Tradicionalmente, desde que Lenin desarrolló su teoría sobre el papel de vanguardia del Partido Comunista en relación con la clase obrera, el movimiento comunista internacional y sus partidos afiliados se esforzaron por guiar y encabezar las luchas económicas y políticas de las masas trabajadoras. Después de la muerte del líder bolchevique, en el seno del […]
Tradicionalmente, desde que Lenin desarrolló su teoría sobre el papel de vanguardia del Partido Comunista en relación con la clase obrera, el movimiento comunista internacional y sus partidos afiliados se esforzaron por guiar y encabezar las luchas económicas y políticas de las masas trabajadoras.
Después de la muerte del líder bolchevique, en el seno del movimiento comunista y obrero internacional se desarrollaron y agudizaron múltiples contradicciones, cuando la dialéctica revolucionaria fue trocada en postulados preestablecidos, que se aprendían como el catecismo, y se pretendía aplicarlos mecánicamente en disímiles contextos, provocando muchos equívocos.
En general, los intentos de controlar y dirigir el movimiento obrero internacional sobre la base de un pensamiento homogéneo, se distanciaban de la amplia concepción original de la Primera Internacional, que fundó y dirigió Carlos Marx. Esta organización pretendía la unión y coordinación de las acciones del movimiento obrero del mundo entero, sin distinción de línea política, sin sectarismos, sin pretender uniformarlo, ni mucho menos dirigirlo desde un centro.
Los estatutos generales de la Asociación Internacional de los Trabajadores redactados por Marx, expresan en su artículo primero: «La Asociación es establecida para crear un centro de comunicación y de cooperación entre las sociedades obreras de los diferentes países y que aspiren a un mismo fin, a saber: la defensa, el progreso y la completa emancipación de la clase obrera.» (1)
Y, en «Las pretendidas escisiones en la Internacional», señalan los fundadores del Socialismo Científico: «Así, los Estatutos de la Internacional, no reconocen más que simples sociedades «obreras», todas las cuales persiguen el mismo objetivo y aceptan el mismo programa. Programa que se limita a trazar los rasgos generales del movimiento proletario, y deja su elaboración teórica a cargo de las secciones, que aprovecharán para ello el impulso dado por las necesidades de la lucha práctica y el intercambio de ideas que se efectúa. En los órganos de las secciones y en sus congresos se admiten indistintamente todas las convicciones socialistas» (2)
Las actuaciones de Marx y Engels en el seno de la Primera Internacional, la Asociación Internacional de los Trabajadores, muestran su consecuencia con desarrollar todo el accionar revolucionario de los trabajadores a partir de la propia realidad, del movimiento concreto que experimentaba la lucha de clases y no compartían ninguna idea preconcebida como doctrina sectaria que tratara de imponer, desde fuera, ningún particular camino a la clase trabajadora.
Toda la obra teórica de Marx, es un sistemático y profundo canto analítico a la realidad, sus entrecruzadas causas y manifestaciones y, cuando su mirada iba más allá de su tiempo, solo era proyectada de manera general, como prolongación del desarrollo dialéctico de esa realidad.
En la Guerra Civil en Francia, Marx expresa: «La clase obrera no esperaba de la Comuna ningún milagro. Los obreros no tienen ninguna utopía lista para implantarla por decreto del pueblo…. Ellos no tienen que realizar ningunos ideales, sino simplemente dar (rienda) suelta a los elementos de la nueva sociedad que la vieja sociedad burguesa agonizante lleva en su seno. Plenamente conciente de su misión histórica y heroicamente resuelta a obrar con arreglo a ella, la clase obrera puede mofarse de las burdas inventivas de los lacayos de la pluma y de la protección pedantesca de los doctrinarios burgueses bien intencionados, que vierten sus ignorantes vulgaridades y sus fantasías sectarias con un tono sibilino de infalibilidad científica» (3)
La Segunda Internacional, en este sentido, tuvo una línea parecida a la de la Primera, hasta que, violando el sentido internacionalista de la clase trabajadora, fracasó por el chovinismo que predominó en el seno del movimiento obrero europeo cuando la Primera Guerra Mundial.
La Tercera Internacional, creada por Lenin, significó un cambio total en las concepciones orgánicas y organizativas respecto a las ideas originales de Marx, y estructuró la Internacional sobre la base de organizaciones políticas para dirigir o pretender dirigir el movimiento obrero, que deberían tener una concepción similar sobre los medios y fines de las luchas obreras y deberían responder a una estructura vertical, y a los principios del centralismo democrático a la manera del partido comunista. El II Congreso de la III Internacional celebrado en 1920, adoptó las «21 Condiciones» que restringían aún más la participación de organizaciones proletarias y establecía una disciplina partidista a nivel internacional (4).
