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Saul Bellow: literatura y racismo o en guerra con los años 60

Fuentes: Rebelión

Qué no hacen, los blancos, para impedir que tengas una historia, para poder proteger mejor a la suya.

The Man Who Cried I Am, John A. Williams

En una entrevista concedida al New York Times en 1987, Saul Bellow, Premio Nobel de Literatura en 1976, se preguntaba:

«¿Quién es el Tolstoi de los zulúes, el Proust de los papúes? Me encantaría leerlos».

Esta pregunta no tiene sentido, pero revela la creencia de Bellow en la superioridad de la cultura occidental. El arte de los zulúes y los papúes, como el de cualquier otro pueblo, se desarrolla en el contexto de sus respectivas historias y culturas. Las novelas de Tolstoi y Proust son productos de la cultura europea en un determinado periodo de su historia. Para Saul Bellow, la cultura de los zulúes y los papúes no sólo era diferente de la occidental, sino inferior. Esta es la creencia fundamental en la supremacía blanca.

En su novela El planeta de Mr. Sammler, publicada en 1970, Bellow ya había revelado todo su racismo y su alianza con el proyecto político de la supremacía blanca. Conocer esta obra y el contexto en el que se produjo puede ayudarnos a comprender mejor nuestra propia época.

La década de 1960 en Estados Unidos

En el siglo XX, la década de 1960 fue un periodo de intensos cambios sociales en todo Occidente. Fueron los años de la lucha por la liberación sexual, las crecientes protestas contra la guerra de Vietnam, los movimientos anticoloniales y el cuestionamiento del patriarcado y sus jerarquías impuestas. En Estados Unidos, fueron sobre todo los años de intensa movilización en la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos, el mayor desafío a la supremacía blanca.

La clase dirigente entró en pánico. La Comisión Trilateral, una organización mundial que reunía a líderes políticos y empresariales fundada por David Rockefeller en 1973, publicó un famoso informe en el que advertía de que había que contener la ola de insubordinación de la sociedad civil. Como escribió Chomsky (1)

«Lo que alarmó especialmente a los académicos de la Comisión Trilateral fue el ‘exceso de democracia’ durante la época de los disturbios, los años 60, cuando partes normalmente pasivas y apáticas de la población entraron en la arena política para defender sus preocupaciones: minorías, mujeres, jóvenes, ancianos, trabajadores…»

La clase dominante consideró necesario frenar el ‘exceso de democracia’ de este período e incluso antes de que terminara la década comenzó a organizar la reacción: una verdadera guerra cultural contra el activismo de los años 60.

En un interesante análisis de la película Dirty Harry –exhibida en España con el título de Harry el Sucio– del director Don Siegel, estrenada en 1971 en EE.UU., Quentin Tarantino escribió en su libro Cinema Speculation:

«Y no hay más que ver a los asaltantes de Dirty Harry para darse cuenta de que sacaban su vestuario de la sección de los Panteras Negras del departamento de ropa de la Warner Bros. A muchos americanos blancos mayores, los militantes negros furiosos les daban más miedo que la Familia Manson, el Asesino del Zodiaco y el Estrangulador de Boston juntos. Los hippies les daban asco. Porque los hippies eran sus hijos y les repugnaban sus hijos. Los hippies que quemaban la bandera americana en protesta contra la guerra de Vietnam les ponían lívidos de rabia. Pero los militantes negros les asustaban aún más. La rabia, la retórica, la agenda, los uniformes, el posar para las fotos con armas automáticas, su odio a la policía, su desprecio por la América blanca».

Dirty Harry fue una de las primeras películas de la reacción cultural y Saul Bellow era uno de esos hombres blancos mayores descritos por Tarantino, asustado por la militancia de los afroamericanos, especialmente de los Panteras Negras. Para Bellow y la clase dominante estadounidense estaba claro que desafiar la supremacía blanca ponía en peligro el orden establecido y todo el sistema de dominación capitalista dentro y fuera de Estados Unidos. El Planeta de Mr. Sammler es una declaración de guerra contra el movimiento afroamericano por los derechos civiles.

El planeta de Mr. Sammler y el racismo respetable

Saul Bellow empezó a escribir El planeta de Mr. Sammler en 1966, el mismo año en que Huey P. Newton y Bobby Seale fundaron el Partido de los Panteras Negras en Oakland, California. El libro se publicó en 1970, el año en que el escritor francés Jean Genet llegó por primera vez a Estados Unidos para expresar su apoyo a las luchas de los Panteras Negras.

