El 1 de febrero fue todo él un grito de espanto y miedo: ¡Que llega Siberia!, nos gritaba desde la tele y radio Ana Urrutia y sus ventrílocuos. Ana Urrutia como siempre, retorcida, gesticulando, como basculando sobre una tabla de surf, como a punto de iniciar la marcha para el salto de pértiga, a su […]
El 1 de febrero fue todo él un grito de espanto y miedo: ¡Que llega Siberia!, nos gritaba desde la tele y radio Ana Urrutia y sus ventrílocuos. Ana Urrutia como siempre, retorcida, gesticulando, como basculando sobre una tabla de surf, como a punto de iniciar la marcha para el salto de pértiga, a su derecha las isobaras, a su izquierda el espectador aturdido ante la rubia cimbreante que anuncia, nieve, hielo y glaciares. La rubia que hace escuadras y ángulos y gesticula y rememora tiempos de los 50 anuncia un ejército invasor de frío y nieve en la noche al 2 por carreteras, aceras, caminos y playas.
Y cuando salí el 2 a las 7′ 30 como de costumbre a por el periódico las gentes de mi calle salían de sus portales vestidas de Urrutia y sus presagios, más osos y fantasmas que bilbainos, más nieve y frío que saludo, para hacer frente al invasor siberiano anunciado por la equilibrista Ana Urrutia. Ana Urrutia y sus ventrílocuos perdieron tierra, compostura y equilibrio. Fue un anuncio inestable desde una tabla de surf..
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