Recomiendo:
0

Ser marxista hoy

Fuentes: Rebelión

Traer a Marx pero alejado de la utopía

Disfruto cada relectura de Marx en el Soho. También las puestas en escena a las que he podido acceder de dicha obra. Confieso que llego a creerme que Marx está aquí de nuevo, que ha sido tan revoltoso, que el cielo lo ha puesto otra vez entre nosotros. Pero en cuestión de no mucho tiempo regreso a saber, que claro, no está. Y como sigo queriendo que esté, intento encontrar una forma. Entonces comprendo que la única opción para traer a Marx, es ser consecuentemente marxista.  

Ahí comienza un verdadero reto: el ser marxista. En un mundo que vive cargando consigo el peso de lo que los medios construyeron simbólicamente como «la caída y fracaso de los proyectos sociales marxistas», y que te restrega en la cara cada vez que te proclamas marxista aquellas derrotas, es muy difícil serlo -incluso-, creo que es todo una hazaña.

Tampoco se trata solo de aquellos símbolos que se construyen, sino de algo que vas más allá: la racionalidad. Si algo ha demostrado la historia, es que el lugar correcto no es un espacio físico en un mapa o dentro de una sociedad, sino el espacio intersubjetivo en el que se está y del que se es parte, con las lógicas y las mentalidades que les son propias a este; por lo que el lugar correcto depende de la racionalidad correcta, y del actuar que se corresponda con esta. En ese sentido, es necesario tener en cuenta que aquellas derrotas que nos achacan a los marxistas, no superaron las lógicas de una hegemonía verticalista de la sociedad. Además, de que aunque no dudo que se quiso hacer algo mejor, bajo la división de «ciencias burguesas» y «ciencias proletarias», solo se sustituyó el positivismo burgués por el positivismo de manual. Lo cual señala también, la ausencia de una racionalidad alternativa a la dominación, en aquellas sociedades. Tal perece que tan solo cambió el centro de gravedad del mismo mecanismo social.

Por lo que, con una contemporaneidad hostil al marxismo y un pasado reciente que le sirve a esa actitud, y la ausencia de un cómo pensar fuera de los límites que imponía -impone- el capitalismo, las barreras a los marxistas de hoy no son pocas.

Pero no hemos mencionado aun, qué es ser marxista. Si tal condición va de la mano de seguir críticamente y adaptando a cada tiempo y lugar a Marx, puede afirmarse que ser marxista es continuar el movimiento de la lógica de este, y de la práctica social que le concierne. Dado que es tan riesgoso plantear siempre los «esto es», se podría, como buena práctica de construcción de hipótesis, conocer lo que no es. Y si algo puede obtenerse del pensamiento de Marx, es el qué no es coherente con este. De la misma manera que el ejercicio crítico va descartando, y en base a ello, a ese diálogo con lo criticado, se va construyendo lo nuevo, pudiera hacerse con lo marxista -como mínimo lo asociado a Marx-, a partir de lo que es no serlo.

Para ello, me gustaría detenerme solo en un pequeño número de cuestiones: igualdad, mercado y utopía.

La igualdad es de esos aspectos que ocupa la mente como ideal de lucha en muchos revolucionarios marxistas, que incluso la ponderan como uno de las máximas a alcanzar. Tal ha sido su uso, que corrientes más contemporáneas se han apropiado de un término que consideran más acabado: equidad. Pero, ¿qué es la igualdad para Marx?

Es y ha sido un crimen de lesa dialéctica suponer que dicha igualdad dentro de un sistema teórico como el del Moro puede tener la misma acepción que la que ha sido concedida por la mayoría de las tradiciones. En él, no se trata de esa igualdad en el sentido lógico-formal, sino de que, la igualdad es «…como todo derecho, el derecho de la desigualdad» (1 pág. 15). Lo que significa que se le aplique las mismas reglas y medidas a individuos -claramente desiguales-, de lo que devendrá una desigualdad en estos. Por lo que tal derecho a la igualdad en Marx dista mucho de todo igualitarismo. Consiste en eliminar las distorsiones del reconocimiento social del trabajo provocado por privilegios de clase. En esa Crítica del Programa de Gotha, se expresa la preocupación por cómo esa igualdad formal -burguesa-, termina por deformar el desarrollo de las fuerzas productivas. Por tanto, puede saberse que todas las formas de igualitarismos, en tiempos normales, no son para nada marxistas, sino lógicas burguesas.

El mercado ha sido otras de las cuestiones que los marxistas llevan como tópico bandera, en la que la postura es clara: el mercado es un enemigo. En casos más heterodoxos, se ha logrado considerar que es algo así como «un mal necesario». Aunque ya en numerosas ocasiones me haya referido al tema del mercado (2) (3) (4) (5), vuelvo a apuntar par de ideas.

