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Entrevista al filósofo Joxe Azurmendi

«Sin dominado no hay poder, ése es el problema de todo poder»

Fuentes: Berria

Traducido para Rebelión por Daniel Escribano

El filósofo y escritor Joxe Azurmendi ha escrito una trilogía sobre el espíritu del pueblo, el alma del pueblo, la importancia de la lengua y la organización ideológica de las naciones.

Con el libro Humboldt, hizkuntza eta pentsamendua (Humboldt, lengua y pensamiento), sobre el pensador alemán Wilhelm von Humboldt, el filósofo y escritor Joxe Azurmendi (Zegama, Guipúzcoa, 1941) ha acabado la reflexión que ha escrito sobre la evolución de la idea de nación. Propone una amplia reflexión sobre la lengua, la postura de los intelectuales españoles y las teorías del espíritu del pueblo y el alma popular. Ha sido una trilogía publicada al revés, porque, aun siendo éste concebido como primer volumen, se publicaron, también en orden inverso a su redacción y concepción original, los dos siguientes: Espainiaren arimaz (Del alma de España) y Volksgeist – Herri gogoa (Volksgeist – el espíritu del pueblo).

Una vez acabada la trilogía y después de ocuparse extensamente del alma popular y del nacionalismo, ¿cuál diría que es el eje de los tres trabajos?

El pueblo o la nación pueden entenderse de muchas maneras. Un pueblo es una lengua, una cultura, por tanto, un espíritu. Eso dijeron Kant, Herder y Humboldt. Cien años después, en cambio, un pueblo es una raza, una sangre o un temperamento, por tanto, un alma. En este proceso lo que primero era cultural se ha convertido en biológico, el inicial espíritu del pueblo ahora es el alma del pueblo, en lugar de la lengua, la sangre. Esa evolución de la idea de nación es lo que analizan los tres libros.

Para Humboldt, una lengua representa una visión del mundo. ¿Por qué escogieron los alemanes la lengua para hablar del alma del pueblo?

Una de mis tesis centrales es que la teoría del espíritu popular ni es una teoría del alma popular ni es alemana. La teoría del espíritu popular es de los siglos xvii y xviii, idealista, democratista, es la idea de pueblo de la Revolución francesa. Por el contrario, la teoría del alma popular es posterior a Darwin, es de la época del imperialismo de finales del siglo xix, filosóficamente positivista y políticamente racialista, a menudo racista,1 y en cualquier caso jacobina y esencialista. Tanto en Francia como en Alemania se dio igualmente esa evolución. Lo diferente es el uso político de la misma teoría. De ahí que tuviera especial importancia en los territorios alemanes. ¿Por qué? A finales del siglo xviii había en lo que hoy llamamos Alemania más de 300 pequeños estados, comarcas o ciudades independientes, cuatro o cinco reyes y diversos principados. Aún no había Alemania política. Por eso, los principales estados alemanes de entonces, Austria y Prusia, eran plurinaciones eslavo-magiar-germánicas. Por otro lado, muchos germanohablantes vivían en estados no alemanes. ¿Qué unía a todos estos alemanes, al pueblo alemán? La lengua.

Sin embargo, hoy en día parece que ha perdido prestigio esa idea de la lengua como fundamento de un pueblo. Muchos defienden que las lenguas son meras herramientas de comunicación. ¿Qué opina?

Piense: en una sociedad basada en la comunicación la lengua interconecta toda la red social, la prensa, la radio y televisión, toda la información, la escuela y la universidad, la literatura, las relaciones laborales y de negocios, las ideologías políticas y religiosas, y diferencia a esa sociedad de la de otra lengua. ¿Qué significa ser mera herramienta?2 Sin ser el único factor, es histórica y sociológicamente evidente la relación de la lengua con el carácter de un pueblo. Otra cuestión es si tiene también algún tipo de influencia más profunda en el espíritu humano o popular.

En los tres trabajos nos ha querido mostrar algunos defectos del nacionalismo español para, en cierta medida, hablar del País Vasco. ¿No es eso buscar sólo el reverso de la definición? ¿Qué nos enseña demostrar que los otros tienen más defectos que nosotros?

Si he hecho eso me he expresado muy mal. Lo que me interesa no es ir contra nadie, sino aclarar y fortalecer nuestra posición. Lo mismo que el nacionalismo vasco, el español es de finales del siglo xix, intelectualmente ambos se han desarrollado bajo la influencia del pensamiento europeo y ambos son víctimas de él. Si el español ha estado más bajo su influencia es porque tenía más escuelas, universidades y cultura académica. En el País Vasco hacerlo mal tampoco lo hacemos muy bien.

¿Puede decirse que los intelectuales que ha analizado en estos trabajos han determinado los fundamentos intelectuales de la España actual? ¿Todavía hoy en día son referencia?

¿Acaso no son referencias actuales el españolista místico Unamuno, el filósofo de la historia racista Ortega o el antisemita y racista en general Baroja? En el mismo San Sebastián ¿cuántos libros se venden de Arana Goiri y cuántos de Unamuno u Ortega? Acabamos de pasar el año de homenaje a Baroja. En estos mismos días Jon Juaristi cita a Menéndez Pidal como gran maestro liberal. No le negaré yo grandeza. Pero La España metafísica de Pruden García es un libro muy interesante.

