¿Cómo sabemos si la realidad última se ajusta a nuestras percepciones, o incluso a los altamente sofisticados dispositivos científicos? ¿Cómo podemos saber si existe algo fuera del texto de la ciencia? El hecho es que no sabemos. Y pareciera que, simplemente, no tenemos modo de saber. Todo lo que percibimos son las apariencias que nuestro […]
¿Cómo sabemos si la realidad última se ajusta a nuestras percepciones, o incluso a los altamente sofisticados dispositivos científicos? ¿Cómo podemos saber si existe algo fuera del texto de la ciencia? El hecho es que no sabemos. Y pareciera que, simplemente, no tenemos modo de saber. Todo lo que percibimos son las apariencias que nuestro aparato perceptivo es capaz de distinguir.
Para hablar de la duda primeramente cabe citar a Kierkegaard que nos recordó que las palabras doble y duda tienen la misma raíz. Vienen de «dúo», la duda significa dos posibilidades. La conciencia es una forma de duda; aquí coincide con Descartes, el filósofo que puso todo en duda, todo salvo el hecho de que estaba dudando, de que estaba, por tanto, pensando, empero Kierkegaard mostró que la conciencia o pensamiento consciente, lejos de ser cierta, es en sí misma una forma de duda, porque en la conciencia dudamos de la propia existencia.
Incluso para los cientificista, el positivismo lógico que es fenomenología, tienen también por postura un dogma, que dice que nuestro mundo es tal y cual como lo percibimos. Sobre este tópico podemos citar a Einstein que llego a manifestar la siguiente expresión feliz, «lo incomprensible del mundo es que sea comprensible«; el cientificista cree que el mundo pude ser conocido en su totalidad, ese pensamiento ha llegado a la ciencia de la nueva física que nos quiere hacer pensar que pareciera que somos el centro del universo como lo señala el principio antrópico.
Termina uno negando la verdad cuando dudamos de las posibles respuestas que se tienen cuando tenemos por delante la pregunta sobre la verdad, la filosofía se ha encargado en dejar sin respuesta a la pregunta sobre la verdad, debemos formula una mejor pregunta al interrogarnos sobre la verdad, una interrogante cartesiana, la debemos responder de acuerdo a la realidad antropológica, psicológica, neurológica, sociológica del hombre. Contestaremos en un breve pincelazo aquí porque toda verdad epistemológica pareciera ser más bien un constructo.
Hoy, en el mundo del pensamiento débil y del nihilismo, no se afirma ninguna verdad absoluta, ni siquiera la filosofía cree en optar por la fenomenología que es el hecho de resolver todos los problemas filosóficos apelando a la experiencia de la aprensión inmediata intuitiva o a lo que es evidente, es que nada más sabemos de apariencia y no de realidades, es decir, que para el pensador de la postmodernidad y de lo contemporáneo no hay ningún imperativo categórico, hay que aceptar tener que convivir con un universo sordo, si nada tiene sentido cabe la pregunta: ¿Cuál es el sentido que le puedo dar personalmente a mi vida?
La anterior es la pregunta a resolver en esta vida que es esencialmente evasiva y donde se vive tanteando. Podemos pensar como Nietzsche y creer que «el sentido de la vida consiste en vivir como si esta no tuviera sentido» o como manifestaba otro aforista con una respuesta similar al decir que «el hecho del sin sentido de la vida es una razón para vivir, la única en realidad «, la cita es de Cioran.
A mi concepto en virtud de mis estudios, de las convicciones que he llegado a tener, no podemos dudar de todo, es perjudicial para la salud mental, ser escépticos sistemáticos es perder mucho en la vida por provocar una conducta autodestructiva, pues nada se cree, el escepticismo extremo inmoviliza el pensamiento, no deja avanzar, que es la condición intrínseca de lo que es ser un humano. Ahora bien, el escepticismo metodológico, es decir, un escepticismo no radical, no pirroniano, que ciertamente promueva la duda no extremista es el mejor método de episteme, por lo menos es lo que me parece a mí.
A mi criterio, la verdad puede ser construida y está en la vida de la automejora, de la salud y por consiguiente de todo lo que se deriva de ella. Para emplear una fraseología Nietzscheana: Esto no lo digo con sangre de teólogo. Empero, son las convicciones a las que he llegado, aun inclusive conociendo modelos filosóficos elaborados por pensadores de sistemas dañinos para el espíritu, la salud y la fuerza, pues son los que como dirían las escrituras que, creyendo ser sabios, se han hecho tontos porque han ignorado el principio fundamental de la vida de la salud que dice que la vida se vive hacia delante.
Para buscar resquicios de esta filosofía de la salud, involucro a algunos pensadores, debemos recordar a los maestros griegos, por ejemplo para Sócrates la belleza era el don supremo nada más por debajo de la justicia. También podemos citar a filósofos de las luces como Kant que señalando el imperativo categórico escribió hasta un libro que trata la cuestión de la belleza y lo sublime.
Cabe señalar a un pensador postmoderno y contemporáneo, Sloterdijk, quien escribió todo un tratado titulado `has de cambiar tu vida’ donde el tema principal que trata es la filosofía de estar en forma, del vigor y de la salud. En lo personal, tengo un prejuicio pues desconfío de todos los moralistas que, pudiendo, no se acondicionen físicamente por más elaboradas que sea su axiología o praxiologia, no simpatizo por lo menos en la práctica con ellos.
Porque es la salud y la filosofía de la estética moral, mental y física lo que desea en el trasfondo toda naturaleza humana, son estos atributos los que transforma, era el fatum de Dostoievski que profetizó que era precisamente la belleza, la estética filosófica, lo que pudiera salvar al mundo, de existir Dios ha de ser la belleza suprema, podemos corregir el argumento ontológico de san Anselmo para decir que «nada más grande que la belleza es aquello que puede ser pensado».
Hay que defender el mejor conocimiento que se resume, a mi parecer en estar en forma, estar sano significa, en la mayoría de los casos, poder vivir con mayor plenitud, que es un estado que no puede ser definido, ni descrito con precisión, empero su verdadera prueba está siempre en lo preparado que estamos para vivir tan feliz como podamos ser, es la eudemonología de Schopenhauer, llevar una vida activa en lugar de la contemplativa, es la defensa de la vida, la castidad, el cuidado personal, la automejora, la fuerza, la virtud, el liderazgo, si quieres ser más kaizen, el vegetarianismo.
Ahora la filosofía nos ha abrumado tanto que ya no se cree ni siquiera en la felicidad, al considerarse la felicidad una condición frágil, los modelos omnicomprensivos de una doctrina filosófica al trata de imponer una totalidad que pueda ser experimentada en cada momento, por cada sujeto, por lo regular la teoría sobre la felicidad no suele formar parte de estas filosofías.
La filosofía de estar en forma, de hacer más con el cuidado de uno mismo, no es una filosofía para un perlático, el epicureísmo es muy cierto, pues hay que evitar el dolor, por estas razones estoy en las antípodas con la propuesta cristiana de la mortificación. Se quiere ser feliz al ser consolados en medio de una automortificación por la religión del amor. Un perlático que dependa de otros para sobrevivir, que no pueda ser independiente no pude hacer una vida de gimnasio y atletismo, no puede estar en forma, esto está reservados a los hombres que si tienen la salud. Están los que tienen salud que viven como si fueran perláticos, a ellos es a los que me refiero.
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