Una interesante entrevista al escritor y periodista cubano Enrique Ubieta -«La huelga quiere destruir el bastión moral que es Cuba»- apareció en Público el pasado 9 de abril de 2010 [1]. Suponiendo que se hayan recogido las respuestas del escritor cubano con exactitud, no es necesario estar de acuerdo con todas las consideraciones, con todos […]
Una interesante entrevista al escritor y periodista cubano Enrique Ubieta -«La huelga quiere destruir el bastión moral que es Cuba»- apareció en Público el pasado 9 de abril de 2010 [1].
Suponiendo que se hayan recogido las respuestas del escritor cubano con exactitud, no es necesario estar de acuerdo con todas las consideraciones, con todos los matices e incluso con el tono de algunas de las respuestas de Enrique Ubieta para recomendar su lectura. No parece que le falten muchas razones al director de La calle del medio para sostener que: «La Administración de Obama ha comprendido que el resurgir de la izquierda latinoamericana y el Tercer Mundo tiene en Cuba un bastión moral. Esta campaña de descrédito tiene una intención específica: quebrar ese símbolo. Tratan a toda costa de destruir un símbolo de la izquierda en todo el mundo. Diría más, un escudo». Tampoco el coraje ni el matiz están ausentes cuando Ubieta comenta, «[…] Marruecos es un Estado represor amamantado por los grandes países de carácter imperialista, incluida España probablemente. Esa saharaui [Aminatou Haidar] era una mujer que peleaba a contracorriente, con pocas posibilidades de apoyo, y encontró ese espacio para protestar. Aquí hablamos de la situación inversa». Ni tampoco la sospecha de Ubieta es un sinsentido, aunque la generalización formulada sea un pelín inadecuada o el «ustedes» un tanto impreciso, cuando cree que «Cuando ustedes hablan de cambio hablan de que Cuba vuelva a ser «normal», o sea, capitalista y dependiente de Estados Unidos, que tenga ricos y pobres, desempleados y gente analfabeta, como antes de la revolución. Nosotros queremos otros cambios. Queremos que nuestro socialismo sea más eficiente, más participativo de lo que es». Ni tampoco la reflexión política del escritor cubano es improcedente cuando recuerda, y se queja, que: «¿Sabes lo que genera la agresividad? No las Damas, es ver en la marcha al jefe de la Oficina de Intereses de EEUU, o a diplomáticos alemanes, checos. ¿Qué hacen ahí?».
No son en todo caso estos los puntos que aquí se pretende comentar. Aparte de señalar, una vez más, que el titular destacado en la entrevista no recoge exactamente ninguna afirmación del entrevistado, lo que importa aquí es llamar la atención sobre las palabras iniciales del entrevistador o entrevistadora, I. C. son sus siglas, el texto que abre la conversación con el director de La calle del medio. Son las siguientes:
«El presidente cubano, Raúl Castro, reiteró el pasado lunes su posición ante la crisis causada por la muerte por huelga de hambre del disidente Orlando Zapata y ante el pulso que mantiene otro huelguista, Guillermo Fariñas. Antes desaparecer que doblegarse. ¿Ceder? ¡Jamás! La intelectualidad del régimen cierra filas con él y despliega una unidad sin fisuras…»
No oculto que no soy un entusiasta de consignas que me parecen netamente mejorables, más allá de la densa y admirable historia que hay detrás de ellas, como «socialismo o muerte» o «Patria libre o morir», ni de disyuntivas similares, pero es obvio el carácter metafórico de las exclamaciones, el coraje, la convicción poliética que está detrás y delante de ellas. ¿A qué viene entonces que un o una periodista hable de «antes desaparecer que doblegarse».
Dichas así las cosas, ¿se está recomendando entonces el encorvamiento servil como actitud razonable y sensata? ¿Cuándo ha afirmado el presidente cubano que nunca haya que ceder en nada como parece inferirse de esas palabras? Raúl Castro habrá podido defender que le parece razonable no conceder las peticiones que Guillermo Fariñas pretende alanzar con su huelga -Ubieta recuerda en la entrevista que Fariñas ha hecho ya unas veinte huelgas de hambre- porque seguramente piense que el objetivo final de su actitud, como también apunta Fariñas, no es otro que el derrocamiento de la revolución cubana, consideración que no parece que sea ningún despropósito. Más aún, parece tan clara con un día soleado sin nubes y tan veraz como un teorema geométrico consolidado [2].
No sólo eso. Supongamos que el entrevistado fuera un intelectual alemán que defendiera las tesis político-económicas, las destructivas y autodestructivas tesis del gobierno de Angela Merkel y que su posición tuviera un amplio respaldo entre la intelectualidad alemana. Pongamos que habláramos del señor Fisher, por ejemplo, del ex ministro verde y actual asesor de Mercedes Benz. ¿Algún periodista de Público o de cualquier otro medio (des)informativo hablaría de «régimen alemán»? ¿Alguien hablaría como hace I. C. de que la intelectualidad del régimen alemán cierra filas con la presidenta del país? ¿Se afirmaría, como afirma I.C., que la intelectualidad alemana despliega «una unidad sin fisuras»?
Se dirá, acaso se podrá decir, que en el caso alemán no existiera tal unidad sin fisuras, que la diversidad es moneda corriente en este caso. Lo es también en el caso cubano. No hay seguimientos serviles generalizados, aunque pueda haberlos en algún caso como en otros países. No se vive con permiso en Cuba ni con el ojo puesto en el saldo de una cuenta corriente nunca suficientemente dotado.
El gobierno cubano no es ningún régimen. La palabra, el palabro, innecesario es decirlo, no es nada inocente y tiene connotaciones que recuerda Hitler, Franco, Salazar o Mussolini por ejemplo.
Y, desde luego, nadie «cierra filas» porque la intelectualidad cubana, los intelectuales cubanos, no son soldados disciplinados, sin alma ni cabeza propias, de ningún ejército en cuyo puesto de mando figure el presidente Raúl Castro. No van a toque de pito, sonido al que, por cierto, numerosos intelectuales «occidentales» son adictos cuando el emisor tiene su residencia en despachos de diseño de grandes o medianas multinacionales.
Notas:
[1] http://www.publico.es/internacional. Rebelión reprodujo la entrevista el pasado sábado 10 de abril: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=103815
[2] De ahí no se infiere, obviamente, que la única posición razonable pase por no negociar o por no intentar vaciar la que sin duda es una plataforma de peticiones que apunta hacia lugares muy alejados. No oculto que mi posición transita por este sendero: vaciar la posición de Fariñas y de sus, digamos, señores, y amigos y amigas, incluidas las publicitariamente llamadas Damas de Blanco, mejorando en nudos que no tienen por qué coincidir con las peticiones la situación de los presos en Cuba en la medida, seguramente muy limitada, que ello sea posible.
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