En el libro, el personaje del Sr. Sammler es un judío superviviente del Holocausto y encarnación de los valores humanistas de la cultura europea. La novela está ambientada a finales de los años sesenta en Nueva York y su episodio central es el encuentro del Sr. Sammler con un carterista afroamericano en un autobús. Saul Bellow describe así al carterista:

«Era un negro poderoso con un abrigo de pelo de camello, vestido con extraordinaria elegancia (…). Los círculos perfectos de las gafas del negro, de color violeta genciana con un encantador dorado, estaban vueltos hacia Sammler, pero su rostro mostraba la insolencia de un gran animal».

Y también:

«este arrogante e impresionante carterista, este príncipe africano o gran bestia negra».

«Gran animal» y «gran bestia negra» son sólo dos ejemplos del lenguaje racista utilizado por Bellow.

Sobre otro personaje de la novela, Angela, el Sr. Sammler reflexiona:

«Angela enviaba dinero a los fondos de defensa de asesinos y violadores negros. Ese era su negocio, por supuesto».

Bellow hace hincapié en que los fondos de defensa eran para “asesinos y violadores negros». Al parecer, no había asesinos ni violadores blancos.

Este comentario tiene una implicación que puede pasar desapercibida hoy en día, pero que estaba muy clara para los lectores de la época: desde 1955, cuando Rosa Parks se negó a ceder su asiento en un autobús a un blanco, y durante toda la década de 1960, se crearon diversos fondos para la defensa legal de los militantes afroamericanos del sur de Estados Unidos comprometidos en la lucha contra la segregación racial. Estos militantes eran a menudo detenidos y los fondos de defensa eran los medios encontrados para pagar a los abogados y las fianzas necesarias para sacarlos de la cárcel.

Fueron estas luchas contra la segregación racial en los autobuses -los afroamericanos tenían que sentarse atrás- las que tornaron muy conocido a finales de los años 50 a un joven pastor debido a su compromiso, Martin Luther King Jr. El boicot a la segregación en los autobuses fue el inicio de la creciente movilización del movimiento por los derechos civiles de los afroamericanos.

En El Planeta de Mr. Sammler, Saul Bellow transforma este símbolo de la lucha por los derechos civiles, el autobús, en el centro de la acción de un ladrón afroamericano, un «gran animal». Bellow está diciendo que la integración racial en los autobuses sólo sirvió para que los buenos ciudadanos blancos fueran robados impunemente por «grandes bestias negras». Por otra parte, el dinero recaudado para los fondos de defensa, tan importantes para el movimiento de los derechos civiles, son transformados por Bellow en fondos para la defensa de «asesinos y violadores negros».

El ataque de Saul Bellow a la comunidad afroamericana en su novela continúa en otro pasaje del libro, donde escribe:

«Al parecer, Sammler accedió a dar esta conferencia como parte de un proyecto estudiantil diseñado para ayudar a estudiantes negros atrasados a resolver sus problemas de lectura».

Una vez más, Bellow se empeña en informarnos de que se trata de «estudiantes negros atrasados» con «problemas de lectura». Podrían haber sido simplemente estudiantes atrasados con problemas de lectura – pero Bellow indica que eran «estudiantes negros» aparentemente porque estudiantes blancos atrasados con problemas de lectura son una imposibilidad en el mundo mental de la supremacía blanca.

El ataque racista de Bellow también se extiende a los latinos y a los pueblos del Sur Global, como en este pasaje:

«Por supuesto que el teléfono estaba roto. La mayoría de los teléfonos públicos estaban rotos, destrozados. También eran urinarios. Nueva York estaba peor que Nápoles o Salónica. Era como una ciudad asiática, africana, desde este punto de vista. «

En el libro de Bellow hay también un diálogo entre otros personajes que me parece de importancia fundamental por lo que revela sobre la mentalidad de la supremacía blanca:

«Por supuesto», dijo Wallace, «los negros hablan otro idioma. Un chico suplicó por su vida».

«¿Qué chico?»

«En los periódicos. Un chico que estaba rodeado por una banda de negros de catorce años. Les suplicó que no dispararan, pero simplemente no entendieron sus palabras. Literalmente, no era el mismo idioma. No tenían los mismos sentimientos. No había entendimiento. No había conceptos comunes. Fuera de alcance».

(…)

«¿El niño murió?»

«¿El niño? Después de unos días murió de sus heridas. Pero los niños ni siquiera sabían lo que decía».