Luego de la muerte del fundador de la III Internacional, se afianzó la tendencia sectaria que, con Stalin al frente, tendió a subordinar todo el movimiento obrero mundial a las concepciones, directrices e intereses del gobierno de la URSS, no sin lucha en el seno de la IC, como evidenciaron las discusiones y acuerdos de su VII y último Congreso celebrado en 1935. (5) La III Internacional se disolvió en 1943, y en 1947 se creó la Oficina de Información Comunista, que fue cerrada en 1956.
Inspirados en las ideas de Lenin y el triunfo de la Revolución de Octubre, los partidos organizados bajo esta concepción y guiados desde un centro director general, llegaron a controlar incluso el gran mapa «socialista» que componían la URSS con sus Repúblicas Socialistas Soviéticas, las Democracias Populares del Este Europeo y que luego se amplió con la República Popular China y Viet Nam.
Cuba se incorporó al grupo de naciones que intentaban construir el socialismo, pero aquí los comunistas no habían sido la fuerza dirigente principal que inició el movimiento revolucionario, sino que se le incorporaron y, más tarde, en los albores de la lucha concreta por las nuevas relaciones de producción socialistas, se diluyeron en el nuevo partido de la Revolución. (6)
La filosofía dirigista que predominó en el Movimiento Comunista Internacional después de Lenin, y que pretendió imponer dogmas y preconceptos a la construcción socialista, en lugar de partir de las realidades económico-sociales de cada país, y que procuraba poner el movimiento comunista internacional en función de los intereses y consideraciones del gobierno de la URSS, es responsable en buena medida del derrumbe del Socialismo Soviético con todos sus cohetes nucleares, sus 15 Repúblicas y todo el Pacto de Varsovia.
Esta situación llegó tan lejos como a las intervenciones militares de la URSS en Polonia, Hungría, y Checoslovaquia, la expulsión del Partido Comunista Yugoslavo de la Oficina de Información Comunista , el rechazo a la participación yugoslava en el CAME y a las fuertes discrepancias chino-soviéticas que llevaron a conflictos militares fronterizos -por citar las más conocidas- todo, por diferencias de enfoques surgidas de la propia clase trabajadora y los Partidos Comunistas que, precisamente, se salían de la aplicación de concepciones dogmáticas sobre el papel del Partido, la clase obrera y las políticas que debían aplicarse.
La manera de establecer el camino a seguir, por decreto partidista, según entiendan las cúpulas dirigentes, o convenga a sus intereses de grupo, buscando una vía desarrollista sin tener primero en cuenta el avance de las relaciones socialistas de producción, ni las demandas inmediatas de las masas trabajadoras, ya sean manuales o intelectuales, de la ciudad o del campo, es también responsable -en mucha medida- de que en China avance un capitalismo de Estado cada vez más acentuado, con paulatino predominio del capital extranjero. (7)
Si el reformismo económico de los partidos obreros, los llevó en ocasiones a colocarse a la zaga del capitalismo, el desconocimiento o subestimación de los intereses concretos inmediatos de los trabajadores, los condujo, en ocasiones, a desligarse de las masas trabajadoras. Las consecuencias fueron desastrosas en todos los casos, pero peores cuando eso ocurría desde el poder.
Del fracasado socialismo de fines del siglo pasado, unos partidos comunistas que giraban en la órbita soviética, simplemente, desaparecieron; otros vieron decrecer su influencia; algunos se fundieron con otras fuerzas para no perecer y unos pocos lograron cambiar a tiempo sus programas, adecuándose a las necesidades concretas del movimiento obrero y han logrado insertarse exitosamente en las nuevas condiciones.
Debemos extraer las lecciones de la historia. Si el resultado práctico de todo aquello fue ese desastre en casi todas partes ¿dónde, cuándo y cómo se perdió el papel de vanguardia de las luchas sociales, de los movimientos de los trabajadores? No es «hacer leña del árbol caído». No. Tenemos, necesitamos, estamos urgidos de encontrar qué falló en esa «concepción de vanguardia». No se trata de cuestionar el papel de dirigente que debe jugar el Partido, sino de cómo realizarlo efectivamente a partir de conjugar los intereses inmediatos, mediatos y estratégicos de los trabajadores y no imaginar que pueda ser ejercido por simple decreto y el establecimiento de líneas predeterminadas o de esquemas ideados por «mentes superiores».