Recuérdese primero, que no en todo momento la teoría de Marx ha tenido el mismo grado de madurez, y que la seriedad del estudio de su obra, sus ideas más avanzadas sobre el capitalismo y el cómo pensar la sociedad, deben buscarse en sus obras más acabadas, sobre todo en El Capital. Justo de este se obtiene cómo el mercado es resultado de la complejización del trabajo social (2 pág. 132) -diversificación de sus formas específicas-, que condicionan participación diferente del producto del trabajo, por tanto reconocimiento diferente de la actividad que lo creó. En pocas palabras, el propio movimiento de la división del trabajo, y de las formas de apropiación privativa -en el sentido hegeliano- asociadas, condicionan el mercado. Si se vinculara esto a la idea justo unas líneas antes expuestas, se podría complementar. La abolición del mercado -de una regla diferenciadora de reconocimiento de la participación en el producto social- como parte de una transformación «revolucionaria», conduciría a la implantación de un mecanismo de reconocimiento de la participación en el producto del trabajo que justamente ignoraría las diferencias que ahí se generan. Por tanto, se caería en la implantación de un igualitarismo -en una forma específica de igualitarismo-, que no es precisamente algo asociado al pensamiento de Marx.

En todo caso, como resultado inevitable del despliegue de la división del trabajo, un proyecto social debe procurar conducir las dinámicas del mercado hacia el favorecimiento de los sectores que desee, después de todo, la lucha de clases es la lucha por la dignificación -y el reconocimiento que va implícito- de la actividad humana, y ello se hace a través del intercambio en el mercado. Siempre ha sido más fácil, intentar cortar a-históricamente, que comprender las relaciones sobre las que se cimienta un fenómeno. Por eso, la actitud de oposición mecánica al mercado, no deja de ser una de esas respuestas surgidas del entusiasmo (7), y no del análisis profundo de la realidad, que es algo muy importante para el pensamiento revolucionario.

Por último, hay algo que ha estado presente en los aspectos que brevemente se han esbozado aquí, y que considero un hilo en nuestro Prometeo, y es la postura asumida frente a la utopía. De la misma manera en que para la dialéctica el conocimiento debe ser intelectivo y no edificado (3); que la verdad no es un punto acabado sino un proceso; que lo bello no está precisamente determinado por su final, sino en el camino recorrido para llegar a él; la utopía no está determinada por sí misma, sino por el proceso que la constituye, por tanto, por las vías para llegar a ella. De ahí que la utopía de la que se habla aquí no es la del horizonte, sino la del cómo llegar a él, la de los métodos; no es utópico el resultado, sino la senda hacia él.

Si miramos la obra de Marx, justo se observará su cuestionamiento incesante a la utopía de sus contemporáneos, quienes planteaban formas de lucha y planes para la organización social que eran insostenibles. Tal y como hemos visto aquí, sus ideas, cuestionan el utópico derecho a la igualdad -cuyos resultados ya se conocen-, y sirven de sostén para una respuesta al también utópico deseo de abolir el mercado -también conocidos los efectos de poner en práctica dicho deseo-.

Veo en todo momento ese Marx que rechaza la utopía, a esa que evita plantear métodos realizables y que sean fuente de una verdadera transformación orgánica de la sociedad; y que solo termina por convertirse en un camino largo que consiste en pretender alejarse de la explotación para hacer un círculo que te lleva al mismo lugar.

Sería más coherente, un pensamiento que permita explicar la dinámica social con objetividad, y llegar a visualizar los cambios que pueden ser realizables. Hay que recordar que si no se conoce lo que se quiere cambiar, se puede aplicar la fórmula para la transformación incorrecta.

Aun así, sería muy ambicioso decir qué es ser marxista hoy. Sin embargo, sí se puede notar qué es no ser marxista. Conocerlo y aplicarlo, nos acercará un poco más a serlo, y a traer a Marx hoy.

 

Bibliografía:

1. Marx, Carlos y Engels, Federico. Glosas marginales al programa del Partido Obrero Alemán. Obras Escogidas III. Moscú : Progreso, 1974.

2. Hayes Martínez, Miguel Alejandro. El problema de Acanda. Rebelión. [En línea] 20 de 04 de 2018. [Citado el: 09 de 03 de 2019.] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=240608 .

3. -. ¿Mercado=desigualdad? La Joven Cuba. [En línea] 22 de 12 de 2018. [Citado el: 09 de 03 de 2019.] jovencuba.com/2018/12/22/mercadodesigualdad .

4. -. El mercado y el socialismo . Rebelión. [En línea] [Citado el: 09 de 03 de 2019.] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=247787 .

5. -. Dialéctica y mercado . Rebelión. [En línea] [Citado el: 09 de 03 de 2019.] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=248478 .

6. Marx, Carlos. El Capital I. México : Siglo XXI, 2002.

7. Hayes Martínez, Miguel Alejandro. El entusiasmo y el pensamiento revolucionario. Rebelión. [En línea] [Citado el: 09 de 03 de 2019.] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=251841 .

8. Hegel, Federico. La fenomenología del espíritu. s.l. : Lasson.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.