Lo que Bellow intenta hacer aquí es invertir la historia de los afroamericanos en Estados Unidos y negar toda la violencia que han sufrido. Que los pueblos africanos fueran esclavizados y traídos a la fuerza a Estados Unidos por los blancos no parece formar parte de la historia tal y como la ve Bellow en este pasaje. Y toda la violencia, opresión e injusticias sufridas por la comunidad afroamericana en el mismo país en el que vivió Bellow no parece formar parte de su conciencia. Es importante recordar aquí algunos de los acontecimientos que tuvieron lugar durante la vida adulta de Bellow en EE.UU. y que él ignora. Como en el pasaje citado anteriormente Bellow crea una escena de violencia por parte de jóvenes afroamericanos, una comparación con algunos ejemplos reales de violencia supremacista blanca contra jóvenes afroamericanos puede ser esclarecedora.

En septiembre de 1963 –Saul Bellow tenía entonces 48 años– se colocó una bomba en una iglesia a la que asistían afroamericanos en la ciudad de Birmingham, en el sur de Estados Unidos. La explosión mató a Denise McNair, de 11 años, y a Cynthia Wesley, Carole Robertson y Addie Mac Collins, de 14 años.

Este asesinato indignó a la comunidad de Birmingham. El periodista Karl Fleming, en un artículo publicado en la época(2) , relataba lo siguiente:

«Al difundirse la noticia de la bomba, estallaron peleas a pedradas entre negros y blancos en las esquinas (…) En la esquina noroeste de la ciudad, James Ware, un joven negro de 16 años, volvía a casa en bicicleta con su hermano Virgil, de 13 años, sentado en el manillar. En Docena Road, una motocicleta roja, decorada con pegatinas del símbolo confederado y en la que viajaban dos jóvenes blancos, se acercó a ellos. El chico que iba en la parte trasera de la moto sacó una pistola, disparó dos veces y Virgil se cayó del manillar. «Jim, me han disparado», gritó al suelo. «No, no lo han hecho. Levántate, Virg», dijo James. Virgil, alcanzado por balas del calibre 22 en la cabeza y el pecho, murió. Al día siguiente, dos chicos blancos de 16 años, Michael Lee Farley y Larry Joe Sims, confesaron. Farley conducía la moto. Sims efectuó los disparos. El domingo anterior habían ido a la escuela dominical. Por la tarde, asistieron a un mitin segregacionista en una pista de karts en la vecina Midfield. Ambos eran scouts y sus vecinos los consideraban jóvenes «modelo» de Birmingham. No conocían a Virgil Ware. ¿Por qué lo mataron? «No dieron ninguna razón», informó la oficina del sheriff».

La violencia de la supremacía blanca fue habitual en Estados Unidos durante toda la vida adulta de Saul Bellow. A lo largo de la década de 1960 se produjeron más de 50 atentados con bomba contra iglesias frecuentadas por afroamericanos en el sur de Estados Unidos, por no mencionar los numerosos asesinatos y palizas que aterrorizaron a la comunidad afroamericana. Sin embargo, Bellow culpa a las víctimas de la violencia supremacista blanca, afirmando que «no tenían los mismos sentimientos» que los blancos. «No había entendimiento. No había conceptos comunes» entre blancos y afroamericanos, que estaban «fuera del alcance» de la civilización blanca y sus virtudes. Esta negación de la violencia de la supremacía blanca y la inversión de la historia son fundamentales para la construcción de la narrativa racista que inició la reacción contra el legado de luchas y logros de la década de 1960 y que tiene consecuencias brutales hoy en día con el asesinato del pueblo palestino.

El Planeta de Mr. Sammler, aclamado por la crítica cuando se publicó y galardonado con el National Book Award en 1971, revela lo profundamente arraigado que sigue estando el racismo en la cultura occidental. Se trata de un racismo respetable, disfrazado de humanismo, envuelto en el aura de la alta cultura europea que representa el Sr. Sammler.

Narrativas culturales de la supremacía blanca

Sin duda, la élite supremacista blanca de Estados Unidos se dio cuenta de la importancia de la contribución de Saul Bellow a la construcción de narrativas culturales fundamentales para legitimar su poder y mantener el orden establecido.

