1. El viejo Ricardo Valero, político, funcionario, más o menos intelectual, fue acusado en Argentina de robarse un libro. Pienso que sus reflejos le fallaron al querer recordar aquellos tiempos en que todos los estudiantes amantes de la lectura de libros, sacábamos alguno sin pagar. Los dueños de las grandes librerías sabían, porque entre sus […]
1. El viejo Ricardo Valero, político, funcionario, más o menos intelectual, fue acusado en Argentina de robarse un libro. Pienso que sus reflejos le fallaron al querer recordar aquellos tiempos en que todos los estudiantes amantes de la lectura de libros, sacábamos alguno sin pagar. Los dueños de las grandes librerías sabían, porque entre sus balances metían una cantidad para «libros robados». Muchos estudiantes muy jodidos se metían un libro que les pedían para el curso; pero los grandes lectores -no con el dinero suficiente para comprar- nos picábamos algunos porque nos urgía leerlo. Ahora pienso que por cada libro perdido, la librería vendía 100 o más. Muchos de esos libros «robados», si se trataba de novelas o cuentos, los regalábamos después de leerlos.
(En 1977 dejé en mi librería favorita 20 ejemplares de mis primeros libros -«Socialismo y partidos políticos»- para su venta. Nunca recibí un informe de ellos y pronto los olvidé)
2. Pero no debe olvidarse que hay ladrones y ladrones; que los más grandes ladrones de la humanidad son los explotadores del trabajo ajeno (banqueros, grandes fabricantes y comerciantes), es decir, aquellos que pagan salarios miserables y se enriquecen con la plusvalía que acumulan; los multimillonarios que ensartan préstamos a países o personas hambrientas o en crisis para cobrar durante años fuertes intereses; los que «rematan» negocios en quiebra para agrandar su propiedad. Yo digo que en el capitalismo, indiscutiblemente, siempre se roba al ladrón porque ellos poseen el capital y las grandes propiedades. Los pequeños robos en la calle son ya la aguda desesperación a la que nos ha llevado el desempleo.
3. Darse cuenta -nada más- cómo los grandes negocios capitalistas, nos informan cada año que «ganaron» 100, 200 millones de pesos libres de gastos, es decir, después de pagar salarios, impuestos, y demás. Los trabajadores, por el contrario, se quejan por haber pasado el año «de milagro», con su salario miserable sacrificando alimentación, comida y sin poder reparar su pobre vivienda. ¿De dónde surgen esas grandes ganancias que se acumulan sino de los enormes negocios? Por ello robarse un libro a un gran capitalista no es nada; la bronca para el embajador Valero es que en él llegará la «liga de la decencia» que servirá de ejemplo. Mientras tanto seguiremos viendo cómo los grandes políticos y empresarios nos siguen limpiando.
4. La realidad es que no llegué a la concepción marxista de la lucha de clases, como Marx y Engels lo hicieron: por profundos estudios de la sociedad capitalista encontrando sus contradicciones. Yo por el contrario: entendí a los teóricos del socialismo a partir de mi realidad al nacer y crecer entre los más pobres y humildes, campesinos, obreros, artesanos. Quizá por ello he tenido mayor identidad con el anarquismo que en vez de gobiernos verticales y autoritarios impulsa la autogestión y la libertad. No condeno todos los robos, sino antes pregunto a quién y para qué. En muchos ricos, que ni cuenta se dan, es ayudarlos a ser livianos, a bajarles la tanta carga les trae problemas en la cabeza. Robarse un buen libro a los ricos -si no se tiene lana-puede traer beneficios.
Blog del autor: http://pedroecheverriav.
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