A la llegada de los españoles los siona-secoya ya habían superado la etapa de pequeñas comunidades y conformaban dos grupos emparentados muy de cerca por la lengua y la cultura, e iban, conforme a las leyes del desarrollo histórico, por el camino de consolidación de un solo pueblo.
Los misioneros jesuitas llamaron a los indígenas siona-secoya “encabellados” debido a su larga cabellera trenzada con preciosismo. Los “encabellados” utilizaban unos espejos hechos de copal, una resina derretida en un platillo cuyo vago reflejo les facilitaba la pintura de los rostros y los diseños de las vestimentas. El fraile y cronista Gaspar de Carvajal, uno de los “descubridores”, en 1542, del río de las Amazonas, refiriéndose a los habitantes asentados a lo largo del río Napo, los describe como “gente de gran inteligencia, hombres hábiles según lo que nosotros vimos, en el tallado, el dibujo y pintura en todos los colores, muy brillantes de tal modo que es maravilloso ver”. Seguramente se refiere a las figuras de madera que hasta ahora labran y, quizás, a la cerámica polícroma que confeccionaban.
A la llegada de los españoles los siona-secoya ya habían superado la etapa de pequeñas comunidades y conformaban dos grupos emparentados muy de cerca por la lengua y la cultura, e iban, conforme a las leyes del desarrollo histórico, por el camino de consolidación de un solo pueblo. En 1635 el misionero Francisco de la Cruz, en referencia a ellos, constata que: “… en la boca del río Aguarico donde comienzan sus poblaciones se van continuando por aquella vanda (sic) por el gran río Napo abajo, distancia de 150 leguas ( ) que por ser toda esta tierra continuada y hablar una misma lengua se puede tener toda esta gente por una misma nación”.
Actualmente el gran territorio siona-secoya está repartido entre Perú, Ecuador y Colombia y ha sido escenario de imposiciones misioneras, guerras entre Estados, explotaciones de hacendados, usurpación de tierras, accionar de empresas extractivistas, de guerrillas, narcos y ejército que han detenido su devenir histórico autónomo, obligándoles con frecuencia a emigrar y buscar refugio en comunidades lejanas, o en quebradas recónditas, y a enfrentar a los colonizadores. En 1767 los jesuitas fueron expulsados de todos los dominios hispánicos, lo que les permitió retomar sus antiguas creencias, al menos como un referente cultural identitario.
El sistema mítico-religioso que refleja su visión del mundo es muy complejo y avanzado, pero en la actualidad solo lo conservan a través de largos relatos y temas fragmentados que no revelan la original mitopoyesis que entrañan. Se puede, desde luego, reconocer los temas universales del pensamiento mítico: el huevo del mundo, el dios creador, las mitades superior e inferior, el caos y el cosmos, que son expresados con símbolos de su propia cultura. Ligados al relato oral se celebran rituales bajo el efecto del yagé, medio para alcanzar un especial estado sacramente marcado. El chamán en su lenguaje se refiere al antepasado cuasi histórico Ñañé.
Las nuevas generaciones procuran transformar de manera consciente las tradiciones, asumiéndolas en nuevos contextos y sobrentendiendo que los mitos son una forma de conocimiento de su naturaleza y su sociedad.
Ileana Almeida: Filóloga, profesora universitaria y escritora. Entre sus libros figura Mitos cosmogónicos de los pueblos indígenas del Ecuador.
Bibliografía principal
Cipolletti, Susana, 1984 Aikokapë. Leguaje y palabras chamánicas. Ediciones Abya Yala, Quito
Cavodevilla, Miguel Angel. Cicame (Centro de Investigaciones Culturales Amazónicas)
Irene Bellier, 1991. El temblor y la luna. Tomo 1. Historia de Ma Huma. Ediciones Abya Yala, Quito, Instituto Francés de Estudios Andinos
Moya, Ruth, 1992. Requiem por los Espejos y los Tigres. Ediciones Abya Yala, Quito
William Vickers, 1989. Los siona secoya. Su adaptación al ambiente amazónico. Abya Yala