Acabo de leer este artículo de James Petras. Análisis clásicamente correcto, según mi opinión. Quiero decir, que los presupuestos reportados por el autor como «mitos» son realidades. Por ende, sus «realidades» deberían ser plenamente correctas. Sin embargo…. Las realidades correspondientes a los mitos 1, 2, 3 y 4 las comparto, sobre todo, la 3, pues […]
Acabo de leer este artículo de James Petras. Análisis clásicamente correcto, según mi opinión. Quiero decir, que los presupuestos reportados por el autor como «mitos» son realidades. Por ende, sus «realidades» deberían ser plenamente correctas. Sin embargo….
Las realidades correspondientes a los mitos 1, 2, 3 y 4 las comparto, sobre todo, la 3, pues en ella Petras refuerza mi convicción de que en este momento histórico es indispensable, inaplazable, diría incluso, urgente enseñar a las masas a conocer y entender cómo funciona este sistemita, primero, para liberarlos del fetichismo «ideológico», segundo, para prepararlos a la larga tarea de lucha y de reemplazo de la burguesía en la administración inicial y transformación posterior del estado. Leyendo este pasaje, me surgieron espontáneamente estas dos preguntas siguientes: ¿Qué hubiese sido del proceso revolucionario cubano, primero, si Fidel se hubiese declarado marxista-leninista desde un comienzo o si hubiese declarado el carácter socialista del futuro modo de producción de la sociedad cubana cuando estaba en las montañas y, segundo, si no hubiese existido la Urss y los países del bloque socialista? Sus más altos dirigentes se han expresado al respecto en varias ocasiones. Además, han reconocido el valor de la solidariedad de los centenares de latinoamericanos que corrieron a la Isla en sus primeros años rebeldes para aportar sus conocimientos en la preparación de los futuros cuadros técnicos y profesionales cubanos permitiendo que siguieran funcionando las industrias y centros de educación.
Las otras «realidades», no las comparto, por lo siguiente:
«Realidad» al «mito» 5 : es cierto que una derrota del imperialismo no significa necesariamente una transformación revolucionaria, pero: ¿qué se entiende aquí por «revolucionaria»? ¿la entrada victoriosa del ejército rebelde a La Habana?, ¿el asalto de los bolcheviques al palacio de Invierno?
Aparte el hecho de que el imperialismo no ha sido «derrotado», sino tan solo «mordisqueado» un poquito, sí me parece objetivamente revolucionaria la pareja de circunstancias que se han creado en Venezuela: la posición de las fuerzas armadas y el grado de conciencia «intuitiva» de las masas populares. Esta situación concreta, me parece que Petras la ignora en su discurso, cuando de manera un poco reductora sostiene que «la euforia de la izquierda le impide ver las oscilaciones del discurso de Chávez y del modelo heterodoxo de asistencia social y de políticas económicas neoliberales que práctica constantemente».
¿Y qué tendrían entonces que hacer las izquierdas? La euforia es natural y necesaria, aunque no debe convertirse en anteojeras. La euforia sirve para empujar las acciones de educación de las masas populares, para acumular fuerzas propias dentro del mosaico clasista que acompaña en estos momentos al gobierno de Chávez.
Me asombran algunas afirmaciones de Petras en esta «realidad» 5. Por ejemplo: «Chávez está más cerca del «New Deal» de Franklin D. Roosevelt que de la revolución socialista de Castro». ¿Qué pretende con esta irreal comparación (irreal en cuanto personajes, procesos, fases históricas diferentes)? ¿Acaso demostrar que Chávez no es Fidel? Sería de Perogrullo. Entonces, ¿a qué va dirigida? En el mejor de los casos, ¿a advertir el riesgo de que el proceso «se arene»? Si es así: ¿qué pensar y decir de los notables cambios efectuados por Fidel y su gobierno en la estructura del sistema cubano, sobre todo, a partir de la desaparición del bloque socialista, y que le han permitido hasta ahora «salvar los logros de la Revolución», como declaró el mismo Fidel?