Y ese esencialismo que cita, ¿dónde lo advierte hoy en día?

El fundamento de la Constitución, según la propia Constitución, es «la indisoluble unidad de España», vea el artículo 2. Ahí se esconde esa misma peregrina metafísica de la historia. España crea su punto de partida político desde su unidad indivisible. En democracia toda la vida política, lo mismo los derechos que las obligaciones, se fundamenta en la Constitución. Pero la propia Constitución dice fundamentarse en la unidad indivisible española, anterior a ella y más básica. ¿Qué puede ser esa unidad anterior a los derechos políticos sino una esencia metafísica? No obstante, en política el esencialismo es más peligroso en las posturas que en los textos. ¿Por qué no es posible un simple grupo nacional vasco? Al cabo, yo no soy contrario por principio al esencialismo. Ésa es sólo una palabra para dar miedo, que utilizan los muchachos progres para asustar a los abertzales incautos.

¿Ligado a ello podría estar el problema del complejo? La añoranza por un pasado glorioso ante un presente pobre, la resignación.

No me gustan las explicaciones psicologistas, pero eso que dice vale sin duda para los autores de la generación del 98.

Puede extraerse otra conclusión: el escaso nivel de muchos intelectuales españoles. No entendieron a los alemanes.

Más que no entendieron, no conocieron, diría yo. Menéndez Pidal, Unamuno, Ortega, los grandes buscadores del alma de España no conocían en absoluto a Herder, a penas a Humboldt y a Hegel, o no lo entendieron o lo falsificaron. Después, diversos intelectuales de hoy han añadido una segunda falsificación tomando a la nación española centralista por liberal y moderna, pero al nacionalismo vasco como inspirado en Herder y en el romanticismo, un puro anacronismo. Éstos sí que no entienden ni conocen la tradición alemana.

Usted dice que las características que se utilizan para hacer escarnio del nacionalismo vasco son las mismas que las de los sabios del nacionalismo español. ¿Por ejemplo?

Yo no he hablado del nacionalismo en general; es un fenómeno sociopolítico-filosófico complejo. El concepto de pueblo o nación que tanto se critica al que los abertzales tienen del País Vasco, esto es, esencialismo, racismo, etc. es mucho más notorio en los teóricos del alma de España que he analizado. En el propio País Vasco, Campión conoció a Herder y quizás también Iturralde. Pero éstos buscaban el alma vasca de Navarra, no la de España.

Se ha dicho que España, para ser alguien, siempre necesita tener a alguien debajo. ¿Le parece que es así?

Es el problema de todo poder. No hay poder si no hay dominado. En un poder jacobino, aún más.

¿Cree que hay diferencia entre estar bajo dominio de España o de Francia?

Creer no, se ve al pasar el Bidasoa. Humboldt ya señaló la diferencia entre el País Vasco septentrional y meridional. Alemania es un buen ejemplo de lo rápido que se divide un mismo pueblo en dos estados. En poco tiempo los alemanes orientales y occidentales se han convertido en dos formas de sociedad diferentes. Puede verlo en las dos partes de Berlín.

¿Percibe diferencias en los discursos de los intelectuales españoles de hoy?

Es mucho preguntar. La cuestión no es la intelectualidad española en general, sino los que se enrolaron en la cruzada para salvar a España.

Berria, 15 de febrero de 2008

* Joxe Azurmendi es catedrático de filosofía en la Universidad del País Vasco y miembro del Consejo Editorial de la revista Jakin. Además de la trilogía comentada, es autor, entre otros, de Demokratak eta biolentoak (1997), que, junto con un amplio y provocador comentario de la ideología nietzscheana del escritor vasco afincado en París Jon Mirande en el contexto del pensamiento demófobo europeo de la época, contiene una incisiva denuncia de la hipocresía y de las imposturas de la sedicente e indocumentada clase política e intelectual «democrática» vasca y española. En castellano puede leerse Los españoles y los euskaldunes (1995) y en catalán su impresionante prólogo a la obra de Lorea Agirre Plouen mentides (2005) sobre la clausura de Euskaldunon Egunkaria.

Notas:

1 Por racialismo Azurmendi entiende «cualquier teoría (científica) de la partición de la humanidad en razas biológicas diferentes». El racismo, en cambio, «además de sostener que hay razas, las categoriza, establece entre ellas valoración ética, cultural e histórica; el racista toma a algunas razas por sujeto de la historia y a otras no, a las que toma por esclavas de aquéllas». (Las citaciones proceden, respectivamente, de J. Azurmendi: Espainiaren arimaz, San Sebastián: Elkar, 2006, p. 212, y Juan Luis Zabala: «Joxe Azurmendi: «esentzialismo fenomeno espainiarra da»», Berria, 10 de octubre de 2006.) (n. del. t.)

2 «De nuevo lo que sucede es que si la lengua es tan meramente instrumental, que el País Vasco, Cataluña, Galicia, lo mismo que Castilla, Chile y Argentina tengan una lengua común no nos da mayor unidad espiritual que el hecho de que todos utilicemos un frigorífico Fagor» (Espainiaren arimaz, p. 139). (n. del. t.)