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Ejército de Chile

Siempre vencedor jamás vencido…

Fuentes: El Ciudadano

El Ejército de Chile tiene un curioso lema -siempre vencedor, jamás vencido- que no se corresponde con la realidad ni con los hechos. Así, de memoria, tengo la seguridad de que en 1891, en la batalla de Pozo Almonte las tropas chilenas fieles a la Constitución y al juramento de honor hecho al Presidente Constitucional […]

El Ejército de Chile tiene un curioso lema -siempre vencedor, jamás vencido- que no se corresponde con la realidad ni con los hechos. Así, de memoria, tengo la seguridad de que en 1891, en la batalla de Pozo Almonte las tropas chilenas fieles a la Constitución y al juramento de honor hecho al Presidente Constitucional de Chile, don José Manuel Balmaceda, al mando del Coronel Robles, fueron derrotadas por soldado chilenos sublevados y pagados por la Corona Británica para apropiarse de los recursos naturales y de los ingresos públicos provenientes del nitrato de Chile.

La División Robles fue masacrada por los rebeldes y su Coronel fue descuartizado, a pesar de haber sido herido durante la batalla. Esto ocurrió así, como lo cuento, aunque el actual Ejercito de Chile silencia esta parte de la historia, como silencia también las horribles derrotas sufridos por ese mismo Ejercito de Chile en las batallas de Concón y de Placilla, ocurridas algunos meses después de la batalla de Pozo Almonte, donde volvieron a ser derrotas nuestras tropas por soldados chilenos rebeldes financiados nuevamente por la Corona Británica.

Anteriormente, en 1891, el 2º de Línea, fue derrotado por tropas peruanas en la Batalla de Tarapacá. El heroísmo de los soldados chilenos y su inferioridad numérica no transforman una derrota en una victoria, excepto para mentes excesivamente chauvinistas. En Tarapacá, la derrota fue tan completa que los vencedores se llevaron la bandera del regimiento.

Por último, el Ejercito de Chile le declaro la guerra al pueblo de Chile el día once de septiembre de mil novecientos setenta y tres. Esa guerra la perdió el Ejército de Chile, como es de público, notorio y universal conocimiento. Aunque es cierto que las primeras batallas libradas contra el Dr. Allende y su grupo de amigos personales las ganó el Ejercito ayudado por la Fuerza Aérea y por los carabineros que fieles a su lema («la Guardia huye, pero no se rinde» o algo parecido) le dieron una victoria táctica y transitoria, con el paso del tiempo, el Ejercito de Chile fue derrotado.

La derrota fue tan grande, a pesar de los «heroicos» esfuerzos de los militares que se pintaban la cara para violar, torturar, asesinar y hacer desaparecer los cuerpos de los prisioneros que capturaban, niños y mujeres desarmados incluidos, a pesar de todo ello, fueron claramente derrotados por el pueblo de Chile.

Tan grande ha sido la derrota que sufrió el Ejercito de Chile que sus Altos Mandos perdieron hasta la memoria y su Capitán General se volvió loco para eludir el castigo por su felonía.

Escribo así porque me gusta la Verdad y porque soy nieto de mi abuelo Eduardo, que obtuvo una medalla al valor y fue ascendido a Capitán en las batallas de Chorrillos y Miraflores y luego, diez años después, marcho con la División Camus, por mas de dos mil kilómetros por la Cordillera de los Andes desde Quillagua hasta Santiago para defender la democracia y al Presidente Balmaceda en Concon y en Placilla.

El honor de ese Ejercito honesto, leal, no deliberante y fiel a la Constitución en el que combatió mi abuelo ha sido manchado por «malos chilenos», por militares felones, rastreros y cobardes. Escribo así porque quiero la reconciliación y la unión de todos los chilenos y lo único que falta es que el Ejercito de Chile se rinda ante el pueblo de Chile y el próximo diecinueve de septiembre desfile sin armas y recupere la memoria y diga donde están, que les hicieron y quienes lo hicieron y se sometan como «chilenos bien nacidos» a la justicia de un juicio justo. Solo así podrán revertir la condena universal de la H.