Marx nunca organizó un partido político nacional para imponerle una línea al movimiento obrero. Los fundadores del Socialismo Científico buscaban siempre imbricar su pensamiento con los movimientos obreros ya existentes, escarbaban en esas experiencias de lucha de las clases trabajadoras, las manifestaciones de sus intereses, los modos y maneras en que actuaban, al tiempo que criticaban las organizaciones sectarias que trataban de controlar el movimiento obrero en función de intereses estrechos de grupos o individuos.
En carta a Carlos Cafiero, cuando Engels reseña la oposición suya y de Marx, a incluir en el programa de la Internacional, la demanda de Bakunin de la abolición del derecho de herencia y del Estado, señala: «En nuestra Asociación tenemos hombres de todo género: comunistas, proudhonistas, unionistas, tradeunionistas, cooperadores, bakuninistas, etc., e incluso en nuestro Consejo General hay hombres de opiniones bastantes diferentes. En el momento en que la Asociación se convirtiera en una secta, estaría perdida. Nuestra fuerzas reside en la amplitud con que interpretamos el artículo primero de los Estatutos, a saber: que son admitidos todos los hombres que aspiran a la emancipación completa de la clase obrera.» (8)
Es evidente que para Marx y Engels el Partido tenía que ser menos secta y más sindicato, discusión que luego se sostuvo en el seno de varios partidos comunistas y de la propia Internacional, cuando para muchos de sus cuadros, se hacía claro que algunos elementos del partido, trataban sus asuntos como conciliábulo, en reuniones cerradas, con agendas secretas y resultados más ocultos, aislados de las masas de los trabajadores y distanciándose de sus acciones e intereses inmediatos.
Esta tendencia se evidenció con más fuerza en los movimientos revolucionarios y partidos obreros de los países capitalistas de menos desarrollo, donde se subestimaba la lucha por los intereses más inmediatos de los trabajadores, lo cual era considerado como «economicismo». Al respecto, en carta a Paul Lafargue, Marx, refiriéndose a Bakunin, expresa: «Este asno no ha comprendido siquiera que todo movimiento de clase como tal es y ha sido siempre necesariamente un movimiento político.» (9)
Después de la Revolución de Octubre, se desarrolló el esquema de que la teoría revolucionaria venía de la intelectualidad que estaba fuera de la clase trabajadora y que era el Partido quien daba sentido revolucionario a las acciones de los trabajadores. Los teóricos revolucionarios que interpretaron así el marxismo, no valoraron en toda su dimensión, las acciones propias de Marx en el seno de la clase obrera inglesa, y sus constantes llamados a interpretar la realidad no como reflejo del pensamiento, sino precisamente al revés: el pensamiento como reflejo de la realidad, tal cual es. Su llamado a transformarla -«práctico-crítica»- era partiendo de esa misma realidad, como precisa Marx en las Tesis 1, 8 y 14 sobre Feuerbach. (10)
Aquella concepción intelectualista que ganó muchos adeptos dentro del movimiento comunista, contribuyó también a la sobre valoración, por muchos dirigentes, del papel predominante de los pensadores y las «teorías revolucionarias», sobre las tendencias prácticas de la sociedad y la actuación concreta del movimiento obrero, que no debían confundirse con espontaneismo y anarquía.
La clase trabajadora moderna que incluye a todos los asalariados, sobre todo a partir de la revolución científico técnica y la automatización, ha adquirido una fisonomía más amplia que incluye a toda la intelectualidad trabajadora, productora de bienes, tecnologías y servicios, altamente calificada y culturalmente desarrollada, capaz de generar masas de políticos y científicos sociales desde su propio seno, que no solo dominan las teorías revolucionarias, sino que lo hacen desde la posición de la clase trabajadora.
Si luego de la revolución industrial inglesa, la clase obrera, por componerse en su mayoría de asalariados manuales, precisó de intelectuales venidos de otras clases, para que le ayudaran a reconocer las concepciones científicas en las que se basaban sus condiciones de existencia y desarrollo, esa situación empezó a cambiar con el nacimiento del siglo XX, al final del cual, se había transmutado completamente.
Siendo así, hoy se hace más real que nunca, la frase varias veces expuesta por los fundadores del Socialismo Científico, tan repetida como poco entendida: «la emancipación de la clase obrera, debe ser obra de la clase obrera misma», lo que obliga más todavía, a partir de las propias consideraciones de los modernos obreros, para establecer cualquier línea de actuación del movimiento revolucionario de los trabajadores.
