De regreso de uno de los estados de emoción más intensos que haya podido experimentar en mucho tiempo ante una canción, comienzo a articular estos párrafos. Mira que al bolero le han dicho pesadeces en este último medio siglo: que si el bar, que si la cantina, cosas de gente sin melodía, abandonados de la […]
De regreso de uno de los estados de emoción más intensos que haya podido experimentar en mucho tiempo ante una canción, comienzo a articular estos párrafos. Mira que al bolero le han dicho pesadeces en este último medio siglo: que si el bar, que si la cantina, cosas de gente sin melodía, abandonados de la forma, atentos solamente a la palabra sin saber qué hacer con el tesoro derramado sobre la historia propia y verdadera que amasaron legiones de trovadores y poetas, cancioneros y cancioneras empeñados en tener siempre a mano algo nuevo y fresquecito para darnos de cantar.
A veces he sentido escalofríos ante etiquetas como «trova intermedia» o «canción inteligente» que, a mi entender, no son más que balas perdidas que nada tienen que ver con la naturaleza de la música -esa parienta pobre destinada a asomar malamente las narices por entre cadenetas de frases tantas veces regañonas. De regreso de mil y un episodios en una larga historia que comenzó cuando apenas alcanzaba yo la mayoría de edad, tropiezo con un bolero de Silvio Rodríguez capaz de poner en claro que toda la inteligencia del mundo puede caber en la brevedad de esa forma noble y melodiosa. Inteligencia ya ensayada en la arena del viejo debate entre las formas de trova que tantos protagonistas de nuestra historia musical nos fueron regalando y que hace muchísimos años cobró vida cuando Silvio, tan joven, navegó con el aire a su favor por entre los cinquillos de aquel bolero suyo donde quedaban claras más de cuatro cosas; sobre todo, que la guitarra es la guitarra sin envejecer.
Ahora en Demasiado, que es el título del bolero colocado en el cuarto corte de su nuevo disco Segunda Cita, el autor se nos aparece montado en una cadencia rítmica no tan lenta como la del estilo que impuso el Benny y -sí- tan incisiva como la de aquel ¡Oh, vida! que se nos mete -como acostumbraba decir mi abuela entre tantas expresiones traídas de Camajuaní- «en la masa de la sangre». Con esas armas así como desde esa manera a ras de pueblo asumida por él para emitir su voz y entonar su canto, asalta el sentido común y nos va convocando a la más absoluta atención; diría yo que llega a rendirnos por ley de suavidad.
Demasiado, de Silvio Rodríguez, es un bolero que aprieta el corazón y pone en orden los sentidos. A estas alturas de la vida -lo admito- mientras iba admirando la transparencia de su letra en conjunción perfecta con su melodía, mientras me acunaba en el equilibrio de los silencios entre frase y frase, un hilillo de luz se me colaba en el pensamiento y no me quedó otro remedio que llorar como es debido.
DEMASIADO (2003) (MP3)
A César Portillo de la Luz
Demasiado tiempo, demasiada sed para conformarnos con un breve sorbo la única vez. Demasiada sombra, demasiado sol para encadenarnos a una sola forma y una sola voz.
Demasiadas bocas, demasiada piel para enamorarnos de un mal gigantesco y un ínfimo bien. Demasiado espacio, demasiado azul para que lo inmenso quepa en un destello solo de la luz.
Demasiado polvo, demasiada sal para que la vida no busque consuelo en el más allá. Demasiado nunca, demasiado no para tantas almas, para tantos sueños, para tanto amor.
Almendares, 3 de abril de 2010
http://www.cubadebate.cu/autores/marta-valdes/2010/04/03/silvio-en-segunda-cita-con-el-bolero/