Al final de una década violenta de luchas por los derechos civiles, en la que Medgar Evers, Malcolm X y Martin Luther King Jr, los más conocido dentre muchos otros, fueron brutalmente asesinados por desafiar a la supremacía blanca, la publicación de una obra literaria en la que el único personaje afroamericano es un carterista es un logro a celebrar por la supremacía blanca. Saul Bellow no sólo ignora por completo la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos, sino que incluso niega toda importancia a su existencia en la sociedad estadounidense. Los afroamericanos son retratados como problemas -niños insensibles con problemas de aprendizaje, violadores, asesinos y ladrones- que sólo perturban el buen orden de la sociedad. Esta es una narrativa cultural importante que mantiene la supremacía blanca, pero no es la única narrativa cultural reaccionaria en esta obra.

En este pasaje de El planeta de Mr. Sammler, Bellow introduce sutilmente otra inversión histórica de enorme importancia para la construcción de narrativas culturales reaccionarias:

«Llegó Napoleón, un gángster que bañó Europa en sangre. Y llegó Stalin, para quien el gran premio del poder era el placer de matar sin restricciones».

Es curioso que no se mencione a Hitler en esta frase.

El Planeta de Mr. Sammler fue escrito en plena Guerra Fría. A finales de los años sesenta, los nazis ya no eran un problema para las élites dirigentes. Al contrario, los industriales que apoyaban a los nazis en Alemania y otros fascistas en Francia e Italia habían participado sin ningún problema en la reconstrucción del capitalismo en Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Y muchos nazis fueron reclutados por la CIA para ayudar a combatir a los nuevos enemigos: Stalin y la URSS.

Saul Bellow era judío y en su novela sobre un superviviente judío del Holocausto no dice nada sobre el papel fundamental de Stalin y la URSS en la derrota de la Alemania nazi, mencionando a Stalin sólo como un criminal. Se trata de otra inversión histórica de suma importancia para la construcción de narrativas culturales reaccionarias.

Es revelador comparar el silencio de Saul Bellow sobre la URSS y su condena de Stalin con lo que dijo el politólogo judío estadounidense Norman Finkelstein en una entrevista de 2018 (3):

«Mis padres vivieron el Holocausto nazi. Todas sus familias, de ambos bandos, fueron exterminadas durante la guerra. Mis padres estuvieron en el gueto de Varsovia hasta que el levantamiento fue reprimido en abril de 1943. Entonces fueron deportados al campo de concentración de Majdanek. Mi padre acabó en Auschwitz y en la Marcha de la Muerte de Auschwitz. Mi madre estuvo en dos campos de trabajo esclavo. Después de la guerra, permanecieron en un campo de desplazados en Austria y llegaron a Estados Unidos en 1948 o 49′. Ambos eran firmes partidarios de la Unión Soviética, pero no porque fueran comunistas ni siquiera porque estuvieran comprometidos políticamente, no lo estaban. Apoyaban a la Unión Soviética porque la Unión Soviética derrotó a los nazis, y veían el mundo entero a través del prisma del Holocausto nazi y, por tanto, sentían una verdadera deuda con la Unión Soviética y el Ejército Rojo, con Stalin -en particular, con Stalin- y supongo que se les podría llamar los últimos estalinistas hasta su muerte en 1995. No estaba permitido, en su presencia, decir una sola palabra criticando a Stalin».

El contraste entre la realidad histórica descrita por Norman Finkelstein y la inversión de la historia de Saul Bellow es evidente. Pero la inversión histórica de Bellow es una importante contribución a la legitimación de la narrativa cultural reaccionaria que pretende borrar de la historia el papel de la URSS y de Stalin en la derrota del nazismo.

Saul Bellow y el asunto Joan Peters

En 1984 se publicó en Estados Unidos el libro de Joan Peters From Time Immemorial: The Origins of the Arab-Jewish Conflict over Palestine. La tesis central del libro es que muchos de los que se consideran parte del pueblo palestino no son en realidad palestinos, sino inmigrantes procedentes de Siria, Egipto y Arabia Saudí .

Entre los primeros que saludaron esta publicación como un hito en la historiografía se encontraban la historiadora Barbara W, Tuchman y Saul Bellow, quien declaró:

«Toda cuestión política que exige la atención de una audiencia mundial tiene sus «expertos»: directores de informativos, presentadores (…). El gran mérito de este libro es demostrar que, sobre la cuestión palestina, estos expertos hablan con total ignorancia. Millones de personas de todo el mundo, asfixiadas por la falsa historia y la propaganda, agradecerán este claro relato de los orígenes de los palestinos. From Time Immemorial no está en contra de los derechos de este desafortunado pueblo. Sin embargo, disuelve las afirmaciones de los agitadores nacionalistas y corrige la falsa historia por la que estos desafortunados árabes son impuestos y explotados.»