En verdad, la actuación de Marx y Engels, más que de vanguardia, parecía una acción de búsqueda minuciosa en la retaguardia del movimiento obrero. Siempre estaban a la zaga, aprendiendo y luego interpretando el movimiento, sus acciones, el significado de las mismas, hacia dónde conducían, qué encerraban, qué buscaban los trabajadores. Ellos no especulaban, no inventaban soluciones, las extraían de las experiencias vivas, históricas, concretas del movimiento obrero, aprendían de ellos: Qué hacían los obreros, qué querían…Ese era el camino.
Engels, en carta a Konrad Shmidt en agosto de 1890, expresa: «Nuestra concepción de la historia es, sobre todo, una guía para el estudio y no una palanca para levantar construcciones a la manera del hegelianismo«. (11) Cinco años después ratifica el aserto en carta a Werner Sombart: …«toda la concepción de Marx, no es una doctrina, sino un método«. (12) Para ellos el papel de los comunistas no era imponer nada, sino simplemente identificar la realidad para facilitarla e impulsarla y transformarla, pero a partir de ella misma.
Cuando la Comuna de París, y luego, en relación con los movimientos y partidos de la clase obrera alemana, inglesa, europea en general, trataron de influir, aportaron criterios, también sostuvieron ácidas polémicas con los líderes de aquellos movimientos proletarios, sobre todo con Lassalle y Bakunin pero, más que nada los estudiaban. Incluso después del Manifiesto Comunista firmado en 1848, y de la fundación de la Primera Internacional en 1864, la actuación de los clásicos fue tratar de unir y coordinar el movimiento político de la clase obrera internacional existente, más que guiarlo, conducirlo, o hacer de vanguardia.
La experiencia práctica posterior de muchos partidos comunistas, demuestra que sus posibilidades de influencia se acrecentaron en la medida en que asumieron o se integraron a los movimientos, acciones y procesos revolucionarios obreros o nacionales, actuando más desde los propios intereses de los trabajadores, que como pretendidas vanguardias.
Luego del desastre socialista de fines del siglo pasado, el neoliberalismo aprovechó la confusión creada en el movimiento obrero, para desarticular los beneficios obtenidos por los trabajadores en un largo siglo de luchas contra el capital como el derecho de huelga, las grandes centrales sindicales, los salarios mínimos, la jornadas de 6 y 8 horas, las compensaciones salariales por la inflación, los contratos colectivos de trabajo, el pago de horas extras y otras por el estilo.
En los últimos años la situación ha ido cambiando, pues el aumento de la explotación de la clase trabajadora en los países capitalistas desarrollados, el saqueo del llamado Tercer Mundo y las guerras de rapiña imperialistas por el control de los recursos naturales y los mercados, han acentuado como nunca las diferencias sociales, y han arrojado a la pobreza, a la marginación y a la miseria a millones de seres humanos en todas partes, incluidos los propios países capitalistas desarrollados. A causa de esto, un movimiento migratorio «ilegal» de enormes proporciones tiene lugar en todos los continentes.
El movimiento obrero internacional se va recuperando del trance producido en el cambio de milenio, y la resistencia en cada país crece, al tiempo que nuevas formas internacionales de unión y organización van surgiendo, como los movimientos alter mundistas; y nuevos procesos revolucionarios, en todo el mundo, nacidos de nuevas condiciones y diversos matices, van aflorando como la Revolución bolivariana en Venezuela, el triunfo del Movimiento Al Socialismo (MAS) en Bolivia, y los triunfos democráticos de gobiernos progresistas en América Latina.
Paralelamente se producen otros procesos internacionales, en Rusia, China, y en muchos países productores de materias primas que tienden a contrarrestar al hegemonismo norteamericano, creído invencible centro de poder unipolar, desde fines de la pasada centuria.
El movimiento obrero, no solo se manifiesta a través de sus organizaciones relacionadas con los partidos de izquierda, sino en las acciones mismas de los trabajadores y grupos de trabajadores en su actividad práctica, incluso sin control de esas organizaciones, informalmente, en relación con la producción de bienes materiales, en las formas de apropiación de los resultados y en la manera en que realiza su auto-reproducción como clase.
