Así se titula el libro sobre la vida de Edward Snowden, escrito por Glenn Greenwald en los EEUU y citado por Noam Chomsky. El título indica la sensación que crea la capacidad de la NSA y la CIA para infiltrar la vida íntima de todas y todos. Pueden hacer con todos y cada uno lo […]
Así se titula el libro sobre la vida de Edward Snowden, escrito por Glenn Greenwald en los EEUU y citado por Noam Chomsky. El título indica la sensación que crea la capacidad de la NSA y la CIA para infiltrar la vida íntima de todas y todos. Pueden hacer con todos y cada uno lo que más les plazca. El poder de los todopoderosos abruma y convierte al individuo en un barquito de papel a merced de huracanes y tsunamis.
Cualquier modo de vincularse a la sociedad digital vincula a la vez a ese Estado invisible y opaco, gobernado por ‘agencias’ y personajes invisibles y opacos. Si se quiere disfrutar de Net Flix y Google, se están aceptando las consecuencias. Usar aparatos electrónicos significa permitirles que penetren la privacidad del usuario. Es la letra chica del contrato de adhesión.
Más que el cúmulo de información que pueda recabar el espionaje electrónico, su capacidad más valorada es la de atemorizar espíritus insurgentes y disuadir rebeldías. Obviamente mantener los sometidos en la pasividad es una de las mayores preocupaciones de la clase dominante. La sola omnipresencia del sistema de espionaje es fuente de temor. Disuadir, disuadir y disuadir es su consigna.
¿Será como dice Julian Assange que la CIA perdió el control de sus archivos o será que se los dejó ‘robar’ con un propósito planificado? A los brujos de la catedral tal vez les interese que todos y todas sean conscientes de que viven bajo su derecho de pernada y que es inútil pensar en revoluciones que afecten el poder de los dueños del panóptico.
Sin embargo, no todo es diabólico en la digitalización de las relaciones sociales pues, por otra parte, ha multiplicado las posibilidades de divulgar ideas e información y se ha convertido en muy efectiva rueda de auxilio de la movilización popular. No sustituye el contacto cara a cara pero lo apoya. Es un instrumento cuyo uso todavía está lejos del techo de lo posible.
Para no ser víctima de ese Estado maquiavélico que funciona por dentro y por fuera del Estado burgués, se puede renunciar a la electrónica y regresar a los tiempos del chasque y las cartas en papel, de las Remington de teclas redondas y la paloma mensajera. Sin embargo, al desvincularse del mundo digital también se están cortando varias amarras con la lucha y la movilización en la sociedad y, lo fundamental, renunciar al espacio cibernético equivale a reproducir el desánimo y la disuasión.
En el mundo hay bastante más que la CIA, la NSA y los brujos. Están, por ejemplo, las ‘agencias’ de Rusia y China, dominadas por sus propios brujos y centros de control de otros Estados tan maquiavélico como el estadounidense. Desde el punto de vista del tercermundista de un país dependiente, lo interesante es que rusos, chinos y yanquis están en guerra por el dominio del espacio cibernético. En esas aguas revueltas algo se puede pescar.
Si todos los casilleros están bajo control del gran hermano, cabe preguntarse, ¿cómo hacen los palestinos en Gaza para eludir los medios electrónicos que emplean los israelíes? ¿cómo logran luchar contra el lobo desde adentro mismo de la boca del lobo?
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