También: «El compromiso de Chávez con las políticas centristas-reformistas explica por qué no llevó ante los tribunales…», me parece una conclusión aventurada y peligrosa. ¿Tiene pruebas de tal tipo de «compromiso» para avalar una deducción de tal magnitud (que bien puede ser interpretada como una acusación), hecha, además, en este momento tan delicado? Me pregunto: ¿a cuál sistema judicial debería recurrir Chávez? ¿No recuerda Petras que el actual aparato judicial no quiso castigar a los golpistas del 2002? Y si se lo recuerda, ¿cómo puede estar seguro que la correlación actual de fuerzas permitiría un castigo ejemplar a los jerarcas burgueses y, si lo fuese, después de cuánto gasto de energías y de tiempo? No me parece que sea éste, en las actuales condiciones, el frente principal de lucha. Primero, hay que cambiar las reglas del juego en dicho sector, cosa que ya Chávez ha declarado. Por otra parte, no es veraz su afirmación de que en Europa etc. se hayan castigado a sectores golpistas.
El texto restante de esta «realidad» número 5, me confunde por su superficialidad. ¿Qué haría él, Petras, en el cargo de Chávez? ¿Qué importancia tienen las palabras?, pues, transmitir información ¿no es así? Entonces, existe la posibilidad de «leerlas» de diversos modos. Los hechos mismos mencionados por Petras, me permiten, aun más, me obligan, a leerlas de otra manera: primero, Petras señala los repetidos insucesos del tío Sam y sus boys venezolanos por derrocar a Chávez.., ¿y qué significado y/o qué valor debemos dar a ello, a esta realidad concreta? ¿Cuáles han sido los agentes sociales que han inclinado la balanza en favor del proceso bolivariano? Pues, el binomio que mencioné más arriba: la conciencia y conducta de la fuerza armada y la población movilizada.
Otra afirmación de Petras: «no ha habido ruptura en lo que respecta a las relaciones de propiedad o de clase, como tampoco la ha habido con los acreedores extranjeros, los inversores y los clientes del petróleo venezolano». ¿Y por qué tendría que haberlas, en este preciso momento del proceso bolivariano? ¿Por qué yo tendría que echarme encima la jauría de lobos, cuando «dándoles de comer» aun puedo aprovechar de las relaciones con ellos, lo que, a fines prácticos y en mi óptica estratégica, es ya vencerlos? ¿No entiende Petras, que se trata de ganar tiempo?, ¿de acumular fuerzas no sólo numéricas sino, sobre todo, de calidad?
¿Acaso no cambia cualitativamente la mentalidad de un desposeído, casi muerto de hambre, cuando puede acceder activamente a beneficios nunca habidos?. No es verdad que las políticas del gobierno no se hayan traducido en mejoras laborales: el millón y medio de alfabetizados han conseguido trabajo; sus hijos comienzan a ir a las escuelas con desayunos incluidos. El acceso a los programas de salud y asistencia médica gratuitos van acompañados con trabajo político. Uno de los rasgos distintivos de este laboratorio venezolano, es la transformación de la «democracia» representativa en democracia participativa, en el fragor de la lucha de clases, esto es, donde las contradicciones se resuelven en función de las correlaciones de fuerzas.
En el «mito» número 6, Petras me da otro elemento a favor de mi lectura de la situación: la contradicción entre la clase política estadounidense y Wall Street. ¿Esta contradicción sería producto de la actual política de Chávez?. Entonces, ¡Bravo Chávez!, porque logra neutralizar al enemigo. ¿Es, en cambio, como señala Petras, iniciativa de la clase política norteamericana que utiliza la amenaza de la intervención militar como garrote, y la inversión financiera, como la zanahoria? Pues, ¡también bravo Chávez! por elegir ésta última, ganando tiempo y ganando fuerza económica porque, lo que no dice Petras, es que el gobierno Venezolano NO ACEPTA tratar con el FMI ni con el BM ni con el BID bajo las condiciones de éstos. Bien vengan esos 20 mil millones de dólares, cuando soy yo el que los administraré. Cosa análoga ha hecho Cuba en otros sectores económicos, en situación bastante más difícil.
Otra frase de Petras, que contradice la anterior: «Dentro del mismo marco fiscal de los pagos de la deuda exterior, los subsidios a los exportadores particulares y los préstamos con bajas tasas de interés a los industriales, el Gobierno ha incrementado la asignación de gasto estatal destinada a los programas sociales en materia de salud, educación, vivienda, microempresas y reforma agraria», y confirma lo que digo en mi párrafo anterior.