F.Engels en Ludwing Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, al considerar el método materialista dialéctico en Marx señala: «Pero de la descomposición de la escuela hegeliana…brotó esta corriente de Marx.…replegándose sobre las posiciones materialistas. Es decir decidiéndose a concebir el mundo real -la naturaleza y la historia- tal como se presenta a cualquiera que lo mire sin quimeras idealistas preconcebidas; decidiéndose a sacrificar implacablemente todas las quimeras idealistas que no concordasen con los hechos, enfocados en su propia concatenación y no en una concatenación imaginaria.» (13)
Esa es la manera de evitar decisiones preconcebidas, burocráticas, administrativas, de tipo «dirigista» que, en lugar de beneficiar el avance del movimiento obrero y el proceso revolucionario hacia el socialismo, puedan ser contrarias a los intereses de los trabajadores y a la revolución socialista que, en la era moderna son una y la misma cosa, no porque la clase obrera tenga obligadamente que asumir y apoyar las posiciones del partido, sino porque precisamente, es al revés: el partido debe identificarse con y promover, los intereses de los trabajadores.
Una interpretación muy mexicana y también muy realista de esa dialéctica marxista sobre el papel de los revolucionarios, la encontramos en una de las consignas del sub-Comandante Marcos, Jefe del Ejército Zapatista de Liberación Nacional de México: «mandar obedeciendo». La única forma de realizar una dirección efectiva de la clase trabajadora, es conociendo sus dinámicas y sirviendo -obedeciendo- a sus intereses, prioridades y aspiraciones.
Las organizaciones políticas que pretendan encabezar el movimiento obrero en cualquier país del mundo moderno, deben tener en cuenta todo esto, si no quieren fracasar.
Bibliografía
1) C. Marx. Estatutos Generales de la Asociación Internacional de los Trabajadores. C. Marx y F.Engels OE en tres tomos. T-II. Editorial Progreso. Moscú 1973.
2) C, Marx y F. Engels. Las pretendidas escisiones en la Internacional. C.Marx y F. Engles. OE en tres tomos. T-II. Editorial Progreso. Moscú 1973.
3) C. Marx. La guerra civil en Francia. C.Marx y F.Engels. OE en tres tomos. T-II. Editorial Progreso. Moscú 1973.
4) Instituto de Marxismo-Leninismo Anexo al CC del PCUS. La Internacional Comunista. Ensayo histórico sucinto. Editorial Progreso. Moscú
5) Idem.
6) El Partido Socialista Popular, Partido Comunista, participó en la lucha contra la tiranía de Batista y después de un período de indecisión decide apoyar la lucha armada que se desarrollaba en la Sierra Maestra. Luego del triunfo de la Revolución, se integró junto a las otras fuerzas revolucionarias en el Partido Unido de la Revolución Socialista (PURS) -bajo la dirección del Comandante en Jefe Fidel Castro- que más tarde adoptó el nombre de Partido Comunista de Cuba. Nota del autor.
7) Según estadísticas del Ministerio de Comercio de China, el pasado año, de las 500 empresas con un volumen de comercio exterior superior a 300 millones de dólares, 304, el 60,8% del total, son firmas de inversión foránea, el resto 141 son de propiedad estatal y 55 empresas privadas chinas. Las 500 principales firmas exportadoras vendieron unos 605 mil millones de dólares, 42,6% del total. La mayor exportadora del país el pasado año con 14 mil 470 millones de dólares fue la compañía Hongfujin Precision Industrial, subsidiaria del mayor fabricante de productos electrónicos de Taiwán, perteneciente a su vez a la estadounidense General Electric. Datos tomados del comentario para Radio Habana Cuba del economista cubano Santiago Brugal: China: El Yuan, comercio y crecimiento. 21 de julio de 2006.
8) F. Engels. Carta a Carlos Cafiero. 1-3 de julio de 1871. Marx, Engels y Lenin acerca del anarquismo y el anarcosindicalismo. Editorial Progreso. Moscú.
9) C. Marx. Carta a Paul Lafargue, 19 de abril de 1870. Marx, Engels y Lenin acerca del anarquismo y el anarcosindicalismo. Editorial Progreso. Moscú.
10) C. Marx. Tesis sobre Feuerbach. C.Marx y F. Engels, OE en tres Tomos. T-I Editorial Progreso, Moscú 1973.
11) F.Engels. Carta a Conrado Shmidt el 5 de agosto de 1890. C.Marx y F. Engels, OE en tres Tomos. T-III Editorial Progreso, Moscú 1974.
12) F.Engels. Carta Werner Sombart. 11 de marzo de 1895. . C.Marx y F. Engels, OE en tres Tomos. T-III Editorial Progreso, Moscú 1974.
13) F. Engels. Ludwing Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. C.Marx y F. Engels, OE en tres Tomos. T-III Editorial Progreso, Moscú 1974