Edward Said, en un artículo de 1985 sobre este libro, afirmaba (4):

«La impresión general era que Joan Peters había hecho por fin todo el trabajo necesario para resolver uno de los problemas más enojosos y persistentes del siglo XX. Ningún erudito o propagandista podía ya argumentar que «los palestinos» (Peters concedía a todo el mundo el derecho a entrecomillar la designación de un pueblo sospechoso) eran de hecho un pueblo real con una historia real en «Palestina». Su libro afirmaba que su existencia real, nacional, y en consecuencia sus reivindicaciones sobre Israel, eran, en el mejor de los casos, sospechosas y, en el peor, completamente inventadas. En otras palabras, From Time Immemorial eximía a Israel y a sus partidarios de responsabilidad por los refugiados creados por el establecimiento del Estado judío en 1948 y por la población de Cisjordania y la Franja de Gaza. «

Un estudiante de la Universidad de Princeton de la época, de nuevo Norman Finkelstein, analizó las estadísticas y otros elementos en los que Joan Peters basó su tesis. Sobre el trabajo de Finkelstein, Edward Said, en el mismo artículo antes citado, comentó:

«Finkelstein demostró que el trabajo de Peters era lo que él llamó un ‘fraude’: sus pruebas carecían de fundamento en todos los aspectos; sus estadísticas demográficas eran incoherentes, matemáticamente imposibles, salvajemente exageradas; y, lo que es más importante, en todos los casos que pudo verificar, plagió fuentes de propaganda sionista o manipuló deliberadamente las citas para cambiar totalmente su significado.»

Noam Chomsky también apoyó el trabajo de desmitificación de Finkelstein y hoy Joan Peters y su libro están completamente desacreditados y olvidados.

Lo que Joan Peters intentó hacer con el pueblo palestino -borrar su historia y deslegitimar su lucha- es exactamente lo que Saul Bellow intentó hacer con los afroamericanos. Bellow escribió que «la gente de todo el mundo, asfixiada por la falsa historia y la propaganda» se iluminaría con la obra de Peters, lo cual es irónico dado que él mismo había falsificado tanto la historia para hacer propaganda a favor del mito de la supremacía blanca. Y el primer paso para falsificar la historia es precisamente denunciar la historia verdadera como falsa.

Racismo, colonialismo y capitalismo

El actual asesinato del pueblo palestino por parte del Estado de Israel bajo el silencio cómplice de la abrumadora mayoría de los gobiernos occidentales y de la prensa dominante expone con contundente claridad la permanencia del racismo en Occidente. Los palestinos son vistos como infrahumanos y sus muertes no tienen la misma importancia ni causan la misma indignación que las muertes de los «blancos civilizados». Las narrativas racistas como las creadas por Saul Bellow desempeñan un papel importante en este proceso de deshumanización de los pueblos colonizados de piel más oscura del Sur Global.

Capitalismo, colonialismo y racismo están intrínsecamente ligados. El imperialismo utiliza el racismo para racionalizar y legitimar su proyecto de poder y la supremacía blanca es la expresión política del racismo.

No hay que ignorar la importancia de las narrativas culturales reaccionarias que impregnan insidiosamente la cultura occidental, como en el caso de Saul Bellow. El daño que causan es enorme.

El crecimiento actual de la extrema derecha depende fundamentalmente de estas narrativas reaccionarias que unen a Bolsonaro en Brasil con Milei en Argentina, a Orban en Hungría con Meloni en Italia y a Trump en EEUU.

En las calles de Occidente, sin embargo, las protestas contra la masacre de palestinos crecen día a día. El espíritu de los años 60 está volviendo para atormentar a la supremacía blanca y desafiar sus narrativas y su proyecto de poder. De diferentes colores y géneros, con rabia e indignación, pero también con algo de alegría y mucha creatividad, en el Sur y en el Norte del planeta, la humanidad está reaccionando.

Notas:

  1. Noam Chomsky, “Who rules the World?”
  2. Reporting Civil Rights, Library of America.
  3. https://www.counterpunch.org/2018/05/17/an-interview-with-norman-finkelstein-im-not-betraying-the-legacy-of-my-parents-in-order-to-make-myself-palatable/
  4. https://merip.org/1985/10/conspiracy-of-praise/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.