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Ser de izquierda en Chile

Fuentes: Rebelión

En Huentelauquen, en el norte de Chile y en uno de los márgenes del hermoso río Choapa, se han encontrado enterratorios humanos. Allí, a poca distancia de la costa, se hallaron tres esqueletos adultos y los fragmentos de cuatro esqueletos infantiles. Aparentemente el primer cuerpo en ser depositado en aquella tumba antigua fue el de […]


En Huentelauquen, en el norte de Chile y en uno de los márgenes del hermoso río Choapa, se han encontrado enterratorios humanos. Allí, a poca distancia de la costa, se hallaron tres esqueletos adultos y los fragmentos de cuatro esqueletos infantiles. Aparentemente el primer cuerpo en ser depositado en aquella tumba antigua fue el de una mujer sobre la cual se colocaron dos pesadas piedras molino, quizás para sellar su muerte. Huentelauquen es, también, el lugar más estrecho de Chile, donde la cordillera besa el mar y, como en aquella sepultura, se hace más dificil respirar. Y así nos sentimos los que nos pensamos de izquierda en este país, acezando en medio de la soledad continental. Piafando como los corceles rebeldes sin entender del todo el sino que nos tocó vivir. Porque, mientras que en algunos paises de América Latina se perciben, se sienten y nutren aires de libertad, acá en el el extremo sur del mundo se enseñorea el capitalismo.

Y duele que mientras en Bolivia el pueblo indígena y pobre se hace del poder y, por primera vez en su historia se plantea la refundación del país, acá en Chile se consolida el modelo economico instaurado por la dictadura militar. Duele que mientras en Venezuela el pueblo se toma las calles, se organiza, educa y comienza a vivir en dignidad, acá en Chile se fortalece el sistema ideológico individualista y se pulveriza y sataniza lo colectivo. No nos duele por aquellos pueblos hermanos, por cierto, sino por nosotros, por la vergüenza que significa vivir en un país que marcha a contrapelo del proceso liberador que se comienza a construir en América Latina. Porque al país lo han transformado en un paraíso para los ricos, en una empresa gigantesca donde se confunden y nutren reciprocamente los militares, los políticos y, por supuesto, los empresarios, tanto nacionales como multinacionales.

Es el país donde la Armada de Chile, la rama más reaccionaria de las Fuerzas Armadas, gestora e impulsora del golpe de Estado de 1973, rinde un sentido homenaje al presidente Ricardo Lagos, desplegando todas sus naves de guerra en la bahía de Valparaíso por tan solo la sexta vez en toda su historia institucional. Fue la cópula perfecta entre la elite política y militar, la gratitud de la Armada por la impunidad de la cual gozan los responsables de las atrocidades cometidas durante la dictadura.

Es el país donde Juan Villarzú, presidente ejecutivo de la Corporación Nacional del Cobre, Codelco, es condecorado por sus pares internacionales como el «Hombre del Cobre del año 2005», premiando de esta manera su aporte al convertir Codelco en una de las principales empresas cupríferas del mundo duplicando su valor desde 9 a 18 billones de dólares. De hecho, el año pasado dicha entidad aportó al Estado chileno 4,9 billones de dólares. Sin embargo, irrespectivamente de las palabras y las exhorbitantes cifras, miles de estudiantes quedarán sin estudiar en la universidad el presente año debido a la falta de recursos estatales para financiar sus carreras. Tales guarismos en nada ayudan a los 800 mil chilenos que subsisten en la indigencia o a los 100 mil niños que deben trabajar para ayudar a sus padres sumidos en la pobreza. Todo ello mientras otro chileno «Hombre del Cobre», quien fuera designado así el año 2003, Andrónico Luksic, dueño de Antofagasta Minerales, posee una fortuna personal de 3.400 millones de dólares y es el 140º hombre más rico del mundo.

América Latina es la región más desigual del mundo en distribución de la riqueza, donde el 20% de la población se queda con el 60% de los ingresos. Y Chile se ubica entre los países con mayor desigualdad en el mundo. De hecho, el primer décil – constituido por el 10% de la población de menores recursos – percibe sólo un 1,2% del ingreso total, mientras el décimo décil – el 10% más rico- recibe el 47%. Es el modelo neoliberal, excluyente y pauperizante, sin embargo un porcentaje significativo de los chilenos lo apoya, ya sea por acción u omisión. Surge la interrogante entonces: ¿Cómo es posible que se esté de acuerdo con el sistema que te explota, te endeuda, te agota, te deshumaniza? ¿Por qué la gente no cuestiona el estado de cosas y se conforma con pervivir en condiciones inhumanas?

La derrota ideológica de la Izquierda es superable

Parte de las múltiples respuestas ha de hallarse en la derrota ideológica de la izquierda en Chile, puesto que la mayor victoria de la dictadura y de los gobienos continuistas de la Concertación lo constituye el hecho de haber persuadido al pueblo de que ya no son pueblo, sino que simplenente gente; en habernos cambiado la dictadura por gobierno militar y, por sobre todo, haber convencido a muchos que la izquierda, sus ideologías y planteamientos están obsoletos. Entonces ellos, la Concertación – o al menos parte de ésta – se han erigidos como los genuinos representantes de una izquierda renovada, moderna y progresista.

