El historiador y periodista alemán, Ingo Niebel, nos recordaba en su artículo en Rebelión «El Estado alemán juzga a una ex militante de la RAF«, que estos días se está celebrando un juicio contra Verena Becker por la «supuesta» participación en el asesinato del fiscal general de la Alemania Federal, Siegfried Buback, el 7 de […]
El historiador y periodista alemán, Ingo Niebel, nos recordaba en su artículo en Rebelión «El Estado alemán juzga a una ex militante de la RAF«, que estos días se está celebrando un juicio contra Verena Becker por la «supuesta» participación en el asesinato del fiscal general de la Alemania Federal, Siegfried Buback, el 7 de abril de 1977 en Karlsruhe, juicio atizado y alentado sobre todo por su hijo Michael Buback.
El gran poeta alemán, el admirado judío Erich Fried de nacionalidad austriaca, que sabía mucho de campos de concentración y dolor, escribió al poco tiempo de este atentado una poesía, que tampoco conviene echar en el olvido en este juicio y en otros, y cuyos últimos versos fueron criticados por algunos. Es la siguiente:
A la muerte del fiscal general de la República Federal de Alemania Siegfried Buback
1.-
¿Qué decir
de un hombre muerto,
yerto en la calle
y cosido a tiros
a quien no conocía
y creía saber poco
por alguna de sus palabras
y algunos de sus hechos?
2.-
Este pedazo de carne
fue en tiempos un niño,
que jugaba.
Este pedazo de carne
fue un padre,
que amó.
Este pedazo de carne
creía hacer justicia
y provocaba agravio.
Este pedazo de carne
fue un hombre,
y muy probable
hubiera sido mejor hombre
en un mundo mejor.
3.-
¿Pero es suficiente?
¿No podría decirse lo mismo
de otros hombres,
que, empuercados y condenados
por su fama de inhumanos,
han hecho historia?
4.-
Lo que consideró justo
hizo
estremecer a gentes.
Lo que consideró justo
desacreditó
a la misma justicia
Su despedida
fue
igual que todas las necrologías.
5.-
Lo que hizo
en vida
me dejó frío.
¿Debe enternecerme
ahora
su muerte?
6.-
El pavor ante él
ayudó a endurecer
corazones,
como el suyo
su muerte
ayudará
a proseguir su obra,
su muerte
contribuirá
a distorsionar su imagen,
a tapar una injusticia,
de la que este hombre
sólo era parte.
Pero no por eso
puedo yo aprobar
su muerte,
que me espanta
casi tanto
como su vida.
7.-
Hubiera sido mejor
que un hombre así
no hubiera muerto así.
Mejor hubiera sido
que un hombre
no hubiera vivido así.
[«Es wäre besser gewesen
so ein Mensch
wäre nicht so gestorben
Es wäre besser gewesen
ein Mensch
hätte nicht so gelebt»]
Y de Nuevo el atinado comentario de Koldo Kampos:
«Hay vidas que, de muertas, sólo son biografías, ambiguos prontuarios de cuentos y de cuentas, acaso un mal habido patrimonio y algunos herederos peor hallados, un perro que les ladre dolientes titulares, un alcalde de encargo, un cardenal de oficio y un par de funerales.
Pero apenas la tierra se sume al homenaje y los gusanos rindan honores al difunto, de aquel ilustre muerto va a quedar, si me apuran, la misa aniversario con que la Iglesia reconforta el luto mientras la viuda quiera pagar los honorarios, y una lápida triste que recuerde un olvidado nombre y un extraviado año.
Son vidas que se pierden en el tiempo sin un beso en la espalda ni una mano en el pecho, infelizmente muertas.
Hay muertes que, de vivas, nos dan las buenas horas, nos lustran la sonrisa, nos atan los zapatos con los que andar el día, nos rondan y nos cantan los sueños que aún amamos.
Son muertes tan poco moribundas que siempre están naciendo y así no tengan visa para el cielo o el aval de la ley para la gloria van a seguir estando con nosotros, memoria que respira y pan que se comparte, dichosamente vivas».
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