retira ofendida, no sin antes declarar que «… se trataba de la más estúpida fiesta del té a la que haya sido jamás invitada».

Han pasado casi 145 años desde aquel 26 de noviembre de 1865 en que un reverendo inglés llamado Charles Lutdwidge Dogdson, bajo el pseudónimo de Lewis Carroll, publicó en la editorial Mc Millan ese adorable libro que todos alguna vez hemos leído, sin imaginar que la escena descrita y las incoherencias pronunciadas en una convención política norteamericana, celebrada en Nashville entre los días 4 y 6 de febrero, otorgarían una inquietante actualidad a las palabras de Alicia.

El aquelarre celebrado con la presencia de más de 600 delegados de todo el país, incluso algunos llegados expresamente desde el extranjero, tuvo lugar en el hotel Opryland. Cada uno de los presentes tuvo que abonar $549 dólares por la credencial, y el discurso de clausura de Sarah Palin, aquella inocua compañera de candidatura de John Mc Cain que se niega a habitar en el olvido que por derecho le corresponde, fue pagado por los organizadores con la friolera de $ 100 mil dólares, los cuales ella prometió, gentilmente, «donar para La Causa».

Cuando la Palin aludía sibilinamente a «La Causa», se estaba refiriendo a la continuación, a un nivel superior, de la más despiadada guerra, limpia y sucia, que los neoconservadores y el partido Republicano, que la derecha norteamericana, en general, está llevando a cabo para lapidar a Barack Obama, frenar sus tímidas reformas y retomar el poder. Y claro está, esos astutos adoradores de la filosofía maquiavélica de Leo Strauss, del sentido simbólico y geoestratégico de Albert Wohlstetter, y de la fina intuición literaria conservadora de Lionel Trilling, no hallaron mejor nombre para un naciente movimiento político, cuya convención nacional celebraron en Nashville, que el de Tea Party Movement, remitiéndose a una acción gloriosa de la lucha de las Trece Colonias por su independencia.

Aquella Fiesta del Té, la original, tuvo lugar el 16 de diciembre de 1773 en la bahía de Boston. Un grupo de irritados colonos, frustrados por la imposición abusiva de impuestos coloniales sobre la carga de té transportada por tres buques, lanzó su carga a las aguas heladas de la bahía, refrendando así su decisión de no acatar lo estipulado por la llamada Tea Act británica. Lo que se simbolizaba con aquel desacato ciudadano, era la negativa de los colonos americanos a ser afectados por leyes tomadas por ninguna institución diferente a sus propios representantes electos, lo que de hecho significaba el preámbulo de una declaración de independencia. La corona británica respondió con la promulgación del Coercive Act , de 1774, que prohibía todo comercio desde y hacia Boston, hasta que la compañía afectada no fuese resarcida por las perdidas. Los patriotas ripostaron con la convocatoria al First Continental Congress. Apenas un año después, muy cerca de Boston, estalló la revolución que liberó al país del yugo colonial.

La referencia política a la Fiesta del Té de Boston ha significado siempre la realización de una acción simbólica de desacato ciudadano ante el despotismo y los abusos de una tiranía. Gandhi la usó al mostrarle al Virrey británico un puñado de sal que él y sus partidarios tomaban de la costa, con tal de no acatar otro abusivo impuesto colonial sobre ese producto. El pasado 15 de abril así se llamó la reunión ciudadana convocada en el Boston Common para que indignados miembros de la comunidad expresaran su oposición a las políticas puestas en vigor por Obama, especialmente a los enormes gastos gubernamentales que significó el paquete de estímulos económicos a grandes bancos y empresas para salvarlos de la misma bancarrota que ellos habían fomentado. Lo de Nashville fue, en consecuencia, la expropiación manipuladora y cínica por parte de la derecha norteamericana más retrógrada y militante de una tradición revolucionaria, algo similar a evocar la toma de La Bastilla para propiciar la restauración monárquica en la Francia de fines del siglo XVIII.

«Somos gente de todo el país que formamos parte de la Tea Party Nation -proclamaba en su página web uno de los grupos convocantes a la convención-. Deseamos vivir la libertad otorgada por Dios y refrendada por los Padres Fundadores. Creemos en gobiernos limitados, en la libertad de expresión, en la Segunda Enmienda, en las fronteras seguras y en nuestra patria». Por su parte algunos delegados lucían en sus pullóveres otros artículos de fe compartidos, tales como «Soy un facilitador: no necesitamos líderes», «En este movimiento todos somos iguales» y «Yo soy el guardián de mi propia libertad, mis armas y mi dinero». Para Jay Newton-Small, en un artículo para la revista Times, que pretendía sintetizar los cinco puntos en lo que se había logrado consenso en la reunión, lo más importante fue que el movimiento rehusó la propuesta de convertirse en una partido político independiente, siendo como es, una operación mediática del partido Republicano y de los estrategas neoconservadores partidarios del populismo de derecha o «populismo chic», como también se le conoce por la impronta de la glamorosa Sarah Palin. También que se convoca a nombre «del pueblo norteamericano», aunque los observadores sólo vieron delegados acarreados a Nashville provenientes de los activistas enfebrecidos de la derecha, gente desorientada de la clase media blanca, y tiburones mediáticos y políticos, fanatizados y fanatizantes, como Tom Tancredo, Steve Millay, Mark Skoda, Rush Limbaugh, Newt Gingrich y Rupert Murdoch. Los gritos de los delegados, en medio de un mar de patrióticas banderitas clamaban,¡ oh que extraordinaria coincidencia!, por los mismos objetivos que siempre han enarbolado los neoconservadores: un gobierno pequeño y débil, reducción de impuestos, grandes libertades individuales, descentralización, y respeto estricto a la Constitución, interpretada, por supuesto, lo más conservadoramente posible.

El final por todo lo alto, como se había diseñado, fue el discurso de 45 minutos de una bella Sarah Palin en pose de matrona romana, musa del patriotismo cívico renacido que pretende encarnar en el Tea Party Movement, que mueve desde las sombras esa elite de imperialistas desaforados y antipatrióticos que desde hace rato rige los destinos de la nación. Si Tancredo en su intervención había llamado a Obama «ideólogo socialista electo por el analfabetismo cívico de los votantes norteamericanos» y al movimiento naciente como «contrarrevolución nacida para detener la marcha del país hacia la izquierda», la Palin no se quedó atrás. «Dios nos dio derecho a la libertad -dijo-. Este es un movimiento joven, fresco y frágil que representa el futuro de la política del país y es un campo abonado para la acción, que cambiará la manera tradicional en que los dos más importantes partidos hacen su labor… Aquí el protagonista es el pueblo-afirmó- no un tipo carismático con un telepromter delante… Lo que necesita el país es un comandante en jefe, no un profesor de leyes. Somos los depositarios de los valores conservadores del país: Estados Unidos está listo para una nueva revolución».

¿Debe asombrarnos de que fuese en este punto exacto del más que generosamente pagado discurso de la Palin cuando Alicia se retiró ofendida de esta otra Fiesta Loca del Té, celebrada en Nashville?

fuente: http://www.cubadebate.cu/especiales/2010/02/10/sarah-alicia-fiesta-loca-te-nashville/