Todos términos y practicas políticas que intentan esconder la esencia de un proceso de renovación que de tanto inclinarse hacia el centro para complacer a los militares y a los empresarios terminó siendo simplemente de derecha. Por lo mismo, digamos las cosas por su nombre: aquellos que se dicen de izquierda y están hoy en el poder, son tan derechistas como los ex candidadtos presidenciales Joaquín Lavin y Sebastian Piñera. Si aquellos que se dicen de izquierda son agentes, impulsores y administradores de un modelo neoliberal en un sistema capitalista, entonces no son de izquierda. Si utilizan la ley anti terrorista de la dictadura para reprimir al pueblo mapuche, entonces no son de izquierda; si las d eudas de los hogares chilenos llega a más del 43% del ingreso percibido y dichos ingresos son miserables, entonces no son de izquierda. Si el sistema privado de pensiones – avalado por el gobierno – significa que el 60% de los jubilados recibirán pensiones mínimas mensuales de tan solo 33 mil pesos ( US$63 dolares) por el resto de sus vidas, entonces no son de izquierda. Si Estados Unidos se plantea la posibilidad de invitar a Chile a ser parte de la Otan, es porque la elite política chilena no es de izquierda.

Porque ser de izquierda en luchar por la justicia social y garantizar la dignidad del ser humano y, por cierto, nada de eso acontece en Chile; no obstante, hay muchos en nuestro país y en el extranjero que están convencidos que tanto el gobierno del presidente Ricardo Lagos, como el de la recientemente electa Michelle Bachelet, son gobiernos de izquierda. Y eso no podemos ignorarlo. Pero también la autodenominada izquierda en el poder ha contribuido a trastocar profundamente valores como lo colectivo, la solidaridad, el altruismo, la conciencia social que, por supuesto, formaban parte del ideario y la praxis izquierdista. Por ello es que la victoria de la dictadura y de la Concertacion no solo fue militar o politica, sino que tambien ideológica. Entonces, para llevar a cabo cualquier transformación política o social, es menester llevar a cabo una profunda revolución etica que de cuenta de los cambios culturales verificados en el país y, evidentemente, en el seno de la izquierda chilena. Recuperar la memoria histórica, impulsar lo colectivo por sobre lo individual, la solidaridad por sobre el egoismo, la honestidad y transparencia por sobre las maquinaciones políticas; la organización por sobre la atomización y, por sobre todo, recuperar la vocación de poder o, al menos, el derecho a seguir soñando con un mundo distinto.

Si ayer luchabamos contra la pobreza y la desigualdad y éstas aun existen en nuestro país, ello significa que continúa vigente la necesidad de la revolcuión. Si ayer luchabamos para hacer de Chile un país desarrollado e independiente del imperio y hoy sigue siendo un país exportador de materias primas, ello implica que sigue vigente la necesidad de la revolución. Pero para lograr aquello es indispensable pensar y hacer en grande, pues nadie nos va a regalar nada.

Pensar en grande

Y es que hay que creerse la posibilidad y necesidad del cambio, rescatar del baúl de los recuerdos la historia combativa de nuestro pueblo, no para vivir del pasado, sino que para aprender de éxitos y errores. La izquierda o izquierdas en Chile adolecen de una casi patológica vocación divisionista, sin entender que la única posibilidad de crecer, organizarse y construir es aportar a la unidad. Nadie por si solo podrá enfrentarse al poderío del sistema actual, la tarea es compleja y dificil, pero no imposible y por eso es indispensable pensar y actuar en grande, salir de la marginalidad – otra vocación congénita de la izquierda – utilizar todos los medios a nuestro alcance y, también, crear aquellos que no lo están. Debemos, además, dejar de llorar por lo que pudo ser, pero no fue.

Es cierto, el pasado reciente es doloroso y jamás debemos olvidarlo ni dejar que nadie lo olvide, pues de lo contrario estaríamos contribuyendo a cercenar nuestra memoria histórica, mas no podemos vivir eternamente anclados en la muerte. Así como Manuel Rodriguez combatió con los Husares de la Muerte en la brega independentista, nosotros debemos ser capaces de transformarnos en Húsares de la Vida, de la alegría, del futuro. Convencernos y persuadir a otros, de que no hay otra alternativa al capitalismo que el socialismo del siglo 21. Eso es pensar en grande, como lo hicieron Carrera , Bilbao y Arcos en su tiempo; como lo hizo Recabarren después, como lo hicieron todos aquellos que fueron capaces de organizar a los mineros del salitre para luchar por sus derechos y en contra de la explotación atroz. Como lo hizo Allende y aquellos que pensaron la Unidad

Popular. Como lo hicieron millares de compatriotas que enfrentaron a la dictadura militar. Y, por cierto, como lo hicieron Callfulican, Leftraru y Pelantaru cuando se levantaron contra el invasor hispano. Mapuche y chilenos construyendo, a su manera y en su tiempo, la libertad, del mismo modo que debemos hacerlo hoy, pues nos debemos hacer cargo de la vergüenza de vivir en el paraiso neoliberal de America Latina.

– Tito Tricot es sociólogo y director del Centro de Estudios Interculturales ILWEN de Chile.