«Los sionistas se han apropiado de la historia, de la tierra y de los pueblos siendo el uno por ciento de la población semita si nos referimos a la lengua hablada hoy y -menos aún- respecto al conjunto de los pueblos semitas o de origen semita». En lo que hoy llamamos Oriente Medio, del tercer […]
«Los sionistas se han apropiado de la historia, de la tierra y de los pueblos siendo el uno por ciento de la población semita si nos referimos a la lengua hablada hoy y -menos aún- respecto al conjunto de los pueblos semitas o de origen semita».
En lo que hoy llamamos Oriente Medio, del tercer milenio para acá, un numeroso grupo de lenguas poseían, además de una gran similitud, varias características comunes. La más singular es que los verbos, sustantivos y la mayoría de los adjetivos provenían de raíces formadas por tres consonantes. En 1781 el filólogo alemán Schlözer bautiza y comienza a denominar como semitas a este grupo de lenguas tan fuertemente vinculadas. Posteriormente y por extensión, el término semita, aplicado a las lenguas, se extendió a los pueblos que las hablaban.
Pueblos y lenguas cubrieron todo el Oriente Medio, se cruzaron, mezclaron y convivieron durante un par de milenios, compartiendo y transmitiendo conocimientos, religiones, dioses y ciencias como no podía ser de otra manera. Recibieron y exportaron influencias hacia las zonas limítrofes de modo que lo del Oriente Medio ha de entenderse con cierta amplitud y los términos semita y semítico, en un plural bastante amplio, tanto en el tiempo como en el espacio que estos pueblos ocuparon a lo largo de la historia. Sin pretender establecer fronteras, se extendían desde el mar Negro y el mar Muerto hasta la península Arábiga y desde Persia hasta Egipto y a pesar del gran vacío central, como era el desierto sirio-mesopotámico, por lo que suponía de barrera natural.
De las tres lenguas semitas que aún permanecen vivas y por el número de su población parlante, la primera es el árabe, la segunda el etíope y el hebreo, la tercera. El arameo original desapareció y el actual está muy modificado y sólo es utilizado en la liturgia de algunas iglesias orientales y en minúsculas comunidades del Líbano y del norte de Iraq, pero como dialectos. Del gran número de lenguas semitas muertas y como más conocidas por su legado histórico se pueden citar el acadio, asirio, babilónico, eblaíta, amorrita, cananeo, fenicio, maobita, ectra, de las que, curiosamente, aún no se ha conseguido conocer sus orígenes. Se sabe que algunas de estas lenguas adoptaron la escritura cuneiforme del sumerio, pero sorprende que, entre el sumerio de la Baja Mesopotamia del milenio cuarto y tercero a las lenguas semitas haya tanta diferencia como de cualquier lengua latina al chino, que ya es decir.
Pensar y pretender que las lenguas, la cultura o los pueblos son insensibles o invariables a la evolución del tiempo y que permanecen puros e inmutables no parece nada razonable ni científico. Menos aún, tomar como ley y arrogarse derechos basándose en que en el milenio segundo o tercero, hace tres o cuatro mil años, un pueblo, el judío, fue elegido por no se sabe qué dios y que éste le hizo depositario del futuro es también una sinrazón además de un acto de puro racismo y xenofobia. Hitler fundamentó su nazismo en la pureza de una raza. El sionismo no sólo se funda en una raza, la judía, sino que va más allá que el nazismo y se dota de una religión, el judaísmo. De este modo llegamos a un círculo vicioso, cerrado; un pueblo tiene una religión propia y excluyente. Sólo puedes ser de religión judía si eres judío. Esto no tendría mayor importancia, pero, sucede que esta filosofía nazi-sionista excluye a los demás negándoles cualquier derecho, lo que ha sido y es la práctica de exterminio llevada contra los nativos de Palestina desde 1948, año en el que fueron destruidos 531 pueblos y ciudades palestinas y expulsados al destierro 804.787 palestinos. Los refugiados llegan hoy a cinco millones, más de tres millones viven apiñados y acorralados en Gaza y Cisjordania y un millón en régimen de «apartheid» en Israel. Total, más de nueve millones de palestinos en apenas el quince por ciento de la Palestina histórica, sin Estado ni fronteras, frente a los escasos cinco millones de judíos, que les encierran, bombardean y ametrallan, casi a diario, en sus reductos de Gaza y Cisjordania.
Los sionistas se han apropiado de la historia, de la tierra y de los pueblos, siendo el uno por ciento de la población semita, si nos referimos a la lengua hablada hoy y, menos aún, respecto al conjunto de los pueblos semitas o de origen semita.
Israel, país artificial, mantenido, encubierto y financiado, con más de diez mil millones de dólares al año, por los Estados Unidos, continúa convulsionando y expoliando al Oriente Próximo. Sabiendo quiénes son los semitas, la pregunta ahora es: ¿quiénes son y quiénes actúan como antisemitas?