No tengo el temor suyo de que al bajar los precios del petróleo se vayan a suspender los programas del gobierno. Las gigantescas ganancias habidas por la burguesía local en los años anteriores, las lograron también con precios bastante más bajos. Si hacemos la hipótesis de una venta diaria de dos millones de barriles del producto (2.194.000 exportados al día en mayo pasado) , a 38 dólares por barril, en lugar de los actuales 48 ( o sea, casi un 21% menos), la entrada bruta por este concepto, sería de ¡76 millones de dólares diarios! La petrolera ya ha creado un fondo para estimular obras infraestructurales de envergadura nacional que serán llevadas a cabo con proletarios, empleados, técnicos y profesionales en medio de los cuales, como tan justamente sostiene el científico marxista Allan Woods, deben estar los revolucionarios.
Sobre el «Mito» número 7.
Trato de leer este pasaje pensando que haya sido escrito simplemente como una especie de alerta. No obstante, no lo logro. Vuelvo a encontrar superficial el análisis y aún más sus conclusiones. Me cuesta creerlo. Lo que define como «mito», no me parece tal, pues está en el programa de gobierno.
Fijémonos en sus pasajes. Cita las movilizaciones populares, pero les niega valor político de clase. Afirma que la moralización de la sociedad, dirigida a las clases medias, quita espíritu de solidariedad de clase. Me pregunto: ¿por qué? ¿Acaso la corrupción no es un cáncer que puede tener origen en cualquier sector de la estructura institucional de la sociedad y que tiende a desparramar sus metástasis por todo su organismo, comprometiendo así la sana moral de la población empeñada por salir de su oprobiosa condición actual?. Yo pienso, en cambio, que precisamente, gracias a todo ello, la intentona golpista y la intentona desestabilizadora fracasaron, y es por eso que discrepo con su afirmación siguiente: «La creencia de la izquierda de que las organizaciones de base movilizadas para el referéndum se convertirán necesariamente en la base de una «nueva democracia popular» tienen poco fundamento si atendemos al pasado reciente (movilizaciones similares tuvieron lugar antes del fallido golpe de estado y durante el lock-out de los ejecutivos)».
Obviamente, el proceso mismo encierra un enorme desafío. Por lo mismo, primero hay que esclarecer de cual izquierda está hablando. La marxista, indudablemente estará metida en el medio ayudando al pueblo en su proceso de aprendizaje, aclarándole la película, ayudándolo a distinguir entre cientos de dificultades, los caminos a seguir para ir sembrando su porvenir. No hay «una toma» del poder en «un momento determinado», las hay infinitas y en constantes resoluciones, y estoy firmemente convencido que de aquí para adelante, el elemento fundamental para el progreso social socialista es la cultura, y para mí, la cultura es la capacidad del individuo de conocer y comprender su medio ambiente. El millón y medio de alfabetizados en tan solo seis meses, actualmente trabajando y/o continuando sus estudios, es una señal, entre las otras, concretamente revolucionaria. Este es parte del laboratorio humano donde los revolucionarios deberán competir contra la reacción por conquistarlo, ayudando así al presidente Chávez, para que «necesariamente» las organizaciones de base experimenten la transformación de la que duda Petras, duda que es perfectamente compartible si simplemente nos limitamos a describir de manera radiográfica una situación, como me parece que hace Petras. La simple descripción de este tipo nos ayuda poco por ser estática; necesitamos una película que nos muestre la dinámica del proceso contradictorio, cuyos nudos, hasta ahora, se han ido desatando a favor del movimiento popular Bolivariano gracias al hecho de que «los cambios estratégicos realizados por el presidente Chávez en el Ejército«, se han propagado a la mayoría del pueblo trabajador y cesante, despertando en éste su imaginación intuitiva, que las fuerzas de la izquierda revolucionaria deberán canalizar hacia la imaginación cognoscitiva.
Es de público dominio que el presidente Chávez no es marxista-leninista, ni que pretende construir ahora el socialismo. Lo ha declarado él mismo en público y en privado con Allan Woods. Sin embargo, su interés demostrado por las obras de éste último, y sobre todo, lo que ha logrado (y cómo lo ha logrado) hacer hasta ahora son para mí elementos más que suficientes como para nutrir esperanzas en el progreso revolucionario del proceso que dirige. Lo que cuentan son los hechos que obligadamente deben expresarse en medio del complejo fragor de la lucha de clases.
Para terminar, pido respetuosamente a Petras que nos diga qué haría él estando en el puesto del presidente Chávez.