Bolivia celebró recientemente el Día de la Patria con un llamado de su primer presidente indígena, Evo Morales, a la unidad nacional, en momentos en que la reacción apela al separatismo para boicotear y revertir el proceso de cambios en esa nación. También en la geografía andina, en Ecuador, el presidente Rafael Correa advertía de […]
Bolivia celebró recientemente el Día de la Patria con un llamado de su primer presidente indígena, Evo Morales, a la unidad nacional, en momentos en que la reacción apela al separatismo para boicotear y revertir el proceso de cambios en esa nación.
También en la geografía andina, en Ecuador, el presidente Rafael Correa advertía de los esfuerzos de la oligarquía por separar a la populosa ciudad de Guayaquil, que el propio mandatario identifica con los mismos propósitos de los grupos de poder de la boliviana Santa Cruz de la Sierra.
El alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, y el opositor Partido Socialcristiano, pretenden convertir la capital de la provincia de Guayas en ‘una república aparte’, denunció Correa.
Nebot había adelantado que Guayaquil sería autónoma con ley o sin ley, con Asamblea o sin Asamblea (Constituyente). ‘Es el plan que siempre ha tenido la oligarquía de Guayaquil, como lo tiene la oligarquía de Santa Cruz, en Bolivia’, repostó Correa.
Y no le faltan razones en la semejanza de propósitos de fuerzas de la derecha que en uno y otro país se oponen al proceso transformador que tiene a la Asamblea Constituyente como el motor del cambio.
Le espanta a esos grupos de poder cuando se habla, como en Ecuador, de socialismo del siglo XXI, o en Bolivia de refundar el país y devolver a los pueblos originarios los derechos que le fueron esquilmados durante más de cinco siglos.
Tales pretensiones tampoco son ajenas a los intereses transnacionales y de gobiernos foráneos que antes colonizaron a esos territorios y luego explotaron sus recursos naturales hasta agotarlos, como ocurrió con la plata boliviana y otros minerales.
Por eso no extraña que la llamada Media Luna que componen los departamentos de Santa Cruz, Pando, Beni y Tarija sean precisamente donde se asienten las elites que reclaman gobierno aparte e incluso apelan al chantaje del separatismo.
Allí donde está la mayor parte de los hidrocarburos bolivianos, sus reservas de gas, consideradas las segundas en el continente, las autoridades regionales demandan desmarcarse de la Bolivia empobrecida, en una actitud egoísta y tampoco ajena a los intereses de las transnacionales que se beneficiaron de la privatización del gas y el petróleo.
Ahora esos grupos reaccionarios pretenden aprovechar genuinas reivindicaciones populares para confundirlas con sus apetencias, y no por gusto el discurso demagógico de la autonomía y el separatismo es el de quienes ya antes gobernaron, y ahora tienen una fijación con los recursos, con su administración, con una mirada corta que se limita a su feudo y mira por encima del hombro al resto de la nación.
Son los que enarbolaron el neoliberalismo y condenaron a la nación con el entreguismo por el cual Bolivia perdía su gas y petróleo a boca de yacimiento, para enriquecer a unos pocos en momentos en que los precios de esos recursos se remontan en el mercado internacional.
Ello explica que las autonomías de ese tipo, que no tienen nada que ver con el plan de Evo para hacer valer los derechos de los pueblos originarios, tengan entrampada también las discusiones en la Asamblea Constituyente, cuya misión histórica será dar una nueva Carta Constitucional capaz de proyectar la refundación del país proclamada por Evo.